Una transfeminista en Cuba

Por Isbel Díaz Torres

June Fernández: activista feminista, antirracista, anticapitalista y pro-libertad sexual

June Fernández: activista feminista, antirracista, anticapitalista y pro-libertad sexual

June Fernández es una periodista autónoma y bloguera del País Vasco. Vuelve por segunda vez a Cuba esta vez para hablar de su activismo y militancia en la arena de los derechos de las mujeres, y en busca de experiencias similares en la realidad de la isla.

Para ello la Red Protagónica Observatorio Crítico organizó una charla que tuvo lugar en el Vedado el pasado domingo 8 de enero, y donde participaron investigadores, blogueros independientes, activistas LGBT autónomos y vinculados a instituciones estatales.

¿Qué es el transfeminismo?

El área de trabajo de June es el “transfeminismo”, concepción que según la joven activista se nutre del movimiento “queer”, del movimiento “pro-sexo” y “posporno”, así como del feminismo anticolonial, negro, islámico, o antirracista de modo general.

El “transfeminismo” se entiende como una crítica global al sistema hetero-patriarcal imperante, de herencia blanca y judeo-cristiana según la experiencia europea, que se desarrolla insertado en el capitalismo hegemónico de nuestros días.

El movimiento propone la libertad sexual y la libre expresión de las identidades, a la par que denuncia las políticas migratorias que afectan sobre todo a mujeres, y las precarias condiciones en que deben sobrevivir.

Lo curioso de esta nueva militancia que arrasa entre la juventud europea, son las curiosas alianzas que crea. El tipo de organización descentralizada que propone logra vincular por ejemplo a emigradas musulmanas que defienden su cultura, con trabajadoras sexuales orgullosas de su oficio.

Partiendo de que todas las opresiones tienen la misma base, no tiene sentido denunciar algunas y tolerar otras. Para los transfeministas la raíz es la misma: un mismo sistema injusto, y los prejuicios. Se trata de defender la igualdad de derechos para todas las personas y el respeto a la diversidad. Continue reading

Algunos policías (contra) revolucionarios y mi cargo de conciencia

Por Francisco Rodríguez Cruz (Paquito el de Cuba)

Justo antes de comenzar el examen de Fundamentos de Periodismo en la tarde de este sábado, Félix Bolaños, uno de mis estudiantes de quinto año de Comunicación Social de los cursos para trabajadores, me pidió referirme un problema personal. Pensé que podría ser alguna de esas justificaciones triviales de los alumnos para no entregar los trabajos evaluativos, pero enseguida me mostró unas fotos y un manuscrito, y me dijo:

—Profe, mire lo que me le hicieron dos policías a mi hijo…

Las imágenes me hicieron hervir la sangre, aunque traté de no turbarlo más de lo que ya parecía. Hablamos de una persona de mayor edad que yo, quien trabaja en el portal Cubaliteraria y es uno de mis mejores estudiantes.

No pude en ese momento profundizar en los detalles sobre lo que le sucedió al joven de 26 años y su novia cuando intentaron abordar un ómnibus de la ruta P-5 durante la madrugada en Avenida 31 y calle 10, municipio Playa, con una botella de ron en la mano, hacia la casa de la muchacha en Centro Habana. Solo atiné a darle a Félix las recomendaciones básicas de cómo actuar en casos de abuso policial, y le pedí además que nos hiciera llegar oficialmente la queja a la redacción del periódico, para exigir también por esa vía una respuesta al caso.

Esa misma noche recibí en mi correo las fotografías del muchacho tras la golpiza, y el relato inicial que su padre circuló por correo electrónico, que enseguida publicó el blog de la Red Protagónica Observatorio Crítico.

