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Un fin de semana corriente

Es preciso salir al bosque para refrescarse en el arroyo.  La zona es cercana a Ciudad Moustrosa. Conserva montes de encino y arroyos claros. Allá me encamino.
Inicia el recorrido en una antigua construcción del siglo diecinueve, fue una fábrica con enormes chimeneas de ladrillo, su nombre La Carolina, construida a la orilla del río para generar la electricidad que echaba a andar la maquinaria textil.
En ese lugar se llevó a cabo la primera huelga de México, 1865 el año. La gente que ahí laboraba decide parar la producción ante la explotación y la injusticia a la que los somete el patrón. Participaron miembros de la escuela libertaria La Social, fundada por Rhodakanaty y Zalacosta. Fue una huelga singular, el proletariado, mazagua-otomí, con su cultura comunal decide detener la producción y organizar una fiesta a la que se invita al propio patrón, para convencerlo de la justeza de sus demandas. Tras comer, beber y bailar el empresario deja la fiesta-huelga, procediendo a arrojar al ejercito en contra la gente. Los guachos les disparan y deportan a los insumisos a Tepeji, en Hidalgo
Ya para el siglo veinte las obreras de la mima zona participan en el sindicato textil, el más combativo de la época. De tendencia anarcosindicalista, practicaba la acción directa; huelgas, enfrentamientos contra pistoleros, policías y militares era la constante.
El anarquista español Buenaventura Durruti a su paso por México atracó las oficinas de La Carolina. En la expropiación participaron trabajadores de esta fábrica. El dinero fue utilizado para crear una escuela racionalista.

Atrás queda la fábrica. Atrás la nostalgia por la lucha contra los amos. Regreso a mi realidad.

Para llegar al monte hay que caminar río arriba, atravesar la ciudad perdida, barrios dormitorios construidos sobre barrancas. Chamacos moneando y güeyes chacas. Polvo y miseria. Después los ranchos. Empieza el monte; bosques de encino, cañadas y arroyos. Aparece un gran enrrejado y una pared de concreto que intenta ocultar un despojo. Centenares de residencias en medio del bosque, un gran guetto para la alta burguesía. Inmensas fincas, cuadras de caballos, canchas de tenis, campos de golf y hasta aeropuerto. Sobresale en una loma una inmensa mansión ¿cuántas habitaciones tendrá? ¿veinte? ¿cien?, en su patio hay decenas de autos estacionados. Sitio exclusivo para aristócratas que han convertido las tierras comunales en su propiedad privada. Un comunero me contó como los caciques les arrebataron la tierra y se la entregaron a las constructoras. El núcleo comunal posee títulos de posesión desde el virreinato, pero los dueños son los capitalistas. Procesos jurídicos van y vienen y los comuneros sin siquiera una parcela tienen. Campesinos sin tierra. Pasan los años, los más viejos mueren de amargura al mirar como se arrasa con el bosque para construir malls y albercas. Entre los nuevos avecindados se encontraba un prospero empresario dedicado al narcotráfico, no hace mucho la policía lo apañó. Los otros capitalistas pueden vivir en paz. El Estado les garantiza impunidad. Robo legalizado.

Si el destino es el río y su cascada, se debe permanecer indiferente ante el despojo, si no se corre el riesgo de padecer de un coraje entripado. Preferible mirar las aves. Abundan los pájaros carpinteros. Estos gustan de hacer agujeros en los postes de madera, grandes hoyos para sus nidos y pequeños boquetes para almacenar bellotas, cientos de bellotas por poste. Se miran montones de carpinteros con cresta roja picoteando y haciendo su singular canto. Si hay suerte se puede mirar un tlacuache dormir colgando de su cola. Al atardecer es sencillo ver a los cacomiztles brincar entre los árboles. Tenderse en la hierba permite mirar el vuelo de halcones, águilas o zopilotes. Hay camaleones y muchos conejos. Los rancheros hablan de venados, coyotes y onzas, pero jamás me he topado con alguno.
Se quedan atrás los ranchos y las rejas. El bosque se hace tupido; encinos y ocotes, arroyos de agua helada, cascadas y pozas, el viento y el silencio. Un manantial. La lluvia. Los truenos. La noche azul. El fuego. El amanecer. El sabor a tierra húmeda. Un instante de alegría.

*Nota:

Sobre la primer huelga en México; LOS ANARQUISTAS MEXICANOS. John M. Hart.

Sobre anarcosindicalismo y Durruti en méxico; ARCÁNGELES. Paco Ignacio Taibo II.

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