Por Rogelio M. Díaz Moreno
El ocho de mayo de 1935 cayó en una emboscada del Ejército de la república mediatizada, en el fuerte matancero de El Morrillo, Antonio Guiteras Holmes, líder de las organizaciones Unión Revolucionaria y La Joven Cuba; luchador resuelto contra la dictadura de Gerardo Machado y Ministro de Gobernación del llamado Gobierno de los 100 días. La figura de Guiteras es poco divulgada para lo que podría volverse, teniendo en cuenta el calibre de este ejemplar luchador por la libertad del pueblo cubano y contra el imperialismo. Como ocurre en muchos casos, después de su muerte, muchos patriotas continuaron atesorando los ideales que el mártir defendió, y estos principios renacieron una y otra vez, a contrapelo de la mezquindad, la cobardía y la crueldad de los que no han dejado de intentar aplastarlos.
Una de las características admirables de Guiteras fue que su juventud contaba apenas 28 años cuando cayó baleado no fue un obstáculo para la madurez de su pensamiento y la seriedad y profundidad de su accionar; por otra parte, acompañó al revolucionario en grado sumo todo el dinamismo, la espontaneidad y las energías propias de esta etapa de la vida.
Estas cualidades integran brillantemente el ideal que otro personaje entrañable de nuestra historia, el Ché Guevara, caracterizaba para la juventud cubana. El Guerrillero Heroico escarneció más de una vez a aquellos burócratas que se aplicaban a organizarle la alegría a las generaciones noveles. En los nuevos escenarios y retos que impuso la construcción de una nueva sociedad, el Ché comprendía que la arcilla fundamental de la obra revolucionaria se acercaba al ideal del Hombre Nuevo, en tanto hacía suyos ideales como los de Antonio Guiteras.
Sin que este insignificante opinador pueda ofrecer muchas garantías sobre la autenticidad de propósitos ajenos, conocí hace un tiempo de un colectivo que recogió el nombre glorioso de La Joven Cuba como título de un proyecto sui géneris. Tres amigos, jóvenes maestros de la Universidad de Matanzas, se pusieron a inventar ideas con los recursos de las tecnologías de las comunicaciones y la informática y, un buen día, parieron, desde el centro educativo, un blog con el nombre del otrora grupo revolucionario. Este tipo de movimientos, puede señalarse, se identifica inmediatamente con otra convicción del Che, la de que es la Juventud la que naturalmente se constituye en vanguardia en los movimientos relacionados con las revoluciones científico-técnicas. Poco después cuentan les explicaron que lo que hicieron se encuentra prohibido en Cuba, pero ya era demasiado tarde y aquello había cogido un vuelo muy notorio como para hacerlo abortar a la ligera. Además, desde cierto punto de vista, a las autoridades no se les hacía difícil tolerar este blog, por lo menos en sus primeras etapas. La alineación de los ponentes estaba, de modo general, netamente en consonancia con el discurso del Estado-gobierno, de la misma forma que otro gran grupo de blogs surgidos aunque más bien por encargo y no tan espontáneamente entre asalariados del pensamiento oficial. Sin embargo, entre los demás blogs oficialistas y este había ciertas diferencias.
En primer lugar, los comentarios de este fueron tratados con mucha mayor libertad que en los demás blogs oficialistas. En segundo lugar, el apoyo al sistema que ofrecían los matanceros era motivado por un convencimiento sincero y razonado de que el bienestar de la nación se correspondía con ciertos derroteros y principios que ellos identificaban de manera general con los propósitos del gobierno; sin dejar de permanecer alertas ante situaciones negativas y dirigir críticas contra aquellas manifestaciones de burocracia, desidia, autoritarismo y otros males internos contra los que nos ha alertado el Primer Secretario del Partido, Raúl Castro, y que constituyen hoy la principal amenaza a nuestro país. Estas características hicieron de La Joven Cuba (el blog) la bitácora oficialista más concurrida y prestigiosa dentro y fuera del país, incluso respetado por personas no afectas al proceso revolucionario.
