Por Takis Fotopoulos
"…los pueblos de España y Grecia están directa o indirectamente contra la globalización neoliberal en sí misma, y por tanto cualquier intento de engañarlos reemplazando los pseudo-socialistas, Papandreou y Zapatero, por otros miembros del personal político del sistema está condenado al fracaso, dada la larga experiencia de “democracia” representativa que estos pueblos han tenido."
Introducción: el significado del término “subclase”
El levantamiento espontáneo de la “subclase” británica fue, por supuesto, fácilmente aplastado por la enorme fuerza que el Estado acumuló contra ésta, ilustrando una vez más una de las principales lecciones de la historia: que los levantamientos espontáneos nunca pueden derrocar un sistema socio-económico (aunque sí su personal político) si no están respaldados por un movimiento político organizado con su propio proyecto antisistémico, su propia visión de la sociedad futura y una estrategia de transición para pasar de aquí a allí.
Sin embargo, es importante evaluar la importancia de esta insurrección –que no es la primera (véase, por ejemplo, las insurrecciones similares en Francia[1] y Grecia[2] hace un par de años) ni será, por supuesto, la última, como reconoce incluso una revista sistémica como Spiegel[3]- y, en el proceso, tratar de interpretar sus causas y efectos. De hecho, todas estas insurrecciones por parte de lo que podemos denominar la “subclase” representan, en mi opinión, la tardía reacción de las principales víctimas de la globalización neoliberal y particularmente de aquellas que aún no han sido integradas en esta, a pesar de los buenos esfuerzos de la izquierda reformista, o lo que yo denomino la “izquierda” degenerada[4].
Pero, primero, es necesario aclarar el significado de “subclase”, ya que aquí, obviamente, no es un término utilizado en el sentido peyorativo habitual de “pobres” o “Lumpen” (proletariado) –el significado que vemos tan a menudo en los diferentes análisis de los medios de comunicación sistémicos. En cambio, deberíamos entender por “subclase” las víctimas por excelencia de la globalización neoliberal, es decir, los desempleados y los marginados, aquellos que viven cerca del nivel de subsistencia y particularmente los jóvenes sin futuro: en una palabra, los sans culottes de hoy, que no pertenecen a ninguna de las clases sociales establecidas ya que no han sido integrados (aún) en el sistema social de la economía de mercado internacionalizada y su complemento político, la “democracia” representativa –a diferencia de la clase trabajadora, por ejemplo, que ha sido integrada en éste en diversos grados.
Así pues, la subclase es muy peligrosa para las élites, no porque pueda derrocar el sistema sino porque les fuerza a contraatacar inevitablemente para aplastar sus frecuentes insurrecciones, revelando así la verdadera naturaleza de lo que se hace pasar por “democracia” hoy en día –un sistema político basado en última instancia en la violencia física para reproducir la violencia económica sobre la que está fundado. Además, la reacción de las élites podría llevar a otros grupos sociales que actualmente sólo están parcialmente integrados en el sistema (personas con ingresos bajos, trabajadores temporales o a tiempo parcial, etc.) a participar en las insurrecciones del futuro y/o –aún peor para las élites- a organizarse “desde abajo” con el objetivo de trascender los sindicatos y partidos controlados por el sistema y crear un movimiento antisistémico.
Las insurrecciones del futuro, si están motivadas por un proyecto antisistémico como el proyecto de la Democracia Inclusiva, podrían a su vez establecer las condiciones para una sociedad futura con una distribución igualitaria de todas las formas de poder, es decir, sin relaciones o estructuras de poder –la causa última de cada aspecto de la crisis multidimensional actual [5].