Ahora comienzan a aparecer más detalles del violento incidente en esa misma página digital, y no puedo dejar de solidarizarme con este padre que reclama justicia, y su hijo, quien es técnico medio en Contabilidad y Finanzas, licenciado en Fisioterapia y Rehabilitación, y se encuentra actualmente cursando un diplomado en medicina china tradicional. Continue reading

Respuestas a los consejos y diatribas de un “camarada”

Por Julio Tang Zambrana
Miembro de la Cátedra “Haydeé Santamaría” y de la Red Protagónica Observatorio Crítico

Durante el I OC. De derecha a izquierda: Julio Tang, Armando Chaguaceda, Regina Cano, Dmitri Prieto y Ramón Guerra (detrás de Chaguaceda parece estar Miriam...)

Tal vez debí haberme apurado… pero, no, es mejor hacer las cosas con calma. Confieso que me bullía la sangre y que, mientras leía, no me tenía tranquilo en mi asiento. Mas, siempre recuerdo la palabra suficiente de mi padre cuando se trata de plantear una opinión: piensa bien antes de hablar, siempre hay tiempo para quedarse callado ante una equivocación o una palabra necia.

Al parecer a Enrique Ubieta y Santos Pérez les faltaron esas buenas enseñanzas cuando eran niños o jóvenes. Es la única explicación que me queda ante tanta prepotencia y desliz, incluso habiendo tenido en cuenta las opiniones de los que consideran contendientes políticos y que, sin embargo, se niegan en comprender en toda su amplitud. Me consta que tanto el primero, porque he leído sus trabajos de estos últimos días, como el segundo, por ser la primera vez que leo algo de él, han demorado lo suficiente para llevar a la letra lo que pasa por sus mentes: las opiniones de Erasmo fueron publicadas hace varias jornadas atrás y evidentemente tuvieron suficiente tiempo para reflexionar… pero al parecer no fueron válidas las horas invertidas en ese proceso.

Así, después de tomarme el tiempo necesario, hago presente mi derecho a debatir en un pugilato en el que, como una amiga días atrás, me veo involucrado y salpicado y aunque tampoco lo pedí, sí me meto por dos razones: primero, Erasmo es un amigo cuya suerte me es enormemente cercana, hace varios años que conozco de los recovecos de su (nuestra) difícil existencia. Segundo, compartimos espacios de creación humana y política en las discusiones y hermanamientos de la Catedra Haydeé Santamaría (CHS) y el Observatorio Crítico (OC). Por ello, y aunque no conozca a plenitud –pero sí adecuadamente- su pensamiento me planto a su lado como ente protagónico, no seguidor, en el duro batallar de la política cubana actual.

Sin embargo, no voy a plantear consideración alguna sobre sus trabajos publicados en Havana Times (HT) ni sobre lo que Ubieta ha expresado pertinente apuntar sobre ellos, aunque derecho a ello me sobre. Eso se lo dejo al propio Erasmo, si tiene a bien hacerlo, consciente de su capacidad cognoscitiva y humana para desenredar entuertos que otros se desvelan en tejer. Concentraré mis opiniones en aquellos planteamientos más generales de Ubieta y Pérez –y gracias a esto van indirectamente algunas ideas respecto al diferendo Ubieta-todo el que esté en su contra- que considero centrales en sus dos últimos escritos aparecidos en el blog personal del primero. Y subrayo la palabra “personal” pues esa es la primera de las consideraciones que deseo presentar aquí: Ubieta considera que aquel es su blog, lo cual más allá de cualquier válido sentido de pertenencia, se conecta con otra palabreja –seguidores– y de ahí surge un planteamiento crucial dentro de su weltaangschung (¿se escribe así?) trópico-estalinista. La idea modernista-razonadora-estatista de la vanguardia privilegiada e iluminada, con la cual ha comulgado toda la tradición socio-comunista desde el siglo XVIII hasta nuestros días.
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Más disquisiciones alrededor de una polémica relativa a la información y la participación en una Revolución

Por Rogelio M. Díaz Moreno

A contrapelo de la regla general que establece que los artículos de un diario no poseen sino una efímera validez, todavía es posible revivir cierta conmoción ante el material publicado por el órgano oficial del Partido Comunista de Cuba, el periódico Granma,en su edición del 8 de julio pasado (1). Se recordará que en dicho material, la periodista Anneris Ivette Leyva manifiesta su asombro y rechazo por la actitud de la gran mayoría de los sectores oficiales, institucionales y gubernamentales, que bloquean y obstaculizan el cumplimiento del deber de los profesionales de la información, esto es, ofrecer al pueblo los hechos y realidades de su vida cotidiana. La reportera ofrece varios ejemplos de los trabajos que pasan sus colegas para cumplir sus más elementales deberes, y reclama el cambio de actitud ya exigido por el compañero Raúl Castro Ruz en varias ocasiones, de eliminar los secretismos excesivos que solo sirven para esconder responsabilidades mal desempeñadas, en tanto la población sufre las consecuencias.

