Apuntes a propósito del orden, el sentido común y el sentido de la libertad

Por Carlos Simón Forcade

La cuestión es simplemente de qué orden se está hablando: ¿del denominado orden establecido? ¿o del llamado orden mundial? ¿o del orden que debe existir según Fulano o Mengano? ¿Quizás nos estemos refiriendo al orden que predica la bandera de Brasil, una bandera que debe ondear trémula frente a los centenares de favelas y la guerra civil interna de los barrios donde viven millones de brasileños, cuando todavía las ideas que enarbola Brasil cada día desde los Palacios del Orden no se afianzan en esos cráteres vivientes? ¿O estamos hablando simplemente del orden citadino, ese que se vincula automáticamente con el cuidado de los céspedes y la tranquilidad ciudadana?!!

Veamos: Bill Gates es un ferviente defensor del orden, de manera tal que el FBI y otras agencias de seguridad policial aseguren sus empresas en el nuevo y utópico orden mundial de la sociedad electrónica postnacional, y no le roben “su” dinero, ¡que es “suyo”!, y seguramente es también defensor del orden salarial y laboral, de tal modo que sus empleados ejecuten eficazmente sus “ideas” y “políticas” en tiempo y forma. En rigor, un hombre más ordenado que Bill Gates hay que mandarlo a hacer.

Pero supongo que nada que ver con el orden kantiano. No me refiero al orden de sus categorías ni al de sus Krítikas. Me refiero más bien a la manía matraquillosa por el orden y la higiene de este singularísimo hombre que, según las malas lenguas, era excesivamente ordenado, circunspecto, organizado. También se comenta que el buen hombre era tan metódico que en su pueblo los vecinos podían orientarse en el tiempo según el ir y venir de sus caminos peripatéticos. Desde luego, iba y venía solo, porque ni mujer tenía. Lo paradójico es que a él mismo se le adjudica la frase que titila en el “alma germánica” junto a las ideas de la frialdad y la sobriedad, de que la excesiva organización es síntoma de ausencia de capacidad especulativa. En fin, ¿quién puede con Kant?

En cuanto a la anarquía (como también le ha ocurrido a buena parte del pensamiento y la praxis política vinculada a la izquierda, y las riquezas culturales de los últimos treinta siglos) una gran parte de la humanidad viviente no la conoce, o bien porque no ha tenido acceso a ella, o simplemente porque no le interesa. La primera situación es triste, la segunda decepcionante. En relación con la anarquía, el sentido común se comporta como con relación a miles de ideas en formas de creencias que tienen un efecto de verdad más poderoso que la verdad misma. Continue reading

Grecia: un observatorio político, como Cuba

Entrevista al profesor Carlos Simón Forcade por Dmitri Prieto Samsónov

Carlos Simón Forcade durante el último Taller Libertario Alfredo López, dedicado a Grecia

Ante el drama de la crisis capitalista actual –uno de cuyos eslabones más estruendosos ha sido Grecia- muchos cubanos pensamos sobre nuestra propia tierra. Carlos Simón Forcade –un autor ya conocido para quienes leen Espacio Laical– acaba de regresar de Grecia, y he aprovechado la oportunidad para entrevistarlo. Se trata de alguien de nuestra más joven generación intelectual. Graduado de Artes y Letras en la Universidad de La Habana, Simón no optó por involucrarse con éxito en las farándulas letradas, sino escogió un camino aparentemente paradójico: profesor universitario, cristiano ortodoxo y activista de colectivos críticos, como la Cátedra Haydée Santamaría.

Muchos de estos rasgos nos unen: también yo, el entrevistador, soy ortodoxo y junto con Simón he compartido la coordinación de la Cátedra Haydée Santamaría, desde donde hemos promovido el espacio de solidaridad Observatorio Crítico. Siempre me ha atraído la dedicación con la que Simón ha estudiado a unos cuantos autores poco conocidos que consideramos fundacionales para la actual crítica de esa modernidad tan capitalista y autoritaria. Nunca alcanza el tiempo para intercambiar sobre el pensamiento de gente como Walter Benjamin, Simone Weil, Emmanuel Levinas y Cornelius Castoriadis.

La tesis de graduación de Simón fue precisamente sobre Walter Benjamin, ese pensador hebreo tan citado y tan poco leído, que se suicidó en los Pirineos mientras huía del nazismo, y legó que sus papeles fuesen entregados a Hannah Arendt. Benjamin, autor del dictum tan testimonial de que “todo documento de cultura lo es también de barbarie”, el de las alegorías como esa del Ángel de la Historia que no logra elevarse para iniciar su labor salvadora por causa de ese huracán que denominamos “progreso”, contó en Simón con un cuidadoso exegeta cubano, probablemente el más notable estudioso de su pensamiento en nuestra Isla. La investigación de Simón contó con la tutoría del profesor Inti Yañez – hoy Padre Athanasios para nosotros los ortodoxos, indagador de las historias de las culturas quien ha sido, además, mi padrino. Hoy, Simón es ciertamente un becario que estudia Teología en Grecia.

Carlos Simón y yo hablamos también de algo que para mucho oído actual “laico” puede oler a demasiado incienso, sonar demasiado light y leerse en las secciones “Mind-Body-Spirit” de las librerías primermundistas: la espiritualidad. Pero para Simón, capaz de citar a filósofos críticos junto con el Nazareno, lo espiritual es algo muy concreto, tremendamente político y actual. Un antídoto, quizás, contra las “huidas” de los problemas reales por caminos ficticios. Justo lo inverso a lo que muchos imaginan… La espiritualidad es para Simón base para un nuevo realismo: un realismo de la libertad. Le damos, pues, la palabra. Continue reading