Vocación por lo público. Empresas sociales: proyectos que marcan tendencias

Por Cristina Calvo

En mi habitual actividad en el campo social y universitario constato con alegría y esperanza que, cada vez son más los jóvenes que se acercan y me comentan sobre la felicidad experimentada al haber dejado atrayentes puestos de trabajo, para dedicarse a emprendimientos sociales que generan trabajo digno y prestan servicios directos a sectores vulnerables de la sociedad, o bien se dirigen al consumidor en general, pero involucrándolo en un consumo ético y responsable.

Son jóvenes con vocación emprendedora que sienten el compromiso de poner sus talentos e idoneidad al servicio de lo público, diferente de lo estatal, pero público en cuanto a la promoción y defensa de derechos universales: un ingeniero mecánico que dejó su cómoda posición laboral para construir turbinas que dieran energía eléctrica a los pescadores en las orillas del Paraná con un costo bajísimo de mantenimiento, un biotecnólogo que rechazó ofertas para trabajar en el exterior y provee de saneamiento ecológico a sectores sin infraestructura cloacal, una empresaria de turismo que ofrece destinos no tradicionales donde el turista no sólo puede disfrutar de bellezas increíbles, sino también aportar recursos al desarrollo local.

¿Qué diferencia a este tipo de empresas? Las motivaciones. Hay vocación. La elección personal de construir una sociedad justa y fraterna se prolonga en todas las decisiones de la vida, incluida la vocación empresarial.

Una empresa social está, por naturaleza, orientada a la equidad y más aún, a la justicia. Lo que caracteriza a una empresa social no es solamente el colocar como fin de la misma a la persona en relación (y a la ganancia como medio para ese fin) ni tampoco la sola organización participativa y democrática dentro de la misma, sino también la superación de la contradicción entre interés propio e interés por los demás: es la lógica de la convergencia en la que cuanto más aporto al bien de mi comunidad más crecemos todos en humanidad".

No hay otro rumbo posible: la integración de la racionalidad ética con la económica, también en el contexto empresarial, se encamina hacia una visión del desarrollo como acción cultural que propicie espacios de vida más humanos y aporte a dotar de horizonte de sentido al mundo en el que vivimos..

Tomado de LA NACION (Argentina)

Recordatorio: la difamacion en Cuba es un delito

Por Dmitri Prieto Samsónov

Circles Robinson con su nieto

A quien escribió en CubaDebate la siguiente frase: “No por gusto sitios alentados desde Estados Unidos, como Havana Times, se han adherido con entusiasmo a la convocatoria”, y a quienes reprodujeron el material http://www.juventudrebelde.cu/internacionales/2012-06-20/la-inocencia-imposible-del-festival-clic/ en Juventud Rebelde, les deseamos que tomen conocimiento de los siguientes puntos.

1. Havana Times no participa de la convocatoria del Festival Clic, ni es parte del grupo organizador del evento, ni asistirá al mismo en carácter de proyecto digital; integrantes individuales del colectivo Havana Times tienen, en cambio, el derecho de expresar sus opiniones en este medio digital, opiniones que no tienen porqué coincidir con las del resto de sus partícipes ni constituir necesariamente una postura común; igualmente, tienen el derecho -como cualquier persona-, de asistir a los eventos que deseen, con entusiasmo o sin él.

2. Havana Times no es un sitio alentado por el establishment de EEUU ni recibe dotaciones financieras de ninguna de las agencias del gobierno de EEUU; en cambio, publica sistemáticamente textos críticos a las actitudes de ese gobierno y ese establishment, como por ejemplo sobre los 5 cubanos presos en sus cárceles, o sobre intentos de la SINA de penetrar proyectos sociales cubanos, o sobre los crímenes de las grandes compañías capitalistas; publica también materiales sobre corrientes anticapitalistas, feministas, ecologistas y relativas a los movimientos de indignación que el anónimo autor o autora tan favorablemente menciona.

3. Havana Times, si es “alentado” por alguien “desde EEUU”, lo es por los movimientos contestatarios y críticos de ese país, incluido Occupy Wall Street, así como por personas solidarias con el pueblo de Cuba –solidarias no de manera dogmática, sino crítica, que es el modo más auténtico y honesto de serlo-; las derechas –la norteamericana y la de la diáspora cubana- han atacado sistemáticamente a Havana Times, porque por lo general (con mínimas y honrosas excepciones) son hostiles a cualquier diálogo y entendimiento en torno a Cuba.

4. Havana Times nació como proyecto dentro de la UPEC, la presentación pública de este medio digital ocurrió en su Sede habanera, tal y como se publicó en la prensa oficial cubana, y Circles Robinson, su editor principal, fue incluso delegado al último Congreso de esa organización cubana. Ver: Un reflejo de Cuba en el ciberespacio.

5. Havana Times, al igual que tantos otros proyectos propositivos, investigativos, informativos, críticos, solidarios, recibe su aliento desde Cuba, donde está la inmensa mayoría de quienes integran este proyecto, de quienes a través de él se expresan, compartiendo noticias, criterios y opiniones, que no obedecen a monopolismo ideológico alguno pero siempre buscan el respeto y la comprensión de quienes los leen y comentan, aún en los casos que mantener una postura firme implique riesgos, malentendidos y dolor.

6. Circles Robinson, editor principal de Havana Times, tiene actualmente residencia no en EEUU, sino en Nicaragua, donde convive con su familia y donde también vivió y colaboró con la Revolución Sandinista en los ´80 del pasado siglo, mientras el gobierno de EEUU libraba su guerra sucia.

7. La difamación es un delito, como consta en el vigente Código Penal de la República de Cuba.

Con respecto a una nota de pobre periodismo

Por Rogelio Manuel Díaz Moreno

Una nota de Cubadebate, reproducida en Juventud Rebelde, se dedica a hablar mal de una iniciativa que, en realidad, no le queda muy claro al lector de qué se trata, a menos que se asuma como una oportunidad más para los redactores de demostrar algún tipo de fervor nacionalista antiimperialista. Sin embargo, la nota en sí contiene tantos sinsentidos y disparates que más bien parece obra de un agente del enemigo, que ridiculiza los argumentos de la retórica oficialista pública de este lado mediante el mecanismo de llevarlas a sus más ridículos extremos, cuando no con la introducción de burdas distorsiones y falsedades.

Hasta ahora, a mí no me había llegado la más mínima noticia del llamado Festival Click pues, al parecer, es de esos movimientos que se expanden sobre todo por la red a la que, según la Oficina Nacional de Estadísticas de Cuba, solo acceden una cantidad ínfima de nuestros compatriotas. Así que no me voy a detener en un punto cuya referencia me llega solo a través del sujeto que pretende demeritarlo. Las mayores barbaridades del artículo de mis molestias no radican allí.

Las grandes metidas de pata, y las muestras del más deficiente periodismo que se pueda imaginar vergüenza para los profesionales del ramo formados por acá, que a veces demuestran que su formación da para algo verdaderamente más meritorio empiezan tal vez en el segundo párrafo, cuando afirman llanamente, sin matices, que Microsoft implementa disciplinadamente el bloqueo yanqui. El bloqueo yanqui es horroroso, estamos de acuerdo, pero me extrañaría sobremanera que la escritura, revisión, composición y todo lo relacionado con la publicación de esta malhadada nota se haya llevado a cabo fundamentalmente en otros sistemas que no sean Windows pirateado, naturalmente. También se habla mal en ese párrafo del banco español BBVA, el que sin embargo opera rutinariamente en La Habana desde hace bastante tiempo. Será que los autores creen que se puede sacar una chaqueta política sin afectar los negocios que se hacen en la trastienda.

Que los enemigos del gobierno cubano utilicen la promoción de las redes digitales como un arma (no tan) indirecta contra este, es soltado inmediatamente después con suma ligereza, sin atender al lógico cuestionamiento de por qué ese mismo gobierno no hace la misma promoción, pero entre todo el público, para contrarrestar esa política. Según los redactores, parece que todo el que piense que en Cuba debe haber más acceso a Internet y ose expresarlo abiertamente, en lugar de esperar con cristiana mansedumbre las sacrosantas indicaciones de las altas autoridades, participa de una villanía congénita, saco en el que meten por igual a Yoanis Sánchez, una casa de la que apenas se da otra seña que la de sitio de reunión de disidentes y al colectivo digital Havana Times. Que conste que conozco varios miembros de este colectivo, personas comunes y trabajadoras de este país, que tienen con Estados Unidos la misma relación que se puede tener con amigos, familiares, grupos existentes allá de solidaridad con nuestro pueblo, movimientos sindicales, feministas, anticapitalistas, de indignados y otros que extienden su solidaridad como lo hicieran Henry Reeve, Lucius Walker, entre otros, bien alejados y más bien opuestos a aviesos intereses emparentados con la CIA y sus similares.

