Por Rogelio M. Díaz Moreno
En estos días nos han renovado el dudoso honor de convertirnos en blanco de las diatribas feroces de algunas personas descontentas con la labor del Observatorio Crítico (OC). De la animadversión de Enrique Ubieta ya conocíamos, por intercambios anteriores parecidos, y ahora se le une la artillería epistolar de Jorge Ángel Hernández.
Jorge Ángel Hernández (JAH), usual animador de la bitácora Oggunguerrero, dispara despiadadamente contra nuestro espacio a través del texto enviado a su colega Ubieta. A este último, lo felicita por arrostrar valientemente feroces batallas ideológicas, contra enemigos inicuos (nosotr@s). De tal forma, nos toca el turno de replicar. Como, a decir verdad, la carta de JAH no contiene ningún argumento nuevo, cabe hacer poco más que refrescar nuestras acostumbradas posiciones en el actual contexto.
Lo primero que tengo que expresar es la indignación que me producen estos autotitulados Defensores de la Fe y la Verdad Revolucionarias. Esta época debería estar signada, en teoría, por la batalla contra los sujetos que constituyen, según la tajante definición del Presidente Raúl Castro, los principales enemigos del proceso revolucionario, a saber, la mentalidad burocrática, el autoritarismo, el secretismo y demás lacras que desde el Observatorio nos hemos dedicado a fustigar. Se supondría que personas que presumen de tan raigal revolucionareidad fueran nuestros estrechos aliados para el fin principal, aún cuando se divergiera en cuestiones de formas y tácticas. En lugar de esto, los adalides de la voz oficial mantienen la misma mentalidad que el Primer Secretario del Partido llamó a cambiar, celebrando cuanta disposición se efectúa desde el poder (con minúscula, como le gusta a Ubieta) gubernamental a todos sus niveles y en todos sus aspectos, como si fuera la última proclamación del Evangelio, y procurando atajar a cuanto infante descarriado procura sacar el piececito de la cuna, que es donde único podría estar a salvo bajo la mirada severa del Papá.
Antes de enfilar sus cañones contra nosotros con tanta saña, JAH debería meditar en que los Orishas detestan la mentira y la doble moral, por lo que ciertos empeños harían mejor en no invocar su protección. El texto que perpetra no es otra cosa que un muestrario de tergiversaciones, acusaciones y ofensas vacías, falto de otras ideas, que no hace sino concedernos más aún el crédito y la razón. Por lo menos, Ubieta tuvo el mérito de aportar un punto importante al reconocer que la izquierda revolucionaria todavía no acaba de superar la parálisis teórica en torno a sus errores y desvíos históricos. Nada más que por eso, ya no me cae tan mal. Aunque yo hice la salvedad de que debía referirse a la izquierda tradicional, enquistada en mecanismos autoritarios de dirección y comando, esta confesión pudiera servir de base al debate y consenso requeridos para rectificar errores y retomar empeños con ideas renovadas. Por su parte, JAH no percibe o parece muy contento de permanecer en la tal parálisis. Continue reading