El síndrome del Káiser y las perversiones del debate público cubano

Por Armando Chaguaceda

A Isbel, alma noble y valiente

En su magistral obra “Historia de Europa”, el historiador soviético Eugenio Tarlé describió al káiser alemán Guillermo II definiéndolo como alguien que deseaba ser “en cada bautizo el recién nacido, en cada boda la novia y en cada entierro el difunto”.

Semejante retrato parece reflejar hoy, dentro del la esfera pública cubana, a quienes – ligando el afán de protagonismo, la incontinencia verbal y la satanización del criterio ajeno- enjuician a sus compatriotas con caricaturizaciones de poco calado analítico y nulo reconocimiento ético.

Durante las pasadas semanas, varios colegas, dentro y fuera de la Isla, hemos sufrido la agresión de semejantes personajes en diferentes foros y medios del ciberespacio. Desde las antípodas del espectro ideológico, profesional y geográfico, “luchadores anticastristas” o “revolucionarios auténticos” han cuestionado la legitimidad de otras personas que -desde posturas plurales y transparentes- impulsan iniciativas de consenso, con respeto a la soberanía nacional y los derechos ciudadanos -como el Llamamiento urgente por una Cuba mejor firmado por centenares de ciudadanos cubanos, a inicios de agosto-[ii] o animan espacios de reflexión y activismo como Espacio Laical, Estado de Sats y Observatorio Crítico.[iii] Cultivadores de la realpolitik o intrigantes de oficio, “marxistas” dogmáticos y anticomunistas furibundos coinciden en torpedear el trabajo, personal y colectivo, de quienes creen que otra Cuba mejor es posible y que se labra con el aporte, plural y democrático, de sus hijos.

El síndrome del Káiser se articula con una lamentable tendencia que parece cobrar fuerza dentro de nuestra esfera pública -la cual he abordado en un texto reciente[iv]– bajo la forma de teorías conspiranoicas. Según estas miradas, gente de procedencia y horizontes muy disímiles tendrían la absurda capacidad de coincidir en ataques perfectamente ordenados contra una institución concreta. Y actuarían siempre con móviles ocultos, bajo los auspicios de cualquier fuerza oscura, seguramente bajo los influjos de Lord Valdemor y sus conjuros.

Cuando no se acusa a alguien de conspirador o traidor, se le clasifica benévolamente como “ingenuo” o “políticamente inmaduro”. Lo curioso es que con estos juicios se acercan las posturas de quienes desde la derecha critican a los promotores de la participación ciudadana y la regulación del mercado como componentes para la necesaria democratización de Cuba y de aquellos burósofos que amenazan, con el poder administrativo y represivo de las instituciones, la integridad de quienes disienten dentro del país. Continue reading

Sobre el «Llamamiento urgente por una Cuba mejor y posible» y los posicionamientos de la nueva Izquierda cubana (I)

Por Karel Negrete

Una vez más se abre el debate alrededor de los posicionamientos de la nueva izquierda cubana con respecto a un nuevo documento que desea una “Cuba mejor”. No es la primera vez, que se cuestiona al Observatorio Crítico por no tener una reacción política de apoyo a este tipo de declaración.

El «Llamamiento urgente por una Cuba mejor y posible» tiene la cualidad de atraer la atención de todas las personas, grupos, movimientos, organizaciones, que sueñan con un cambio político en Cuba. Este texto no se pronuncia a favor, ni en contra de un tipo de sistema político definido, y utiliza conceptos generales consensuados como independencia, libertad, derechos humanos y democracia, lo cual le permite el diálogo con diversas ideologías. De una manera muy inteligente nos llama a la no violencia, ni derramamiento de sangre, en un contexto donde las «revoluciones» o rebeliones populares y protestas contra los gobiernos autoritarios han terminado en escenas terribles.

Ahora bien, si este documento parece no tener ninguna objeción, ¿por qué la izquierda alternativa cubana- me refiero a la Red Observatorio Crítico de Cuba- no lo firma en su conjunto, y solo algunos de sus integrantes? ¿Por qué la izquierda alternativa cubana mantiene distancia cuando se habla de «Respeto inmediato a derechos y libertades ciudadanas básicas de conciencia, expresión, información, reunión, movimiento y asociación, derecho a la libre sindicalización, formación de partidos políticos y de organizaciones no gubernamentales y proscripción de toda forma de persecución o discriminación por razones de credo, ideología, raza, género u orientación sexual. Cese inmediato de la amenaza y uso de la violencia policial y parapolicial»?

Es innegable la necesidad del respeto a los derechos y libertades ciudadanas en Cuba. El Observatorio Crítico se ha pronunciado en varias ocasiones, denunciando su violación o defendiendo estos derechos aun cuando las víctimas de la represión no compartan ideológicamente el mismo proyecto de sociedad para la isla. Estas posiciones las podemos encontrar en artículos escritos por los activistas o en declaraciones consensuadas, todas publicadas en su blog. Pero la nueva izquierda cubana tiene que plantearse una propuesta política más ambiciosa y desmarcarse de proclamas liberales y de generalizaciones conceptuales. Porque hasta hoy, éste ha sido el mismo discurso de la socialdemocracia y la derecha cubana, en defensa de los derechos civiles y políticos.