A continuación, en la nota de marras, se hace un paralelo con la situación en Siria, Libia, etc, como para ilustrar que el imperialismo le facilitará la Internet en Cuba solo a los que le sirvan. Literalmente, El gobierno norteamericano no se ha desviado, ni se desviará un milímetro de su política, clara e implacable frente a la Internet cubana: el acceso a la red y los instrumentos los tendrán los obedientes, nótese que se refiere a los obedientes de los malvados imperialistas que nos bloquean en toda una serie de posibilidades que se enumeran a continuación (el crecimiento cultural y la eficiencia de la economía, la investigación científica, la participación en las decisiones de gobierno y la expresión política). Si hay un párrafo especialmente idiota en el todo el artículo, es este.

¿Si los norteamericanos le dan acceso a la red a sus mercenarios para perjudicar a los buenos cubanos, por qué rayos el gobierno cubano no le da acceso a la red a una toda la cantidad de cubanos mucho mayor, millones y millones que debemos estar anhelantes esperando esta oportunidad de salir a defender al gobierno que se ufana de contar con nuestro decidido apoyo? ¿Resulta verosímil siquiera intentar bloquear el crecimiento cultural de un pueblo que llevó a cabo una ejemplar Campaña de alfabetización en plena lucha contra bandas terroristas y luego llevó escolaridad, arte y desarrollo humano hasta el último rincón del caimán? Si a este pueblo le da la soberana gana de liberar su sufrida economía del agobiante burocratismo y centralización estatales para volverla más eficiente, ecológica y socialista, si le da asimismo la soberanísima y americana gana de realizar sus deliberaciones políticas en colectivo, pública y democráticamente, ¿puede algún bloqueo impedírselo? Si ahora ya hay un cable óptico maravilloso desde nuestra aliada, hermana, Venezuela, ya la razón del escaso ancho de banda satelital para abrirnos más al mundo fue vencida; en última instancia, no hay que salir a ninguna parte para arreglar nuestros problemas internos.

En fin, que nada tiene que ver este artículo con las realidades de los que seguimos afanados por acá; los que soñamos con el día en que nuestra opinión sobre lo que debe ser cambiado implique una verdadera diferencia sobre lo que se decide cambiar.

El bien de Cuba sin petróleo

Por Gonzo Pedrada

La cuestión no es tanto si el desarrollo económico en los países y regiones en desarrollo es justificable, sino qué clase de desarrollo –si beneficia a pocos o a muchos, si amplía la libertad o la alineación, o si sacrifica el tejido social orgánico y el medio ambiente en el proceso. Las desigualdades globales y los efectos de la falta de poder económico son obvios, pero un mal no puede ser corregido por otro…
Li Chun. Lecciones de China. Reflexiones tentativas sobre los treinta años de reformas económicas

Si realmente queremos transitar a la era de la soberanía alimentaria y ambiental –que además es la única alternativa-, tenemos que despojarnos del orgullo cientificista, del protagonismo individual, del verticalismo, de las imposiciones…
Narciso Aguilera Marín. Introducción de maíz transgénico en Cuba. ¿Capricho, solución o amenaza?

El 19 de enero de este año llegó a costas cubanas un monstruo de metal llamado Scarabeo 9, después de cinco meses de haber zarpado de Singapur en un viaje inicialmente pensado para 80 días. Una plataforma de extracción de crudo como esta, construida en China y especialmente contratada por el gobierno cubano por sus características y seguridades de última generación, reinventó y pintó de nuevos y purpúreos horizontes los sueños de grandeza energética del Estado Cubano. El fantasma de Juraguá navega las Aguas del Golfo de México pertenecientes a Cuba y que, según entendidos, esconden varios miles de millones de barriles de petróleo.

Desde enero de este año una empresa española denominada Repsol YPF, que ya venía trabajando en faenas petroleras en sociedad con el Estado cubano desde el año 2000, trabajó con la mencionada plataforma marina en la perforación y exploración del primer pozo cubano. Haciendo cola para el arriendo de la plataforma se alineaban empresas de Noruega, India, Malasia, Venezuela, incluso Angola. Al parecer todo iba a pedir de boca…

Pues resulta que el pasado 18 de mayo, Repsol anunció el fracaso de la primera inspección en busca de crudo, al constatar la inexistencia del mismo en el inicial foso perforado. Ello no sorprendió a nadie pero el batacazo vino inmediatamente después: Repsol afirma que es “casi seguro que la compañía no volverá a perforar en la Isla, donde ha gastado cerca de 150 millones de dólares durante sus 12 años de trabajo”. Y esto a menos de un mes de haber sido nacionalizada una rama de la misma empresa radicada y operativa en Argentina… El Estado cubano apoyó sin miramientos la decisión tomada por la presidenta Cristina Fernández y el senado argentino.

Sean cual fueren las decisiones de ambos Estados y los motivos detrás de ellas, dizque definitivamente soberanos de acuerdo a su razón, lo cierto es que es muy posible que Repsol no contribuya más al futuro petrolero cubano. Pero lo importante en este meollo no es eso, al final hay muchos más postores a la cruda fiesta del hidrocarburo. Hay algo más subyacente en todo el tejemaneje del reciente Estado cubano: primero, una subida de parada en la estrategia energética nacional, peligrosa y esencialmente vinculada a las visiones modernas más ortodoxas sobre el tratamiento de los recursos naturales.

Por otro lado, cuestión importantísima esta, tanto estrategia como visión están conectadas a un sistema de consideraciones humanísticas, socioculturales y políticas que se han venido desarrollando en Cuba durante toda su historia y han encontrado colofón en la existencia de un estado realsocialista apoderado de una verticalidad civilizatoria –que no civil- y racionalista extremadamente resistente. En este sistema, el control de la información –cualquiera que ella sea- y el voluntarismo, entendido mínimamente como las disímiles (auto)sobrevaloraciones de y hacia los líderes-gobernantes-vanguardia-estadistas, son elementos indispensables a tener en cuenta.

Y todo esto apretujado en los límites fronterizos de un archipiélago estrecho, con pocos y poco potentes ríos, con casi ningún petróleo o gas natural bajo tierra, y menos mal que ya no se le presta atención a los bosques… pero un archipiélago al fin, rodeado de mar, mucho mar, bañado en sol diez de los doce meses del año y rociado por brisas, vientos y –por suerte no permanentemente- huracanes. Es evidente que las apreciaciones modernistas ortodoxas a las que nos referíamos en el párrafo anterior no deberían ya más existir en los terrenos y cerebros de nadie en Cuba… y sin embargo el Estado se mantiene en sus trece: después que la Historia viera disminuidos casi al 0 % los bosques de la isla, después de que nos convirtiéramos en los privados preferidos refinadores de petróleo de los gringos, después que comiéramos más crudo que cualquier país socialista del CAME, después de Juraguá, sobre todo después de ella… ahora se vuelve a las mismas.

El sueño, potencial pesadilla, cienfueguero de Juraguá. Con el se hubiera obtenido la locura que alguna vez creó Batista en sus buenos tiempos, dividir el territorio nacional en dos para crear un canal marítimo que compitiera con el de Panamá. El bonche y el relajo tropicales cubanos hubieran decidido, con sólo el pulsar de un botoncito rojo, un desastre regional mayor, competidor, este sí, con el otro ucraniano de abril de 1986. Afortunadamente, la crisis de los voluntarismos soviéticos pudo más que la profundización de los de la elite política cubana y hoy Juraguá no es más que ruinas entre la yerba. Pero vale la pena conocer algunos datos sobre ese intento:

La electronuclear de Cienfuegos, una de las dos a construir en el país (¡¡¡¡¡¿¿¿¿¿?????¡¡¡¡¡) habiéndose invertido en ella “casi mil millones de dólares”, sólo sería suficiente para proveer el 25 % de la energía requerida por el país a fines de la década de los ´80. Ya por aquí se podía entender que no hubiera mucho resultado incluso con las dos plantas, las cuales no llegarían a satisfacer la demanda energética nacional y pondrían en peligro nuclear a toda la región del Caribe y tal vez más allá de el. Sin embargo, estas consideraciones no fueron tenidas en cuenta, ni siquiera una de las más importantes:

Ante cualquier alusión a la catástrofe de la central nuclear ucraniana de Chernobyl, ocurrida en 1986, el gobierno cubano argumentaba que la tecnología de Juraguá sería diferente.

