Partido cubano cambia al líder sindical

El líder de la Central de Trabajadores de Cuba (CTC) Salvador Valdés Mesa, fue reemplazado este sábado por decisión del Buró Político y el Comité Central del partido Comunista de Cuba, informó el diario Granma.

Durante el Pleno del Consejo Nacional de la CTC, José Ramón Machado Ventura comunicó la decisión partidista, justificada por que el nuevo cargo de Valdés Mesa como vicepresidente del país, “es incompatible con la de encabezar la organización sindical”.

En su lugar, el PCC colocó a Carmen Rosa López, segunda secretaria del Sindicato y también miembro del Consejo de Estado, hasta la celebración del XX Congreso de la CTC, momento en que se elegirá la máxima dirección del movimiento obrero en la isla.

Sin embargo, también por decisión del Buró Político, Valdés Mesa continuará “atendiendo” la central sindical desde su cargo en el gobierno.

Publicado en HAVANA TIMES

Política de normalización a debate

Por Ramón García Guerra

Convaleciente de una operación, en enero, recibí la visita de un joven antropólogo español que me pedía mi opinión sobre la clase dirigente en Cuba. Específicamente se interesó por el proyecto de sociedad que aquélla echa adelante. [Investigaba el pico del petróleo y el futuro del capitalismo en el mundo. Particularmente, quería saber si Cuba era una alternativa en el tema de la energía.] Sobre la clase dirigente en la Isla, le dije: 1) Tiene plena conciencia de la tragedia social, histórica y política que enfrenta hoy el país; 2) Sinceramente, tiene la voluntad de resolver esta situación y hacen su mejor esfuerzo por hallar la solución; [Pero…] 3) Carece del poder que se necesita para llevar a término estos cambios; 4) Desconectada de la nueva sensibilidad de época la clase dirigente hará que la estructura de poder al final colapse. [Desde luego, tener total conciencia de la situación (1) no significa que dicha conciencia sea eficaz (4). Asimismo, mostrar una voluntad de cambio (2) no implica poder realizar esta voluntad (3)]. Enfrentados a un juego de fuerzas que les supera, todo el “realismo político” que hoy muestran los líderes históricos del proceso sólo pudiera ser entendido como el desarme de la ideología de la revolución.

La crítica que hacíamos antes al neodesarrollismo de los tecnócratas, ahora será completada con la crítica al neopopulismo de los ortodoxos. Encontramos detrás un proceso de normalización que prefigura una sociedad. [Proceso este que marcha lentamente dada la falta de asideros para proyectos de vida individual y colectiva que se encuentran en medio de una sociedad en transición.] En verdad no sería difícil imaginar cuánto contribuye la ideología del desarme en aquel proceso. Consideremos, por ejemplo, el impacto mediático del reciente discurso de Luis Ignacio Lula da Silva entre la audiencia cubana. Corremos el riesgo de que las actuales reformas cierren puertas ante cambios más radicales de la sociedad. Este artículo hace la denuncia y ofrece una alternativa al desarme. [La crítica que hicimos a Fidel Castro en 2008[1], basada en la lectura que hacía del Programa de Gotha –para acabar aquél negando el factor subjetivo que tan decisivo ha resultado en la historia (incluso en su propia biografía política)– hoy debe ser repetida una vez más.] Después de la intervención de Da Silva, –patrocinador del puerto de contenedores– asistimos al desarme de la ideología de la revolución.

Entender la política neopopulista que sigue el PT brasileiro sería algo sencillo. Pero hallar una solución de continuidad entre la estrategia de desarrollo que fuera adoptada por la quinta economía del mundo y los desafíos que debe enfrentar una pequeña isla caribeña es mucho más complejo. Empecemos por decir: Lula es nuestro Blair. La política liberal-burguesa (keynesiana) que adoptó Lula da Silva para redistribuir el ingreso nacional, resultó al final funcional a la rápida expansión del capital brasileiro y haría de él mismo el albacea de este proceso. Entonces acabó por resituar en otra escala la tragedia de los oprimidos en el Brasil sin modificar la lógica del sistema. [Salvar de la pobreza a millones no es una política de éxito si deja intactas las bases del sistema que produce tan triste figura.] Acaso si ha creado otro tipo de pobres. Espanta ver la actitud fascinada frente a las políticas neopopulistas en América Latina que adoptan los ortodoxos en Cuba. [Una actitud que sólo se podría comparar con la de los tecnócratas en la Isla con respecto a los modelos asiáticos.] Digámoslo de una vez: Lo que revela el discurso de Lula da Silva es la mala conciencia que padece un sector de la izquierda en el Brasil. Continue reading

Gay

Por Eduardo del Llano

Cuando estudiaba en la Vocacional Lenin, en la segunda mitad de los setenta, las expulsiones de homosexuales constituían todo un espectáculo. Algunos adolescentes buscaban la forma de no salir de pase el fin de semana, de quedarse encerrados por cualquier leve indisciplina, para tener toda la escuela para ellos y poder materializar a escondidas sus fantasías. Con todo, a menudo eran descubiertos, y ahí venían la expulsión casi inmediata, el abucheo, el acto de repudio (con otro nombre e idéntica sustancia) en que la violencia estaba no sólo justificada, sino bien vista. Los padres -apelando al ideal comunista o a la hombría de barrio, según su comunión- preferían un hijo muerto antes que uno invertido, y cazaban cualquier gesto o entonación amanerada que se te escapara. Maricón y mariconada trascendían el significado de género para denominar a un tipo miserable y sin principios, y acciones de este corte; maricón era el insulto supremo.

Por otra parte, aunque la represión fue dura por acá, con la UMAP y el Congreso de Educación y Cultura del setenta y uno, hay que decir que no sólo en Cuba la homosexualidad era considerada una enfermedad vergonzosa, una especie de gonorrea del espíritu. En el cine norteamericano, los homosexuales siempre eran motivo de burla y terminaban mal. Se les mostraba llevando una vida abyecta y soterrada que los arrastraba y de la que no tenían fuerzas para salir; dicho de otro modo, era culpa suya, de su debilidad, de su falta de firmeza. Personajes del showbiz como Rock Hudson y el británico Brian Epstein tuvieron que esconder sus apetencias para rehuir el escándalo. Milk, de Gus Van Sant, refleja una realidad de bares clandestinos, redadas e intolerancia, y muestra que no fue hasta finales de los setenta que el movimiento gay norteamericano obtuvo sus primeras victorias.

No creo, como sostienen algunos, que la sociedad cubana haya dado un bandazo al polo opuesto y ahora haya demasiado exhibicionismo gay, demasiado mal ejemplo para los niños y jóvenes. No estamos resignándonos a convivir con bichos raros; simplemente nos vamos acostumbrando a coexistir con la diferencia en el terreno sexual, como algún día lo haremos en el político. Continue reading