La izquierda radical es consciente que los partidos políticos en los sistemas democráticos actuales están desacreditados, aun cuando es la única estructura política existente para elegir a nuestros representantes. Cuando la izquierda ha entrado en el juego del sistema democrático liberal, ha sido absorbida por la real política, el pragmatismo económico, y ha tenido que cambiar de agenda política, traicionando sus valores fundacionales. Aceptar el sistema democrático hegemónico justificando que garantiza más libertades que el sistema autoritario, sería renunciar al cambio radical de estos sistemas y la construcción de una nueva sociedad.

Los gobiernos de izquierdas latinoamericanos que han llegado al poder por la vía democrática liberal, podrían hacernos creer de la posibilidad real, que partidos progresistas gobiernen. Pero hay que tener claro que será siempre una élite política quienes van a dirigir el país, quedando solo en el discurso político el llamado poder popular o ciudadano. Si no hay un cambio estructural en el sistema electoral, en las estructuras de representación política y en la concepción de democracia -como ejercicio soberano y permanente de los ciudadanos a elegir, controlar, revocar y actuar en el mandato de la administración del Estado y el autogobierno ciudadano- no estaremos en presencia de una (r)evolución política.

Hoy en Europa es mucho más visible la crisis de los partidos de “izquierdas” dentro del sistema democrático liberal. En España, en Grecia y en Portugal los partidos socialistas, cumpliendo con el mandato “representativo” de gobernar, se encontraron en la disyuntiva de la real política en tiempos de crisis. Estos debían escoger entre el mandato popular de sindicatos, organizaciones y movimientos sociales o los mandamientos del mercado, el FMI, y los intereses de las élites políticas europeas. Estos gobiernos y sus parlamentos en “representación” del pueblo, escogieron el mandato de los mercados y de las élites hegemónicas políticas y económicas. Produciéndose un movimiento de protestas civiles, fundamentalmente en España, donde la demanda principal era la salida de todos los partidos políticos del poder, ya que ninguno representaba los intereses del pueblo. En las recientes elecciones presidenciales y parlamentarias la derecha retorna al poder y la “izquierda” sale debilitada.

Después de la caída del campo socialista Rusia es formalmente una nación democrática, tiene pluripartidismo y elecciones libres, sin embargo todos sabemos que hoy ese país está muy lejos del sueño democrático.

Todos hemos seguidos los acontecimientos de las rebeliones en los países árabes, pero ya dejamos de hablar de ellos. ¿Alguien sabe cómo quedó el status de las mujeres? ¿Quiénes se apropian de las riquezas que se producen con los recursos del país? ¿Qué propuestas políticas tienen los impulsores de la «Revolución árabe»?

Existen personas, artistas, grupos y proyectos socioculturales cubanos dentro de la isla, que han radicalizado políticamente su discurso y acción contra el gobierno en estos últimos años. Lo cual parecería lo más lógico (oponerse al gobierno) si se quiere un cambio político y económico. En un reciente documento de unos de los proyectos del Observatorio Crítico titulado «Balance de 2 años de trabajo del taller libertario Alfredo López de la Habana» sus activistas nos explicitan su enfoque al expresar: “Unos de los retos mayores de colectivos ácratas radicados en países en «procesos de cambios» gubernamentales, es el de conservar la capacidad de autonomía respecto a las maquinarias de la polarización política que mueven los «Estados revolucionarios» y la «oposición»”. El gobierno cubano mantiene un discurso oficial de Estado Socialista, lo cual hace más difícil los posicionamientos: radicalizarse en la oposición política, negociar dentro del sistema o continuar proponiendo alternativas trabajando con la gente.

Hoy en Cuba la izquierda alternativa o la nueva izquierda tiene dos retos fundamentales: uno de orden comunicacional y otro en la acción política. El primer problema que nos encontramos es epistemológico, al hablar de libertades, democracia y socialismo. Cuando hablamos de libertad y de democracia, nos las pensamos como emancipación y empoderamiento ciudadanos. Desenmascarar las propuestas liberales y brindar las alternativas posibles y realizables en el contexto cubano actual, para un cambio político y económico. Crear y proponer alternativas teóricas, programáticas, políticas, económicas y sociales, al sistema hegemónico cultural del “sentido común” capitalista y autoritarismo gubernamental, a partir de las experiencias que las organizaciones y movimientos sociales de izquierdas hayan realizado con éxito a nivel micro y macro social.

Si bien este nuevo documento recoge muchas de las aspiraciones políticas de todos cubanos, algunos activistas del Observatorio Crítico pensamos en la necesidad de seguir insistiendo en las propuestas políticas desde la izquierda, y no en aquellas donde todo el mundo quepa sin repensarnos las condiciones de posibilidad para una “Cuba mejor y posible”.

Respuesta contaminada a Ubieta, desde abajo y a la izquierda


Por Isbel Díaz Torres

Enrique Ubieta Gómez publicó recientemente en su blog La Isla Desconocida, un nuevo artículo de descalificación contra la izquierda crítica en Cuba. Después de su última incursión en estos ejercicios (donde salió bastante mal parado), el periodista decidió retornar las armas con un candoroso texto, escrito “desde la buena fe”, según él mismo considera.

