La Uneac, 50 años después

Por Amador Hernández Hernández

uneac iv congresoIndudablemente el 22 de agosto de 1961 constituye una fecha histórica para la intelectualidad de la Isla, pues por iniciativa del gobierno revolucionario se creó una organización, preparada para afiliar en un solo haz todo el pensamiento artístico— literario en aras de crear una sociedad desprejuiciada de clases sociales e intereses mezquinos.

Como presidente se alzó la voz lírica del Poeta Nacional, de sólida formación comunista­; ideología que había abrazado desde los duros años treinta, década donde se radicalizaron las posiciones ideológicas de muchos de los escritores y artistas que ya gozaban de renombre internacional. Recordemos por ejemplo a Pablo Neruda, César Vallejo, Andrés Bretón, entre otros; muchos acosados por la denigrante política del capitalismo que arribaba a su fase de imperio sometiendo a la humanidad a un proceso de alienación. Leer a Kafka nos hará comprender el significado lacerante de la hostilidad imperialista contra lo mejor de la creación espiritual.

El triunfo de la Revolución Socialista de Octubre había abierto muchas interrogantes, las futuras crisis socioeconómicas despejaron otras tantas dudas; la segunda guerra mundial colocó a gran parte de los actores de la creación en el lateral izquierdo y se abrieron nuevos derroteros, bajo la aureola de las banderas del realismo socialista.

La Uneac nacía no solo con el propósito de dignificar la actividad artístico— cultural sino para alinear a los artistas y escritores en posiciones ideológicas comunes, de ese modo se podían controlar con más efectividad, y lo más importante, aplicar políticas de purga cada vez que fuera necesario.

La burocracia estaría bien atenta a cada idea que se promocionara, desde una obra de artes plásticas, de una pieza musical, un programa televisivo y radial; desde cada puesta en escena o libro recién salido de las imprentas. La censura burocrática se encontraría atenta en aeropuertos y terminales marítimas para evaluar todo lo que en materia de arte arribara al país.

Cierto es que en la Uneac se fueron creando los espacios que permitieron poco a poco la (re) educación de los cubanos en el arte de pensamiento, alejando lo banal, lo insípido, lo intrascendente. Importantes figuras del pensamiento intelectual asumieron responsablemente el cultivo de una espiritualidad que libró al hombre nuevo de todo lo obsoleto, lo puramente comercial o mantuviera en la enajenación absoluta al ser humano — protagonista del proceso de cambios revolucionarios. La Uneac ha jugado desde entonces un significativo papel en la liberación real del cubano y en el deseo honesto de divulgar lo mejor de las tradiciones culturales del país y contribuir en la descolonización definitiva de la Isla.

Y he aquí otro de los méritos de la organización —presidida hoy por el etnólogo y poeta Miguel Barnet—, la consolidación de la nacionalidad por la que Céspedes libertó a sus esclavos y se lanzó a la manigua redentora. De la lírica herediana a las voces que cantan en el siglo XXI, la Isla ha escalado relevantes lugares en la cultura humanística universal. Cultura que halló en la literatura martiana su máxima expresión pues constituye esta la síntesis ético-creadora de una nación dispuesta a no rendir jamás sus armas de permanencia.

Pero no basta con este análisis cualitativo de lo que ha aportado la Unión de Escritores y Artista de Cuba a la independencia artística total. Muchos cabos aún están sueltos desde su creación misma. Continue reading

En su lugar el béisbol cubano

Por Edelmis Anoceto Vega

Más que pasatiempo nacional, el béisbol cubano puede definirse mejor como panacea nacional.(1) No comparto la romántica y aberrada idea de que cualquier cosa puede estar mal en Cuba excepto la pelota. Pero es un hecho que el deporte cubano del período revolucionario ha sido víctima de una politización que más que aportarle, comienza ya a cobrar sus deudas. Vemos el deporte cubano, y sobre todo la pelota, como reflejo de nuestro progreso social, un progreso social que no tenemos en otras esferas, pero que necesitamos hacer ver mediante el único paliativo que tenemos a mano: el deporte. De alguna manera tenemos que decirle al mundo que somos prósperos, ¿por qué ese empeño?, ¿no suena eso a complejo de inferioridad? Como dice el refrán: «dime de qué alardeas y te diré de qué careces».

Escuchamos con frecuencia el argumento de que muchas naciones en diferentes latitudes han desarrollado su deporte, lo que nos hace compartir con estas las medallas que años atrás estaban destinadas a nuestras vitrinas. Pero, ¿no se supone que a la par del desarrollo deportivo de esas naciones la nuestra haya transitado también por el suyo? Es evidente el estancamiento que hemos tenido en disciplinas que antes estaban en la elite mundial como la esgrima, el voleibol, el boxeo, las pesas y otras que se codeaban con lo mejor de nuestra zona geográfica como el básquetbol.

La politización de la pelota es tal en Cuba que atletas exiliados que una vez fueron estrellas en nuestras series nacionales son vistos como apátridas, y para colmo de ridiculez sus números son borrados de las listas de records y estadísticas oficiales, lo que constituye una burda falta a la inteligencia de un pueblo que nuestros propios medios se empeñan en vender como instruido y culto, y políticamente preparado. Famosa es en este sentido la carta abierta a Julia Osendi del escritor avileño Félix Sánchez, motivada por la absurda omisión de esa periodista del nombre del pelotero Kendry Morales en su reseña de un juego donde el mismo fue el protagonista indiscutible. El pitcher José Ariel Contreras, que tanta gloria dio a la pelota cubana, se levantó un día con el inadmisible calificativo de Titán de Bronce —¡a lo que hemos llegado!— y de pronto se vio condenado al anonimato tras emigrar. ¿Se trata de una especie de represalia para con el pelotero o temor a que nuestro gran público saque alguna conclusión y cree cierto estado de opinión? Si el deporte es derecho del pueblo también lo es la verdad sobre el mismo. ¿A quién se quiere entonces engañar con tales omisiones? ¿Acaso los peloteros cubanos no pueden ejercer uno de los derechos más antiguos de la humanidad: la migración? Deben pagar con su permanencia en el país lo que el estado invirtió en ellos para formarlos. ¿No constituye ese cobro un mezquino regateo por parte de nuestro estado, altruista e internacionalista? Lo más conveniente sería llamarnos a conciencia y preguntarnos por qué se van a Los Estados Unidos los peloteros cubanos. Continue reading