Por Isbel Díaz Torres
Hace algunas semanas el programa televisivo La Mesa Redonda, célebre por sus aburridas sesiones de monólogos y sus sesgadas aproximaciones a los contenidos que toca, tuvo el buen tino de abordar el tema de las regulaciones ambientales en Cuba.
Me dispuse de buena gana a escuchar los más agudos conflictos que enfrenta la legislación cubana sobre el tema.
Según el periodista Randy Alonso, encargado de dar la seña para que cada integrante de la mesa diga lo que lleva escrito en sus papeles, el programa respondería a las cuestiones siguientes: ¿Cómo está establecida la legislación ambiental en nuestro país? ¿Cómo se cumple? ¿Qué se hace para hacerla efectiva? ¿Quiénes la violan y cómo se enfrentan?
Altos directivos del Ministerio de Ciencia Tecnología y Medio Ambiente, y del Ministerio de la Agricultura describieron cómo está estructurado el sistema cubano. Sus aproximaciones, en todos los casos, dejaron al descubierto la visión utilitarista con que se entiende el medioambiente en nuestras instituciones investigativas.
La necesidad de una legislación ambiental, según esta visión, viene dada por la obligación de proteger los recursos naturales del país, en tanto estos son necesarios para su desarrollo económico. Es por ello que, aunque mencionaron que una televidente pidió una ley para el bienestar animal, el tema no volvió a tocarse.
El término recurso ambiental coloca al resto de la naturaleza, de la cual somos parte integrante, en posición de deseable mercancía. Todo el conocimiento que logremos conquistar, sería para explotarla al máximo. Es una relación cosificada, que nos enferma de cinismo, y diluye cualquier espiritualidad posible. Continue reading