En torno a los Instrumentos del poderío nacional de los EE.UU.

Por Alejandro L. Perdomo Aguilera

Los instrumentos fundamentales del poderío nacional y de la política exterior y de seguridad de los EE.UU. se articulan en lo fundamental, por los instrumentos militares, políticos, económicos, diplomáticos, ideológicos, culturales e informacionales.

Estos se desarrollan a partir de las prioridades que establece el Estado-Nación para lograr sus objetivos estratégicos a nivel internacional. Mediante su combinación efectiva se logra ejercer influencia no sólo con el uso de la fuerza (militar) o la amenaza de la misma, sino también a través del empleo a fondo de los instrumentos diplomáticos, políticos e informacionales. En este sentido se conforma la política exterior y de seguridad de los EE.UU. para lograr sus objetivos estratégicos.

El uso o combinación de estos instrumentos suele estar condicionado por la coyuntura política, económica o militar que afronte el país, así como por los instrumentos que hayan delineado como preponderantes cada Administración. No obstante, siempre existe una continuidad entre un gobierno y otro, independientemente de que el partido que este al frente sea demócrata o republicano. A fin de cuentas la clase dominante, la elite de poder[1] es la que impone sus intereses prioritarios y en función de ello es que se articulan los instrumentos del poderío nacional.

Por otra parte, cada administración debe trabajar en base al legado dejado por su antecesor, de modo que al término del gobierno de W. Bush, Obama debió esforzarse por emplear instrumentos políticos, diplomáticos e informacionales que mejoraran la credibilidad y la imagen exterior de ese país, sin prescindir por ello de la fuerza militar. Los instrumentos del poderío nacional se combinan y complementan como un complejo de herramientas a utilizar en cada momento, atendiendo a las circunstancias específicas que se afrontan. Continue reading

Por encima del poder político

Por Yenisel Rodríguez Pérez

Ya es un hecho comprobado que todo poder tiene la propiedad de crecer como una bola de nieve. Pero también desde mucho existen vías para restringirlo. Para el discurso liberal la solución está en la división del poder en legislativo, ejecutivo, y judicial.

Muchas de las normas y tradiciones políticas ofíciales en Cuba se instituyeron en el segundo lustro del pasado siglo, con la naciente revolución de 1959.

Los grandes peligros que amenazaron al proceso impusieron medidas extraordinarias, pero que se anunciaban como provisionales.

Cuando la arena política transitó hacia otras formas menos radicales de defensa revolucionaria, eliminando lo poco que quedaba de la activa oposición interna, la dirección del Partido Comunista de Cuba y del Estado se fusionó en muchos aspectos y de forma ilimitada.

La autoridad se concentró y las desviaciones de las reglas democráticas y las normas constitucionales se justificaban con las frases “nosotros tenemos la verdad,” “todo lo tenemos controlado.”

Todo esto era dirigido por los máximos órganos dirigentes, los cuales no eran a su vez, regulados por ningún mecanismo de control orientado contra la concentración del poder político. Lo importante era que existía un poder revolucionario y popular.

¿Pero cómo sucedió que en tiempos de paz la dictadura del proletario, destinada antes que nada a liquidar la resistencia de la burguesía, se convirtiera en la dictadura del escalón superior del poder?

¿Cómo concretamente ser “maestro” y “dirigente”?

¿Significa eso que los dirigentes del partido deben convertirse en órgano especial de poder, que estarán por encima de todas las instituciones estatales?

¿Debe la dirección del partido convertirse en órgano especial del poder, que estará por encima de los restantes órganos?

¿Si el Comité Central es un órgano especial de poder, cómo controlarlo?

¿Se pueden protestar sus resoluciones por inconstitucionales?

¿Quién responde en caso de fracasar una medida decretada? Continue reading

La PlomoCultura del autoritarismo cubano

Por Marfrey Cruz

…y si a alguien le preocupa tanto que no exista la menor autoridad estatal, entonces que no se preocupe, que tenga paciencia, que llegará el día en que el Estado tampoco exista.
Palabras a los Intelectuales, Fidel Castro, junio de 1961.

Foto: Isbel Díaz Torres

“Echar plomo” en el argot juvenil significa flirtear, ligar, conseguir sexo. Esta frase tan repetida en discotecas, plazas y playas demuestra cómo el ordenamiento militar de la sociedad durante 50 años ha destruido no solo la naturaleza y las fuerzas vivas que necesitamos para nuestro desarrollo sino que ha arruinado el lenguaje y los cuerpos de los jóvenes cubanos. Cuando el “Poder” entra en nuestras camas, es porque de alguna forma, nos hemos enamorado de las cadenas y mordazas de nuestra servidumbre.

El mito guerrero-heroico y el poder simbólico-represivo que ejerce el ente metafísico partidogobiernoestadonaciónrevoluciónpatria en nombre del pueblo, se usan para atemorizar e impedir que la gente se organice y actúe autónomamente para cambiar su realidad y así mantener los privilegios, el abuso y la violencia que lo perpetúa en el poder.

La cultura es la primera víctima y luego una eficiente aliada del autoritarismo cuando se masifica e histeriza. Es curioso que la palabra “autor” sea la matriz lingüística de tanta miseria y muerte (uno de los tantos riesgos de vivir en español). La militarización de la sociedad necesita la sublimación de la violencia como necesaria y característica de la naturaleza humana como lo son la sexualidad y la espiritualidad. Para ello, el Estado convierte al lenguaje en cómplice, ceba y agita los rencores hasta que, muertos, nos re-matamos unos a los otros y luego rectificamos errores. El reclutamiento, entrenamiento, la propaganda y las doctrinas repetidas como eco de nuestra evolución como especie, nos convierte en ciego rebaño que se idiotiza y hasta vuelve “inteligente” el cansancio que elegimos, democráticamente. El “Poder” es disciplinar; corrige, ejemplariza y mata sólo si es necesario. ¡Ah! y si nosotros autorizamos, claro.

A continuación, les comparto algunos casos y frases típicas de nuestra cotidianidad que refuerzan el autoritarismo y el consecuente militarismo de la PlomoCultura: Continue reading