La Perona (mis recortes del golpe)

En el año 1976 tenía 3 años. A comienzos de ese año me encontraba en un hospital, porque me había fracturado el fémur izquierdo. Tengo La Peronarecuerdos que son como fragmentos de un cuadro. Es como si fuera un rompecabezas en el cual uno tiene algunas, no todas las piezas y aun así trata de recrear la pintura completa. De imaginar, pensar, deducir las porciones restantes.

El conocido tema de Charly García, «Demoliendo Hoteles» dice:

Yo que nací con Videla
yo que nací sin poder
yo que luché por la libertad
y nunca la pude tener,
yo que viví entre fachistas
yo que morí en el altar
yo que crecí con los que estaban bien
pero a la noche estaba todo mal.

Últimamente me ha resultado sorprendente que esta letra escrita por alguien que nació en 1960, se puede aplicar muy bien a quienes nacimos en la década de 1970. Creo que muchos de los que crecimos durante esos años podríamos escribir esas líneas casi en su totalidad y poner nuestra firma debajo.

Por supuesto, en nuestro caso, los de mi generación fue algo mucho más pasivo, no teníamos siquiera edad para luchar por algo. Porque mientras nos cambiaban los pañales se vivía la primavera camporista. Eran años de pensamientos fuertes y absolutos. Era una época en que se esperaba que la historia llegaría a su desenlace. No pocos creían que la historia se resolvería en poco tiempo de manera radical y definitiva, y se arribaría entonces a un paraíso terrenal de plenitud e igualdad por sobre todas las cosas. En nuestro caso amparado bajo las alas de un ya, anciano caudillo – volverían los añorados días felices – que volvía a solucionar las calamidades que generaron 18 años de dictaduras y democracias condicionadas. Pero rápidamente, todo se echó a perder: el definitivo regreso de Perón se transformó en un baño de sangre y terror. Y en un espiral de violencia. El líder ya cansado, pero responsable de todos modos, le entregó (casi) todo el poder a la derecha del movimiento. Y a pesar de creerse el gran ajedrecista de la historia, o aun una divinidad, este caudillo – el más grande del siglo veinte en Argentina – rodeado por su propia decisión de personas execrables, se murió. El país había quedado huérfano. Ahora, bajo la tutela de las manos tan frágiles como perversas de su viuda. La pusilanimidad de Isabel, contrastaba con quien era su entorno directo: la brutal extrema derecha peronista. Luego, en cuestión de meses el terrorismo de estado tomaría control total de la nación.

Eran años en que la juventud se involucraba de lleno en política, muchos lo hacían hasta el fanatismo. Incluso algunos llegaron al extremo de considerar a la violencia como un medio natural para alcanzar la tan ansiada meta. Eran años en que todavía, pese a las crisis económicas y sociales, Argentina lucía con orgullo una frondosa clase media.

Parte de esa clase media se volcó a la militancia, otros heredaron y/o cultivaron un intenso, aunque muchas veces oculto o naturalizado antiperonismo. Otros se limitaban solamente a gozar de beneficios ganados en décadas anteriores: indemnizaciones por despidos, aguinaldo, vacaciones, etc.

Nací en años en los cuales más que nunca la política se convertiría en algo prohibido. En algo inconveniente, en el algo en que no había que involucrarse. Refugiarse cada uno en su casa. Y a leer los diarios que de manera devocional se mamaban todos los domingos.

Se salía a las calles, salvo en casos excepcionales, como ocurrió posteriormente para festejar un mundial o una guerra como si fueran eventos de igual profundidad y magnitud. Después de la dictadura por breve tiempo la política resucitaría gracias a otra primavera llamada en este caso alfonsinista. En realidad, las primaveras que hemos mencionado son atípicas, porque luego del esplendor de las flores vienen los esperados los frutos, lo que realmente nos sacia y nos da completo disfrute. Pero no en estos casos justamente.

Sin embargo, yo nací en un hogar altamente politizado. Crecí con ese antiperonismo tan cotidiano que se hacía imperceptible ¿Saben que recuerdos tengo de mis días en ese hospital? Bueno, en realidad, no son muchos. Pero vaya a saber Freud por qué, tengo recuerdos de mi mamá refiriéndose a María Estela Martínez, no tanto como Isabel, ni Isabelita, sino como «La Perona».