De nuevo las consideraciones seudo vanguardistas provenientes de estatistas y cuadros funcionariales, desoyentes de toda evidencia y lógica científicas, sin hablar de entenderse la personificación de la voluntad popular, que no ciudadana, y responsables ante la misma ya no de eventos de gran magnitud, sino de todo evento. El Estado cubano con seguridad conocía datos como este:

“…se examinan clínicamente a los 36 trabajadores presentes que laboraban o que lo habían hecho en algún tiempo, por más de 1 año, en esta actividad. Los resultados arrojan que los sistemas de ventilación de las diferentes áreas son deficientes, pues en la mayoría de los puestos de trabajo se encontraron concentraciones de polvo de aluminio por encima de 5 mg/m3 (concentración promedio admisible). Estas concentraciones oscilaron entre 4 y 86,5 mg/m3 y los operarios fueron los más expuestos a ellas. En el estudio médico se observó que 18 casos (50 %), mostraron algún tipo de alteración clínica en su aparato respiratorio, los más frecuentes fueron los hallazgos en los rayos X de tórax. Las principales y más severas afectaciones fueron encontradas en los individuos de mayor exposición y en los que ocupaban el puesto de operario de metalización, pues de un total de 10 examinados, 7 (70 %) presentaban afectaciones. En 1 caso se detectó neumoconiosis.”

Resumen introductorio de una investigación realizada por la Dra. Carmen Moreno Carbonell, el Dr. Otto Delgado Ramos y el Lic. Ernesto García Machin, titulada Estudio exploratorio en trabajadores expuestos a aluminio en la Central Electronuclear “Juraguá”, aparecida en la Revista Cubana de Higiene y Epidemiología, perteneciente al Instituto de Medicina del Trabajo cubano, de enero-junio de 1995. (http://bvs.sld.cu/revistas/hie/vol33_1_95/hie03195.htm)

La investigación a la que pertenece la cita anterior llegó a tres importantes conclusiones (la cursiva es nuestra):

1. Los niveles de contaminación por polvo de aluminio en los diferentes puestos de trabajo de metalización se encuentran por encima del valor admisible establecido, por lo que se puede inferir que el riesgo a un detrimento de la salud de los trabajadores expuestos es elevado.

2. Se observa un alto índice de afectaciones a la salud y un alto riesgo de adquisición de una enfermedad profesional, específicamente de una neumoconiosis por polvo de aluminio (aluminosis) en el personal expuesto en las áreas de metalización, principalmente, si no se cumplen las medidas de protección e higiene del trabajo establecidas al efecto.

3. Los resultados obtenidos solamente se pueden considerar como orientadores y no como una evaluación definitiva del riesgo a que están sometidos los trabajadores durante la actividad de metalización.

Dudo mucho que algunas de estas oraciones sea conocida por el cubano de a pie, quizás ni los mismos trabajadores que participaron en el proyecto de Juraguá sepan de estos datos. O tal vez sí, pero ya eso no importa, la planta quedó en el olvido y quien quiere acordarse ahora de lo que sucedió o pudo haber pasado. Además, la “razón de Estado” pesa mucho tanto que es muy posible que la relatividad existente en la tercera conclusión de la investigación pudiera haber surgido por las presiones de cualquier burócrata o cuadro intermedio, o superior, en vista de las potentes verdades aportadas por el estudio. Claro, esa relatividad también pudo haberse debido a las siempre cuidadosas prácticas de cualquier científico que se respete a sí mismo, cuestión que en definitiva no hace más que profundizar aún más el problema al considerar los resultados de la investigación como primarios, orientadores, no finales… habría que ver cuales hubieran sido después de otros diez años o tras un accidente fatal.

Como quiera que fuese “…la suspensión definitiva [de la central electronuclear] se debió a razones económicas, dijeron las autoridades, quienes siempre consideraron una “manipulación política” de Estados Unidos toda duda sobre la seguridad del proyecto”. A ver, ¿quién hubiera puesto su mano en el fuego por el futuro de Juraguá, y de Cuba, con el trasfondo de Chernobil –y de otros desastres, acaecidos en países capitalistas como EE.UU., Japón, Argentina, Brasil, España y otros, en las décadas del ´70 y ´80- azotando, marcando, despellejando la memoria de cualquier ser viviente implicado en ellos o no?. En el cierre de Juraguá, el Estado cubano, aparte de las indudables, innegables, insuperables, razones económicas, no veía otra cosa que acoso del infierno gringo, el enemigo milenario. Sería ingenuo desconocer las omnipresentes y supranegativas políticas norteamericanas hacia nuestro país desde que tenemos conciencia, más hay que reconocer que una acción destructiva hacia el proyecto nuclear de Cienfuegos hubiera significado poco menos que lo que siempre temieron: un desastre que los afectaría irremediablemente. A no ser que en un jueguito al puro estilo de rueda rueda hubieran desactivado la planta y nosotros la activáramos de nuevo, y ellos la desactivaran y nosotros…

Pues bien, después de estos truenos –por suerte no fueron rayos- estamos ahí, ahí en la marcha por la energía, de nuevo. Con la contratación de la Scarabeo 9 y la perforación de los pozos del Golfo, el Estado cubano no muestra otra cosa que el alargamiento y profundización de sus concepciones racionalistas y antiecológicas respecto a la utilización de los combustibles y por la consecución energética. Y todo ello a contrapelo de las enseñanzas del desastre petrolero del 2010 en aguas norteamericanas del mismito Golfo de México. Concepciones por demás cíclicas y para nada detenidas pues aparecen en todos los momentos críticos –o no- de la historia post ’59: crisis del petróleo en 1960 con la nacionalización de las compañías extranjeras y comienzo de la vinculación con la URSS; crisis del campo socialista y el CAME y búsqueda de proveedores que se apiadaran de nuestra situación, la cual duró su buena década; llegada de la Venezuela de Chávez y de nuevo la danza del crudo, hasta el punto de soñar apocalípticamente con la electrificación del país cuando ni siquiera las naciones más ricas de este mundo lo hacen; crisis en la segunda parte de la primera década del siglo XXI y angustia ante la volátil situación venezolana con la enfermedad de Chávez…

En ninguno de los períodos de crisis se logró conformar prácticas suficientes y duraderas de alternatividad energética. Sólo a fines de los ´80 y durante los negros ´90, precisamente por la ineficacia y la inexistencia de voluntad del Estado, se llegó a determinados niveles de actuación, fundamentalmente a partir de la iniciativa autónoma de la población, que aliviaron de alguna forma las innumerables y dificilísimas carencias de esos tiempos. Exceptuando la locura de Juraguá, todos los demás intentos fueron creaciones populares cooptadas por el Estado: la agricultura urbana convertida en organopónicos sistémicos; los mismos organopónicos, exacerbados en número por la razón de la alimentación de masas, siendo en realidad receptáculos de praxis antiguas y comunitarias cuando más suburbanas, empleadoras de métodos artesanales y amigables con el entorno; el retorno de la transportación humana con tracción animal, lo cual, junto al renovado uso de las bestias y los arados multiusos en el campo –llevados al paroxismo de ser considerados el sumun de la metodología tecnológica («los bueyes no necesitan petróleo, con hierba es suficiente», decían)- revelaron que la necesidad puede más… para todo.

La lista es larga. Carbón (obviando el marabú), kerosén, cocinas eléctricas artesanales y fogones de alcohol, hornos de cocción de ladrillos implantados en los patios hogareños, vehículos andantes a base de etanol, el bagazo de la caña como combustible… hasta la importantísima industria biotecnológica cubana quizás como respuesta a las carestías de la mesa familiar y los servicios médicos y farmacéuticos. Todo ello atravesando apagones milenarios, huracanes y personalismos. Con el tiempo, aunque limitados por la inversión monetaria inicial y la novedad del producto, llegarían los paneles solares –insuficiente su utilización en marcos confinados a las montañas y puebluchos alejados- y la energía cólica.

No obstante, todo lo anterior fue sacrificado con el avance del petróleo venezolano –intercambiado o vendido, nunca regalado, como el soviético. Quedó demostrado que las alternatividades no suben al Estado, es este quien baja a cooptarlas y las “innovaciones” del aparatus cubano no resultaron en trascendencias ni contraculturas. Cada vez que se llegó a un nivel de equilibrio en la reproducción de la hegemonía –y del dinero antes que nada-, los nuevos métodos, nada nuevos en su tradición pero sí en la potencialidad de sus desarrollos, fueron abandonados en la cuneta del progreso, como un barquillo de helado. Y he aquí que en el año 2011 llega a las costas cubanas la génesis de la industria petrolera, su buscador por antonomasia.

