Sobre los intelectuales

Por Octavio Rodríguez Araujo

Mi amigo Enzo Traverso, politólogo ahora profesor en la Universidad Cornell, me ha enviado su muy reciente libro, titulado Où sont passés les intellectuels? ( ¿Dónde están los intelectuales?), una larga entrevista que le hizo Régis Meyran, en Editions Textuel, Paris, 2013.

La importancia del libro, sugerida desde su título, amerita un artículo en el que tomaré algunas de sus ideas incluso con el riesgo de no serles fiel.

Para él (y para mí) la noción de intelectual en el siglo XX es inseparable de un compromiso político. Un intelectual cuestiona el poder, refuta el discurso dominante, provoca discordias e introduce puntos de vista críticos. Para Traverso la figura del intelectual contemporáneo apareció con el caso Dreyfus, ya que éste remitió a la república, a la justicia, a los derechos del hombre y al antisemitismo. Los precursores, sin embargo, vienen de muy atrás, de los filósofos y los hombres de letras, pero Zola, el autor de Yo acuso, fue un paradigma del intelectual como lo concebimos, y no como un diletante, por culto que sea, desprendido de su realidad y sin compromiso con ésta. Pero no siempre fue así; el papel del intelectual ha cambiado con el tiempo, y también con las circunstancias de su desenvolvimiento.

En algunos países, Francia por ejemplo –resumo–, el pensamiento científico y el intelectual no encontraron diferencia sustancial a finales del siglo XIX, en cambio en Alemania las diferencias entre el sabio y el intelectual eran evidentes, y ahí estaba Max Weber para comprobarlo en su librito El sabio y el político. En Alemania el sabio era incorporado al aparato del Estado, encarnaba la ciencia y el orden, y la universidad era el bastión del nacionalismo. El intelectual, en cambio, estaba fuera de las universidades, que eran los lugares de formación de las elites y las custodias de la cultura conservadora. Esto cambió con el desarrollo industrial y cultural y con las universidades de masas. Pero también dependió de la orientación dominante de los regímenes políticos. En los países gobernados por los fascistas se desarrolló el antintelectualismo y Traverso cita el ejemplo de Goebbels el 1º de mayo de 1933 cuando organizó una hoguera de libros, frente a la Universidad Humboldt, al tiempo en que decía en su discurso que ya había terminado la era de la intelectualidad. Era un régimen totalitario y en los totalitarismos los intelectuales críticos e independientes no han sido bien vistos, sino más bien excluidos y reprimidos. Continue reading

¿Vuelven los viejos manuales soviéticos de marxismo? ¿Y qué piensan hoy de ellos y del marxismo sus ilustres autores?

Por Desiderio Navarro

1ª ed. en ruso: 1960; ed. cubanas en español: 1979, 1980 y s/f
La idea fija de mi filosofía de la filosofía sufrió con los años cambios esenciales, lo que se reflejó en la monografía La filosofía como historia de la filosofía. Renuncié categóricamente a la anterior convicción de que la variedad de escuelas filosóficas es un estado transitorio, testimonio de la inmadurez del pensamiento filosófico. En cada concepción filosófica hay un contenido, conocimientos, que están ausentes en el marxismo. Por consiguiente, a este último hay que considerarlo no como la cima de la filosofía, sino sólo como uno de los sistemas de la filosofía. La presencia de una multitud de doctrinas es un mérito de la filosofía, su modus essendi, y no un defecto de ella, como pensábamos. Cada nueva doctrina enriquece la problemática de la filosofía, cargándola de más contenido.
T. I. Oizerman, 2007

MMLPublicado sin fecha por la Editorial Pueblo y Educación, está circulando una reedición parcial de uno de los clásicos de la manualística filosófica soviética: el Compendio de Historia de la Filosofía (Kratkii ocherk istorii filosofii), bajo la redacción de M.T. Iovchuk, T. I. Oizerman e I. Ia. Shchipanov, cuya primera edición en ruso tuvo lugar en Moscú (Sotsekgiz), hace 52 años.

