Crítica ácrata a propósito de ‘Cuatro menos’ (I)

Por Ramón García Guerra

I

La obra de teatro “Cuatro menos” de Amado del Pino está siendo un éxito de público que repleta la sala Tito Junco del Centro Cultural Bertolt Brecht cada fin de semana. ¡Público culto y sensible que ha aplaudido de pie hasta estallarles las manos! La crítica cultural de Amelia Duarte en Granma (16/09/11), sin embargo, califica de “menos cuatro” el trabajo de dirección y actoral de esta signifi-cativa puesta en escena.

Duarte nos dice:

“Entonces resulta desafortunado que, en esta puesta de Vi-Tal Teatro, dirigida por Alejandro Palo-mino, fallen algunos resortes interpretativos. El director concibe el escenario en dos niveles parale-los, de atmósferas ordinarias, que simulan la sala de dos modestas casas. Es este un espectáculo lineal donde no se elude la coordinación lógica de la acción, por el contrario, el hilo conductor se encuentra enlazado al fenómeno causa-efecto. Es todo muy concreto y es en el debate, el testimonio, el dolor donde debería sustentarse la vitalidad de la obra. No sucede así”.

Y no se detiene en lo dicho.

Critica la fallida “expresividad dramática” de los actores. (Celebrando la actuación de Néstor Jimé-nez, como la excepción.) Parece hacer tabula rasa del trabajo de actuación que hacen otros artis-tas. Sería el caso de la joven actriz que, justo al pie de la escalerilla del avión y con voz de ángel, canta una canción de amor. La estética que estremece al público, precisamente, surge de este tercer espacio (Homi K. Bhabha) que significa el bolero. Desde la cúspide la actriz se enfrenta a un escenario que a ambos lados es seguido por el público. Entonces le cantará al Ausente:

—“Pensamiento, dile a fragancia”…

Siguiendo el juego escénico (casi perfecto) –en donde el diálogo de los actores es seguido por el diseño de luces–, llegó un momento de clímax.

Entonces supe que estaba ante algo original.

Precisamente, sería en las formas artísticas de “Cuatro menos” en dónde se hallaría lo mejor.

Quizá esto logre explicar mi actitud de perplejidad ante el artículo de Amelia Duarte. Una lectura del texto de Amado del Pino, –sin duda, excelente– dejará la relación arte-sociedad un tanto a oscuras. La labor de dirección y actoral, en tal sentido, otorga un valor dramático a la obra que resulta inédito. Sin esta labor de dirección y actuación la obra es otra cosa.
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