La “criminalidad” de los insurrectos frente a la criminalidad real de las élites
La insurrección de la subclase británica fue considerada por todo el establishment británico y sus seguidores –la clase burguesa y, particularmente, la pequeña burguesía- como un caso de “pura criminalidad”. En otras palabras, los verdaderos criminales de las élites políticas, económicas y culturales han condenado las víctimas de su propia criminalidad y han estado pidiendo y tomando el peor tipo de venganza contra ellas por rebelarse contra un sistema que ha estado destruyendo sus vidas desde el día en que nacieron. Por supuesto, esto no es sorprendente considerando que, a lo largo de la historia, las élites dirigentes y los grupos sociales privilegiados han etiquetado las personas que se han rebelado contra ellas como criminales, desde las revoluciones francesa y rusa hasta las guerras civiles española y griega. Así:
- todo el sistema político británico, es decir, los criminales de guerra del Partido Laborista que no vacilaron en destruir al pueblo iraquí[6], entre otros, o los correspondientes criminales del Partido Conservador, que de manera similar fueron entusiastas en destruir al pueblo libio[7] –siendo el objetivo, en ambos casos, integrar completamente los respectivos países ricos en petróleo en la economía de mercado internacionalizada- desempeñaron un papel primordial en crear una histeria tremenda contra la subclase, presumiblemente porque ¡deberían haber estado contentos con su suerte! Esto, a pesar del hecho de que, bajo la actual parodia de democracia llamada “democracia” representativa, la subclase no tiene ningún modo efectivo de expresar su descontento, dado que los dos partidos principales que se suceden el uno al otro en el poder implementan exactamente el mismo tipo de políticas (con variaciones mínimas), es decir, aquellas que la globalización neoliberal requiere;
- los verdaderos criminales económicos (banqueros, financieros, etc.) que crearon la crisis financiera de 2007-08, así como la recesión actual[8] bajo la cual los Estados intervinieron para salvar la banca privada a expensas del gasto social y los restos de los estados de bienestar (mientras los beneficios de las élites económicas y las primas de los banqueros y demás han seguido incrementándose), ahora se vuelven contra los ladrones de poca monta que han estado robando para satisfacer las necesidades que el propio sistema ha creado. Los actuales “Misérables” son llamados “criminales” y consecuentemente son condenados a largas penas de prisión por parte de un sistema económico que no da a cada ciudadano los medios para satisfacer las necesidades que crea sino que, en cambio, privilegia unos y condena otros a una vida de mera supervivencia y anomia, no por culpa suya o de sus padres;
- los medios de comunicación de masas sistémicos (que ya han sido conquistados por enormes conglomerados financieros[9]), cuyo papel en promover las guerras criminales de las élites políticas y la necesidad de medidas de “austeridad” que golpean duramente los grupos de bajos ingresos –supuestamente para “salvar la economía”- es bien conocido. No es de extrañar que hoy todos los medios de comunicación sistémicos promuevan de forma masiva el argumento de que las insurrecciones representan “pura criminalidad”, mientras que sus verdaderas causas sistémicas ni siquiera se mencionan e incluso los medios más liberales sólo remarcan las consecuencias de la globalización neoliberal (¡en términos de recortes en el gasto social o en efectivos policiales!) y nunca la propia globalización neoliberal!
Así que no hay sorpresas, aunque la despreciable posición del Partido Laborista muestra hasta que punto este partido ex-socialdemócrata se ha desplazado hacia el social-fascismo[10]. No es sorprendente que incluso un periódico liberal como el Independentnecesitara recalcar en un artículo principal que:
Menos predecible, quizás, fue la casi-unanimidad que se puso en escena en el Parlamento el jueves, donde los parlamentarios de todos los partidos compitieron para identificar un malestar que deriva, según ellos, de una destructiva laxitud moral que domina Gran Bretaña. Desde los padres, a la educación y a la policía, un consenso entre partidos pidió disciplina, dureza y el restablecimiento y imposición de límites.[11]
Sin embargo, lo que fue aún más sorprendente fue la postura de “neutralidad”, si no de “tolerancia”, que mostraron los sindicatos y la clase trabajadora en general hacia esta posición del Partido Laborista y la tendencia relacionada de la sociedad británica hacia el pleno totalitarismo, el cuál es promovido por el establishment británico. Particularmente cuando este establishment, no contento con los arrestos masivos de miles de miembros de la subclase que participaron en la insurrección y la esperada imposición de las penas de prisión más duras posibles a la mayoría de ellos por parte del sistema de justicia burgués (creando la necesidad de aún más prisiones para alojarlos y siguiendo así fielmente el ejemplo de Estados Unidos, la nación con la tasa de encarcelamientos más alta en del mundo[12]), han procedido ahora a imponer castigos sociales, además de los duros castigos ya impuestos, que incluyen la privación del derecho de las familias de los insurgentes a la vivienda social, dejándolas sin hogar una vez más![13] ¡Claramente, “Les Misérables” del siglo XVIII se está repitiendo con venganza a comienzos del siglo XXI![14]
El movimiento “de las plazas” y el retorno de las insurrecciones tradicionales con venganza
A pesar de todo, la insurrección de la “subclase” inglesa también ha revelado un hecho de gran importancia en cuánto a la resistencia a la globalización neoliberal capitalista. En los últimos seis meses aproximadamente, la “izquierda” degenerada ha estado promoviendo sistemáticamente la concepción desorientadora de que manifestaciones pacíficas como las de los indignados en España o los aganaktismenoi en Grecia [15] representan un nuevo amanecer del radicalismo social que incluso podría conducir al derrocamiento de la globalización neoliberal, similar al derrocamiento de los regímenes tunecino y egipcio.