“.. hay quien todavía cree que con el petróleo del Golfo se resolvería la demanda de energía para generaciones y generaciones. No sé por qué se me erizan los pelos cuando alguien hace semejantes apuestas…”. Esta opinión, proveniente del vicepresidente de la ONG cubana Cubasolar (esta página se presenta como un “portal para la promoción de las fuentes renovables de energía, la eficiencia energética y el respeto ambiental”), fue citada por un reportaje de Cubadebate a mediados de año, junto a otras defensoras de la aplicación en nuestro país de las más recientes tecnologías ecológicas desarrolladas a nivel mundial. Cualquiera pudiera pensar que la idea es suficiente en sí misma para evidenciar la promoción de una contracultura ecológica que destine nuevos paradigmas ante los destinos energéticos del país. Y, ciertamente, después aparece una nueva: “A Cristóbal Colón lo trajo el viento. Pero, la Revolución industrial nos cambió la percepción del problema y casi obligó a pensar que si no tenemos petróleo, estamos sentenciados desde el punto de vista del desarrollo. Esa es la gran mentira que nos han repetido por siglos. El asunto es que hemos llegado a creérnosla”.

La cuestión estriba que esa mentira también la ha estado propagando el Estado cubano, creído y construido profundamente en su vanguardismo seudo progresista. Vanguardismo que ya se conoce no ha roto en ningún sentido con la nacionalización de la Modernidad y el capitalismo subsiguiente. Lo sucedido en estas últimas semanas lo demuestra a cabalidad. Y como en el colmo de la vergüenza o el cinismo político, de nuevo se lleva las palmas la institucionalidad del patio al generar hechos como el develado por el activista Isbel Díaz, del Observatorio Crítico, en su reciente artículo Repsol: cultura económica a la cubana. En el artículo de Díaz, la manipulación informática –en forma de vulgar control o censura- queda evidenciada la poca, o nula, capacidad y voluntad del Estado de Cuba a la búsqueda de nuevos caminos por donde transitar ante la crítica coyuntura energética planteada.

Mas adelante, el referido artículo de Cubadebate presenta otra idea digna de reflexión:

“Pero, un año después [se refiere al 2007, a un año del comienzo de la
aplicación de la idea de la Revolución Energética de Fidel], ‘energía’ continuaba siendo sinónimo de ‘electricidad’. Y en los periódicos, el aire triunfalista del ‘fin del apagón’ reforzaba la sospecha de que las millonarias inversiones tecnológicas no bastaban para una transición de tipo cultural.”

Si no estuviéramos claros de donde apareció publicado el reportaje jugaríamos con la posibilidad de que realmente existe un conato de conciencia energética ecológica y progresista en Cuba. Algo como lo que aporta el funcionario de Cubasolar citado: “Hay un problema de despertar de la conciencia (…). Pero, Liborio está despertando. En los Lineamientos…, por ejemplo, yo había propuesto incluir una serie de cosas como estas, pero inicialmente no fueron aceptadas. Luego resultó que salieron como consecuencia de la discusión popular. ¿Qué quiere decir? Que algo está caminando. Y sostengo la idea de que tal vez se trate de un proceso de maduración de las cosas. Y las cosas, cuando maduran, se dan”. Sin embargo, no todo es como se pinta y Cubadebate lo sabe.

Confieso que no he leído los Lineamientos, ni siquiera para corroborar esta anterior cita. Pero si este señor dejó caer esa perla debe ser porque sabe lo que habla. Y lo que dijo no es más que una directa afirmación sobre la ortodoxia estratégica y filosófica de la política del Estado cubano. Y, más allá, su referencia al pueblo cubano a través de la figura prerrevolucionaria de Liborio trae muchísimos recuerdos, incluso para mí, que no viví esa etapa. ¿Traición del subconsciente o evidente pulseo por la consecución de elementos tecnológicos más amistosos con el medio ambiente? En definitiva, dudo también, y mucho, de la anti-propuesta cívica de los Lineamientos, así que no creo ni un ápice en la maduración de las cosas a que hacía referencia el vice de Cubasolar.

El problema de la perforación petrolera en el Golfo de México me recuerda igualmente un escandalito acaecido hace unos dos años alrededor de la aparición en medios de prensa nacionales de la noticia de que el Estado cubano, a través de su empresa científica por excelencia, el Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología de La Habana, estaba promoviendo desde el 2008 el cultivo de una variedad de maíz transgénico potencialmente muy peligroso para los ecosistemas de la isla (Freyre Roach, Eduardo F. y Mailing Chang. Cultivos transgénicos: ¿a qué riesgos nos exponemos?, en Transgénicos. ¿Qué se gana? ¿Qué se pierde? Textos para un debate en Cuba. Publicaciones Acuario, Centro Félix Varela. La Habana, 2009.). De nuevo, la cuestión, sin dejar de lado la profundidad de las estrategias energéticas a aplicar, estriba en el imprescindible debate de la totalidad de la sociedad en un asunto que evidentemente es de todos, no solo de un grupito que sabe Dios –pues el cubano de a pie no tiene idea- por qué inversiones e intereses se mueve. Como bien planteaba un estudioso insertado en el debate sobre los transgénicos cubanos, “(…) Los especialistas cubanos que abogan por ellos [los alimentos transgénicos] suelen hablar poco –para no decir que nada sustancial- sobre los riesgos y las maquinaciones de las empresas transnacionales. Al igual que estas, dan por sentado que es posible ponerlo todo bajo control, y como no se han descubierto los daños de las semillas transgénicas que hoy se comercializan en el mundo, deducen que los transgénicos no son perjudiciales. Es decir, que la ausencia de evidencias del daño descarta su presencia…” (Freyre Roach, Eduardo F. y Mailing Chang. Cultivos transgénicos: ¿a que riesgos nos exponemos?, en Transgénicos. ¿Qué se gana? ¿Qué se pierde? Textos para un debate en Cuba. Publicaciones Acuario, Centro Félix Varela. La Habana, 2009). Y esto es nada más respecto a los especialistas, qué decir de los funcionarios estatales que son los que los dirigen.

Al final, el lío del maíz transgénico no se ha vuelto a destapar y nadie sabe por donde anda la cosa. Evidentemente, al igual que con el problema de Juraguá y el petróleo del Golfo, el Estado no considera conveniente revelar la más mínima información al respecto y mantiene su trust mediático y hegemónico en base a las más burdas consideraciones no alineadas y seudo tercermundistas. Apelando a la necesidad de los países pobres de contar con medios y estrategias propias y “válidas” en la solución de sus urgencias energéticas, el Estado cubano no solamente conserva impoluta su ideología modernista de la racionalización de los recursos, humanos incluso, sino que a la par despliega sus filosofías al más puro estilo desarrollista e imperial.

Nos consta que es soberana necesidad de los países subdesarrollados (Esos que el mundo capitalista con el que convivimos acota como “en vías de desarrollo”, buscando más que todo que nos creamos la mentira pa seguir con su jueguito) lograr que sus poblaciones tengan acceso a la alimentación, al beneficio de los actuales logros tecnológicos alcanzados por la humanidad… a una vida lo más estable y digna posible. No negamos la posibilidad que se puedan alcanzar esos objetivos y menos que tengamos el derecho de hacerlo. Lo que sí consideramos es que se haga a toda costa y en busca del supremo beneficio se produzca el total perjuicio del hombre y su entorno. Cuando recordamos Chernóbil y los numerosos y nunca publicitados desastres nucleares en países capitalistas como Japón, EE.UU, India; cuando vemos que varios países están a punto de llegar a la guerra, siempre en contra de EE.UU., porque sólo están haciendo valer sus “derechos” a producir energía nuclear; cuando vemos que los desastres ecológicos se suceden con mayor frecuencia en todos los puntos del planeta, aunque nos bombardeen con alegorías a la seguridad tecnológica; cuando vemos que los pobres de este mundo estamos siendo envenenados con productos alimenticios que se sabe de dónde salieron pero no hasta dónde llegarán; cuando analizamos todos estos elementos, nos preguntamos: ¿es este el presente que queremos para nuestro país?

Al final, aquellos que estén pensando en un levantamiento puño en alto de una Cuba poderosa y escandinava en América, con petróleo para regalar, deben primero concentrarse en las maquinaciones –de máquina, no tanto de malicias- funcionariales de la tecnocracia y el Estado cubanos, tanto en su versión de diplomacia ortodoxa realsocialista como la relacionada con el mantenimiento de la hegemonía –también realsocialista antediluviana- en la isla. De nuevo, verticalismo disfrazado de promesas voluptuosas y acérrimo control informativo no hablan de otra cosa que de reproducción de los privilegios y sentaderas de las estructuras estatales. El petróleo del Golfo, de la mano del cable de fibra óptica venezolano, no vendrá para ayudar al pueblo cubano, al contrario, será destinado a nuevos sueños desarrollistas y defensores de la sociedad socialista, esa que ya no existe si no en los “objetivos sociales” de los discursos estatales.

