I Parte. Del Hombre Nuevo al Soldado de la Revolución
Por Rogelio M. Díaz Moreno
Para nadie es un secreto que los sistemas educacionales de las diferentes sociedades responden al objetivo de reproducir las condiciones imperantes en esas sociedades. Tampoco se descubre el Mediterráneo cuando se comprende que sistema educativo es mucho más que el aparato escolar e incluye órganos de prensa y comunicaciones, rituales políticos, sociales, artísticos y deportivos, etcétera.
La indagación que me planteo en este escrito parte de las transformaciones que experimenta el modelo económico-social cubano y la repercusión que debe traer para el sistema educacional en nuestro país. ¿Por qué es pertinente plantearse esta cuestión? Una señal bien notoria de la pertinencia de este análisis la dio Marino Murillo en la reciente y última sesión de la legislatura parlamentaria cubana, al advertir que los próximos dos años serán los de mayor intensidad en la actualización del modelo cubano.
Sin embargo, antes de caer de fly en el futuro, me retrotraje un tilín para poder encontrar la solución de continuidad que permita interpretar el presente y prepararme para el futuro.
Podríamos, por partir de algún lugar, decir que nuestro sistema educativo asumió en cierta etapa, como paradigma, la formación del Hombre nuevo, según el concepto del Ché Guevara, aunque haya muchas personas que discutan esta aseveración. Como Hombre nuevo podríamos entender a la persona más interesada en el bienestar colectivo que el individual; pronta para el sacrificio altruista por ese bien colectivo; feliz de participar dentro de las instituciones de la Revolución y, además, con espíritu internacionalista.
Aunque esta pudiera ser un prototipo ideal para establecer por parte de la vanguardista dirección de un proceso revolucionario según los cánones de cierta época, en la época en la que yo entro a la enseñanza media y luego paso a la superior en los años ´90 del pasado siglo- mi percepción es que el ideal perseguido había variado un poco. Los incubadores de la generación de los talibanes conseguieron desplazar el énfasis del discurso educativo-formativo, sobre todo, hacia la construcción del joven soldado de la Revolución. Hoy día se me ocurren algunas razones por las que esto habría tenido amplio sentido.
El ideal de Hombre nuevo no podía ser del todo satisfactorio para la nomenklatura. Este incómodo arquetipo llevaba una dosis de honestidad y valentía que no se suponía que se doblegara ante los imperativos de el lugar y el momento establecidos; que también practicara la crítica y combatiera contra los dirigentes que cometieran barbaridades y así sucesivamente. Por más que al Che le achaquen rasgos autoritarios y demás, en el breve tiempo en el que jugó roles políticos de peso en el gobierno cubano se expresó a favor del protagonismo que debería alcanzar la juventud, con algún tipo de conjugación entre la tutoría de los mayores y su propia iniciativa, sin dejar de escarnecer a ciertos orientadores de la espontaneidad. La adquisición de los más altos estándares de ciencia, cultura y tecnología eran parte de las herramientas de las nuevas generaciones para adquirir el mayor peso propio, desarrollarse e insertarse ventajosamente en las condiciones mundiales, manejando con sus propias manos todas las potencialidades de las nuevas tecnologías existentes y que fueran surgiendo. Para colmo, esta idea todavía tenía como objetivo el alcance, en vida de los presentes, de cierto nivel de felicidad que no podía excluir un nivel de satisfacción de las necesidades materiales.
Una persona más consciente de sus deberes como soldado se presta más para la comodidad de la burocracia. Esta preferiría, obviamente, a alguien capaz de obedecer sin chistar. Una persona que viera, como objetivo fundamental de su vida, el sacrificarse por un puñado de ideales enarbolados e interpretados a capricho por los niveles centrales, con absoluto desprecio por una racionalidad dirigida a la satisfacción del bienestar y a las relaciones y comunicaciones naturales con el mundo. Un ejemplo espectacular podría ser Internet: al Hombre Nuevo le correspondería, por su naturaleza, entrar masivamente, con toda la frescura y la audacia, en este revolucionario campo, en cuanto estuvieran listas las condiciones técnicas como ya es el caso; el soldado de la Revolución, disciplinadamente, acata los mandatos que definen quiénes entran, cómo, cuándo y hasta qué punto.
