Por Marcelo “Liberato” Salinas
Es un secreto a voces que el OC, en una medida considerable, es un proyecto que ha sido promovido y sostenido por el empeño de un puñado de anarquistas, y por los vínculos y apoyos internacionales que han recibido de compañeros ácratas en variadas latitudes.
Concentrados en superar la abundante propensión al miedo que ha sido dosificada centralizadamente, y a combatir su contraparte, la viscosa abulia que ha germinado a nuestro alrededor y dentro de nosotros, así como a llenar pluralmente el vacío que deja la periódica migración de voluntades, nos hemos empeñado en generar formas de relacionamiento, de comunicación y de prácticas libertarias y antiautoritarias y autónomas en nuestro entorno inmediato.
En ese bregar, trabajo de hormiga con alma de Sísifo, los anarquistas del OC hemos cometido el desacierto de mostrar una actitud y un uso más reactivo que propositivo respecto al notable legado del anarquismo en la historia de Cuba, echando mano de él sólo cuando hemos sido interpelados por los agentes intelectuales-policiales de la progresía local.
En otras palabras, hemos tenido el excesivo escrúpulo de no caer en la tentación de hacer propaganda anarquista, por respeto fraterno a los demás y por considerar que son las prácticas y los argumentos, no las arengas, ni el hegemonismo por chantaje emocional, los que hablan con más elocuencia de una idea.
No obstante, no desconocemos que existe una difusa pero creciente exigencia, por parte de aquellos que nos ven con lástima o incluso con simpatía, de dar cuenta de nuestras ideas, propuestas posibles de país, contribuciones más sistemáticas que den insumos al debate sobre la coyuntura en que estamos. A eso se ha dedicado en los últimos meses con persistencia militante nuestro compañero Ramón García, pero tendríamos que decir, como otros compas lo han hecho en otras latitudes, que no remamos a contracorriente para convencer a las masas, sino para impedir que estas se formen. Continue reading