Por Tomás Fernández Robaina
(Investigador y Profesor Titular. Biblioteca Nacional de Cuba “José Martí”)
La historia de los afrodescendientes en Cuba recoge cinco tendencias fundamentales para luchar por sus derechos, todas surgidas durante la etapa colonial: a) la cimarrona b) la económica c) la educacional d) la política dependiente f) la política independiente.
a) La cimarrona (o del cimarronaje) se inició, primeramente entre nosotros, con los aborígenes que huyeron del fuerte sistema de explotación al que fueron sometidos, sumándoseles posteriormente los esclavos africanos en esa búsqueda inicial de la libertad individual, y posteriormente colectiva. Pero en Cuba no hubo comunidades cimarronas que pusieran en peligro la estabilidad colonial, y tuvieran que pactar con el poder colonial para el disfrute pleno de sus derecho a la libertad y a la posesión de la tierra, como sí ocurrió en México donde el cimarrón ñanga logró la fundación del pueblo de San Lorenzo de los Negros mediante el pacto de no dar refugios a los esclavos que se convirtieran en cimarrones después de ese acuerdo,
b) La económica se inicia cuando algunos esclavos en virtud de sus ahorros, principalmente, comienzan a comprarse su libertad. Este derecho reconocido a los esclavos por el poder colonial español estimuló de manera objetiva y cada vez más creciente la tendencia de la auto emancipación, de donde surge con el tiempo una pequeña clase social de negros libres, los pioneros de lo que devendría en la llamada clase media “de la raza de color”.
c) La educacional aparece entre una minoría de negros libres que en virtud de condiciones muy especificas logran acceder a determinados conocimientos artesanales, oficios y niveles de instrucción académicos que les permiten hablar y escribir correctamente la lengua del conquistador, y de este modo tener un cierto grado de movilidad y aspirar a posiciones laborales y sociales. Esta tendencia fue preconizada paradigmáticamente por Juan Gualberto Gómez, quien creyó que la superación individual era la mejor vía para que el negro libre tuviera acceso a los espacios vedados a los negros por no tener el mismo avance educacional que los blancos. Esa creencia fue compartida por todos los afrodescendientes que conformaron el pequeño sector de la clase social ilustrada de los negros libres, cuando objetivamente la realidad circundante demostró que continuaban siendo discriminados de esos espacios. Por lo tanto se visualizó de forma más precisa que los marginaban por ser negros.
En este sector es donde surge el movimiento social del negro de forma definida por sus derechos dentro de las estructuras coloniales, y por lo tanto. Para lograr lo anterior sus integrantes hacen ostentación de ser portadores de la misma cultura y educación eurocentrica y de negar las legadas por las primeras generaciones de africanos y practicadas por la mayoría de los afrodescendientes que conformaban la población esclava y libre del país
d) La política dependiente surgió a partir de la presión política que los negros libres debían ejercer sobre la dirección de los partidos en los cuales ellos militaban para ver satisfechas sus aspiraciones políticas y sociales. Martin Morúa Delgado veía ese modo como el más correcto para luchar por las reivindicaciones sociales del negro dentro de las estructuras coloniales. Sin embargo, años tras años la experiencia acumulada evidenció que las demandas de la comunidad negra nunca eran oídas una vez que los que habían prometido satisfacerlas ocupaban los sitios por los cuales habían sido electos. Esto hizo surgir la siguiente tendencia, que lamentablemente nunca pudo ejercerse desde el poder.
e) La política independiente surgió en la década de los ochenta del Siglo XIX como consecuencia de la poca efectividad de la tendencia anterior. Pero no prosperó al no aceptar Juan Gualberto Gómez la presidencia del propuesto Partido Negro por considerar más los males que los beneficios que dicha organización acarrearía para la comunidad negra. Su rechazo y el peso que tuvo sus argumentos frenaron el desarrollo de esa forma de luchar entonces. No puede pasarse por alto que ella renace mucho más fuerte instaurada ya la República en Cuba y se legaliza durante la segunda intervención estadounidense de nuestra Isla.
