Por Isbel Díaz Torres
El supuesto “estado de derecho” imperante en el coloso del Norte nada ha podido hacer para preservar los derechos civiles de sus ciudadanos. Las autoridades no han vacilado en sacrificar esos “principios,” temerosas de que el movimiento se extienda aún más, que se radicalice en sus motivaciones, y que ponga al descubierto la doble moral del sistema.
En Nueva York, Los Ángeles, Oakland, y otras ciudades norteamericanas, los jóvenes han denunciado la corrupción y las profundas desigualdades que viven, y que son naturalizadas cada vez más.
La huelga, la protesta, la manifestación, son derechos que los civiles norteamericanos han invocado, amparados por su historia de lucha y en la legislación vigente en ese país. El gobierno de la nación “paladín” de la libertad de expresión, no obstante, lanza gases lacrimógenos a los manifestantes, les dispara balas de goma, los atropella con sus autos antimotines, los pone tras las rejas, los golpea en público, les limita la circulación, y les impide reunirse.
“Los activistas arrestados han sido acusados de cargos como traspasar propiedad privada, desobedecer órdenes de la autoridad o conducta desordenada.” Así informó el periódico Granma, órgano oficial del partido comunista cubano, el pasado 2 de noviembre en una nota en primera plana.
Es característico de los regímenes antidemocráticos enmascarar la represión política con sanciones administrativas. Es por eso importante hacer ver el verdadero sentido de lo que sucede allí, la falsedad de las tesis neoliberales acerca de su democracia, y las mágicas propiedades del mercado para regular la sociedad toda.
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