Agnes Heller, una pensadora radical
Por Armando Chaguaceda
En la primavera de 2004, mientras ocupaba de mi cátedra de Historia del Pensamiento Político en la Universidad de la Habana, sugerí a varios colegas realizar una sesión de discusión y homenaje sobre el legado del filósofo político y jurista Norberto Bobbio, fallecido en enero de aquel año. Bobbio pertenecía, junto a Rosa Luxemburgo, Cornelius Castoriadis, Hanna Arendt y Agnes Heller, a un legado crítico y plural de izquierdas -socialistas o socialliberales-, enemigo de las dominaciones de todo cuño, que nutrió nuestra búsqueda autodidacta de caminos renovadores para el marxismo y el socialismo. Aquella iniciativa tuvo una ambigua acogida, pues mientras algún colega alegaba el carácter manualesco de la prosa del pensador italiano otros, que apenas conocían sus escritos, ofrecieron una recepción más bien formal a mi propuesta. Recuerdo que fue entonces el amigo Dmitri Prieto quien, pese a provenir de una tradición intelectual y militante diferente, dió una muestra de ilustración y civismo al apoyar con calor la iniciativa y expresar respeto por la obra y vida de Bobbio.
Traigo a colación esta anécdota pues pone en discusión la imbricación perversa de ignorancia y sectarismo que atraviesa ciertas zonas del campo intelectual. La misma que favorece la incomunicación e insolidaridad gremial frente a los acosos políticos y condena al ostracismo a las voces críticas que no se ubican en los extremos del espectro político, alejadas de las hegemonías de ocasión. Situación que bien vale la pena recordar ante acontecimientos recientes que a continuación refiero.
Resulta que el Gobierno derechista de Viktor Orban, con el concurso de la prensa privada conservadora y los medios públicos de Hungría, han lanzado una campaña satanizadora contra cinco intelectuales de izquierda. Los acusan de ser una «pequeña banda de profesionales» que siembra el «odio tribal» en Hungría, en procura de «hundir a la derecha democrática» y «ensuciar» la imagen del país. Entre los señalados destaca la académica Agnes Heller, crítica de izquierda del estalinismo y profesora emérita de la Universidad New School de Nueva York y de la Universidad de Budapest.
Heller fue separada de su cátedra y orillada a emigrar en la década del 70, por el régimen socialista de estado de la Hungría popular. Hoy el nuevo oficialismo conservador, que controla dos tercios del parlamento y adelanta leyes para controlar y censurar los medios, repite el esquema estalinista y acusa a los intelectuales de una supuesta comisión de irregularidades en el uso de fondos concedidos por la Unión Europea para proyectos de investigación. Héller ha denunciado la arremetida (en entrevista disponible en YouTube) [youtube http://youtube.com/w/?v=c1tydB1czbA] y en particular cuestionado el acoso del periódico Magyar Nemzet, caballo de batalla de la maniobra derechista.
En el exterior las reacciones no se han hecho esperar. Dentro del Consejo de la Unión Europea (tan presto a denunciar otras violaciones en países fuera de la órbita occidental) ha habido división y tibieza en la forma de enfrentar esta cacería de brujas. El filosofo Jurgen Habermas, continuador del legado de la Escuela de Frankfurt, ha denunciado la campaña en la prensa germana, convocando el apoyo de varios colegas. Y la crisis amenaza con continuar.
Alguien podría preguntar qué importancia e interés tiene este affaire para el público e intelectualidad cubanos. Al menos para algunos, la respuesta es clara y evidente.(1) Cuando, después de duras pruebas y decepciones, hemos aprendido que la democracia y el socialismo no pueden ser sino hermanos siameses, que el antisemitismo y antintelectualismo parecen ser enfermedades genéticas de los políticos de toda estirpe ideológica y que los totalitarismos tienen múltiples rostros, vale la pena no silenciar nuestros labios. Porque los acosos de la intolerancia al pensamiento crítico merecen ser contestados, aunque se produzcan en Budapest o Manama, en Jerusalén o Beijing, en la Habana o Miami.