Por todo ello, me junto a Isbel Díaz en su sueño y exigencia de no querer petróleo para Cuba. Se puede hacer demasiado sin él, aunque parezca lo contrario.

Repsol: cultura económica a la cubana

Por Isbel Díaz Torres

Casi tres semanas después de conocido el resultado negativo de la exploración realizada por la petrolera española Repsol, cuando todos los medios internacionales ya habían exprimido la noticia, la prensa cubana se dignó a informar parcial y manipuladoramente al pueblo de la isla.

En mi criterio, el comunicado emitido por CubaPetróleo (Cupet) sobredimensionó las potencialidades de Cuba en cuanto a disponibilidad de ese yacimiento, al poner el énfasis en que la zona “abarca un area de 112.000 kilómetros cuadrados en el Golfo de México, una de las principales cuencas productoras de petróleo a nivel mundial, con alta potencialidad para el descubrimiento de nuevas reservas.”

En realidad Cuba no dispone de todo el Golfo de México para sus perforaciones, y carece de un cálculo de reservas en los sectores particulares que le corresponden. No obstante, las autoridades acá han divulgado la alucinante cifra de 20 mil millones de barriles de crudo disponibles.

Es curioso que ante “tanto petróleo cubano,” Repsol haya abandonado el empeño sin realizar siquiera los tres pozos que tenía previstos, tras haber gastado unos $150 millones de dólares en el primer pozo seco… ¿Cómo explica eso Cupet a la gente?

Bueno, en realidad Cupet no solo no lo explica, sino que ni siquiera se digna a hacer referencia a la salida definitiva de Repsol. Al parecer es un tipo especial de “cultura económica” la que quieren promover los medios, empresas y gobierno en esta isla.

Por otra parte, la información publicada en la web del diario Granma fue colocada para no ser leída por nadie. La muy importante nota no apareció en portada el 6 de junio. Era preciso ir a la sección de Nacionales, para encontrarla en cuarto lugar, con el poco revelador título de “Nota informativa,” y sin el correspondiente lid explicativo.

Por si tienen dudas, aquí les pongo la pagina de Nacionales del sitio web de Granma ese día, donde se ve la nota (que he circulado en rojo) precedida por la Mesa Redonda sobre la gira internacional de Putin, y una nota sobre Venus.

Lo mismo sucedió en la versión impresa: Nota informativa, en la segunda pagina. ¿En portada?: Venus, Putin, Olimpiadas y Medio Ambiente.

¿Querían que se supiera, o no?

En 2005 Fidel Castro expresó en una mesa redonda televisiva: “Hace falta una cultura económica en el pueblo, no hay cultura económica en nuestro país: la gente no sabe de dónde sale el dinero.”

Creo que hace rato se sabe por qué la gente no tiene cultura económica: la censura desde el Partido Comunista impide que la prensa aborde e investigue esos temas, y los lleve a la gente de modo inmediato, con toda la transparencia y conflictividad que ello implica.

Aunque actualmente Cuba produce cerca de la mitad de su petróleo y recibe la otra mitad de Venezuela, la realidad es que los yacimientos en tierra y en aguas someras parecen haber llegado al tope de producción.

Es por ello que el gobierno ha fijado su atención en su zona económica del Golfo de México, la cual ha dividido en 59 bloques, 22 de ellos en contrato de riesgo con las compañías Statoil-Repsol-OVL (Noruega, España e India), PDVSA (Venezuela), Petrovietnam, Petronas (Malasia), Sonangol (Angola), CNOOC (China) y Gazprom (Rusia), entre otras.

Es decir, casi el 63% del area no esta aún contratada, y parte de los bloques contratados fueron ahora abandonados por Repsol: un panorama nada alentador que el gobierno y los medios cubanos se empeñan en no enfrentar.

Les confieso que en lo personal quisiera que no apareciera ni una gota de petróleo en esas aguas, para seguridad de las especies que allí habitan, y también con la esperanza de que en algún momento los cubanos y cubanas nos dispongamos a implementar un modelo de desarrollo verdaderamente sostenible y ecológicamente responsable.

El verdadero desarrollo de fuentes de energía alternativas, fundamentalmente las renovables, sera vital para Cuba, a fin de ganar en soberanía energética y alejarnos de los tragicos sucesos de la Britsh Petroleum en 2010, que los periodistas cubanos parecen haber olvidado.

Por ahora, saludo la decisión de Argentina de expropiar el 51% de las acciones de la estatal YPF, todas ellas procedentes del 57,4% en manos de Repsol desde 1999, y busco (no en la prensa nacional, por supuesto) información sobre los sucesos económicos de mi verde isla.

Publicado en HAVANA TIMES

¿Sin azúcar no hay país?: soñando la república “post-azucarera”

Por Pedro Monreal González

La república “post- azucarera” es, desde la perspectiva de sus fundamentos económicos, una utopía insuficientemente imaginada y lamentablemente poco discutida. La respuesta que debería dársele a la crucial pregunta (¿de qué vivirá este país?) requiere mucha mayor atención que la recibida hasta el momento.

Probablemente algunas personas intentarían responderla diciendo –según la perspectiva que se adopte- que la Cuba “post- azucarera” vivirá del turismo, o de los llamados servicios profesionales, o de las exportaciones de petróleo, o de las remesas familiares, o de la industria farmacéutica, o de una combinación de algunas o de todas estas cosas, y quizás de algunas más. Si bien habría que estar de acuerdo en que el país ha estado subsistiendo, pero no más que eso, desde hace ya dos décadas en buena medida gracias a una transformación de su perfil de inserción internacional que ha girado en torno a algunas de esas actividades, ello no respondería la cuestión de fondo: ¿en qué actividades exportadoras debería especializarse Cuba como parte de una estrategia integral de desarrollo?

Debería de quedar claro que ni subsistir equivale a desarrollarse, ni la suma mecánica de componentes aislados desemboca en una estrategia coherente, ni las intervenciones de emergencia favorecidas por coyunturas diplomáticas excepcionales pueden reemplazar procesos de cambios estructurales más estables y consistentes, ni la especulación sobre hechos (petroleros) que no han ocurrido puede predominar sobre una valoración lúcida respecto al capital humano con el que Cuba cuenta para proponerse ascender hacia el desarrollo y que es un factor mucho más importante que el petróleo.

La pregunta no tiene mucho sentido hacerla desde la perspectiva de países con mercados internos grandes y con una disponibilidad amplia de recursos humanos, financieros y materiales. Son países que pueden “vivir” de muchas cosas por cuanto tienen economías en las que coexisten variadas ramas y sectores. En ellos, la especialización internacional es una opción y no una necesidad perentoria. Pero en otros casos, como el Caribe, las economías insulares siempre han “vivido” de unas pocas actividades concretas y fácilmente identificables. Es el caso del azúcar, durante más de 200 años, y en tiempos recientes del turismo y de las remesas familiares.

El dilema central al que se enfrenta toda pequeña economía insular en su intento de avanzar hacia el desarrollo es tener que adoptar un patrón de especialización productiva relativamente concentrado en un número limitado de actividades exportadoras que, a pesar de esa limitación, le permita asegurar una inserción internacional beneficiosa a los efectos de hacer sostenible la reproducción ampliada de la economía, que es la condición indispensable, aunque no suficiente, del desarrollo económico y social de toda nación.

En este tipo de pequeñas economías –y Cuba es precisamente eso, una pequeña economía insular subdesarrollada— la reducida dimensión del mercado interno, los requerimientos de economías de escala que caracterizan la tecnología contemporánea, y las limitaciones de fuerza de trabajo, recursos financieros y otros medios productivos, establecen que la especialización productiva relativamente estrecha no sea simplemente una opción, sino una necesidad. Y resulta así porque las pequeñas economías insulares no son capaces de establecer un “ciclo cerrado” para su funcionamiento, es decir, no pueden garantizar a nivel interno todo lo que se requiere para crecer económicamente. Lo que resulta racional en esas condiciones es concentrar el esfuerzo productivo en un número reducido de actividades exportadoras (a veces en una sola) que permita generar el nivel de ingreso externo adecuado para acceder a las importaciones que posibiliten “cerrar” el ciclo. Esto no niega la validez de hacer esfuerzos por sustituir importaciones, de lo que se trata es de poner en perspectiva el papel relativamente secundario que esos esfuerzos pueden desempeñar en el contexto de las pequeñas economías insulares donde lo prioritario es lograr construir un sector exportador relativamente poco diversificado pero exitoso.

