Por Armando Chaguaceda
“Muchas veces mis alumnos me preguntan si la hermenéutica telúrica incaica trastrueca la peripatética anotrética de la filosofía aristotélica, por la inocuidad fáctica de los diálogos socráticos no dogmáticos. Yo siempre les respondo que no”
Les Luthiers “El regreso del indio”, 1999
Una tarde lluviosa no es el mejor momento para leer ciertos textos, pues ponen nuestro humor del mismo color del cielo nublado. Eso me sucedió cuando leí, atraído por el sugerente título “Acercar el futuro desde el pensamiento”, una crónica aparecida hace unos días en el periódico cubano Trabajadores.
El entrevistado, Miguel Limia, es un rostro bien conocido dentro de la academia cubana por su desempeño como funcionario y miembro de tribunales de postgrado. Es autor de algunos textos sobre cultura política y pensamiento cubano que —con independencia de los juicios que sobre ellos pueda tenerse— formarán parte de cualquier futuro estudio panorámico de las ciencias sociales de la etapa revolucionaria. Y forma parte de un grupo de académicos que realiza grandes esfuerzos por reciclar enfoques heredados del Comunismo Científico —aggiornandolos con aportes del estructural funcionalismo y un léxico tecnocrático-gerencial— para construir algo bautizado una “Nueva Ciencia Política desde el Sur”.
En el artículo, al abordar el estado de las Ciencias Sociales isleñas, Limia regala al lector un conjunto de frases cuya forma y contenido me hizo recordar las ya clásicas presentaciones del grupo argentino Les Luthiers y las viñetas de Peter Capusotto. Haciendo gala de socrática sabiduría, el entrevistado expresó “Las Ciencias Sociales cubanas estamos defendiendo una epistemología de nuevo orden, cuya manera de producir el conocimiento se basa en el análisis de las contradicciones dialécticas de la cotidianidad”. Ante tan profunda sentencia, uno se queda pensando si acaso toda ciencia social que se respete puede hacer otra cosa que no sea atender a la evolución y contradicciones de la realidad en la cual está inmersa.
¿Dónde estarían, los fundamentos epistemológicos y teóricos de semejante innovación criolla, anunciada por el filósofo? Sin explicar los enfoques y procedimientos alternativos que abrirían las nuevas sendas de conocimiento y conociendo —por un medio autorizado— la prolija formación y desempeño del entrevistado uno solo puede intuir que la frase constituye una síntesis magistral de dos poderosas tradiciones de la filosofía occidental y latinoamericana: el gatopardismo y el cantinfleo.
Al leer aquel texto me percaté que estas alusiones de Limia eran un digno ejemplo de eso que alguna vez he llamado “pensamiento burosófico”, una suerte de sabiduría de buró donde la lógica del puesto determina la sustancia del discurso. Se trata de una forma de “filosofar” donde las ideas se presentan con el mayor grado de pompa y abstracción que ojos humanos hayan visto; donde la frase inflada sustituye al contenido ausente. Algo bien distinto al magisterio de mi vieja profesora de Economía Política, que “aterrizaba” la verdadera ciencia marxista y superaba los dogmas y la precariedad material de su existencia para llevarnos fotocopias de textos keynesianos y neoclásicos, que discutíamos con la única limitación de los escasos 90 minutos de su clase. Continue reading