Según informaciones no confirmadas, los ejemplares actualmente distribuidos en instituciones docentes forman parte de una tirada destinada originalmente a la municipalización de la enseñanza universitaria. Con las anteriores ediciones cubanas, también de Pueblo y Educación, en 1979 y 1980, al libro se le confió en Cuba, al igual que poco antes en la URSS, un importante papel pedagógico en la formación filosófica básica de miles y miles de profesores y estudiantes: “que el estudiante universitario cuente con un texto básico para el estudio de la historia de la filosofía desde una perspectiva marxista-leninista”.

Su reaparición a través de su distribución gratuita o venta en centros docentes al cabo de 32 años, luego del derrumbe del modelo de socialismo que dicha manualística preconizaba, de la argumentada crítica de la misma por destacados pensadores nacionales como Fernando Martínez Heredia, y de la continuada y casi total no-publicación del pensamiento marxista y de izquierda no-soviético por nuestras editoriales, nos impone algunas preguntas, la menos filosófica de la cuales es la más elementalmente informativa: ¿qué piensan y escriben hoy, más de medio siglo después, sobre el marxismo y la historia de la filosofía esas grandes autoridades de la nomenklatura académica soviética?

Iván I. Shchipanov (n. 1904) murió en 1983 y Mijaíl T. Iovchuk (n. 1908) en 1990, pero Teodor I. Oizerman (1914), el más importante y laureado de ellos, considerado en Rusia toda una “leyenda de la ciencia y la filosofía patrias”, está vivo y sigue muy activo en sus terrenos filosóficos predilectos: historia de la filosofía, teoría y metodología del proceso histórico-filosófico y teoría del conocimiento.

Para los más jóvenes pero también para los más olvidadizos, hemos de agregar que Oizerman es autor de más de 600 publicaciones, entre ellas unos cuarenta libros y folletos; de éstos se destacan La formación de la filosofía del marxismo (1962), Los problemas de la ciencia histórico-filosófica (1962), Las principales corrientes filosóficas (1971), El materialismo dialéctico y la historia de la filosofía (1979, publicado en Cuba en 1984), así como, ya después del “desmerengamiento” soviético, La filosofía como historia de la filosofía (1999), Marxismo y utopismo (2002), La ambivalencia de la filosofía (2011) y otro que mencionaremos enseguida. Fue miembro efectivo de las Academias de Ciencias de la URSS y la RDA, jefe del Departamento de Historia de Filosofía en la Universidad Estatal de Moscú, profesor en el Instituto de Filosofía de la Academia de Ciencias de la URSS (1971-1987) y miembro del Consejo de Redacción de la revista insignia Voprosy Filosofii (Cuestiones de filosofía). En 1965 recibió el Premio Lomonósov, en 1979 el premio Plejánov y en 1983 el Premio Estatal de la URSS. A él, a Iovchuk –que, entre otras cosas, fue, de 1970 a 1977, rector de la Academia de Ciencias Sociales adjunta al CC del PCUS–, y a Shchipanov se les confió la tarea de elaborar la Historia de la Filosofía y el Compendio de Historia de la Filosofía, muchas veces reeditados en la URSS y divulgados por las editoriales Progreso, Pueblos Unidos, etc., en lengua española y otras.

A fin de completar la información que ofrecen nuestras editoriales y divulgadores mediáticos sobre la obra de esos filósofos y la filosofía rusa en general, traduciremos a continuación algunos pasajes de textos recientes en los que el propio Oizerman expone sus ideas sobre el marxismo, la historia de la filosofía y la producción filosófica soviética en particular.