“La añorada contaminación de la crítica revolucionaria” es un material bastante poco explícito, comenzando por el título, que no deja claro quién es el sujeto que añora, ni define cuál es el “espacio crítico revolucionario” contaminado. Tales definiciones son importantes para que los implicados puedan sentirse aludidos.

En cualquier caso, mi intuición me dice que la izquierda en la que creo habita nichos un tanto distantes de los de Ubieta, por lo que en principio me doy por aludido. Sobre todo sabiendo que las lógicas del autor en cuestión comúnmente convierten en oponente al otro diferente.

Adentrándonos en el texto, Ubieta nos presenta su sagaz descubrimiento: la contrarrevolución intentará “anular la diferenciación entre la derecha (…) y la izquierda”.

A partir de ahí, articula su discurso asumiendo una serie de posturas bien cuestionables. Por ejemplo, se preocupa porque el enemigo intente “quebrar la identidad histórica entre Gobierno y Revolución”. Yo, que me siento revolucionario porque entiendo esa identidad entre PUEBLO y revolución, descubro ahí una de las diferencias entre la izquierda crítica cubana y la izquierda… como le podríamos llamar… de protocolo. Izquierda de protocolo.

Para Ubieta, “la izquierda revolucionaria todavía no acaba de superar la parálisis teórica en torno a sus errores y desvíos históricos” aspecto en el que ciertamente debo coincidir. Pero ¿qué hace él para superar esa parálisis? ¿Cómo intenta él corregir esos desvíos? ¿No será él uno de los precursores? En realidad no me molesta que la izquierda de protocolo invierta su tiempo en denunciar a Posada Carriles y defender la causa de Los Cinco, pues ambas son causas nobles y justas; no obstante, me preocupa cuando esa izquierda dogmática nos exige a todos que le sigamos los pasos, y cuestiona cualquier posicionamiento si antes no se aclara que se está en contra de Posada, a favor del regreso de los cinco, o de Elián, o en contra de la deuda externa… según sea el siglo de que estemos hablando. En mi criterio, una parte de la parálisis que refiere el articulista está muy relacionada con esa insoportable costumbre de convertir las agendas gubernamentales de política internacional en agendas políticas personales, cuestión que diluye al actor social, al hombre/mujer mirando su realidad y transformándola.

Ubieta no cree en la crítica al gobierno cubano que “presuntamente construye hoy en secreto un nuevo capitalismo”. La realidad es que ese capitalismo ni es nuevo, ni se construye en secreto, pero el autor no puede verlo. ¿Habrá que recordarle que aunque la prensa oficial no da parte de ello, no significa que no esté ocurriendo? Ah, claro, él es parte de la prensa oficial… la parte inmovilista.

Más adelante, Ubieta refiere una “alianza de una supuesta izquierda —que declara estar más a la izquierda que los gobernantes cubanos— y una muy clara derecha en la subversión del Estado revolucionario, para construir un Estado… ¿democrático burgués?, con el aplauso y los fondos de todos los imperialismos, resulta una evidencia esclarecedora.”

Pero Ubieta olvida mencionar a los actores de esa alianza ¿Dónde se verifica exactamente? ¿Pretende Ubieta que toda la izquierda es homogénea, incluso dentro de la llamada izquierda crítica? Al menos yo no busco construir un estado “democrático burgués”, ni de ninguna otra denominación. Busco autotransformarnos en colectivo, gestando relaciones (que pudieran y debieran convertirse en instituciones) sin ningún patrón preestablecido. Ahora, en mis intenciones no puedo ignorar que existe un espacio público donde las personas, cualesquiera sean sus posturas políticas, pueden encontrar demandas, gustos, voluntades comunes. No habría que escandalizarse por ello: ¿acaso no fue eso lo que pasó en la reciente visita del Papa, o todos los asistentes a las misas eran fervientes católicos? Aquello no fue una alianza, sino que las personas coincidieron en un espacio, muy posiblemente con móviles diferentes: fervor católico, curiosidad, miedo a represalias en el trabajo, aburrimiento, disciplina, acompañar a la abuela, etc.

Y ahora que lo leo ¿dónde están, por cierto, esos fondos que recibe la izquierda… y que además son evidencia esclarecedora? La difamación es un delito en este país, aunque ya sabemos que el código penal es aplicado de manera arbitraria y discrecional por las autoridades. Y si existieran tales fondos, y se conocieran, entonces el periodista debería hacerse la más elemental pregunta. ¿Si son ilegales, por qué quienes los reciben no son puestos tras las rejas? Si la legislación cubana condena el mercenarismo ¿por qué no es fiel a su letra? ¿Cómo interpretará el autor la legitimidad de quienes – dentro de organizaciones de la oficialmente reconocida “sociedad civil socialista”- reciben fondos provenientes de entidades foráneas, estatales o no, previa bendición del estado/partido?