Es verdad que a la periodista se le escapa reconocer que ella y sus compañeros no fueron todo lo agresivos que podían haber sido, pero ante la montaña de dificultades que enumera, cualquiera puede comprender que de pretender saltarse los mecanismos pasivos de censura les iban a caer arriba los activos, y las personas tienen familias que mantener, carreras que proteger, etcétera, etcétera, para jugársela de esa manera por fuera de los canales y vías establecidas. Tal cúmulo de obstáculos para la labor periodística solo puede removerlo la voluntad del más alto nivel político, como ha comprendido cabalmente el compañero Presidente, Raúl Castro, quien ha llamado a poner fin a tal estado de cosas en los términos más severos en más de una oportunidad (2).

La labor sostenida por los profesionales de la información hasta el momento no cuenta para nada con la admiración del General en Jefe, quien ha tenido para ella las expresiones menos halagüeñas. En el Informe al VI Congreso del Partido, se recordará, el también Primer Secretario se refirió al hábito del triunfalismo, la estridencia y el formalismo al abordar la actualidad nacional de los medios nacionales, tachando sus materiales como aburridos, improvisados y superficiales. (3)

Aplicado a un equipo de pelota, sería como decir que no batea, comete errores a la defensa y a sus lanzadores le entran a palos. La diferencia está en que lo que está en juego es mucho más que un título de la Olimpiada. Lo que está en juego, en palabras del mismo compañero Raúl, es el esfuerzo de generaciones enteras, desde el indio Hatuey (…) hasta Fidel, que nos ha conducido genialmente por estas situaciones tan complicadas desde el triunfo de la Revolución y queda muy poco tiempo para arreglar los problemas acumulados por decenios de errores, indisciplinas, autoindulgencias y deformaciones de los ideales y proyectos de la Revolución: O rectificamos o ya se acabó el tiempo de seguir bordeando el precipicio, nos hundimos. (4)

A pesar de lo anterior, o más bien como ilustración del fenómeno, muchas fuerzas retorcidas andan sueltas tratando de carcomer la cadena que sienten que se les está tendiendo a los intereses espúreos que constituyen el mayor peligro para nuestra Revolución, factores muy bien identificados en otro histórico discurso del compañero Fidel Castro, el 17 de Noviembre del año 2005. Y no son despreciables estas fuerzas negativas, por el contrario, tienen recursos y un nivel de penetración en el campo revolucionario que les permitió lograr, así fuera de manera temporal, la separación de un intelectual y comunista del calibre de Esteban Morales, de las filas del PCC. El respetado pensador y militante interiorizó de manera ejemplar el llamado de Fidel en aquella ocasión: Debemos estar decididos: o derrotamos todas esas desviaciones y hacemos más fuerte la Revolución destruyendo las ilusiones que puedan quedar al imperio, o podríamos decir: o vencemos radicalmente esos problemas o moriremos y redobló sus esfuerzos de análisis y denuncia, sin esperar el permiso u orientaciones del nivel superior5. Fuerzas oscuras se sintieron atacadas, e intrigaron hasta lograr que se sancionara a Morales con la pérdida del carnet del Partido, sanción escandalosamente injusta que hace poco fue reivindicativamente retirada por una comisión de apelaciones.

