Por Jorge Altamira (7 marzo, 2013)
La muerte de Hugo Chávez ha provocado, como era previsible, una emoción popular enorme en Venezuela. También ha conmovido a la opinión pública internacional. Es la consecuencia natural de la atención que suscitó en la política mundial durante la mayor parte de su gestión política. Lo mismo ya ha ocurrido en el pasado con otros líderes de naciones de mediano desarrollo, desde el indio Gandhi, Perón, el egipcio Nasser o el indonesio Sukarno, así como también por Fidel Castro durante la segunda mitad del siglo pasado. Este lugar excepcional se explica por la naturaleza universal de los problemas históricos que han dejado al descubierto. Es la expresión del carácter mundial de los conflictos nacionales.
El parto del chavismo se produjo a finales de febrero de 1989, cuando una rebelión popular -el Caracazo- contra el programa fondomonetarista del gobierno que acababa de asumir, bajo la presidencia de Carlos Andrés Pérez, fue masacrada por una represión ejecutada por el ejército. Fue el final del ciclo histórico del nacionalismo civil pequeño burgués, que encarnó durante cincuenta años el partido Acción Democrática. Tres años más tarde, desde las propias fuerzas armadas emergió una reacción contra los represores del Caracazo, bajo la sublevación de oficiales de menor rango, conducidos por Hugo Chávez, quienes esgrimieron un planteo nacionalista. La sublevación sacó de nuevo al pueblo a las calles -aunque de un modo incipiente- y convirtió a ese golpe militar peculiar (contra el gobierno y los mandos de las fuerzas armadas) en una semi-sublevación popular. En la conciencia del pueblo se alojó la idea de que podría contar a su favor con las armas del país. El chavismo no nace de una combinación parlamentaria ni de un enjuague entre camarillas de partido, sino de una conjunción del nacionalismo uniformado con una parte de las masas. El Caracazo y la sublevación del ’92 son el repique de campanas que anticipa el derrumbe del proceso de privatizaciones y endeudamiento que han caracterizado a la etapa neoliberal. Curiosamente, el menemismo habría de debutar cuando en Venezuela se ponía de manifiesto que éste estaba condenado a acabar en crisis semi-revolucionarias. Continue reading