Significativamente, uno de sus libros más recientes se titula Justificación del revisionismo (2005) y es exactamente lo que su título anuncia. He aquí cómo presenta el autor la idea central de su libro en su página web del Instituto de Filosofía:

En la medida en que la revisión de cualquier teoría científica, por más alto estatus que ella tenga, es un proceder investigativo normal, generalmente aceptado, calificarla como en principio incompatible con la doctrina de K. Marx y F. Engels es un testimonio del dogmatismo intrínsecamente inherente al marxismo y el principio de su dogmatización por los partidos marxistas. Así pues, el concepto “revisionismo”, inconsistente desde el punto de vista científico, inaceptable en el medio científico más allá del marxismo, no es otra cosa que un eufemismo que oculta el aislacionismo de la “ideología socialista científica” en el plano de las ideas. Continue reading

Comienza el lunes el Seminario de Semiótica de la Cultura por el Prof. Manuel Cáceres Sánchez en el Centro T eórico-Cultural Criterios

Grecia: un observatorio político, como Cuba

Entrevista al profesor Carlos Simón Forcade por Dmitri Prieto Samsónov

Carlos Simón Forcade durante el último Taller Libertario Alfredo López, dedicado a Grecia

Ante el drama de la crisis capitalista actual –uno de cuyos eslabones más estruendosos ha sido Grecia- muchos cubanos pensamos sobre nuestra propia tierra. Carlos Simón Forcade –un autor ya conocido para quienes leen Espacio Laical– acaba de regresar de Grecia, y he aprovechado la oportunidad para entrevistarlo. Se trata de alguien de nuestra más joven generación intelectual. Graduado de Artes y Letras en la Universidad de La Habana, Simón no optó por involucrarse con éxito en las farándulas letradas, sino escogió un camino aparentemente paradójico: profesor universitario, cristiano ortodoxo y activista de colectivos críticos, como la Cátedra Haydée Santamaría.

Muchos de estos rasgos nos unen: también yo, el entrevistador, soy ortodoxo y junto con Simón he compartido la coordinación de la Cátedra Haydée Santamaría, desde donde hemos promovido el espacio de solidaridad Observatorio Crítico. Siempre me ha atraído la dedicación con la que Simón ha estudiado a unos cuantos autores poco conocidos que consideramos fundacionales para la actual crítica de esa modernidad tan capitalista y autoritaria. Nunca alcanza el tiempo para intercambiar sobre el pensamiento de gente como Walter Benjamin, Simone Weil, Emmanuel Levinas y Cornelius Castoriadis.

La tesis de graduación de Simón fue precisamente sobre Walter Benjamin, ese pensador hebreo tan citado y tan poco leído, que se suicidó en los Pirineos mientras huía del nazismo, y legó que sus papeles fuesen entregados a Hannah Arendt. Benjamin, autor del dictum tan testimonial de que “todo documento de cultura lo es también de barbarie”, el de las alegorías como esa del Ángel de la Historia que no logra elevarse para iniciar su labor salvadora por causa de ese huracán que denominamos “progreso”, contó en Simón con un cuidadoso exegeta cubano, probablemente el más notable estudioso de su pensamiento en nuestra Isla. La investigación de Simón contó con la tutoría del profesor Inti Yañez – hoy Padre Athanasios para nosotros los ortodoxos, indagador de las historias de las culturas quien ha sido, además, mi padrino. Hoy, Simón es ciertamente un becario que estudia Teología en Grecia.

Carlos Simón y yo hablamos también de algo que para mucho oído actual “laico” puede oler a demasiado incienso, sonar demasiado light y leerse en las secciones “Mind-Body-Spirit” de las librerías primermundistas: la espiritualidad. Pero para Simón, capaz de citar a filósofos críticos junto con el Nazareno, lo espiritual es algo muy concreto, tremendamente político y actual. Un antídoto, quizás, contra las “huidas” de los problemas reales por caminos ficticios. Justo lo inverso a lo que muchos imaginan… La espiritualidad es para Simón base para un nuevo realismo: un realismo de la libertad. Le damos, pues, la palabra. Continue reading