Sin embargo, ésta es una visión de los hechos totalmente distorsionada, diseñada para justificar la integración, inicialmente, de los pueblos tunecino y egipcio en el nuevo orden mundial de la globalización neoliberal y la “democracia” representativa[16] a través de su “liberación” de los regímenes tiránicos y, actualmente, la similar integración de los pueblos español y griego a través del esfuerzo sistemático de la “izquierda” para desactivar la granada que representa el desempleo masivo y la pobreza que conlleva su integración en el nuevo orden mundial. Claramente, el movimiento de las plazas en el marco de la “primavera árabe” no tiene nada que ver con derrocar el sistema en sí mismo, ya que el enemigo principal de este movimiento fue sólo una versión tiránica del sistema y los pueblos de esos países todavía aspiran a la “democracia” representativa, dado que nunca la han experimentado realmente. En otras palabras, el derrocamiento de Mubarak y Ben Alí (con la ayuda decisiva de los ejércitos egipcio y tunecino que están completamente controlados por la élite internacional) fue exactamente posible porque los intereses de las élites extranjeras y locales coincidieron con los de los manifestantes en las plazas. Por otro lado, los pueblos de España y Grecia están directa o indirectamente contra la globalización neoliberal en sí misma, y por tanto cualquier intento de engañarlos reemplazando los pseudo-socialistas, Papandreou y Zapatero, por otros miembros del personal político del sistema está condenado al fracaso, dada la larga experiencia de “democracia” representativa que estos pueblos han tenido.
La insurrección de la subclase británica, sin embargo, ha mostrado claramente que los pueblos desesperados están recurriendo otra vez a formas de rebelión históricas. La razón de esto es que saben perfectamente que estos levantamientos nunca pueden ser ignorados por las élites, como sí pueden serlo las manifestaciones pacíficas en las plazas –que son alabadas por las élites y los medios de comunicación sistémicos y que ahora incluso incluyen la manifestación pacífica de la clase media israelí sionista “progresista” en el Boulevard Rothschild del centro de Tel Aviv[17], ignorando (¡por supuesto!) incluso los derechos fundamentales, no sólo de los palestinos, sino también de los árabe-israelíes que constituyen el 20% de la población de Israel. Tal alabanza de las élites y sus medios por esas manifestaciones pacíficas no es sorprendente dado que, como vimos más arriba, los levantamientos son mucho más perjudiciales para ellas de lo que las manifestaciones pacíficas en las plazas podrán ser jamás.
¿Cómo puede ser derrocada la globalización neoliberal?
Es la violencia económica lo que empujó la subclase inglesa a la violencia física y al saqueo en la era de la globalización neoliberal, dado que su rabia, indirectamente si no directamente, tenía como objetivo la terrible desigualdad creada por la globalización capitalista. Una desigualdad que actualmente en Gran Bretaña ha asumido dimensiones victorianas, como mostró un informe reciente según el cuál la riqueza doméstica (incluyendo coches y otras posesiones) del 10% más rico de la población es ¡100 veces más alta que la riqueza del 10% más pobre![18] Los miembros de la subclase perciben correctamente –aunque a menudo inconscientemente- la naturaleza de la globalización neoliberal, que es resumida con precisión por Charles Moore, el editor de High Tory, antes Daily Telegraph, y biógrafo oficial de la baronesa Thatcher:[19]
Los ricos dirigen un sistema global que les permite acumular capital y pagar el precio más bajo posible por el trabajo. La libertad resultante sólo se aplica a ellos. La mayoría simplemente tiene que trabajar más duramente, en condiciones de inseguridad creciente, para enriquecer la minoría.