El fortalecimiento de la posición de LJC fue tal que se dieron el lujo de organizar, por otra de sus espontáneas motivaciones, un encuentro con blogueros de todo el país. Este fue un suceso bien sonado, pues algunos habitantes de la blogosfera nos sentimos excluidos de una selección que pareció repetir el esquema de los mismos, con los mismos, para hablar de lo mismo, y expresamos nuestras críticas; fuego alimentado con ciertos resultados del cónclave que, de nuevo, nos parecieron reiterar los esquemas maniqueos de que solo se puede aportar algo al pueblo cubano, a la revolución y al socialismo, si se entra por la canalita de obedecer caninamente las orientaciones bajadas de los niveles superiores y sin esperar otra recompensa que más orientaciones y algún que otro paupérrimo huesito, sobrante de los festines de estratos más privilegiados.
No se puede decir que los chicos de LJC nos cayeran muy simpáticos en aquellos días. Como personas que preferimos apoyar el socialismo y desarrollar la revolución mirando hacia adelante, libres de ataduras burocráticas y de servilismos hacia autoridades que percibimos obstaculizan el avance del país, conservamos una saludable desconfianza hacia los defensores acríticos y serviles de la burocracia. En este caso, el debate y la comunicación a corazón abierto subsiguientes al cuestionado evento limaron las peores asperezas que teníamos con LJC. Ocurre que las personas pueden temerse y hasta aborrecerse en la medida en que se conocen poco, y cuando esta ignorancia se supera, aparezca un entendimiento precursor de mejores momentos. Me alegró, tiempo después, estrechar la mano de Harold Cárdenas en el Foro Social del Observatorio Crítico, en mayo de este año. Puedo decir sin sonrojos que me convenció de las cualidades ya mencionadas de sinceridad y espontaneidad en sus empeños, así como de su capacidad de permanecer serio y crítico mientras apoyaba aspectos valiosos de un proceso tan complicado como el cubano.
Júzguese el estupor del día 6 de julio, cuando LJC publica la nota que parecía anunciar que un Diluvio se había ensañado con ellos. Por muchas motivos, que no explicaban, les era muy difícil mantenerse en el aire y tenían que tomarse un descanso. Esperaban poder continuar en un futuro. En Tweeter (me contaron amigos que tienen Tweeter) dijeron más tajantemente Cerramos.
En realidad, era imposible no relacionar un cierre tan brusco con el carácter enérgico y combativo que tenían algunos de sus últimos materiales, flageladores de ciertas gestiones deleznables de elementos del gobierno. En esto, habían dado más de una lección de valor y compromiso con la causa de la nación, con la denuncia y la expresión de sus ideas sobre los problemas del país, mucho mejor que tantos periodistas de carrera incapaces de responder a los enérgicos y dramáticos llamado del presidente Raúl Castro. LJC daba el paso al frente ante el llamado de Raúl, de criticar en sus posts todo lo mal hecho, de contribuir a la denuncia y a propugnar las soluciones.
Especialmente, había sido retirado uno de esos escritos, precisamente aquel en el que se comentaba amargamente el tema de las restricciones impuestas internamente a la extensión de las redes informáticas al pueblo cubano entre los últimos de América Latina, según cifras de nuestra Oficina Nacional de Estadísticas, sobre todo, después de la conexión por fibra óptica vía Venezuela. Se sabe que hablar críticamente de este tema en Cuba es sacudir un avispero: es exponerse a que los blogueros oficialistas que no tienen esas limitaciones te llamen subversivo o algo peor; es llamar sobre uno la incómoda atención de la Seguridad del Estado; es motivar a que, en airadas diatribas a lo MacCarthy, una voz tan llamativa como la de Percy Alvarado te coloque el sambenito de agente del enemigo y, en general, meterse en tremenda candela con tus jefes que, a su vez, se meten en candela con los suyos y querrán hacértelo pagar caro. Por menos que eso le quitaron el carnet de militante del PCC a un revolucionario sin tacha como Esteban Morales, han expulsado estudiantes de las universidades y tomado otras medidas represivas. LJC se había apartado demasiado de lo que se espera de un buen blog oficialista ¿estaría sufriendo las consecuencias?