La clase media no veía mejor alternativa que un golpe militar que pusiera fin al gobierno encabezado por una mujer incapaz, vulgar y despreciable, secundada por un Rasputín. Además, se sumergía en el caos económico producto del reciente rodrigazo y la guerrilla. Si bien esta última estaba prácticamente aniquilada al asumir la junta militar (y toda la banda de saqueadores disfrazados de economistas), representaba una amenaza latente a las buenas y sanas costumbres argentinas, occidentales y judeocristianas.

Me crié en en uno de los tantos hogares radicales, de clase media baja, que reivindicaban y evocaban a Yrigoyen, Balbín, Illia, etc. Integrantes de una clase media que hubiera deseado con la mejor de las voluntades llegar a más, pero sin conseguirlo. Sin embargo, con un trasfondo cultural que me permitió (¿paradójicamente?) cuestionarme a mí y a mis hermanos esa manera de ver al país.

Veían en Videla casi como a un padre que nos estaba librando de una mujer estúpida, de la guerrilla, y que  nos iba a conducir de la manito, de vuelta a una feliz y por sobre todo ordenada república. Cuando se dieron cuenta del horror, lamentablemente ya era muy tarde.

Como los recuerdos fragmentados, después se hacen un mosaico, tal vez imperfecto, pero mosaico al fin, rellenado con las propias experiencias, educación: la formal y la que uno por inquietud se imparte a sí mismo: a través de libros, películas documentales, etc. Muchas cosas que uno entiende ya a esta altura de la vida que es conveniente desaprender, otras reconvertirlas, transformarlas.

Se por supuesto que hay personas que les interesa poco y nada este tema. En algunos casos porque les da lo mismo. En otros casos porque dicen (o se les ha enseñado) que hay dejar de mirar el pasado, solo prestar atención en el presente y mirar al futuro.

Quiero decir que descreo de esa mirada de la vida, y peor cuando se la pretende esconder bajo un barniz de cristianismo. Porque muchas veces el pasado sigue teniendo vigencia en este presente.  Cuando Jesús les dice a los farisesos:

29 !!Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque edificáis los sepulcros de los profetas, y adornáis los monumentos de los justos,

30 y decís: Si hubiésemos vivido en los días de nuestros padres, no hubiéramos sido sus cómplices en la sangre de los profetas.

31 Así que dais testimonio contra vosotros mismos, de que sois hijos de aquellos que mataron a los profetas.

En este caso Jesús: ¿Está mirando hacia el presente, hacia el pasado, o hacia el futuro? Y no es mi tema central, ni tampoco mi interés usurpar el santísimo lugar de los teólogos y biblistas. Pero me pasa que al recordar las palabras de Jesús, no les transmite otra cosa a sus contemporáneos que revisionismo de su propia historia.

En general imaginamos al fariseo como una persona malvada y conservadora. Por el contrario, creo que si trasladamos esa figura a nuestros tiempos y a nuestro país, ese grupo religioso tiene mucho más que ver con «nosotros» los argentimedios. Muchas veces sosteniendo tibiamente posiciones progresistas, y con una visión superficial sobre el pasado…

Cuando decimos que nosotros no tenemos nada que ver con esa historia. Que esa historia ya pasó. Que nosotros no haríamos lo mismo que nuestros padres. Cuando no discernimos las señales de los tiempos. Porque está claro que un golpe militar hoy es imposible. Pero la opresión a través de la historia va mutando, cambiando, camuflándose, muchas veces adoptando hábitos refinados. Otras veces adueñándose del sentido común.

Este es parte de mi mosaico que queda de esos días como integrante de esa generación que efectivamente se crió y se formó con Videla y con Galtieri en sus años más precoces.

Volviendo a los primeros meses de 1976, mientras, mi fémur, gracias a Dios se iba soldando y reparando. Creo que justamente alrededor de marzo ya no tenía más el yeso que me llegaba hasta la cintura. Podía caminar bien, sin problemas. Sin embargo dos marcas muy pequeñas recordatorias me quedaron de por vida, una en mi espalda y otra (menos perceptible aun) en el talón izquierdo. Más allá de que no tenga secuelas ni dolores, forma parte de mi historia personal.

A la inversa, hace 38 años, el país sufría la peor de sus caídas, no producto de una fatalidad, de un accidente o del azar. Por el contrario, fue producto de malas decisiones, gracias al comportamiento de una buena parte de la clase media, de la militancia fanatizada, del poder militar al servicio de intereses extranjeros. Poder militar que era meramente autor material de los crímenes y de un plan sistemático diseñado por civiles nativos y foráneos.

Ya no «soportábamos» más a «la Perona» y cualquier cosa era mejor que padecerla, no había tiempo ni voluntad para esperar las elecciones, había que hacer un cambio y de inmediato…..

 

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