Más disquisiciones alrededor de una polémica relativa a la información y la participación en una Revolución

Por Rogelio M. Díaz Moreno

A contrapelo de la regla general que establece que los artículos de un diario no poseen sino una efímera validez, todavía es posible revivir cierta conmoción ante el material publicado por el órgano oficial del Partido Comunista de Cuba, el periódico Granma,en su edición del 8 de julio pasado (1). Se recordará que en dicho material, la periodista Anneris Ivette Leyva manifiesta su asombro y rechazo por la actitud de la gran mayoría de los sectores oficiales, institucionales y gubernamentales, que bloquean y obstaculizan el cumplimiento del deber de los profesionales de la información, esto es, ofrecer al pueblo los hechos y realidades de su vida cotidiana. La reportera ofrece varios ejemplos de los trabajos que pasan sus colegas para cumplir sus más elementales deberes, y reclama el cambio de actitud ya exigido por el compañero Raúl Castro Ruz en varias ocasiones, de eliminar los secretismos excesivos que solo sirven para esconder responsabilidades mal desempeñadas, en tanto la población sufre las consecuencias.

Es verdad que a la periodista se le escapa reconocer que ella y sus compañeros no fueron todo lo agresivos que podían haber sido, pero ante la montaña de dificultades que enumera, cualquiera puede comprender que de pretender saltarse los mecanismos pasivos de censura les iban a caer arriba los activos, y las personas tienen familias que mantener, carreras que proteger, etcétera, etcétera, para jugársela de esa manera por fuera de los canales y vías establecidas. Tal cúmulo de obstáculos para la labor periodística solo puede removerlo la voluntad del más alto nivel político, como ha comprendido cabalmente el compañero Presidente, Raúl Castro, quien ha llamado a poner fin a tal estado de cosas en los términos más severos en más de una oportunidad (2).

La labor sostenida por los profesionales de la información hasta el momento no cuenta para nada con la admiración del General en Jefe, quien ha tenido para ella las expresiones menos halagüeñas. En el Informe al VI Congreso del Partido, se recordará, el también Primer Secretario se refirió al hábito del triunfalismo, la estridencia y el formalismo al abordar la actualidad nacional de los medios nacionales, tachando sus materiales como aburridos, improvisados y superficiales. (3)

Aplicado a un equipo de pelota, sería como decir que no batea, comete errores a la defensa y a sus lanzadores le entran a palos. La diferencia está en que lo que está en juego es mucho más que un título de la Olimpiada. Lo que está en juego, en palabras del mismo compañero Raúl, es el esfuerzo de generaciones enteras, desde el indio Hatuey (…) hasta Fidel, que nos ha conducido genialmente por estas situaciones tan complicadas desde el triunfo de la Revolución y queda muy poco tiempo para arreglar los problemas acumulados por decenios de errores, indisciplinas, autoindulgencias y deformaciones de los ideales y proyectos de la Revolución: O rectificamos o ya se acabó el tiempo de seguir bordeando el precipicio, nos hundimos. (4)

A pesar de lo anterior, o más bien como ilustración del fenómeno, muchas fuerzas retorcidas andan sueltas tratando de carcomer la cadena que sienten que se les está tendiendo a los intereses espúreos que constituyen el mayor peligro para nuestra Revolución, factores muy bien identificados en otro histórico discurso del compañero Fidel Castro, el 17 de Noviembre del año 2005. Y no son despreciables estas fuerzas negativas, por el contrario, tienen recursos y un nivel de penetración en el campo revolucionario que les permitió lograr, así fuera de manera temporal, la separación de un intelectual y comunista del calibre de Esteban Morales, de las filas del PCC. El respetado pensador y militante interiorizó de manera ejemplar el llamado de Fidel en aquella ocasión: Debemos estar decididos: o derrotamos todas esas desviaciones y hacemos más fuerte la Revolución destruyendo las ilusiones que puedan quedar al imperio, o podríamos decir: o vencemos radicalmente esos problemas o moriremos y redobló sus esfuerzos de análisis y denuncia, sin esperar el permiso u orientaciones del nivel superior5. Fuerzas oscuras se sintieron atacadas, e intrigaron hasta lograr que se sancionara a Morales con la pérdida del carnet del Partido, sanción escandalosamente injusta que hace poco fue reivindicativamente retirada por una comisión de apelaciones.