Aunque el ejemplo de Esteban Morales es el más visible, después de un instante mínimo de recapitulación y análisis se puede reconocer un buen conjunto de grupos y factores pugnando por participar en las definiciones sociopolíticas de la sociedad cubana de manera refrescante, renovadora y, definitivamente, decantadas hacia aquel socialismo que no se deja de soñar, aquel que garantiza y potencia los más altos niveles de libertad, democracia y participación popular en la construcción del bienestar común. Tales elementos están marcados por el hecho de engendrarse sin la ayuda, más bien en contra de las condiciones de un sistema burocrático y dogmático que ha conseguido un estado funesto de enajenación de una parte significativa de los cubanos, que lo mismo se manifiesta en el divorcio entre las bases y la presidencia de una importante organización de masas6, que en los elevados niveles de emigración de la población cubana -reflejada en las estadísticas de la ONE- que busca en otras latitudes las oportunidades y flexibilidades que no encuentra en su terruño, a pesar del altísimo costo personal que implica la salida definitiva del país. Obviamente, esta burocracia busca desalentar y reprimir por todos los medios a su alcance las manifestaciones de protesta, análisis independiente y cuestionamiento revolucionario de sus mal enquistados poderes y representaciones. La enemistad de esos poderes es temible, pues pueden hacerle la vida un yogurt a sus enemigos, privándolos del trabajo, accesos a medios públicos e informáticos, posibilidades de viajes al extranjero y toda forma de reconocimiento social, en la más tradicional actitud ya conocida en los años del Quinquenio Gris y los regímenes estalinistas y del llamado Socialismo Real en Europa Oriental.

Con muy poco a su favor, nada más que el valor, grupos como Havana Times y el Observatorio Crítico (HT, OC) se empeñan en no dejar caer el reto de participar en la vida sociopolítica del país para convertirlo en un lugar más luminoso, más libre, más socialista. Son un producto de su tiempo y sus limitaciones, compuesto fundamentalmente por personas jóvenes que abren los brazos a las experiencias de todos los que han propulsado en el pasado y en el presente, el crecimiento de un Socialismo Participativo y Democrático. Como todas las personas honestas, desean que cambien las cosas que perjudican al país, así que empiezan a combatirlas por medio de la palabra, de la denuncia, sin esperar por otras orientaciones cuyo nacimiento es muy improbable en el seno del aberrante mecanismo que generó esos problemas en primera instancia.

Como personas mayoritariamente jóvenes y ocupándose de ganar la vida honradamente en trabajos socialmente útiles vinculados con la producción y la prestación de servicios al pueblo, no alcanzan por supuesto los niveles académicos y de visibilidad e influencia de alguien como Esteban Morales -quien además tiene una genialidad poco frecuente-, pero están ahí y ponen su granito de arena. Son también más fáciles de hostigar impunemente. Y como la burocracia otorga generosos créditos a quienes la sirven fielmente, pronto surgen asalariados de las letras que apuntan los cañones contra los grupos que le amenazan, a manera de introducción de posteriores represalias.

Lo más penoso del caso actual es que el que lleva la voz cantante en los ataques contra HT y OC es uno de los que debieran sentirse avergonzados por la azotaina propinada por el Primer Secretario del Partido, cuando pronunció aquellas sentencias en la clausura del VI Congreso respecto a la prensa nacional. Como periodista de un medio oficial, Enrique Ubieta participa de las deficiencias de estos medios y su incapacidad para estar a la altura que le exigen los tiempos y las necesidades del proceso revolucionario. En lugar de llenarse de vergüenza, como debe hacer alguien que se considere un verdadero revolucionario cuando lo ponen de vuelta y media, Ubieta se dedica a mirar por encima del hombro a Erasmo Calzadilla y demás compañeros, a lanzar invectivas y acusaciones contra ellos y convocar de tal forma a los demonios de la Inquisición.

Todo esto ocurre en los momentos en que, como se evidencia en el artículo de Granma al que nos referimos al principio, se efectúa una confrontación estratégica entre la burocracia y los sectores intelectuales o simplemente conscientes que se proponen recuperar para el pueblo el ejercicio de los derechos de la información, de la crítica revolucionaria, del análisis sociopolítico sincero y profundo de las realidades de nuestro país, incluyendo los problemas que afectan al pueblo, como eje central del esfuerzo que se realiza para la superación de esos problemas. En vez de aportar sus capacidades en este épico esfuerzo, Ubieta las enfoca más bien en la descalificación y el enlodamiento de algunos de los participantes, aquellos con relativamente pocas oportunidades de defenderse y por lo tanto más vulnerables a las zancadillas enemigas.