En una primera aproximación, Cuba parecería ajustarse al esquema de re-especialización productiva de alcance sub-regional en la que el azúcar fue reemplazada en las islas del Caribe por el turismo internacional y las remesas familiares. Sin embargo, bien miradas las cosas, en realidad no queda claro que el caso de una Cuba “post azucarera” se ajuste exactamente a ese patrón de transformación sub-regional. Para empezar, la llamada “exportación de servicios profesionales” –con todo lo incierta que pueda ser su sostenibilidad— tiene hoy un gran peso económico que no se repite en ninguna otra economía caribeña, además de que por sus escalas relativamente mayores y dado el capital humano disponible Cuba, se encuentra en mejores condiciones que sus vecinos antillanos para adoptar –si así se lo propusiese– un perfil exportador relativamente más diversificado y tecnológicamente más avanzado, así como conducir paralelamente un proceso de sustitución de importaciones comparativamente más robusto que el que sería factible en otras islas, como los dos pilares básicos de una estrategia de desarrollo. Pero lo más importante y desconcertante es que mientras que la mayoría de las naciones del Caribe cuentan con estrategias de desarrollo explícitas, generalmente articuladas alrededor del turismo, no existe –por lo menos de manera pública— una estrategia oficial de desarrollo claramente articulada para Cuba. De ningún tipo.

Obviamente, poder contar con un documento oficial explicativo sobre la estrategia de desarrollo no puede ser considerado, en Cuba o en ninguna otra parte, como una garantía de que la estrategia se aplique y, mucho menos, de que tenga éxito. La realidad es mucho más compleja, pero de lo que quizás deba tomarse nota es que la ausencia de tal documento y, sobre todo, la falta de una explicación al respecto puede ser una importante fuente de desasosiego social. A fin de cuentas no se le está comunicando a los ciudadanos que existe un concepto gubernamental claro respecto a “de qué va a vivir el país” en el futuro.

Hace treinta años, la pregunta se respondía muy rápidamente invocando una sola palabra: industrialización. No se trata aquí de discutir en extenso si aquella respuesta fue categórica o no, pues obviamente no lo fue. La industrialización y el futuro “post- azucarero” cubano de la era soviética se evaporaron al unísono con el Consejo de Ayuda Mutua Económica (CAME), a finales de la década del ochenta e inicios de los noventa del pasado siglo. Aquel intento de re-configuración de la especialización internacional del país a partir de una industrialización selectiva y progresiva parecía apuntar en la dirección correcta en aquel contexto histórico concreto, pero para poder desarrollar un país se requiere mucho más que disponer de una racionalidad estratégica.

El marco de referencia económica y político internacional en el que tal racionalidad debía funcionar fracasó estrepitosamente y con ello arrastró todo lo que le era afín, incluida la re-especialización internacional de Cuba. Decir ahora, con la ventaja que otorga el tiempo transcurrido, de que aquella fue una apuesta estratégica equivocada puede resultar fácil, pero lejos de ser una opinión concluyente debería ser considerada más bien como estímulo para acometer un análisis riguroso que tome en cuenta la centralidad de los procesos políticos en las estrategias de desarrollo.

Volviendo a la actualidad nacional, alejarse del “abismo” significa para Cuba mucho más que disponer de variantes para subsistir y esto requiere, ante todo, de una estrategia de desarrollo. El plan para la llamada “actualización del modelo económico” incluye intervenciones dirigidas a resolver problemas importantes pero su alcance pudiera verse limitado precisamente debido a la ausencia de un marco de referencia mayor como el que debería proporcionarle una estrategia de desarrollo. Debido a tal carencia, la reestructuración del empleo, que es un importante componente de la “actualización del modelo”, pudiera convertirse en un serio obstáculo al propio proceso de desarrollo.

Los espacios económicos “no estatales” han sido concebidos hasta el momento –con la excepción de las llamadas empresas mixtas y quizás de un segmento de las cooperativas agrícolas- principalmente como esferas de sub-empleo en las que una buena parte de la fuerza laboral “sobrante” se coloca en actividades que demandan capacidades técnicas inferiores a la calificación real que con anterioridad ya poseía el trabajador. Esto se hace con el propósito de reubicar un considerable número de trabajadores que no tiene cabida en la acumulación económica estatal y que, por tanto, es expulsado de ella. Uno de los supuestos efectos positivos sería el eventual aumento de la productividad y el subsiguiente incremento de salarios para los trabajadores que lograsen ser retenidos en el sector estatal y que hoy tienen salarios incongruentes con el costo de la vida. En rigor, tal supuesto es inconsistente, pues la reducción de costos laborales no proporciona una base adecuada para el incremento sostenible de la productividad. Más problemático aún sería considerar que una eventual mejoría relativa de las condiciones de empleo en lo que quede de sector estatal debe ser alcanzada degradando las condiciones del empleo de la mayor parte de la fuerza laboral restante que se transferiría hacia al sub-empleo “no estatal”.

El hecho de que el proceso contemple una serie de medidas de protección social destinadas a amortiguar el impacto negativo de la reubicación laboral no modifica la esencia del fenómeno: se trata de un “ejército industrial de reserva”, que es un término de la Economía Política más preciso que el de “trabajadores interruptos” o el de “plantillas infladas”, causado por las propias contradicciones de la acumulación económica estatal y que se encuentra condenado al sub-empleo dado el enfoque que se utiliza actualmente.

Encauzar la creación de miles de empleos en pleno siglo XXI desde la perspectiva de un mecanismo de “descarga” de costos del sector estatal, encargándose de paso de asegurar que en la práctica lo que se está fomentando como alternativa es el sub-empleo crónico, no tiene sentido ni tan siquiera como política de sobrevivencia. Consistiría en permutar una forma de sub-empleo por otra peor: las “plantillas infladas” del sector estatal se transfiguran en actividades laborales que “desinflan” las capacidades del trabajador. El ahorro en costos laborales del sector estatal se lograría a costa de un monumental despilfarro del capital humano creado por el país, un proceso en el que se invirtieron cuantiosos recursos generados con el esfuerzo de los trabajadores. Desde la perspectiva de toda la sociedad, que por supuesto va mucho más allá de la contabilidad del Estado, ¿dónde estaría el ahorro?, ¿cuál es el sentido de desvalorizar la importante inversión realizada en capital humano en aras de componer las cuentas de las instituciones estatales?

El desaprovechamiento a gran escala de las capacidades laborales existentes y el daño que se le inflige con ello al potencial de innovación tecnológica y organizativa, van a terminar pasándole factura a los intentos de desarrollo del país más temprano que tarde.

Gracias a las distorsiones económicas imperantes hoy, un desempleado estatal con elevada calificación técnica puede mejorar sus ingresos individuales trabajando como “autónomo” en cualquiera de las actividades mercantiles simples que han sido autorizadas, por lo regular ejerciendo tareas fuera de su área de calificación laboral. Cualquier trabajo que se haga honestamente merece respeto, reconocimiento social y una retribución apropiada, y obviamente la posibilidad de mejorar los ingresos personales es conveniente desde el punto de vista individual, pero la verdad es que esto puede resultar desastroso para toda la sociedad cuando ese patrón de sub-empleo de sesgo mayormente “pre-industrial” se extiende súbitamente a miles de personas.

El desarrollo consiste, en buena medida, en poder colocar la mayor proporción posible de la fuerza de trabajo de un país en entornos laborales asociados a trayectorias ascendentes de aprendizaje tecnológico y organizativo. Son esas las trayectorias que agregan más valor y que más poderosamente contribuyen al desarrollo precisamente porque permiten una utilización más efectiva del bien económico más valioso y escaso: el capital humano y su intrínseco poder de innovación. Adoptar políticas de empleo que favorezcan trayectorias exactamente inversas conduce a cualquier parte menos al desarrollo. Esa es una de las más valiosas lecciones que ofrece el estudio de los procesos de desarrollo de los últimos cien años.

Resulta paradójico que Cuba se encuentre en mejores condiciones que las otras islas del Caribe para adoptar un perfil exportador relativamente más diversificado y tecnológicamente más avanzado y que no logre hacerlo de manera rápida y categórica. De los datos de comercio exterior y de la información relativa a la inversión pudiera inferirse que la apuesta de re-especialización internacional de Cuba se apoya en un grupo relativamente compacto de actividades exportadoras de variado tipo, algunas basadas en recursos naturales (turismo y minería) y otras en capital humano, entre las que se destacan las exportaciones de servicios profesionales, que concentran el 70% de los ingresos por exportación del país, así como la industria farmacéutica. La sostenibilidad del alto peso actual de las exportaciones de servicios profesionales (particularmente los servicios de salud) pudiera no ser tan sólida como luce en apariencia pues parece basarse en la oportunidad excepcional que fundamentalmente ofrece un solo “cliente”. Más que un “hecho de mercado” es el resultado de un “hecho diplomático” y ese puede ser un soporte muy vulnerable para plantearse la re-especialización económica del país, tal y como enseña la experiencia anterior con el CAME. En contraposición, la industria farmacéutica es probablemente el caso más exitoso e inspirador de lo que puede lograr Cuba en materia de innovación tecnológica como vector impulsor de una reinserción internacional basada en la innovación.