En otras palabras, la subclase se da cuenta implícitamente de que el derrocamiento de la globalización capitalista neoliberal no es una cuestión de derrocar a unos malvados conspiradores y sus catastróficas políticas que, supuestamente, reflejan simplemente algún “dogma” criminal basado en una nueva “estrategia” capitalista, sino que en realidad es una cuestión de derrocar el propio sistema de la economía de mercado, ¡cuyas dinámicas han conducido inevitablemente a la globalización actual! Así que la globalización neoliberal no es el resultado ni de una conspiración ni de algún dogma adoptado por economistas y políticos “malos”, como afirma engañosamente la izquierda reformista a través de canales como el best-seller de Naomi Klein[20], proponiendo una “teoría” de la conspiración sobre la globalización neoliberal, que es intensamente promovida por los medios de comunicación sistémicos y que (¡no por casualidad!) ganó el premio sistémico Warwick Prize for Writing (2008-09). En cambio, puede mostrarse que la globalización neoliberal es el resultado de las dinámicas de la economía de mercado capitalista, la cuál es ahora institucionalizada a escala global por la élite transnacional, ya sea “pacíficamente”, a través de las instituciones internacionales que controla (el FMI, el Banco Mundial, la UE, etc.), o a la fuerza (Iraq, Afganistán, Libia), con el objetivo obvio de integrar todos los países en la economía de mercado internacionalizada. Así pues, contrariamente a esas concepciones absolutamente ingenuas (si no también peligrosamente desorientadoras), como he tratado de mostrar en otras partes[21], la globalización es un fenómeno SISTÉMICO y sólo puede ser revertida mediante el derrocamiento de las instituciones en las que se fundamenta –particularmente los mercados abiertos y “liberalizados” de capital, trabajo, bienes y servicios (¡las “cuatro libertades”, como son eufemísticamente denominadas en el Tratado de Maastricht en el que se basa la UE!).
Esto, a su vez, sólo puede suceder cuando la economía de mercado capitalista sea reemplazada por un nuevo sistema de asignación de los recursos que no esté basado ni en la economía de mercado ni en la planificación central, las cuales están históricamente fracasadas. En cambio, debería basarse en una democracia económica, como parte de una democracia inclusiva en la cual las asambleas ciudadanas determinarían la asignación de recursos escasos de un modo que asegurara tanto la satisfacción de las necesidades básicas de todos los ciudadanos según la necesidad como la de sus necesidades no-básicas según el principio de libertad de elección[22].
La conclusión obvia es que el primer paso hacia dicha sociedad es la ruptura de los vínculos económicos de cada país con la economía de mercado internacional y la creación de las condiciones previas necesarias para una economía auto-dependiente (¡que no autárquica!) que dependería básicamente de los recursos económicos autóctonos para satisfacer las necesidades de su propio pueblo, mientras que participaría en relaciones bilaterales o multilaterales (en el seno de una unión económica de países con niveles de desarrollo económico similares) para satisfacer aquellas necesidades que no se pudieran cubrir localmente. Esto no es localismo, por supuesto, sino un nuevo internacionalismo genuino basado en los principios de solidaridad y autonomía colectiva, y no en el individualismo y la codicia por los beneficios, como en la actualidad[23]. Son las confederaciones de democracias inclusivas auto-dependientes las que podrían realmente derrocar el presente sistema catastrófico de globalización neoliberal y conducir a una nueva sociedad internacional basada en la autodeterminación, que conllevaría la desaparición de la explotación, la pobreza, el desempleo masivo o las guerras para imponer el poder de élites transnacionales o locales.
Ver [Notas] del artículo en indymedia
Artículo titulado originalmente "The Insurrection of the English Underclass", publicado en The International Journal of Inclusive Democracy, Vol. 7, No. 2 (Summer 2011) y traducido por el Grupo de Acción de Democracia Inclusiva de Cataluña. Tomado de Rojo y Nogro.