Por ejemplo, si nos apartamos del debate en torno a la muerte de Payá -que no es el tema de debate aquí, ¿cómo se entiende que el estado cubano libere sin la más mínima sanción al político sueco Jens Aron Modig, quien declaró a la prensa que entregó dinero para financiar al opositor Movimiento Cristiano Liberación (MCL)? ¿El caso no es similar al de Alan Gross? ¿Y qué pasó con quienes recibieron ese dinero? Mi análisis no se enfoca en el MCL o sus mecanismos de financiamiento, sino en la discrecionalidad con que el gobierno cubano aplica sus políticas, esas mismas que Ubieta parece defender a capa y espada. Si verdaderamente considerara que se trata de cuestiones de fondo, ¿por qué no emplaza al gobierno, como un “verdadero hombre de izquierda”? (espero que no pretenda ofrecer aquí argumentos de real-politik). Por otra parte, el mismo análisis puede aplicarse en los casos del resto de la estigmatizada disidencia cubana, que parece ser tan plural y contradictoria en objetivos y métodos como la izquierda de la isla.

“Mi enemigo es todo aquel que intente restaurar el capitalismo en Cuba, reciba dinero o no de una potencia extranjera”, dice Ubieta, pero no lo he visto manifestarse en contra la presencia de monopolios brasileños y chinos – y sus millonarias inversiones contaminantes y megaexplotadoras del trabajo asalariado- en la economía cubana, ni en contra de medidas antipopulares y neoliberales, como el despido de miles de trabajadores, apoyado cínicamente por la CTC Nacional, o la reducción de prestaciones sociales, otrora presentadas como “conquistas de la Revolución” y hoy denunciadas como “gastos excesivos”. ¿Si el Estado o alguna fracción de su élite dirigente intentan restaurar el capitalismo, también estaría Ubieta contra ese Estado y élite?

No soy un analista político, y queda fuera de mi alcance el fin último de las maniobras estatales. Existe una real falta de información real y pública sobre los planes, la forma atomizada en que se presentan los proyectos de desarrollo: transgénicos brasileños en Sancti Spíritus, campos de golf con usufructo por 99 años para extranjeros en Matanzas, Puerto del Mariel con maquilas incluidas en el occidente, créditos increíbles desde China, médicos haciendo dinero para el Estado en Venezuela…. Todo ello va “salpicado” con un finquita agroecológica en Bauta, un médico que salva gratis una vida en Buey Arriba, una revista ecologista para proteger la Bahía de la Habana…, así, con la ayuda de los medios de prensa que magnifican las salpicaduras y minimizan las inversiones millonarias, es difícil saber la realidad del terreno que se pisa. Pero lo cierto es que hay más elementos para temer una restauración capitalista, que los que pudiera tener Ubieta para decir que la izquierda crítica busca construir un Estado democrático-burgués.

En su gratuito y contaminado discurso, Ubieta lanza otra frase descalificatoria, cuando refiere los “presupuestos de una izquierda no revolucionaria” Sin embargo, no dice cuáles son esos presupuestos. La única izquierda no revolucionaria que reconozco en Cuba es ese sector burocrático estatalista y autoritario, articulado con las estructuras del PCC, que se autotitula de izquierda, pero que tiene como único afán el cabal sostenimiento del sistema, y muy poco se relaciona con causas altermundistas, emancipadoras, y desenajenantes. De hecho, explorar el patrón de consumo cultural y material de los intelectuales orgánicos de estas élites pudiera ser muy instructivo: la imagen aún en mi cerebro de Ubieta tomando café en la cafetería del muy caro hotel Habana Libre, en lugar de consumirlo a una cuadra de distancia, en la cafetería de 23 frente al Coppelia, donde el café “popular” vale solo 1 peso cubano; pudiera ser bastante ilustrativo de lo que intento decir. A partir de aquí pudiera seguir una retahíla de expresiones descalificatorias, pero me halo las orejas y corrijo el rumbo. Aunque sea una manera hegemónica, no es posible crecernos si reproducimos tales prácticas antiéticas.

La realidad es que la izquierda que conozco sí profundiza en el dilema “socialismo-capitalismo” que menciona Ubieta, pero a la vez, reconoce la necesidad de un ámbito de respeto, de legitimidad para acceder al espacio público de todas las tendencias y propuestas de sociedad, incluidas las ajenas a su proyecto ideológico. El tradicional silenciamiento de las otras propuestas es uno de los elementos que ha llevado a los empoderados dirigentes cubanos a quedarse muchas veces sin propuestas propias. Como dijo una vez el Ché: “Opinión que haya que destruirla a palos, es opinión que nos lleva ventaja a nosotros” ¿Tendrá el Guerrillero Heroico, según los raseros y cánones de Ubieta, problemas ideológicos?

Coincido con el autor en que “la democracia real es anticapitalista, y que el capitalismo es por naturaleza totalitario”. Es por eso que nuestro cartel (que la Seguridad del Estado presionó para que bajáramos en la marcha del 1º de mayo de 2010) decía “SOCIALISMO ES DEMOCRACIA, PA’L LATÓN LA BURROCRACIA”. Es una pena que tan pocas personas comprendan esa visión que compartimos, y se empeñen en imponer esquemas antidemocráticos, arguyendo que con ello salvaguardan alguna Revolución. Por supuesto, en realidad salvaguardan sus propias prebendas y privilegios.