Los argumentos que usa Ubieta son pobres y tristes, pero como sabemos no se necesita mucho para justificar la práctica del ostracismo sobre una personalidad incómoda. Continúa machacando sobre la circunstancia del apoyo del estadounidense Circles Robinson al proyecto HT, desdeñando como absolutamente secundario el hecho de que existen tremendas diferencias entre los distintos sectores del país norteño, como han explicado mil veces Fidel y Raúl . Todo lo que sea de allá es malo; para este periodista son lo mismo el Lincoln que liberó a los esclavos que el Teodoro Roosevelt del gran garrote; Henry Reeve que los invasores de Méjico; el senador MacCarthy que los esposos Rosenberg; el Ku-Klux-Klan que sus víctimas, y la CIA y los Pastores por la Paz.

Después de esto Ubieta realiza una serie de piruetas de lenguaje con frases sacadas de los materiales de Calzadilla, para intentar demostrar que este último se encuentra del lado incorrecto de la antinomia Revolución-Contrarrevolución. Yo he leído con atención esos mismos materiales, y no veo una forma de llegar a tales conclusiones, no sin malas intenciones y propósitos previos de destruir. El hecho de que Calzadilla declare de modo explícito su desagrado con la derecha y con el capitalismo -como se evidencia en la mayoría de los escritos de estas fuentes- de nada le vale a Ubieta, quien ha decidido seguir refiriéndolo a una posición que a él le resulta más simple y abordable, una en la que lo puede tratar como al enemigo -con las tenebrosas consecuencias que ello puede conllevar.

De esta manera, Ubieta cree dejar la arena lista para que todos puedan ver que aquellos que discuten con él son títeres del imperialismo y agentes antisocialistas. Obviamente, el suyo es el único camino justo, pues comulga correctamente en todos los ritos donde otorgan los puntos de la prueba de revolucionariedad: asumir disciplinadamente el gobierno como única fuerza anticapitalista (o socialista, que para Ubieta es lo mismo), apoyar la implementación de las medidas correctas, y defenderlo con mucha pasión. Hasta un rinconcito te dejarán para hacer tu pequeña crítica. Y todo, sazonado con las oportunas citas de Marx para demostrar lo despistados que andan los que se crean listillos en vez de doblar el lomo.

Ahora bien, resulta que la letra de esta canción la de la condena al camarada que le da armas al enemigo y sirve, así sea involuntariamente, a los malos por su comportamiento anarquista- la venimos oyendo desde hace muchos años. Y al son de esa música hemos venido bailando todo este tiempo, hasta llegar al borde del precipicio del cual alerta ahora el compañero Raúl. Se ahogaron las discrepancias en nombre de una unidad ficticia; a los que cometían el pecado de emitir notas disonantes, se les acalló en un intento vano de disimular las desgracias productivas, culturales e ideológicas de cada política errónea implementada en nombre de los más altos ideales; se premió en grado superlativo la habilidad para simular una imagen complaciente, más que la capacidad de obtener resultados concretos y valederos. Y mientras Fidel alertaba sobre los problemas presentes, reflexionaba Raúl con ironía y dolor en el discurso en la Asamblea, los demás aplaudimos los discursos, gritamos viva la Revolución, y después las cosas siguen iguales.