Es de conocimiento público que las políticas comerciales del país se proponen avanzar en la integración de esas dos actividades exportadoras (servicios profesionales de salud y productos farmacéuticos) y de otras más, pero dada la ausencia de una estrategia de desarrollo en Cuba resulta imposible conocer con precisión de qué manera se concibe la re-especialización exportadora del país como parte de un planteamiento estratégico integral del desarrollo. No basta con enunciar los sectores exportadores, sus eventuales dinámicas y posibles interconexiones sino que debe explicarse de manera concreta cómo, a través de eslabonamientos productivos (“hacia delante” y “hacia atrás”) con el resto de la estructura económica y con el sistema nacional de innovación, el sector exportador lograría impulsar una reproducción económica ampliada asentada en la innovación, ecológicamente sustentable, y que sea socialmente equitativa e incluyente.

El enfoque actual de re-especialización parecería favorecer esquemas exportadores de gran escala, todos de tipo estatal o de capital extranjero en asociación con el Estado. Sin embargo, para un país como Cuba en realidad pudieran estar disponibles otras opciones. En principio, el capital humano aprovechable daría como para pensar en la posibilidad de tener un perfil exportador más diversificado en cuanto al tipo de actividades y con un mayor número de empresas exportadoras, reduciendo la alta concentración relativa que hoy tienen las exportaciones en unas pocas actividades y empresas.

La fuerza laboral calificada del país es considerable pero importantes segmentos de ella están siendo desaprovechados, incluyendo el capital humano radicado hoy en otros países, los desempleados estatales desplazados al sub-empleo no estatal, e inclusive trabajadores empleados en el sector estatal que pudieran ser más efectivos fuera de los esquemas estatales. Más allá de objeciones ancladas en pautas ideológicas muy rígidas o en aprensiones políticas no suficientemente explicadas, no hay otra racionalidad que justifique por qué no se han creado amplias oportunidades “no estatales” a la fuerza laboral calificada del país para que contribuya a diversificar y dinamizar el sector exportador nacional, sobre todo teniendo en cuenta que ese sector no está solamente formado por las entidades que exportan directamente sino que en realidad está constituido por los llamados “clusters” (aglomeraciones) exportadores en los que desempeñan un papel decisivo las entidades que no exportan directamente pero que son cruciales en la cadena productiva y de servicios que aseguran las exportaciones. El papel de los “emprendedores” que impulsan la innovación es decisivo en la operación de los “clusters” exportadores, y esta no es una simple declaración sino que es una aseveración avalada por numerosos estudios sobre los procesos exportadores contemporáneos.

Si ya se ha aceptado como un hecho que las contradicciones de la acumulación económica estatal no permiten la utilización de una parte considerable de la fuerza laboral calificada, ¿por qué no se ha asumido todavía que es un deber elemental del Estado asegurar las condiciones que establezcan un vibrante sector no-estatal que permita aprovechar al máximo las capacidades e iniciativa del capital humano del que dispone el país para intentar acceder al desarrollo? Si el Estado propiciase la transformación en “emprendedores- innovadores” de una parte de esa fuerza laboral para que operase en el sector no-estatal, le estaría prestando un valioso servicio a la nación. El análisis de la evidencia de lo que ocurre en el resto del mundo es concluyente respecto al papel crucial que los “emprendedores- innovadores” desempeñan en el desarrollo. Negarlo o ignorarlo es contraproducente.

Concluyo con una breve nota sobre política y estrategias de desarrollo. Todo lo anteriormente expresado no se entendería adecuadamente si no se tiene bien claro cuál es el orden de preponderancia entre lo político y la racionalidad científico- técnica a la hora de diseñar e implementar estrategias de desarrollo.

La “cosa política”, con todo lo imprevisible y compleja que es, o precisamente por ello, se constituye en el factor central de las estrategias de desarrollo. Ni estas, ni las reformas económicas, ni las actualizaciones de los modelos económicos son eventos técnicos ni pueden ser exactamente explicados y, mucho menos, pronosticados por ciencia social alguna, incluida la Economía. Por el contrario, todos ellos son eventos políticos casi en estado puro. Es el éxito que se tenga en el “arte” de lidiar con las realidades políticas –y no ninguna racionalidad establecida a priori– lo que define la suerte de esos eventos.

Para poder discutir en serio sobre las perspectivas de desarrollo económico y social de Cuba, que es lo que verdaderamente debe interesar como objetivo primordial, sería conveniente asumir las cosas tal y como son: detrás de la invocación al bienestar general de la nación que se observa en el planteamiento formal de cualquier estrategia de desarrollo –en cualquier país y en cualquier época- lo que siempre existe es una visión, más o menos coherente, que refleja básicamente el consenso del “grupo” social que puede “hacer política” de manera efectiva en un momento dado, es decir, ese grupo logra materializar, en la realidad, sus intereses concretos e imponer su noción sobre cómo alcanzarlos. En ocasiones eso no está exactamente relacionado con el desarrollo y, de hecho, muchas veces no lo favorece. El hecho de que ese “grupo” social sea una comunidad relativamente compacta o que por el contrario esté formado por diferentes conjuntos discordantes que puedan llegar a forjar acuerdos no es un dato menor de la política de los procesos de desarrollo. Pero, como se sabe, lo anterior obedece a correlaciones de fuerza. Por otro lado, la lucha política siempre será contradictoria por su propia naturaleza pero no tiene que ser necesariamente antagónica.

La relativa desestatización del empleo está creando en Cuba un cuadro de actores económicos (actuales y en potencia) con intereses no solamente distintos sino también contradictorios, en relación con el sector estatal y también entre los propios nuevos actores. La eventualidad de que esos disímiles intereses tratasen de encauzarse a través de la política sería simplemente el corolario de una transformación económica que en realidad trasciende a esos nuevos actores. Asumir el fenómeno como algo “negativo”, “preocupante” o “peligroso” pudiera tener el efecto de retrasarlo temporalmente, pero a la larga no puede detenerlo. Lo que corresponde es asumirlo con perspectiva de futuro y tratando de aprovechar el efecto positivo que tienen las contradicciones en el desarrollo.

Cuba está dejando de ser muy rápidamente un país con predominio de trabajadores asalariados estatales para convertirse en algo distinto, todavía en proceso de formación, pero lo que no debería ocurrir es que se transformase en un país bifurcado en el que coexista, de una parte, el asalariado estatal operando en un entorno tecnológico relativamente avanzado, y de la otra un conglomerado de productores simples, pequeños propietarios y asalariados del capital, la mayoría de ellos entrampados en una economía de subsistencia de tipo “pre-industrial”.

Aun asumiendo que el sector estatal operase un salto de eficiencia, algo que estaría por ver si es factible, es totalmente desacertado fragmentar aún más un entramado económico que ya ha sido polarizado casi al extremo y del cual no queda claro cómo se va a salir (peso convertible vs. peso cubano, mercados estatales vs. mercados privados, venta racionada vs. venta liberada, empresa estatal vs. corporaciones). Sencillamente el país no podría avanzar hacia el desarrollo con un lastre semejante.

No hay necesidad de acudir a teoría política alguna para entender lo que es de sentido común: una estrategia de desarrollo nacional será socialmente más incluyente y más efectiva en la medida en que sea más diversa y contradictoria la representación de los grupos sociales que participen activamente en la elaboración de la estrategia, algo que va mucho más allá de la posibilidad de ser simplemente consultados. Por ejemplo, ¿por qué no considerar como algo normal la posibilidad de incorporar los emprendedores “no estatales” como parte fundamental de las deliberaciones institucionales sobre la diversificación de las exportaciones?

Entender que la defensa de intereses “no estatales” puede favorecer el desarrollo nacional –no solo la subsistencia- debería ser parte del proceso de articulación de una estrategia de desarrollo apropiada para los tiempos que corren y para los que se avecinan. En ese sentido, el reajuste de los espacios de participación y de discusión política del país resultaría crucial para el desarrollo de la nación. Esa debería ser también una de las dimensiones de la actualización del modelo, que en realidad es uno solo, pues en la práctica no existe separación entre lo económico y lo político. El “modelo económico” es una representación analítica e instrumental de la realidad, pero no es la realidad misma.