Durante nuestros períodos republicanos burgueses (1952-1958), y el Revolucionario Socialista (1959-2010) los sectores de la población blanca y negra, luchadoras contra la discriminación racial, y en particular, la del negro, de la cual formo parte, no hemos dejado de combatir por nuestros derechos, en los diferentes momentos históricos y sociales por los que nuestra sociedad ha transitado. En cierta ocasión expresé que aún en los momentos en que la mayoría de nosotros, románticamente y de una forma idealista e ingenua, creímos y pensamos que muchos de nuestros males habían sido erradicados de nuestra sociedad, hubo hombres y mujeres que de manera aislada pero ejemplificante alzaron sus voces desde la Isla y desde el exterior para señalar la existencia aún de la discriminación racial, no reconocida y aceptada por el poder revolucionario, y por muchos de nosotros que pensábamos de forma contraria.
La realidad social donde también la dialéctica se expresa sin cortapisa, pronto nos hizo pensar que algo estaba ocurriendo, y aún más con figuras como Elvira Cervera, actriz que desde la Cuba capitalista luchó por los espacios vedados en la radio y en la televisión a los locutores, actores y actrices afrodescendientes, y que continuó con sus demandas posteriormente al 1959. Su quehacer en esa dirección han quedado reflejadas en su libro: El arte fue para mí un reto.
Walterio Carbonell (1924-2008) también ejemplifica esa posición crítica y revolucionaria llamando desde los primeros años a la representatividad de los afrodescendientes en los diferentes niveles de la administración, el partido, el gobierno y el estado. Fue al autor del importante libro: Critica cómo surgió la cultura nacional (1961) Con anterioridad a él Juan René Betancourt (1918-1976) emplazó al joven gobierno cubano a explicitar la política que se seguiría para combatir el racismo. Su insatisfacción ante el simple llamado a la conciencia y a dejar a la educación y al tiempo la solución del tiempo lo hizo emigrar del país. Sus dos importantes libros Doctrina Negra (1955), y El negro ciudadano del futuro (1960) tuvieron poca circulación, y pocos de los que nos ocupamos de esta parte de nuestra historia han leído y aprendido de sus ideas, no siempre para aceptarlas, sino también para criticarlas, pero sacando de esa confrontación un mejor conocimiento de la problemática social que combatimos.
Carlos Moore, ha sido uno de los que desde el exterior con mayor fuerza ha criticado la ausencia de una política más efectiva y dinámica para combatir el racismo, el prejuicio, y la discriminación. Siempre aparece en la palestra pública en momentos en los cuales hay un aparente silencio o ausencia del debate racial en la Isla. Su texto publicado en Presence Africaine (1966), provocó una reacción muy fuerte en la isla en contra de los argumentos que esgrimió para reflejar la existencia del racismo entre nosotros. Las reacciones en contra de sus ideas fueron mayores cuando dio a conocer su Black África and Castro (1988), libro que fue muy rechazado por los sectores progresistas de la comunidad afro estadounidenses y por los intelectuales cubanos que salieron en defensa del proyecto social cubano; más recientemente Moore recibió también el rechazo publico de la intelectualidad cubana por sus actividades condenatorias de procesos sociales sobre los cuales no estaba bien informado, y más aún con la reciente edición de su autobiografía Pichón. No obstante su radical posición frente a la Revolución Cubana, él reconoció en carta enviada a su amigo y maestro Walterio Carbonell el hecho inobjetable que el negro en Cuba había avanzado más durante el período revolucionario que durante los 58 años de República Burguesa.
