Encuentro con la escritora cubana Verónica Vega por su libro, editado por Christian Bourgois : "Aquí lo que hay es que irse"
Miércoles, 23 de noviembre a las 19h. En la librería El Salón del Libro, 21 rue des Fossé Saint-Jacques, París 5. RER Luxemburgo
Tel.: 09 51 13 86 95 http://www.ameriquelatine.msh-paris.fr/
Verónica Vega – "Aquí lo que hay es que irse"
Todo en esta primera novela es una cuestión de musicalidad, de ritmo. Verónica Vega es cubana, pero a diferencia de Zoe Valdés y Karla Suárez, aún vive en su isla, como Wendy Guerra. "Aquí lo que hay es que irse" es una curiosa historia de exilio, vivida desde el interior. Irse de ahí es imposible, pero es difícil mantenerse. Sin embargo es el destino de Vero, la otra Verónica Vega, atrapada en el barrio de Alamar, donde los autobuses salen de vez en cuando. Cuando pintar se vuelve muy difícil, falta de equipo, comienzo a escribir. Al comienzo de su historia, hay un proyecto común, el de una historia a tres voces con un poeta cubano y su amiga de infancia, exiliada en Berlín. El proyecto fracasó, Verónica Vega ha conservado el material, transformado en una novela fragmentada, que ofrece una mirada sobre el cotidiano de un grupo de artistas cubanos, sus dificultades para existir, para expresarse, para producir en esta isla que todo el mundo sueña abandonar, pero donde algunos no tienen más remedio que quedarse. Como un símbolo: las primeras líneas que Verónica Vega escribe ocupan las páginas en blanco de un pasaporte con el que nunca pudo conseguir una visa para los Estados Unidos que sea amortiguado.
"Aquí lo que hay es que irse", es su historia, su cotidiano de madre, de hija, de artista, el padre de su hijo que se fue a España, su padre exiliado en Nueva York, sus amigos en Berlín, las noches de los artistas, la música, la poesía, la vuelta del mundo imaginario que vive desde siempre, mientras que en Cuba, salir del distrito Alamar es similar a una operación diaria. El tiempo se dispersa, los lugares, la gente también, el cuadro pintado es el de una vida ordinaria, justo un poco en margen, dando siempre contra las cerraduras de un sistema donde todo está codificado (las desventuras de Kebir su hijo, que se traslada de una escuela a otra, porque sus maestras no toleran su pelo largo, son ejemplos de lo absurdo) y que van dejando sólo una libertad fragmentaria.
Toda la vida de Vero es esa aspiración a la libertad, ahogada bajo una melancolía lánguida. "La mujer de mi novela espera a mi lado que las imágenes se pongan en movimiento, como en esta pintura de Van Eyck que me obsesiona: el canciller cerca de la virgen, y en el fondo, una ciudad imaginaria donde se podía escapar uno (como el pintor que según la leyenda había huido del palacio para no sucumbir a la nostalgia de su pueblo). Escapar, porque se puede morir a causa de cualquiera nostalgia, correr bajo la luz intemporal donde el presente, neutral, tamizado, es una amorfa superficie. Y interminable". Y, finalmente, la convicción firmemente arraigada en lo más profundo de ella misma que el exilio solo es una ilusión, minado por los hábitos, por la vida.
Julie Coutu
Artículo publicado en francés la página web Chronicart.com