Estos comentarios se han hecho fundamentalmente desde la perspectiva de la Economía Política y por esa razón se han utilizado conceptos que representan abstracciones que no logran reflejar totalmente la compleja transformación social relativa a la actualización del modelo y el proceso de desarrollo. Sin embargo, existe una dimensión ética que debe ser tenida muy en cuenta en las políticas y estrategias de cambio pues en el fondo se trata de reajustes que involucran los derechos y las legítimas aspiraciones de los seres humanos de tener una vida mejor para ellos y sus familias mediante un trabajo en el que puedan sentirse realizados en Cuba y en este tiempo. Es decir, que además de existir racionalidad económica y argumentos de utilidad política, también concurre un imperativo ético que avala la necesidad de avanzar hacia una renovación de los mecanismos de participación para facilitar el desarrollo nacional.

Las estrategias de desarrollo y su implementación no son, en la práctica, el resultado de un impulso virtuoso o ilustrado –por mucho que los expertos y los propios políticos se empeñen en vender esa idea- sino la consecuencia de procesos sociales contradictorios que se deciden en el terreno de la política y ello puede ocurrir de distintas maneras. Lo preferible sería que en el proceso de elaboración de la estrategia de desarrollo pudiese participar de manera sustantiva y en pie de igualdad toda la diversidad de actores económicos y sociales que hoy existe en el país. Entre todos pudieran contribuir a responder mejor la pregunta: ¿de qué vivirá este país? Ninguna opinión debería ser, a priori, considerada superior a otra.

ESPACIO LAICAL. Suplemento Digital (Junio, 2012. No. 191)

Texto del reconocido economista cubano Pedro Monreal González, el cual constituyó su ponencia en el XXX Congreso de la Asociación de Estudios Latinoamericanos (LASA), celebrado recientemente en la ciudad norteamericana de San Francisco. El mismo fue revisado por el autor para ser publicado por Espacio Laical en la Isla.

Acerca del periodismo en Cuba hoy

Por Vicente Morín Aguado

Recientemente Havana Times publicó un comentario de mi autoría, relacionado con el frustrado reportaje que pretendió realizar la periodista- ya me dijeron el nombre- Talía González, en torno a los precios en las tiendas recaudadoras de divisas.

Agradezco las opiniones, desde cualquier ángulo, siempre que vengan con argumentos, tal y cómo sucedió con una recientemente leída, donde se pide a la prensa nacional, prensa supeditada a las orientaciones del Partido Comunista de Cuba, atacar a fondo, alcanzando las altas esferas, responsables de dictar políticas de precios e importar los productos comercializados a la población.

Me solidarizo con la justeza de esta aspiración, pero debemos ubicarla en tiempo y lugar. La reportera fue a cumplir su tarea, hurgando en un asunto de sensibilidad directa para los cubanos. Llegó lejos en sus palabras, pues las prohibiciones aludidas incumben a los burócratas estatales del más elevado nivel.

Viví experiencias similares y puedo testimoniar que, cuando el reto amenazó escalones arriba, de súbito aparecieron justificaciones destinadas a parar en seco o diluir la investigación iniciada por los periodistas.

Tal parece que Talía cuanta con una “especial protección”, porque de no ser así, cómo fue autorizada la publicación de su reportaje, cuya continuidad, tras el reclamo formulado por ella, es un asunto irrenunciable.

Alguien bien informado, por ser parte de las llamadas cadenas de Tiendas Recaudadoras de Divisas, TRD, me comentó que, de estar formando parte del grupo empresarial de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, FAR, sus establecimientos son técnicamente unidades militares, supeditadas a las regulaciones propias de tal condición.

Estamos ante un absurdo propio de tiempos supuestamente idos o que es imprescindible, acaben por irse.

Resulta que un reportero cubano, miembro del sistema estatal de los medios de difusión, alguien evaluado previamente como confiable por el sistema, necesita un permiso especial para entrar a una tienda con el objetivo de hacer su trabajo.

No puede aducirse el secreto militar como excusa, pues se trata de establecimientos abiertos a la población. Ahora sí, de obtener el permiso, será en términos militares, guerra avisada que no mata soldados.

Mientras la alta burocracia se pronuncia, recuerdo que el reclamo por eliminar el “secretismo” relacionado con nuestra prensa y su derecho a la transparencia, fue debatido en el recién finalizado VI Congreso del Partido.

Comparto el sabio refrán de que, nunca segundas partes fueron buenas. No hay vuelta atrás más allá de la retórica. Refresco la memoria de los extremistas: “O rectificamos o ya se acabó el tiempo de seguir bordeando el precipicio, nos hundimos y hundiremos, como dijimos con anterioridad, el esfuerzo de generaciones enteras…” -Raúl Castro Ruz, Palacio de las Convenciones, 18 de diciembre de 2011.

Luego de su elección como Jefe de Estado, el ex ministro de las FAR declaró su convicción de ser electo para defender el socialismo en Cuba. Comprendo sus palabras, aunque igualmente agrego que, si se trata de un modelo específico de Socialismo: soviético, chino, vietnamita, cubano o chavista, me abstengo en la votación y entiendo a sus detractores.

En tanto, si la propuesta es defender lo mucho de bueno logrado por la Revolución de Fidel Castro, me planto.

El tema de la prensa se ha convertido en asignatura pendiente para los líderes de los partidos comunistas en el poder, independientemente del país, la época histórica o las idiosincrasias. Gorvachov intentó la Glásnost y sus resultados asustaron a los pocos de ellos, sobrevivientes al desastre.

Volviendo a Talía, les aseguro que partiendo de un simple hecho cotidiano, podemos llegar a exigirle cuentas, finalmente, a un ministro irresponsable o cualquier otro alto dirigente de la nación, derecho plasmado en nuestra constitución, votada en referendo por la inmensa mayoría de los cubanos.

Igualmente,

en torno a la vox pópuli acerca de su “protección”, pudiera ser la sal del cuanto, pero lo esencial es que intenta abrir una grieta, sentando un precedente favorable a los demás, protegidos o no. Es tiempo de avanzar tomándole las palabras a quiénes las dicen, avalados por sus altas responsabilidades. Es hora de exorcizar fantasmas.

Tengo la esperanza de que nuestra prensa continúe siendo noticia por ella misma, de lo contrario, un atrincheramiento en el pasado sería un éxito temporal y a la vez un fracaso a largo plazo.

Podemos y debemos pedirle al periodismo nacional mucho más de lo poco que hoy nos da, ahora bien, como decimos en mi país, sin perder la ternura.

Publicado en Havana Times

El estereotipo

Por Elaine Díaz

Cree el cubano vanidoso que emigra a una aldea capitalista que el mundo entero se compone de malls y restaurantes de lujo. Cree, además, que cada uno de los que sale de la isla irá corriendo detrás de las veintitantas marcas de queso azul y de la ansiada carne de res. Impactado por el tamaño de tiendas a las que apenas pueden acceder unos cuantos, cree además que una vez que se ha visto “el mundo” se tiene el derecho de realizar una alfabetización capitalista para el resto desde el más absoluto desprecio por la experiencia individual.

Ignora el cubano vanidoso que ser comunista puede constituir una elección personal y legítima sin imposiciones ni conveniencias. Anémico de argumentos, intenta explicarse la adhesión al proceso revolucionario cubano a partir de “oportunismos” y “prebendas” porque no consigue respetar, no ya comulgar, con la defensa de un sistema político otro, aunque se encuentren (qué paradoja) en la tierra de las libertades, de la inclusión, de la democracia.

Y es que la tolerancia fuera de las costas cubanas es apenas una puesta en escena. La versión nacional del parlamento cubano, tan unánime en todo, tan de acuerdo con cada ley, es calcada y copiada por un sector de la ciudadanía extranjera que apenas practica el respeto a la libertad de expresión cuando se trata de repetir acríticamente el discurso contra “el régimen de Castro”.

Entonces pululan los mensajes directos en Twitter, asumiendo que se mantiene una actitud política por “obligación” o “miedo”, porque resulta más sencillo recrear historias de censura que aceptar el derecho del otro a practicar su ideología política en un espacio de sana coexistencia pacífica.

Poco importa que estés dispuesto a responder preguntas incómodas y a replantearte abierta y críticamente, en “la tierra de las libertades”, las abrumadoras contradicciones de nuestro país. Si no repites punto a punto el guión contra el gobierno cubano, quedas fuera del juego.

A veces me cuestiono si el ansia por ser tan diferentes no los habrá convertido en el reverso de la misma moneda.

Publicado en La Polémica Digital