De esta manera, a mí me cuesta trabajo comprender cómo alguien que blasona de un carácter de revolucionario en el grado en el que lo hace Ubieta, no esté del lado de los que critican y combaten estos males y deformaciones, sino todo lo contrario. Sería bueno encontrar una explicación de lo que estaba haciendo tan exaltado reportero mientras ahogaban al público en un pantano de materiales aburridos, improvisados y superficiales7. Y no es que no haya habido casos de otros periodistas, escritores e intelectuales que sostuvieron otras actitudes, admirables y admiradas, como las de José Alejandro Rodríguez, Alfredo Guevara, Fernando Martínez Heredia y el ya mencionado Esteban Morales. A estos yo sí les respeto su carácter revolucionario, que además no andan exhibiendo por ahí como si fuera un título nobiliario que les diera el derecho, por ejemplo, a ser libres y a tener acceso a Internet -cuando el 80% de la población cubana no lo tiene (estadísticas de la ONE). Estos aludidos han roto cualquier cantidad de lanzas contra los molinos de la burocracia, la desidia de instancias gubernamentales de todos los niveles, y se han arriesgado a pagar las consecuencias. Con sus estudios, sus escritos, críticas y condenas, demuestran que apoyar el Socialismo no consiste en ser incondicional de un gobierno integrado por personas con debilidades y vicios semejantes a los de los demás mortales, así como con virtudes y valores. En tanto este gobierno favorezca la fragua de una vía seria, democrática, hacia la libertad y el socialismo, se gana el apoyo y la confianza de las personas a las que debe representar y servir; las desviaciones, actos de corrupción y prepotencia deben ser combatidas de la manera más enérgica para evitar que nos acabemos de despeñar en la regresión capitalista después de un par de zancadillas del dogmatismo y el maniqueísmo. La labor de crítica, de análisis y promoción del debate intelectual es una tarea de primerísima importancia, y todos los que la asumen (Raúl Castro, Esteban Morales, Anneris Ivette Leyva, y también figuras más modestas como HT y Erasmo Calzadilla) están desempeñando con ella un trabajo capital. Para un revolucionario, la situación de obstaculización de este trabajo que describe la periodista (Ivette Leyva) en el órgano oficial del PCC debiera resultar intolerable, pero yo no he oído quejarse a Ubieta; si por casualidad existen poderosas fuerzas que no se lo permiten, entonces este no es tan libre como presume, y está mintiendo.

Notas:

1- ANNERIS IVETTE LEYVA, “El derecho a la información” http://granma.co.cu/2011/07/08/nacional/artic11.html
2- Discurso pronunciado por el General de Ejército Raúl Castro Ruz, Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, en la clausura del Sexto Período Ordinario de Sesiones de la Séptima Legislatura de la Asamblea Nacional del Poder Popular, en el Palacio de Convenciones, el 18 de diciembre de 2010, Año 52 de la Revolución
3- INFORME CENTRAL AL VI CONGRESO DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA. http://www.cuba.cu/gobierno/rauldiscursos/2011/esp/r160411e.html
4- Discurso de Raúl Castro, el mismo que en la ref. 3.
5- Esteban Morales, CORRUPCION: ¿LA VERDADERA CONTRARREVOLUCIÓN?. http://www.uneac.org.cu/index.php?module=noticias&act=detalle&tipo=noticia&id=3123
6- http://www.almamater.cu/sitio%20nuevo/paginas/universidad/2011/abril/presfeu.html
7- Correcto, eso dice el informe al VI Congreso.

El derecho a estar informados

Por Yusimí Rodríguez

HAVANA TIMES, 15 julio Cualquier semejanza de este título con el del artículo El derecho a la información. de la periodista Annerys Ivette Leyva, publicado en la edición del viernes 8 de julio del diario Granma, es absolutamente intencional. Pero no he utilizado el título de su trabajo para evitar confusiones y alguna posible demanda.

Brindar información sistemática, veraz, diversa, que permita abordar la realidad desde todas las complejas aristas que pueda ofrecer, no constituye un favor, sino un derecho del pueblo. Con esta valiente afirmación arranca el artículo de Annerys.

Por valiente no quiero decir contestario ni desafiante hacia el gobierno. El artículo no cuestiona el modelo socialista ni la Revolución. De hecho, a lo largo de su trabajo la periodista cita los principios establecidos durante el Primer Congreso del Partido Comunista de Cuba, en 1975, y las palabras del presidente Raúl Castro durante su discurso de clausura del período de sesiones de la Asamblea Nacional del Poder Popular en diciembre del 2010, y las que dijo en su Informe Central al Sexto Congreso del Partido.

