Dmitri Prieto Samsónov
En un post anterior, escribí sobre el blog del trovador cubano Silvio Rodríguez. En aquel entonces, celebré su compromiso antiburocrático, y en especial me resultó atractiva la frase: “Libia merece algo más que Gadafi.”
Después, fuimos testigos de una polémica digital indirecta entre Silvio Rodríguez y Pablo Milanés, dos fundadores y mayores exponentes de la Nueva Trova cubana. Muchos fuimos sorprendidos por el tono irreconciliable de la polémica.
Recientemente, sucedió otra situación polémica relacionada con Silvio.
Marfrey Cruz, joven activista y promotor cultural, cristiano, defensor de posturas ecologistas, pacifistas y anarquistas, organizaba en su pueblo San Antonio de los Baños (también la patria chica de Silvio) un festival artístico ecológico.
Las acciones del festival se apoyaban en una red de colaboradores voluntarios (Marfrey lleva años participando en diversas organizaciones y redes juveniles ecológicas y culturales), y fueron consensuadas con la Dirección Municipal de Cultura. Los promotores llenaron San Antonio de carteles que explicaban los propósitos de las acciones e invitaban a participar.
En mi opinión, cuando las alternativas más visibles para los jóvenes son el formalismo ideológico y el consumismo representado por el reggaetón, la idea de Marfrey y sus amigos debió constituir un ejemplo y recibir todo el apoyo de quienes desean un futuro mejor para Cuba y el planeta.
Pero sucedió lo contrario. El día antes, desconocidos arrancaban los carteles promocionales del festival, y se propagaba la noticia de que la Dirección de Cultura “suspendía” el evento.
Asombrado e indignado por tan arbitraria actitud, Marfrey, que también es poeta, pidió solidaridad a su paisano Silvio Rodríguez a través del blog de éste (“Segunda cita”). Es perfectamente normal que un poeta busque apoyo en otro, ¿cierto? Máxime cuando Silvio tenía planificado en breve un concierto en su patria chica.
La respuesta de Silvio a Marfrey no se hizo esperar. Y tuvo un tono bien enrarecedor.
No es propósito mío glosar lo escrito por Silvio (sólo mencionaré que atacó el “oportunismo” y la irresponsabilidad, defendiendo el protagonismo de las instituciones oficiales), un artista que -sabemos- fue censurado durante el periodo inicial de su carrera en Cuba Revolucionaria. Esencialmente, mostró reservas ante el modo autónomo en que Marfrey y sus amigos concibieron su festival.
Pero me resultó interesante en particular un planteo de Silvio donde se opone al anarquismo. Silvio se declara defensor del orden, y sobre todo del “orden social.” Para él, la anarquía es la ley del más fuerte.
No deseo entrar en polémicas sobre el anarquismo (que generalmente no ataca el orden, sino sólo el orden dominador, y defiende por su parte el orden autónomo: “la anarquía es madre del orden,” dice un famoso slogan libertario).
Pero quiero señalar una inconsistencia clara en el pensamiento de Silvio.
Si la anarquía no es otra cosa que el poder del más fuerte, entonces resultaría más que lógico que los sujetos políticos (instituciones y personas) más fuertes del planeta defendieran a capa y espada el anarquismo.
¿Sucede así?
Todo lo contrario. Los fuertes defienden diversas formas de dominación: estatal, militar y capitalista.
Los anarquistas no dirigen corporaciones, ni mandan ejércitos, ni presiden gobiernos.
Sólo parecen ser un puñado de locos que luchan por un mundo sin tales dominaciones. Otro mundo posible, un mundo mejor.
¿Quién tendrá la razón?…