Desde hace semanas somos testigos de las rebeliones populares en países del Norte de África y Medio Oriente, que reivindican simultáneamente libertad política, justicia social, desarrollo económico, soberanía popular y nacional, y democracia integral. Han desenmascarado a caudillos autoritarios (viejos amigos del Norte global o antiguos antimperialistas) y los han enfrentado demandando instituciones abiertas a la participación y derechos universales, sin acudir a las falsas soluciones del fundamentalismo o los pactos de élites.
En Egipto y Túnez, la ciudadanía se mantiene en pie de guerra ante los nuevos gobiernos militares y burgueses “de transición”, pues las exigencias populares no se contentan con el simple cambio de régimen político y van al asalto de cuestiones sociales clave como el control de los medios de producción y de vida. En Libia, el masivo involucramiento en una guerra civil desmonta el idílico cuadro de supuesto Estado popular que goza de las bondades de un exitoso desarrollo económico. En otros países, la gente también ha exigido mucho más que simples cambios de ministros y salidas de gobernantes corruptos.
Estos acontecimientos desmontan las lecturas colonizadoras y racistas de “pueblos bárbaros”, pues muestran los rostros de sociedades modernas, laicas y defensoras de sus mejores tradiciones, de gentes que han copado las plazas, las fábricas y el ciberespacio, combinado la firmeza con la creatividad. Personas que han tomado el control de sus vidas con asombrosa y emocionante capacidad autoorganizativa y han devuelto a la cotidianidad global la palabra REVOLUCIÓN, que parecía desterrada.
Mientras ello sucede, las “grandes potencias” amenazan con intervenciones militares, con su mira puesta en las riquezas y la privilegiada posición geopolítica de la zona. Y algunos gobiernos de Latinoamérica ofrecen una solidaridad injustificable que pretende confundir la defensa de la soberanía de los pueblos con la impunidad para aquellos que los oprimen, en una clara, patética y perversa muestra de “razón de estado”.
Por todo ello, por la trascendencia para la humanidad de estos hechos y en consonancia con nuestras sostenidas posturas de compromiso cívico, l@s activistas del OC expresamos nuestra solidaridad con los movimientos revolucionarios en los países de la Nación Árabe y rechazamos cualquier maniobra que fortalezca los intereses del imperialismo, la perpetuación de la opresión dictatorial sobre esos pueblos, o el retorno de la dominación bajo ropajes “liberadores”. También reclamamos el respeto a las demandas históricas de autodeterminación de los pueblos de Palestina, Sahara Occidental y el Sur de Sudán así como a las reivindicaciones laborales en los propios EE.UU., exigencias que no deben quedar eclipsadas por las recientes rebeliones árabes.
Pero no dejamos de estar conscientes de que ni una estatalidad “propia” (para quienes no la tienen aún) ni el cambio de un gobierno resuelven el problema de la emancipación humana. En cualquier parte del mundo, como hoy en Cuba y en Nuestra América, la lucha contra la dominación capitalista, burocrática y patriarcal sólo será culminada con la expansión de una sociedad radicalmente libre, bajo los principios de la solidaridad, la autogestión y la autonomía. Rechazamos que otros se repartan el derecho a decidir en la vida de la gente, pues creemos que solo la fuerza colectiva con claridad en la denuncia y la acción solidaria internacional les permitirá a los pueblos labrarse un camino de soberanía, liberación y justicia.
¡Por vuestra libertad, y por la nuestra!
En solidaridad,
Red Protagónica Observatorio Crítico (OC) de la Revolución Cubana.