Por Rogelio M. Díaz Moreno
Ya va diluyéndose en el olvido temporal una polémica que, por momentos, pareció ardiente. Me refiero a las opiniones apasionadas que se vertieron a raíz de una Mesa Redonda, hará una o dos semanas, en la que se criticó duramente ciertas manifestaciones que pretenden pasar por arte musical, y que resultan en un compendio de todo lo zafio, chabacano y denigrante para mujeres y hombres que se puede encontrar.
Comparto muchas de las opiniones que se han vertido con aires de disgusto sobre este tema, aunque no aquellas que llaman a la simple y llana censura; si no tuviera otras razones, bastaría con aquella que señala que el fruto prohibido es el más apetecido, así esté podrido. No servirá de mucho sacar de concurso un video que escaló posiciones siguiendo las reglas establecidas; esto no hará más que multiplicar su divulgación en mil medios alternativos.
Ahora, no es mi intención incrementar la diatriba contra el objeto de nuestras iras. Vamos a suponer que ya todos estamos más o menos enterados de por qué ciertas canciones de reguetón o de salsa o de otras modalidades, dan muy mala imagen de sus géneros específicos. Lo que quiero ahora es llamar a la coherencia luego de esta toma de conciencia. Sí, porque la utilidad de algunas reuniones y momentos de descarga contra la cosificación de las personas es limitada, y si se quiere de veras transformar una situación, diría Marx, hay que arremangarse y coger al toro por los cuernos. Continue reading