Seguidamente, el articulista menciona el tercer objetivo de la contrarrevolución: “romper el nexo histórico entre rebeldía juvenil y Revolución”. Ubieta, ese objetivo no es necesario perseguirlo, dado que ya que el sistema cubano se ha encargado de ello. Si este fuera un nuevo objetivo ¿cómo se explica la emigración de millones de jóvenes desde hace décadas? ¿Cómo es que la burocracia se devana los sesos tratando de inventar fórmulas (siempre infelices) que atraigan a la juventud? ¿Cómo es que las juventudes “comunistas” parecen cualquier cosa menos comunistas, y sus líderes, cualquier cosa menos jóvenes? No han comprendido que ya no se trata de defender la Revolución sino de desarrollarla, ampliarla, radicalizarla. Eso sí sería estimulante para los jóvenes. “Ahora le toca al padre la manzana en la cabeza”, pero la élite está demasiado apegada a sus raciones, por eso no se atreve a ceder el arco a sus hijos.

La historia de los adjetivos puede ser bastante confusa y manipuladora. Ubieta debería explicitar lo que él entiende por “crítica revolucionaria” y “crítica contrarrevolucionaria”. Espero que no sean los fines. Por ejemplo, decir por qué los servicios de salud para el pueblo son de baja calidad sería revolucionario si:

– persigue castigar a los profesionales y administrativos de salud que hacen un mal trabajo en detrimento del pueblo y de las planillas de los nobles burócratas que se atienden en el CIMEQ, además de reconocer los esfuerzos de la Revolución, la “gratuidad”, y los médicos “internacionalistas”;

– y sería contrarrevolucionario si lo que se busca con ello es desprestigiar y deslegitimar al gobierno tirano que se complace en ver a la gente humilde en colas durante horas para acudir a un especialista.

¿Es eso? Si fuera así, se estaría olvidando que hay muchos más pensamientos detrás de esa crítica, pero la realidad seguiría siendo la misma: el servicio es de mala calidad.

Por otra parte, el autor no se da cuenta que lo que él llama “el cansancio, la renuncia a ser diferentes, la aceptación acrítica del consumismo, el individualismo burgués” no es otra cosa que la propuesta cultural del Estado cubano a la población de la isla. Nada más cansón que los actividades político-culturales de la izquierda de protocolo, los matutinos, las galas, los homenajes forzados a los Cinco Héroes, que como una plaga carcomen el más elemental sentido de la estética, el arte, la alegría, la belleza en Cuba. Por su parte, la izquierda crítica privilegia el arte alternativo, la ruptura, la búsqueda de nuevas formas y estilos, es iconoclasta, queer (en el sentido más amplio del término).

El periodista venía hablando de la izquierda, y de pronto, como por arte de magia, se enfoca en el proyecto Estado de Sats, sobre el que vierte sus criterios, siguiendo “un razonamiento lógico” muy particular, totalmente desprovisto de argumentos probatorios, pero que al parecer a él le satisface. En realidad, con tales procedimientos, no sé para qué hace falta la Seguridad del Estado, si con el entusiasmo “revolucionario” de Ubieta ya todo queda probado. ¿Pero, y el análisis que venía haciendo sobre la izquierda dónde queda?

Cuando Ubieta declara quiénes son sus enemigos, no aclara qué métodos utilizará para vencerlos. Al parecer, los mecanismos extrajudiciales, ilegales, difamatorios, antidemocráticos, estalinistas, violentos, podrían servirle igual que cualquier otro. Aquí veo una profunda diferencia entre nosotros. Para mí, el enemigo ideológico es respetable, y la batalla debe ser limpia, de frente, y en igualdad de condiciones. No es posible que una parte tenga todos los medios a su alcance, mientras la otra deba recibir los palos justos e injustos que provengan de semejante poder.

A Ubieta no le tiembla el puño para escribir “la democracia revolucionaria que defendemos, no contempla a los capitalistas en el poder”, con lo cual hecha por tierra el sueño de la república martiana “con todos y para el bien de todos”. Pero si vamos un poco más allá, solo podemos sonreírnos ante la “ingenuidad” del autor, cuando miramos y vemos que los capitalistas hace rato están en el poder, protegidos bajo las casacas empresariales, militaristas, etc.

Ubieta finaliza su texto con una parrafada tan esquizo, que no resiste el más elemental análisis. Acepta lo diverso, pero no lo acepta; no desea la homogeneidad del pensamiento, pero excluye a los procapitalistas; habla de unidad nacional, pero no en “la orilla capitalista”. No entiendo cómo la lucha contra el capitalismo puede pasar por ignorar su real existencia en las estructuras y lógicas nacionales, y su avance evidente en las políticas económicas del país. Es demasiado ingenuo (u oportunista) ese intento por silenciar las voces disidentes, como si ello fuera a detener las finas telarañas de la Nestlé o Monsanto en la isla. Las neoliberales estrategias del “perfeccionamiento empresarial”, ensayadas décadas atrás, tienen ahora un caldo de cultivo fértil para recomenzar su expansión, y para colmo, profesionales de la palabra con acceso gratis a Internet pretenden descalificar a quienes luchamos por nosotrxs mismxs, y por quienes tenemos al lado, desde abajo y a la izquierda.

Suicidio político ¿Acaso el enemigo de tu enemigo es tu amigo?

