Berrearse constructivamente

Por Rogelio M. Díaz Moreno

Ya va diluyéndose en el olvido temporal una polémica que, por momentos, pareció ardiente. Me refiero a las opiniones apasionadas que se vertieron a raíz de una Mesa Redonda, hará una o dos semanas, en la que se criticó duramente ciertas manifestaciones que pretenden pasar por arte musical, y que resultan en un compendio de todo lo zafio, chabacano y denigrante para mujeres y hombres que se puede encontrar.

Comparto muchas de las opiniones que se han vertido con aires de disgusto sobre este tema, aunque no aquellas que llaman a la simple y llana censura; si no tuviera otras razones, bastaría con aquella que señala que el fruto prohibido es el más apetecido, así esté podrido. No servirá de mucho sacar de concurso un video que escaló posiciones siguiendo las reglas establecidas; esto no hará más que multiplicar su divulgación en mil medios alternativos.

Ahora, no es mi intención incrementar la diatriba contra el objeto de nuestras iras. Vamos a suponer que ya todos estamos más o menos enterados de por qué ciertas canciones de reguetón o de salsa o de otras modalidades, dan muy mala imagen de sus géneros específicos. Lo que quiero ahora es llamar a la coherencia luego de esta toma de conciencia. Sí, porque la utilidad de algunas reuniones y momentos de descarga contra la cosificación de las personas es limitada, y si se quiere de veras transformar una situación, diría Marx, hay que arremangarse y coger al toro por los cuernos. Continue reading

La PlomoCultura del autoritarismo cubano

Por Marfrey Cruz

…y si a alguien le preocupa tanto que no exista la menor autoridad estatal, entonces que no se preocupe, que tenga paciencia, que llegará el día en que el Estado tampoco exista.
Palabras a los Intelectuales, Fidel Castro, junio de 1961.

Foto: Isbel Díaz Torres

“Echar plomo” en el argot juvenil significa flirtear, ligar, conseguir sexo. Esta frase tan repetida en discotecas, plazas y playas demuestra cómo el ordenamiento militar de la sociedad durante 50 años ha destruido no solo la naturaleza y las fuerzas vivas que necesitamos para nuestro desarrollo sino que ha arruinado el lenguaje y los cuerpos de los jóvenes cubanos. Cuando el “Poder” entra en nuestras camas, es porque de alguna forma, nos hemos enamorado de las cadenas y mordazas de nuestra servidumbre.

El mito guerrero-heroico y el poder simbólico-represivo que ejerce el ente metafísico partidogobiernoestadonaciónrevoluciónpatria en nombre del pueblo, se usan para atemorizar e impedir que la gente se organice y actúe autónomamente para cambiar su realidad y así mantener los privilegios, el abuso y la violencia que lo perpetúa en el poder.

La cultura es la primera víctima y luego una eficiente aliada del autoritarismo cuando se masifica e histeriza. Es curioso que la palabra “autor” sea la matriz lingüística de tanta miseria y muerte (uno de los tantos riesgos de vivir en español). La militarización de la sociedad necesita la sublimación de la violencia como necesaria y característica de la naturaleza humana como lo son la sexualidad y la espiritualidad. Para ello, el Estado convierte al lenguaje en cómplice, ceba y agita los rencores hasta que, muertos, nos re-matamos unos a los otros y luego rectificamos errores. El reclutamiento, entrenamiento, la propaganda y las doctrinas repetidas como eco de nuestra evolución como especie, nos convierte en ciego rebaño que se idiotiza y hasta vuelve “inteligente” el cansancio que elegimos, democráticamente. El “Poder” es disciplinar; corrige, ejemplariza y mata sólo si es necesario. ¡Ah! y si nosotros autorizamos, claro.

A continuación, les comparto algunos casos y frases típicas de nuestra cotidianidad que refuerzan el autoritarismo y el consecuente militarismo de la PlomoCultura: Continue reading