En nuestro país se ha convertido en práctica citar palabras del actual presidente, o del Eterno Líder de la Revolución Cubana, cuando se desea decir una verdad que no dejaría de serlo si no la hubieran planteado antes el líder o el presidente, pero que solo parece legitimada por el discurso de ellos.

Este artículo denuncia (no se me ocurre otro término) las dificultades que enfrentan los propios periodistas de los medios oficiales del país para realizar su trabajo: informar al pueblo. No se trata, como aclara la periodista, de revelar secretos de estado que pongan en peligro la seguridad de la nación, sino de informar sobre cuestiones que resultan de interés para los cubanos. Al nombrar a los que obstaculizan la labor periodística, Annerys tiene el valor de mencionar a los Organismos de la Administración Central y a estructuras de Gobierno locales.

¿Quienes son los responsables?

Sin embargo, al leer su artículo no pude evitar preguntarme si en ocasiones los obstáculos que enfrentan los periodistas no se los pondrán los propios directivos de las publicaciones o los que están por encima de los directivos de las publicaciones.

No me haría esta pregunta si no hubiese trabajado entre el 2003 y el 2006 en el periódico Tribuna de la Habana, Órgano Oficial del Partido Comunista de la Ciudad de La Habana.

Un trabajo sobre el racismo en nuestra sociedad que intenté publicar en la página de opinión, y que de hecho había sido aprobado por la dirección, no le pareció oportuno al Partido: esa fue la explicación que recibí del director y la subdirectora del periódico.

Una colega intentó publicar un artículo sobre el eterno problema del transporte en nuestro país, pero sobre ese tema no se podía escribir nada en aquel momento según la orientación del Partido.

En las reuniones de los martes con el personal periodístico se analizaba la última edición y se informaba sobre los temas que el Partido consideraba conveniente tratar en futuras ediciones.

Una vez más debo aplaudir el artículo de Annerys Ivette Leyva y alegrarme de que haya sido publicado en el periódico Granma. Muchas veces cuando leemos la prensa o miramos el noticiero nos parece que el país que se describe está en otro planeta y nuestra realidad diaria no está en la pantalla ni en la letra impresa. Ahora, aunque nos siga pareciendo lo mismo, al menos no juzgaremos mal a los periodistas.

El artículo de Annerys no es de los que lees y olvidas apenas pasas la hoja. He seguido pensando acerca de todo lo que en él se dice y releyéndolo días después. Me gustaría recalcar que no puedo olvidar su magnífica primera oración: Brindar información sistemática, veraz, diversa, que permita abordar la realidad desde todas las complejas aristas que pueda ofrecer, no constituye un favor, sino un derecho del pueblo.

Y es entonces que surgen las preguntas: ¿Hay límites para ese derecho del pueblo? ¿Es real el derecho a la información cuando la inmensa mayoría del pueblo no puede acceder a Internet? Perdón, en realidad el acceso a Internet en Cuba es un derecho de todos, de todos aquellos que tengan el servicio en su centro de trabajo y la autorización para hacer uso de él, o tener a disposición dinero convertible para comprar una tarjeta.

¿Pero cuántos pueden darse el lujo de pagar, por ejemplo, 6 CUC (USD 6.60) por una hora de Internet, equivalente a la tercera parte de un salario normal?

Por tanto, me retracto una vez más: la inmensa mayoría de los cubanos no puede acceder a Internet. ¿Es compatible el derecho a la información con el hecho de que el pueblo solo cuente con la información que brindan los medios de prensa controlados por el Estado y que responden a intereses oficiales?

¿El derecho a recibir información veraz y diversa, que permita abordar la realidad desde todas las complejas aristas que pueda ofrecer, incluye la existencia de medios que no respondan a intereses oficiales? ¿Qué pasa si la información sistemática, veraz y diversa, que constituye un derecho del pueblo, va en contra de los intereses oficiales?