Por Ramón García Guerra

Espero que la amistad no se lastime. Siento que criticar a los compañeros de lucha es difícil. Pero está en juego el destino de un pueblo.

Pactar una política de democratización con la derecha es un suicidio. La táctica en cuestión nos demuestra la miopía de sectores de la izquierda que no advierten que al pactar una “democratización” con el capital serán reconducidos al punto de partida: es decir, al estado de alienación que antes produjo el socialismo de Estado al interior de la sociedad. En tal caso, ¿sería mejor que luchemos por lograr un corrimiento hacia la izquierda desde el centrismo que adopta el gobierno cubano? Porque dicho centrismo es acaso la expresión de una totalidad que debe ser subvertida.

Definitivamente, una muerte anunciada se consuma: La “política de colaboración crítica” de estas izquierdas –traducidas en estado de impotencia– justifica hoy alianzas tan absurdas, vergonzantes y estériles como las adoptadas con la derecha.

Las alianzas que adoptan estas izquierdas son una política oportunista a todas luces, como también se entiende que nos acusen de sectarios. Defendiendo sus posturas estos compañeros se refieren al fracaso de las estrategias de subversión entre las izquierdas radicales de todo el Continente. Sin embargo, los grupos de izquierda radical que espolean a los gobiernos de centro-izquierda en América Latina –sic. Ecuador, Venezuela y Bolivia–, entiéndase, han estado pecando no por la mala orientación de sus luchas sociales sino por las carencias que afectan a su proyecto y que debilitan sus posiciones en la política.

Los que pactan con la derecha en Cuba se debilitan al dar crédito de una solvencia y una eficacia que no tiene la misma. Politiquean. Digámoslo de un tirón: La derecha no tiene un proyecto de país que resulte viable ni tampoco es una fuerza política que pueda modificar a fondo la realidad. Especula con un sentido común enfermo y con las políticas fallidas del Estado. [Los cubanos en su mayoría son opuestos al capitalismo de Estado que defienden el centrismo y la derecha.] La derecha se resiste al debate público con la izquierda radical y este hecho nos revela la orfandad de ideales de que padece la misma. En cambio, las críticas más fecundas que la derecha hace al régimen han sido tomadas del arsenal de argumentos que emplean los radicales. Nadie ha hecho críticas tan severas y sustanciales en contra del Estado burocrático policial en Cuba como las endilgadas por los radicales.

Los radicales de izquierda han dejado sin argumentos a la clase política y una masa crítica ha crecido en el país como resultado de estas luchas. Incluso la clase dirigente en Cuba ha debido de plagiar el discurso de los radicales para obtener una mayor legitimidad hacia el interior de la sociedad. Entonces, ¿tiene algún sentido dar marcha atrás para hacer la política de la derecha? Precisamente los radicales de izquierda pueden hoy mismo echar adelante un proceso de democratización que nuestra clase política sería incapaz de realizar.

Los radicales han sido los responsables del cambio en la hegemonía cultural que ha sucedido en la última década. Estos han ganado la batalla de ideas. Ahora bien, ¿acaso estos ideales de libertad serán traducidos en acción política eficaz que subvierta la totalidad del orden existente? La reforma a la Constitución hoy se impone. Pero esta última será la consecuencia del modelo de sociedad que se adopte.

Somos un pueblo audaz, inteligente y sagaz que recupera la confianza en sí mismo. Pensémoslo dos veces. ¿Cambiar la jaula por la selva? Desde la derecha, ¿qué tipo de sociedad nos hará libres? ¿Aquella en donde cada quien abre su negocio y explota su parcela sin dañar a los demás? ¿Resultará esto último un régimen de equidad en donde se distribuye entre todos la riqueza colectiva a partes iguales? La multitud de talleres y granjas pequeñas que imaginó José Martí, ¿serían hoy viables? Tampoco la nueva burguesía cubana se siente hoy atraída por el proyecto de país que añoraba la burguesía nacional subalterna de las décadas de 1940-1950. Estamos en otro mundo.

Discutamos en público el proyecto de sociedad. Pero aún más. Pongamos las agendas políticas en discusión.

Podemos tener en la agenda una infinidad de temas en común sin llegar a coincidir estos en el contenido ni en los métodos a emplear en medio del proceso en cuestión. El modelo de democracia que adopten los libertarios, por ejemplo, traerá inscripto en sí un decálogo de derechos y deberes, lógicas procesuales y éticas conductuales, etcétera que harán la diferencia con aquellos que sostienen y/o defienden al régimen autoritario vigente (centrismo y derecha, ambos incluidos). Pensemos, por caso, en los condenados de la tierra. ¿Cuál será el modelo de democracia que logre integrar al 70% de los habaneros que dedican todo su tiempo a hacer trámites legales o buscar qué comer? La política es para ellos cosa de los políticos. ¿Cuál será el modelo de democracia que los interesará por la cosa pública? ¿Constituye este un tema de la derecha?