Analizar ese juicio me llevó a discutir entonces largamente con Walterio Carbonell, las causas por las cuales el mismo seguía reclamando el derecho a la representatividad, y no puedo menos que compartir la alegría que me produjo cuando en la clausura del tercer congreso del Partido, su presidente, Fidel Castro llamó a la necesidad de la representatividad femenina, juvenil y étnica en los órganos partidistas, gubernamentales, administrativos, y estaduales. Esa había sido una de las demandas de Walterio, y también de Juan René Betancourt.
Era evidente que en el frente antirracista no habíamos avanzado del modo deseado, a pesar del primer llamado de Fidel Castro efectuado en marzo de 1959. 26 años después, enfrentábamos nuevamente el problema racial, pero, ¿se hizo de la forma adecuada? No, si 26 años después de 1985 estamos aún debatiendo como solucionar el problema, no es difícil llegar a la conclusión de que todavía falta mucho por hacer, y por supuesto, mientras más nos demoremos en encontrar la forma de combatirlo y de aplicar las estrategias y metodologías que se adopten, más tardaremos en crear las condiciones para realmente comenzar la batalla en contra del racismo y de sus secuelas en pro de una sociedad racialmente más igualitaria.
Por supuesto, hay una interrogante muy importante. ¿Qué debemos hacer para ganar el tiempo perdido? Pero no la podemos formular si antes no sabemos lo que hicimos, y lo que fue posible hacer, para que de ese análisis surjan las ideas de lo que se impone hacer de forma priorizada. Hay un hecho que deseo destacar. A finales del 2009 y principios del 2010 nos encontrábamos trabajando en proyectos realmente serios, científicos, tendientes a cambiar nuestros planes de enseñanza abrumadoramente eurocéntricos en todos los niveles educacionales, como un modo de crear una base educacional que desde la primaria instruya a los educando en los valores más positivos y humanos necesarios para el mejoramiento de nuestra sociedad. Por otro lado, la profunda crisis económica, política y social a las cual nos enfrentamos, obliga que todo lo que estábamos haciendo, se haga ahora a un ritmo más lento, y dependiendo mucho de las iniciativas individuales, de maestros, profesores, especialistas, artistas y escritores que en sus espacios profesionales no pierden la oportunidad de referirse a la importancia de la lucha que libramos en el frente racial, que también se reproduce en la lucha contra la homofobia, el sexismo, el machismo, entre otros; desde el punto de vista colectivo, hay organizaciones e instituciones que efectúan encuentros, presentaciones de libros, que cuando tienen relación con la temática racial siempre se obtienen resultados muy positivos como bien puede ilustrarse con las actividades mensuales que realiza la Cofradía de la Negritud desde la Casa Comunitaria de la Ceiba, acción que se ha convertido en un taller que persigue la socialización del conocimiento sobre la problemática racial en nuestro país, y la concientización e identificación plena de los que asisten con las temáticas que allí se abordan.
Evidentemente se hace lo que las circunstancias permiten hacer, hacer algo cualitativamente es superior a nada hacer. Pero tampoco debemos dormirnos, o conformarnos con lo hecho, o con lo que se esta haciendo. Es lógico que los esfuerzos mayores se concentren en estos momentos en los aspectos básicos priorizados para la sobrevivencia de nuestra cultura y nacionalidad: lo económico y lo político. Pero no debemos postergar una vez más, el enfrentamiento al racismo; anteriormente lo hemos hecho, y eso ha permitido un incremento mayor de los factores reproductores de ese mal, en lugar del aumento de los elementos que tienden a disminuirlo. Por lo tanto, no adoptemos fórmulas ya vencidas, como el criterio de que es mejor no hablar del problema, porque si hablamos es incentivarlo todavía más. Debemos buscar nuestras soluciones, sin desdeñar las que se ponen en práctica en otros países, del análisis comparativo podemos salir ganando todos. Debemos sumarnos de manera amplia, visible y constructiva a la aplicación de las políticas raciales como se orientó en la conferencia de las Naciones Unidas celebrada en el 2001 en Durban, a la cual Cuba asistió y aceptó la aplicación de las políticas raciales allí propuestas. Estamos en un mundo cada vez más interrelacionado entre todas sus partes, y en cual van apareciendo zonas sociales ignoradas por la historia de cada uno de nuestros pueblos, y por lo tanto desconocidas internacionalmente.