Aunque el ejemplo de Esteban Morales es el más visible, después de un instante mínimo de recapitulación y análisis se puede reconocer un buen conjunto de grupos y factores pugnando por participar en las definiciones sociopolíticas de la sociedad cubana de manera refrescante, renovadora y, definitivamente, decantadas hacia aquel socialismo que no se deja de soñar, aquel que garantiza y potencia los más altos niveles de libertad, democracia y participación popular en la construcción del bienestar común. Tales elementos están marcados por el hecho de engendrarse sin la ayuda, más bien en contra de las condiciones de un sistema burocrático y dogmático que ha conseguido un estado funesto de enajenación de una parte significativa de los cubanos, que lo mismo se manifiesta en el divorcio entre las bases y la presidencia de una importante organización de masas6, que en los elevados niveles de emigración de la población cubana -reflejada en las estadísticas de la ONE- que busca en otras latitudes las oportunidades y flexibilidades que no encuentra en su terruño, a pesar del altísimo costo personal que implica la salida definitiva del país. Obviamente, esta burocracia busca desalentar y reprimir por todos los medios a su alcance las manifestaciones de protesta, análisis independiente y cuestionamiento revolucionario de sus mal enquistados poderes y representaciones. La enemistad de esos poderes es temible, pues pueden hacerle la vida un yogurt a sus enemigos, privándolos del trabajo, accesos a medios públicos e informáticos, posibilidades de viajes al extranjero y toda forma de reconocimiento social, en la más tradicional actitud ya conocida en los años del Quinquenio Gris y los regímenes estalinistas y del llamado Socialismo Real en Europa Oriental.

Con muy poco a su favor, nada más que el valor, grupos como Havana Times y el Observatorio Crítico (HT, OC) se empeñan en no dejar caer el reto de participar en la vida sociopolítica del país para convertirlo en un lugar más luminoso, más libre, más socialista. Son un producto de su tiempo y sus limitaciones, compuesto fundamentalmente por personas jóvenes que abren los brazos a las experiencias de todos los que han propulsado en el pasado y en el presente, el crecimiento de un Socialismo Participativo y Democrático. Como todas las personas honestas, desean que cambien las cosas que perjudican al país, así que empiezan a combatirlas por medio de la palabra, de la denuncia, sin esperar por otras orientaciones cuyo nacimiento es muy improbable en el seno del aberrante mecanismo que generó esos problemas en primera instancia.

Como personas mayoritariamente jóvenes y ocupándose de ganar la vida honradamente en trabajos socialmente útiles vinculados con la producción y la prestación de servicios al pueblo, no alcanzan por supuesto los niveles académicos y de visibilidad e influencia de alguien como Esteban Morales -quien además tiene una genialidad poco frecuente-, pero están ahí y ponen su granito de arena. Son también más fáciles de hostigar impunemente. Y como la burocracia otorga generosos créditos a quienes la sirven fielmente, pronto surgen asalariados de las letras que apuntan los cañones contra los grupos que le amenazan, a manera de introducción de posteriores represalias.

Lo más penoso del caso actual es que el que lleva la voz cantante en los ataques contra HT y OC es uno de los que debieran sentirse avergonzados por la azotaina propinada por el Primer Secretario del Partido, cuando pronunció aquellas sentencias en la clausura del VI Congreso respecto a la prensa nacional. Como periodista de un medio oficial, Enrique Ubieta participa de las deficiencias de estos medios y su incapacidad para estar a la altura que le exigen los tiempos y las necesidades del proceso revolucionario. En lugar de llenarse de vergüenza, como debe hacer alguien que se considere un verdadero revolucionario cuando lo ponen de vuelta y media, Ubieta se dedica a mirar por encima del hombro a Erasmo Calzadilla y demás compañeros, a lanzar invectivas y acusaciones contra ellos y convocar de tal forma a los demonios de la Inquisición.