Solo hay que seguir la evolución histórica de los discursos oficiales y empatarlos con las políticas implementadas para aumentar la plausibilidad de lo anteriormente expuesto. Cada aspecto de la vida, cada faceta correspondiente a su reproducción material y espiritual, como fueron convertidos en legítimos blancos de la petrificación del control monolítico por parte de la cumbre dirigente. Cada posibilidad de desahogo ¬actividades económicas autónomas, viajes, comunicaciones internacionales con Internet como ejemplo último- estrechamente reguladas o bloqueadas por décadas. Por supuesto, aquí hubo una buena dosis que pasó por la defensa ante una superpotencia extranjera, rabiosa y agresiva por la pérdida de su neocolonia, pero con todo y eso, se perdió toda noción de balance entre la necesidad de una trinchera y las libertades y derechos que esa trinchera estaba destinada a proteger.
Al final, ni siquiera el proyecto de impresión de mentalidades de soldaditos fue suficiente. Una tropa puede hacer derroches de heroísmo en situaciones especiales digamos, los conflictos en África pero en tiempo de paz no rinde muchos beneficios. Lo que es peor, aún para el más disciplinado de los militares llega el momento de preguntarse a dónde lo conducen. Especialmente, para uno que se consagra a los ideales que le sacuden en la cara y empieza a chocar con realidades contradictorias. Por una parte, encuentra que los que deben ir a la vanguardia, se desvían una y otra vez, engolosinados por las mieles del poder. Por otra parte, percibe que a pesar de todo su esfuerzo e incondicional servicio para seguir hablando en este lenguaje metafórico el rancho que le suministra la logística no alcanza, que los uniformes y las botas las tiene que buscar él mismo por la izquierda, que el armamento en sus manos se obsoletiza irrevocablemente y así por el estilo. Si de veras formar soldados era el objetivo del sistema, y el objetivo hubiera sido cumplido, los oficiales podrían empezar a verse en problemas.
A menos que el objetivo último fuera otro. Por lo menos, en el terreno de lo alcanzado, entre los ciudadanos realmente existentes no predominó tanto el espíritu del soldado fiel como, más bien, la enajenación, el arreglárselas uno como se pueda, y hasta el irse del país. Sintomáticamente, a este acto se le denominaba ¡y muchos todavía lo llaman así! deserción. Al final, enajenado o desertor, esta es una persona mucho menos comprometida, de la cual la burocracia no tendría tanto de qué preocuparse. La burocracia podría luego hacer y deshacer, sin temer a una ciudadanía indignada, que se sintiera partícipe de los destinos del país, responsable y receptora directa de las consecuencias de las políticas para bien y para mal. Ahí es donde cabe preguntarse si el objetivo proclamado de formar ciudadanos con compromiso social si bien bastante draconiano, coincidía con el sueño anhelado, nunca reconocido pero mucho más concretado, de obtener una masa maleable y permisiva. Al menos, a una persona sensata le puede costar trabajo creer que las autoridades no sabían que los métodos que empleaban supuestamente para el primer objetivo iban a producir, a la larga, los resultados finalmente obtenidos. Máxime después de tantos intentos, planificaciones, estudios, avisos desde las ciencias sociales, reintentos y más reintentos.
La actualización del modelo educativo, es decir su concordancia con lo que está pasando en Cuba, en lo económico e ideológico, sólo puede conducir a la creación del “hombre viejo”, aquel que sólo pensaba en si mismo y con rezos y velas ponía en manos de Dios su destino
Cada día se supera usted en sus comentarios.