Un buen ejemplo de lo dicho se tiene con la Argentina, donde se creía que no había negros; sin embargo las investigaciones académicas, sociales, y el propio movimiento de los afrodescendientes argentinos han echado por tierra esa gran mentira devenida en un mito histórico. De igual forma comienza a hacerse cada vez más visible la presencia afrodescendiente en México, no solo por las investigaciones históricas, sociológicas y antropológicas, sino también por sus diferentes movimientos reivindicativos, y cada vez su mayor presencia en los fórum internacionales. Un ejemplo que no deseo dejar de mencionar es Colombia, el país de mayor población afrodescendiente de habla castellana. La propia historia del negro colombiano es una de las más interesantes y ricas. Su lucha los ha llevado a ser considerados constitucionalmente una minoría nacional, y demandar reivindicaciones sociales de mucha importancia. Recientemente pude apreciar durante la semana de la Afrocolombianidad, los avances logrados, y entre ellos destaco la creación de cátedras, departamentos y programas de estudios afro colombianos. En mis encuentros en Bogotá, Tumaco, Timbiquí, Baiquí, Popayán, y Cali, aplaudí con entusiasmo esas creaciones, pero llamé la atención sobre lo que había acontecido en los Estados Unidos, ya que en un principio los departamentos y centros de Black Studies, y de los Afroamerican Studies se ocupaban únicamente de la historia del negro estadounidense, por lo tanto, me parece muy conveniente estudiar al negro colombiano, pero debe tenerse presente que en todos nuestros países hay población negra , y que ella tiene, por lo general, un origen común: la trata negrera y el sistema esclavista impuesto a los africanos por las potencias coloniales. Esa historia debe interrelacionarse con la actual de los movimientos sociales afrodescendientes, como un modo de buscar un frente solidario transnacional, que nos permita apreciar y valorar los modos con los cuales se lucha en cada sociedad con la finalidad de autor reconocernos, y estimularnos mutuamente a partir de los éxitos que vayamos teniendo.
Posiblemente Brasil es el país que más haya avanzado en esa dirección, enfrentando importantes retos, también presentes en Colombia y en los demás países, como qué historia afrodescendiente enseñar, si hasta ahora la misma ha sido escrita con una visión eurocéntrica. La necesidad de formar profesores adecuados para tal enseñanza. Estas y otras problemáticas la pude captar fácilmente durante mi asistencia al Congreso celebrado en Brasilia en noviembre del 2009 sobre la Enseñanza de la Historia de África y de la Diáspora. Más recientemente ese conocimiento se me ha ampliado por mi asistencia a varios paneles de la conferencia celebrada en Nueva York del 6 al 8 de enero: The State of African American and African Diaspora Studies: Methodology, Pedadogy, and Research, que me ha permitido valorar aspectos interesantes por sus contrariedades, pero que se apartan del objetivo principal de esta ponencia.
Me he limitado reseñar mis experiencias prácticas en los tres últimos países latinoamericanos mencionados para subrayar el hecho de que nada parecido se ha materializado en Cuba, y lo que podía habernos situado a la puntera de tales acciones, como la creación de un programa más amplio, donde se permita una visión objetiva de la historia y de sus protagonistas reales, poniendo al debate la visión eurocentrica en la cual hemos sido formados, parece estar paralizado, al menos, no está funcionando al mismo ritmo con el cual comenzó. Mientras tanto, cada uno de nosotros hace lo que puede, que no es todo lo que quisiéramos hacer, pero algo se va haciendo, y seguimos en batalla, porque estamos convencido que un mundo mejor es posible, ya no tanto para nosotros, pero sí para las generaciones que aún están por venir, hagamos lo correcto, ellos serán nuestros jueces en el futuro.