Todo esto ocurre en los momentos en que, como se evidencia en el artículo de Granma al que nos referimos al principio, se efectúa una confrontación estratégica entre la burocracia y los sectores intelectuales o simplemente conscientes que se proponen recuperar para el pueblo el ejercicio de los derechos de la información, de la crítica revolucionaria, del análisis sociopolítico sincero y profundo de las realidades de nuestro país, incluyendo los problemas que afectan al pueblo, como eje central del esfuerzo que se realiza para la superación de esos problemas. En vez de aportar sus capacidades en este épico esfuerzo, Ubieta las enfoca más bien en la descalificación y el enlodamiento de algunos de los participantes, aquellos con relativamente pocas oportunidades de defenderse y por lo tanto más vulnerables a las zancadillas enemigas.

Los argumentos que usa Ubieta son pobres y tristes, pero como sabemos no se necesita mucho para justificar la práctica del ostracismo sobre una personalidad incómoda. Continúa machacando sobre la circunstancia del apoyo del estadounidense Circles Robinson al proyecto HT, desdeñando como absolutamente secundario el hecho de que existen tremendas diferencias entre los distintos sectores del país norteño, como han explicado mil veces Fidel y Raúl . Todo lo que sea de allá es malo; para este periodista son lo mismo el Lincoln que liberó a los esclavos que el Teodoro Roosevelt del gran garrote; Henry Reeve que los invasores de Méjico; el senador MacCarthy que los esposos Rosenberg; el Ku-Klux-Klan que sus víctimas, y la CIA y los Pastores por la Paz.

Después de esto Ubieta realiza una serie de piruetas de lenguaje con frases sacadas de los materiales de Calzadilla, para intentar demostrar que este último se encuentra del lado incorrecto de la antinomia Revolución-Contrarrevolución. Yo he leído con atención esos mismos materiales, y no veo una forma de llegar a tales conclusiones, no sin malas intenciones y propósitos previos de destruir. El hecho de que Calzadilla declare de modo explícito su desagrado con la derecha y con el capitalismo -como se evidencia en la mayoría de los escritos de estas fuentes- de nada le vale a Ubieta, quien ha decidido seguir refiriéndolo a una posición que a él le resulta más simple y abordable, una en la que lo puede tratar como al enemigo -con las tenebrosas consecuencias que ello puede conllevar.

De esta manera, Ubieta cree dejar la arena lista para que todos puedan ver que aquellos que discuten con él son títeres del imperialismo y agentes antisocialistas. Obviamente, el suyo es el único camino justo, pues comulga correctamente en todos los ritos donde otorgan los puntos de la prueba de revolucionariedad: asumir disciplinadamente el gobierno como única fuerza anticapitalista (o socialista, que para Ubieta es lo mismo), apoyar la implementación de las medidas correctas, y defenderlo con mucha pasión. Hasta un rinconcito te dejarán para hacer tu pequeña crítica. Y todo, sazonado con las oportunas citas de Marx para demostrar lo despistados que andan los que se crean listillos en vez de doblar el lomo.

Ahora bien, resulta que la letra de esta canción la de la condena al camarada que le da armas al enemigo y sirve, así sea involuntariamente, a los malos por su comportamiento anarquista- la venimos oyendo desde hace muchos años. Y al son de esa música hemos venido bailando todo este tiempo, hasta llegar al borde del precipicio del cual alerta ahora el compañero Raúl. Se ahogaron las discrepancias en nombre de una unidad ficticia; a los que cometían el pecado de emitir notas disonantes, se les acalló en un intento vano de disimular las desgracias productivas, culturales e ideológicas de cada política errónea implementada en nombre de los más altos ideales; se premió en grado superlativo la habilidad para simular una imagen complaciente, más que la capacidad de obtener resultados concretos y valederos. Y mientras Fidel alertaba sobre los problemas presentes, reflexionaba Raúl con ironía y dolor en el discurso en la Asamblea, los demás aplaudimos los discursos, gritamos viva la Revolución, y después las cosas siguen iguales.