En los días que siguieron, apenas podíamos digerir el trancazo y he aquí que, de pronto, el día 9, sale una declaración que pareciera decir que aquí no ha pasado nada, fue un malentendido. Por lo que declaran, no hay que ponerse a buscarle tres patas al gato…
¿Y qué tal por lo que no declaran? ¿Cómo se entiende que cierren tan súbitamente, con una magrísima despedida que calificarse de explicación no puede, y poco después regresan tan aparentemente campantes? ¿Y qué tal si el rabo del gato marcó muchas de las afirmaciones ambiguas que tiene el reciente material? ¿En qué tipo de candelas se meten quienes se comparan con bomberos? Cuando declaran que, por su esencia de verdaderos revolucionarios, no van a dar pasos atrás, ¿de qué es lo que tendrían que retroceder?
A los que han pasado por escenas de rapapolvos a estudiantes díscolos de las Universidades, les resultará familiar el recurso de acusar a estos de ansias de protagonismo. ¿Por qué LJC siente la necesidad de desmarcarse de este pecado? ¿En qué consisten, y cómo podrían afectarlos, las incomprensiones que esto [seguir siendo guiteristas y pensadores socialistas de
avanzada] conlleva? ¿No serán estas incomprensiones las de un cuadro enojado, acusándolos de dar armas al enemigo pero prometiéndoles que si se portan bien porque él sabe que en el fondo, ellos son buenos muchachos tendrán otra oportunidad? LJC, si fuera un blog oficialista típico, no tendría que sufrir el hostigamiento que soportan los disidentes, ni siquiera el que nos abraza a los revolucionarios por cuenta propia. ¿Por qué liberar un material en el que se revelan tantas amenazas veladas entre líneas?
La credibilidad de LJC depende ahora de que siga siendo capaz de mantenerse, pésele a quien le pese realizando el trabajo tan valiente y sincero que la ha distinguido hasta ahora. Puede ser que otro hermoso proyecto sucumba, por fortuna un poco menos drásticamente que su predecesor, al pie de El Morrillo, por las presiones de superiores incómodos, poderosos y despóticos. Puede ser también que yo (y muchos compañeros que nos hacemos estas preguntas) estemos viendo fantasmas. En este caso, se aclararía mucho la situación con una plena transparencia acerca de lo sucedido. Por ejemplo, el secretario del Partido en la Universidad de Matanzas podría ofrecer una declaración pública y dar su palabra de que nunca se ha molestado a LJC, y de que su actividad tal y como la han desempeñado no les ofrece motivos para hacerlo. Desde nuestro rinconcito, le rogamos humildemente que así lo haga.
Si nuestras dudas no son aclaradas en este punto, si la callada otorga que la interrupción se debió a un intento de censura, LJC puede demostrar entonces que, en efecto, son capaces de hacer honor al linaje que blasonan contra todos los obstáculos y resplandecer en lo más alto, por el tiempo que se lo permitan, o languidecer y apagarse ante la incapacidad de recuperar un prestigio que ahora cuelga de un hilo endeble. En este último caso, un hermoso sueño habrá terminado, pero eso no será ni remotamente el fin de los sueños. Los proyectos revolucionarios pueden caer, morir como Antonio Guiteras, irse a bolina como la revolución del 33, quedarse a medias como la República en 1902. Después de que un vencido se aparta, otro se inspira y se levanta. El eterno retorno convocará nuevos Guiteras, nuevos Camilos, nuevos Guevaras, estudiantes y trabajadores de todos los orígenes que barrerán a los carcamales aferrados a privilegios y poderes inicuos y harán brotar, desde El Morrillo, desde La Demajagua, el Moncada y la Sierra Maestra, desde los barrios más modestos, desde las fábricas y los campos, las escuelas y las plazas, una y otra vez, una Cuba eternamente joven y rebelde, revolucionaria y socialista.