Por Amrit
Gracias al eficaz auge de la piratería, no tuve que hacer cola para ver “Habanastation” ni soportar el calor de una sala sin aire acondicionado, como la del citadino cine Payret. De todas formas estoy segura de que en esas circunstancias no hubiera llegado ni a la mitad de la película.
Desde las primeras escenas, la manipulación de la realidad cubana me pareció tan encartonada que dudaba de que el transcurso del filme pudiera salvar esa elemental falta de sinceridad. No sólo por ejemplo, ese matutino en una escuela primaria donde los niños cantan el himno nacional con un entusiasmo atípico. Desde que mi hijo empezó su vida de estudiante (él ha estado en cuatro escuelas diferentes) hay una tendencia generalizada a “susurrar” las palabras del himno de Bayamo, (la mayoría de los alumnos incluso “doblan” es decir sólo mueven los labios). Lo he comprobado incluso al pasar frente a otras escuelas: una general apatía, una gran falta de energía en la ejecución de ese rito. En varias ocasiones presencié el estallido de algún docente que exigía, escandalizado, “más entusiasmo, más ímpetu, más fervor revolucionario…” Sí, no hay regla sin excepción, pero ¿tantas?
Niños que apenas dicen malas palabras… incluso en un barrio marginal, donde la reproducción del ambiente va desde lo timorato a lo grotesco sin tocar jamás la realidad. Ni una sola vez escuché la palabra “pinga.” que es ya casi un mantra nacional. Recuerdo que en su libro “Variedades de Galiano” la escritora cubana Reina María Rodríguez, en un texto que escribía cerca del hotel Deauville, en Centro Habana, de tantas “pingas” que oía a su alrededor, no pudo evitar reflejarlo en su texto. Continue reading