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En las Alcantarillas

Mayo de 1964. Celda clandestina en Sao Paulo. Diez presos políticos en un espacio de cuatro por cuatro metros: sindicalistas, estudiantes, un poeta, un físico nuclear, un policía disfrazado de empleado bancario y yo. Puerta bloqueada por el exterior, alta pared de piedra, lavabo y excusado en una esquina de la celda. Cuando sonaba el timbre, llegaba el miedo. Alguien sería llevado al interrogatorio, generalmente golpeado y torturado. Escuchábamos sus gritos. Después el compañero volvía a la celda herido y aterrorizado. Llegó mi turno. Querían que traicionara mi amor por la libertad y el amor a mis amigos. Guardé silencio, me golpearon demasiado, pero en vano. Todavía sufriendo y sangrando, escribí esto en la orilla de un viejo periódico donde anotaba algunas ideas para un libro que pretendía escribir al salir de prisión:

 El amor, no la vida, es lo contrario de la muerte.

Al día siguiente, decepcionado, descubrí que la hoja de periódico donde hiciera mis anotaciones había sido usada en el excusado. Dos años más tarde, esa frase escrita en papel periódico fue incluida en mi novela Cleo y Daniel. En ese libro pretendí purgar la violencia de la represión y de cierto modo vengarme de la dictadura militar, demostrando, por lo menos poéticamente, que es imposible amar en la sociedad burguesa.

Casi al final de la fase de composición del libro, recordé por entero otro texto que también había desaparecido en las alcantarillas de la prisión. El cual, como pude constatar, no abandonó nunca mi corazón. Es un discurso desesperado del personaje de Benjamín, hablando conmigo y por mí, poco antes de su muerte:

¡El amor fue traicionado, engañado, negado, olvidado, falsificado, destruido! Por que no son las personas las que existen, si no la esperanza de amor que hay en ellas. No hay nombres, ni ojos, ni gestos, ni palabras. Apenas son promesas, intuiciones del amor. ¡No hay proyectos de vida, ni realizaciones, ni conquistas, sólo esa búsqueda ciega y desesperada por salvar el legado frágil y único de Dios! La ilusión de amar. Porque la vida humana es una inmensa y grotesca cacería: cada persona tratando de alcanzar la semilla del amor que hay en el otro para aprisionarla, para lastimarla, para matarla. Por eso existen amigos, compañeros, parientes, amantes, socios. Por que es preciso estar más próximo, más al alcance del odio, más cerca de la ilusión del amor del uno por el otro. Para cebarlo, para exponerlo, para el crimen. La humanidad es el resultado de esa cacería. Los hombres están vivos, pero su amor está muerto. Asesinado. Ha muerto la posibilidad de amar al prójimo. La ley es la misma: amor por amor, para que no haya amor.

Roberto Freire

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