Talibanes y Coca Colas: la insoportable impunidad del poder

 

Por Armando Chaguaceda

Coca Cola

Coca Cola entrando libre por el Puerto de La Habana. Foto: Isbel Díaz Torres

Hace algunos años, en pleno apogeo de la campaña política conocida como Batalla de Ideas, la Habana se paralizaba con inusitada frecuencia, al movilizarse cientos de miles de personas -con todos los recursos del estado- hacia las conocidas Marchas del Pueblo Combatiente y Tribunas Abiertas.

Después de la lucha por el regreso del niño Elián Gonzales, cuya justeza concitó apoyo de amplios sectores de la población y en la opinión pública mundial, se fue generando una dinámica rutinaria, donde cada semana se convocaban nuevas marchas por causas que estaban lejos de las reales motivaciones de la gente y de las posibilidades de sustentación de una maltrecha economía.

Semejantes acciones se decidían en una suerte de Puesto de Mando, dirigido por Fidel e integrado por los llamados Talibanes, dirigentes de la Juventud Comunista cuya capacidad para asentir, simular y corromperse resultaron inversamente proporcionales a su calidad humana, compromiso político y honestidad administrativa.

Recuerdo una tarde en la Universidad de la Habana cuando, ante mi critica a la insostenibilidad de semejante ajetreo, un dirigente de aquella camada me espetó “no es esa la lógica, profesor.”

Y seguramente aquel personaje tenía razón, sobre todo porque no había estado junto a la anciana que lloraba, en la parada de autobús del barrio de Alamar, porque la marcha de ese día había secuestrado todo el transporte público. Y- nos decía- al no tener dinero para un taxi privado perdería el turno médico que había demorado meses en conseguir. Continue reading