Por Armando Chaguaceda
A Gore Vidal, in memoriam
No acostumbro a responder a los comentarios que algunos lectores comparten, en el espacio dedicado a tal efecto, a continuación de mis artículos en Havana Times.
Pero en mi pasado post alguien dedicó duros calificativos a mis ideas sobre la sociedad estadounidense, señalándome en sus juicios como un ser desinformado, confundido, presa de mi ausencia de libertad y mis opiniones socialistas.
Este hecho fue seguido, en la misma semana, por un mensaje anónimo -que estoy seguro no pertenece al comentarista, dada la transparencia con que este hizo gala de su derecho a expresarse en HT-; un mensaje con contenidos amenazantes, fascistas y xenófobos dirigido a una de mis cuentas de correo personal.
Ante tales hechos creo prudente y legitimo compartir esta reflexión y respuesta.
Comenzaré recordando algo que he dicho anteriormente: que mi postura frente a EEUU sigue siendo afín a aquella que defendió José Martí, demócrata y patriota cubano, en las dos últimas décadas del siglo XIX.
La admiración por el progreso técnico, la defensa de derechos y garantías civiles y el fomento y disfrute de las artes que llevaron a Martí a mostrar público respeto a W. Whitman, R. W. Emerson y H D Thoureau.
De ese mismo modo quien escribe estas líneas “se confiesa” seguidor de Woody Allen y Ray Bradbury, Charles W. Mill y Howard Zinn, Luther King y Cindy Shehan. Y prefiere la América multicultural y pluriétnica antes que la exclusividad de la nación blanca, anglosajona y protestante, escondida tras el código WASP
Y defiendo la vibrante República que conforma y sustenta el carácter del pueblo estadounidense mientras rechazo el Imperio que proyecta el unilateralismo imperialista allende los mares, expansionismo que tributa al antiamericanismo de humillados y agredidos por las estrategias fraguadas en las riberas del Potomac.
Ni el Ku Klux Klan, ni las milicias supremacistas ni quienes defienden las políticas excluyentes y represivas que convierten las cárceles de EEUU en el mayor getto de mano de obra cautiva del planeta son ni serán objeto de mi consideración.
Por demás, cuando se me “acusa” de mis devaneos socialistas, siempre explico que ser de izquierda no es algo que me ofenda, por cuanto todo lo que he hecho en mi vida intelectual y política se relaciona con agendas y movimientos que se identifican con tal perspectiva ideológica, en sus plurales expresiones.
Promover un mayor control y participación ciudadanos en la economía y la política, apoyar las luchas de movimientos de mujeres, por la diversidad sexual y el ambientalismo, cuestionar las dominaciones de todo signo (mercadocéntrico o estatista, neoliberal o totalitario) que convierten a las personas en apéndices de sistemas autorreferentes y dehumanizantes son cosas de las cuales no puedo menos que enorgullecerme.
Por eso me considero libre, a pesar de mis humanos errores, dudas y temores: por defender las causas del progreso, la justicia y la libertad humanas en cada lugar que he transitado y a partir de los hechos que han ido poblando mi vida.
También me reconforta tener, entre mis buenos y fieles amigos, a activistas y académicos que acompañan o participan en luchas tan disimiles como los Indignados estadounidenses y europeos, los movimientos sociales sudamericanos y centroamericanos y los valientes demócratas de numerosos países de este desigual mundo.
Pues como sabemos verbigracia la tozuda Historia, no hay dominaciones preferibles a otras -aunque las posibilidades de enfrentarlas por métodos legales y pacíficos difieran cualitativamente en los regímenes dictatoriales y democráticos- ya que todas atentan contra la dignidad e integridad humanas en sus expresiones más esenciales.
Así que, amigo comentarista, espero haberle aclarado mejor mis posiciones, de lo cual podrá inferir que no hay en ellas un ápice de antiamericanismo, salvo que desde su óptica personal nación, pueblo y gobierno se fusionen del mismo modo en que ello sucede en la lógica y propaganda totalitarias.
Encontrará, eso sí, mucho respeto a la democracia y los derechos conquistados por la lucha de tanta gente, respeto equivalente en su intensidad al rechazo que profeso a la filosofía del racismo y el despojo auspiciada por representantes de la élite del poder estadounidense.
Ante situaciones como esta siempre me gusta recordar la congruencia de Nelson Mandela, quien luchó contra el Apartheid y denunció el apoyo de los gobiernos occidentales sin rechazar las instituciones y virtudes de la democracia representativa.
Por último, para aquellos que buscan intimidar escondidos en el anonimato de una diatriba amenazante, aconsejo que no pierdan más su tiempo ni dilapiden sus escasas neuronas.
Les reservo el más sereno desprecio y la más firme determinación de persistir en el curso de mis ideas y acciones, las únicas cosas realmente importantes que ameritan hoy la entrega de mis mejores energías.
Publicado en Havana Times