Desde el diseño hasta la instauración del mismo, el modelo de democracia estará –hecho a imagen y semejanza de la derecha– plagado de mecanismos y espacios que acabarán por cerrar puertas ante las clases oprimidas. Sucede que el régimen autoritario reinante ha afectado el programa mínimo de este sector de la izquierda, para acabar este último por comulgar con el pliego de demandas que plantea la derecha. [¿Alianzas que comprometen el proyecto?] Considero que la izquierda en Cuba tiene la capacidad suficiente para subvertir el orden existente sin apelar a alianzas con la derecha.

Para la izquierda radical, en tal sentido, la adhesión y/o participación en políticas afirmativas (negritud, culturas emergentes, etcétera) de sectores excluidos en la sociedad –por ejemplo– no implica un recorte del horizonte de luchas sociales; sino, por el contrario, resulta un registro de realidades más concretas y vitales que acabarán siendo articuladas en un proyecto libertario de nueva sociedad. Precisamente este hecho signa la política de alianzas de los radicales. Ciertamente, la política de alianzas de los radicales de izquierda parte del reconocimiento de cierto potencial entre tales movimientos en función de la subversión de la totalidad del orden existente. Siempre que, por supuesto, tal acción política resulte en la superación del carácter reivindicativo y puntual que identifica a los mismos. Luchamos por el buen vivir, la plenitud de las personas y el libre albedrío en la sociedad.

¿Banderas que hondean? Sí. Equidad, solidaridad, libertad.

La política de la izquierda radical está fundada en un programa mínimo que el centrismo y la derecha han calificado de utópica. Pero la línea de lo posible no es tan breve.

Criticamos el recorte del proyecto que se justifica con un “realismo” poco realista. La diáspora nos muestra su altruismo con una economía de remesas y la derecha pro capitalista, en cambio, habla de lo bueno que sería otorgar un mayor espacio a la inversión privada… de los millonarios cubanos. Los sectores de la izquierda en cuestión, asimismo, sugieren coperativizar la economía. Colocan de alfombra al mercado. La realidad niega esta arquitectura de segunda mano. Pensemos en economías sin mercado: trabajo doméstico, remesas y fondos de consumo. (Suman una economía aún mayor que la economía oficial: estatal, mixta y privada.) Entonces la solución que sugieren estos compañeros es bailar al ritmo del mercado. Siendo este una excepción ellos lo convierten en la norma: mercado, mercado, mercado…

[Personalmente, invito a retomar el debate sobre la vigencia de la ley del valor en Cuba.]

Dejemos atrás la retórica de la autogestión, el cooperativismo, etcétera que bien poco –o casi nada– tiene que ver con el sentido y alcance del concepto de trabajo libre asociado que empleó Carlos Marx. Denunciamos las actitudes que rehúsan la discusión del dilema ideológico-cultural que significa la cosificación de las relaciones sociales y, sobre estas bases, imaginan un escenario de actores económicos plurales que concurren al mercado en igualdad de derechos.

¿Podríamos obviar al mercado sin afectar la viabilidad de la nueva economía? Esto será algo imposible para estos compañeros pues no existe otro mecanismo social a cambio y la presencia del mercado (milenaria) prueba que dicha estrategia es un gran absurdo. Creemos que la solución se hallaría en la política de empoderar a la comunidad para facilitar el ejercicio por aquélla de su derecho a hacer sociedad y, asimismo, reducir al mercado a formas de reproducción simple (M-D-M) que facilite el predominio de los valores de uso por encima de los valores de cambio. Estamos por un modelo de economía a escala humana de bajo impacto ecológico.

La cuestión de la economía no es solamente cómo organizar sino también cómo administrar la misma. Hablamos de democratizar la economía. ¿Cuáles serían los cambios por realizar en las estructuras de poder para asegurar la autogestión popular en toda la economía?

Empecemos por plantear una idea-fuerza: el pueblo es el soberano y el Estado es un servidor.

Comentemos ahora la falta de responsabilidad civil del Estado contra la sociedad. Intentemos hallar una solución a este dilema. Según el modelo institucional actual la acción correctiva debe partir de las organizaciones de masas que son representantes de la sociedad ante el gobierno. Pero se hallan estatizadas estas ONGs. Los radicales de izquierda hablan de las potencialidades que estas instituciones de base aún conservan y hablan de reciclarlas. Debemos de regresar al punto del camino en donde se extravió la causa libertaria.

Veamos de cerca la cuestión.

El modelo de democracia que instituyó la revolución en la década de 1960, precisamente, resultó ser la mejor oportunidad para fundar una “sociedad coherente y bien articulada” a partir de un régimen de estadolatría –según la definición de Gramsci–. Específicamente, hablamos de aquel gobierno de los funcionarios al que fuimos convertidos todos los cubanos. [Organizaciones sociales paraestatales.] Serían los ideólogos del obrerismo los encargados de hacer abortar el autogobierno de las clases populares. Sin embargo, las buenas lecciones no se reducen al período que media entre 1959 y la fecha. La segunda república cubana (1940-1958) fue pródiga en experiencias dadas entre las clases populares en relación con prácticas de auto-organización en las esferas de la producción y el consumo.

[Precisamente esto explica la admiración por el estado social rooseveltiano que siente y confiesa Fidel Castro. Partiendo de su autoritario ideal estadocéntrico las formas de autogobierno popular –todas en ciernes– requieren ser reemplazadas por un mayor intervencionismo del Estado en la vida cotidiana de la sociedad. Conocemos cuáles han sido los resultados al ser llevadas estas ideas al colmo: ninguneo, multitud de autoestimas dañadas, etcétera.]