De esta manera, a mí me cuesta trabajo comprender cómo alguien que blasona de un carácter de revolucionario en el grado en el que lo hace Ubieta, no esté del lado de los que critican y combaten estos males y deformaciones, sino todo lo contrario. Sería bueno encontrar una explicación de lo que estaba haciendo tan exaltado reportero mientras ahogaban al público en un pantano de materiales aburridos, improvisados y superficiales7. Y no es que no haya habido casos de otros periodistas, escritores e intelectuales que sostuvieron otras actitudes, admirables y admiradas, como las de José Alejandro Rodríguez, Alfredo Guevara, Fernando Martínez Heredia y el ya mencionado Esteban Morales. A estos yo sí les respeto su carácter revolucionario, que además no andan exhibiendo por ahí como si fuera un título nobiliario que les diera el derecho, por ejemplo, a ser libres y a tener acceso a Internet -cuando el 80% de la población cubana no lo tiene (estadísticas de la ONE). Estos aludidos han roto cualquier cantidad de lanzas contra los molinos de la burocracia, la desidia de instancias gubernamentales de todos los niveles, y se han arriesgado a pagar las consecuencias. Con sus estudios, sus escritos, críticas y condenas, demuestran que apoyar el Socialismo no consiste en ser incondicional de un gobierno integrado por personas con debilidades y vicios semejantes a los de los demás mortales, así como con virtudes y valores. En tanto este gobierno favorezca la fragua de una vía seria, democrática, hacia la libertad y el socialismo, se gana el apoyo y la confianza de las personas a las que debe representar y servir; las desviaciones, actos de corrupción y prepotencia deben ser combatidas de la manera más enérgica para evitar que nos acabemos de despeñar en la regresión capitalista después de un par de zancadillas del dogmatismo y el maniqueísmo. La labor de crítica, de análisis y promoción del debate intelectual es una tarea de primerísima importancia, y todos los que la asumen (Raúl Castro, Esteban Morales, Anneris Ivette Leyva, y también figuras más modestas como HT y Erasmo Calzadilla) están desempeñando con ella un trabajo capital. Para un revolucionario, la situación de obstaculización de este trabajo que describe la periodista (Ivette Leyva) en el órgano oficial del PCC debiera resultar intolerable, pero yo no he oído quejarse a Ubieta; si por casualidad existen poderosas fuerzas que no se lo permiten, entonces este no es tan libre como presume, y está mintiendo.

Notas:

1- ANNERIS IVETTE LEYVA, “El derecho a la información” http://granma.co.cu/2011/07/08/nacional/artic11.html
2- Discurso pronunciado por el General de Ejército Raúl Castro Ruz, Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, en la clausura del Sexto Período Ordinario de Sesiones de la Séptima Legislatura de la Asamblea Nacional del Poder Popular, en el Palacio de Convenciones, el 18 de diciembre de 2010, Año 52 de la Revolución
3- INFORME CENTRAL AL VI CONGRESO DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA. http://www.cuba.cu/gobierno/rauldiscursos/2011/esp/r160411e.html
4- Discurso de Raúl Castro, el mismo que en la ref. 3.
5- Esteban Morales, CORRUPCION: ¿LA VERDADERA CONTRARREVOLUCIÓN?. http://www.uneac.org.cu/index.php?module=noticias&act=detalle&tipo=noticia&id=3123
6- http://www.almamater.cu/sitio%20nuevo/paginas/universidad/2011/abril/presfeu.html
7- Correcto, eso dice el informe al VI Congreso.