(…) se perdió toda noción de balance entre la necesidad de una trinchera y las libertades y derechos que esa trinchera estaba destinada a proteger.
Sólo este fragmentito habla “por sí mismo”!!! ¿Cómo, dónde y cuándo “se” perdió tal balance? y también digno de atención ¿quién perdió este balance? Sería justo saber si estamos hablando del balance cincuentenario de la llamada “Revolución Cubana”, o si estamos hablando del balance geopolítico de la nación cubana, de una nación que decidió cambiar su rumbo histórico en el 59´. Por supuesto, que el Gobierno perdió todo noción de balance, una vez que continuó plegándose a intereses extranjeros durante la época de la Guerra Fría, una vez que anuló las libertades y derechos fundamentales de los ciudadanos con la pretensión de realizar un ideal social de bienestar colectivo (cuya bancarrota progresiva sufrimos hace más de dos décadas) que tiene un costo político y económico altísimo, el cual -y sólo hasta cierto punto- sólo pueden cumplir sociedades creativas -y no gobiernos autárquicos con demasiada imaginación-, con cierta capacidad de independencia económica y consolidadas en el ejercicio de una democracia política efectiva por parte de sus ciudadanos.
En cuanto al balance mismo la pregunta que sorprendería hasta a la misma noción psiquiatrica de esquizofrenia es la siguiente. Si la idea de la Revolución Cubana era superar el status neocolonial o de protectorado estadunidense que contemplaba en sus primeros 60 años del siglo XX, con una política nacional(ista) de jusiticia social e independencia política y económica, lo cual la convertiría de paso en “trinchera antimperialista”, y se ha pasado los últimos cincuenta años quejándose de y culpando su fracaso político al Imperio Americano, entonces ¿pa´ que coño (se) hizo la Revolución?
Respuestas posibles:
1. La trinchera se autoasfixió con el polvo de la soberbia política de sus propios líderes.
2. La trinchera apostó por ser satélite de otro imperialismo (el soviético), y por tanto, jamás estuvo en contra de manera auténtica del imperialismo y sus políticas.
3. La trinchera se autolegitimó con el complejo de “plaza sitiada”, y esbozó sus defensas a partir del complejo de víctima, a pesar de haber sido vencedora del mayor imperio de la modernidad reciente.
4. La trinchera no cambio el esquema político organizativo de los tiempos de la guerra revolucionaria (53-59) en el periodo post-59, sino que lo radicalizó, confiscando los derechos y libertades de sus ciudadanos en el plano de una guerra civil de baja intensidad bajo la impostura leninista de una dictadura del proletariado, y no dándose a sí misma la capacidad de superar el trauma de la guerra.
5. La trinchera no creó condiciones propias de autodefensa y resistencia, sino que se contentó con ser trinchera y nada más. (Ah perdonen, esto ya lo había dicho).
Hay otras respuestas posibles (u otro conjunto de respuestas).
En fin, la papa caliente del bloqueo, la baraja hipócrita de la “autoculpa revolucionaria”, las imposturas ideológicas del internacionalismo proletario, el antimperialismo y el socialismo, la ezquizofrenia endémica de la clase política e intelectual de la isla en los últimos cincuenta años,, y los timbales autárquicos del imperio insular del fidelismo convirtieron la “trinchera” en una “finca mal administrada”, y se perdió la posibilidad de convertir la trinchera antimperialista y socialista, en una sociedad emergente con capacidad de respuesta efectiva frente a las demandas de una sociedad cubana y frente a los retos de la sociedad global del siglo XXI -aun cuando eso nos hubiese costado medio siglo-. Pero al menos no sería un medio siglo frente al cual millones de cubanos se ven tentados u obligados a tirarlos por las borda, o en muchos otros millones, en no saber siquiera qué hacer con ese medio siglo. Que no es lo mismo pero es igual, o quizás peor.
thumbs up
Pequeña observación formal: el artículo se publicó originariamente en Havana Times.