Yendo más allá de aspectos puntuales que puedan ser tomados a partir de experiencias dadas en otras épocas, la mejor lección sería la de entender que se necesita una tercera revolución del estado social en el mundo. [Bismark, Roosevelt…] Y sólo la utopía del socialismo libertario trae en su vientre la dicha.

Aquellas formas de “autogestión” que apuestan por el libre juego de un montón de Pymes, todas iguales, –que regidas por las leyes del mercado nos deben de conducir al reino de la libertad– no hacen más que ahondar la fractura de la sociedad. [Fundamento
del sistema de dominación política que rechazamos.] Para hablar claro: Eliminar el trabajo salariado no cancela esa zoofílica aberración moderna que sería el tratarnos como si fuéramos cosas que pueden ser intercambiadas según una lógica de equivalencias en el mercado. (Una actitud que en nada se distingue de la del capital.) Constituir un mundo de trabajo cooperado sin superar la mercantilización de la vida cotidiana –y aún no hablo de eliminar el mercado en este punto– sería llevar a la sociedad a un estado de autofagia. Sería un trabajo asociado, sí; pero en nada libre. Sindicados para reproducir al capitalismo.

Los políticos que fueron reciclados como empresarios en los países socialistas de Europa central y oriental, curiosamente, tenían la misma visión de la política que estos compañeros que ahora se enredan en alianzas con la derecha. Los dogmas que sostenían al socialismo real acabaron por convertirse en piel de zapa. [Dogmas que resurgen mil veces desde el abismo con el empleo en la transición socialista de las armas
melladas
(legado del capital).]

Pecamos en la izquierda al ser ingenuos. Subvertir el régimen autoritario con la democracia no resultará en la pacificación de la sociedad sino en la abrupta multiplicación de los escenarios de luchas sociales. Los socialistas institucionales han hallado la solución con la instauración de un Estado de derecho. Establecer un límite al poder regio resulta en Cuba, ciertamente, una condición para la democratización más radical de la sociedad. Pero este enfoque jusfilosófico llevado al extremo nos conduce al normativismo que practicó el Estado obrerista (1971-1989). Las formas de autorregulación de la sociedad –morales, culturales, etcétera– serán el fundamento del proceso de reproducción de estas últimas en el tiempo. Los sistemas de administración de justicia que se desconecten de estas realidades, y se sostengan en ordenamientos jurídico-legales en exclusiva, están condenados al colapso.

Consideremos las políticas de Estado al respecto de las academias y los tribunales.

La política de politización de los tribunales y de despolitización de las academias –que fuera adoptada por el Estado cubano en cinco décadas–, resulta de una carencia ideológico-cultural que afecta al sistema de instituciones del Derecho (1) visto de conjunto. Estamos ante un sistema jurídico-legal que no alcanza a integrarse en formas autogobierno popular que resulten más realistas y eficaces. [Sociología del Derecho.] Las políticas de Estado son al respecto el mayor obstáculo que se interpone ante el proceso etnocultural cubano, puesto que éstas distorsionan la relación entre sociabilidad y civilidad al negar la singularidad de los sujetos sociales. [Derecho a la diferencia.] Significa esto que toda reducción institucionalista que afecte a esta ecología: es regresiva (2).

Creemos, junto a Martí, entonces, que “con los oprimidos [hay] que hacer causa en común, para afianzar el sistema opuesto a los intereses y hábitos de mando de los opresores”.

La brecha de iniquidad que abre el formalismo kelseniano en contra del proyecto de nueva sociedad, por ejemplo, amplía el sentido tecnocrático del derecho y facilita la despolitización del mismo. [¿Quiénes son servidos con la despolitización del Derecho en medio de la revolución?] Los desafíos libertarios que plantea el proyecto ante el derecho serán escamoteados por el despotismo que, según Marx, puede darse momentos democráticos (como sería una consulta popular o incluso, una democracia deliberativa –llegando al extremo–) sin resultar siquiera inconsecuente consigo mismo. Distanciarse del fallido normativismo soviético no debe hacernos retornar al formalismo kelseniano que logre justificar el modelo técnico-jurídico que asegura la realización del proyecto de nueva sociedad.

¿Democracia como tecnología? No. Democracia para liberarnos.

La solución política será institucionalizar un Estado de derecho. Insuficiente. Creemos que el dilema del Derecho en Cuba es más que político. Filosófico. ¿Sobre qué filosofía del Derecho se sostendrá el sistema jurídico-legal en el futuro? ¿Democratizando el republicanismo? [¿Acaso la república de Martí?] Ciertamente, desde esta ideología se pueden lograr avances que nos aproximen a la solución de este dilema. Pero… Pensemos en rescatar el derecho consuetudinario de los pueblos más allá de la tradición occidental que signa nuestro sistema de derecho. [Hablo de ampliar el visor. Estudios de antropología jurídica.]

Cuando estos estudios sean hechos, entonces, mapas afectivos y experienciales saldrán a flote. Pensemos en el fondo emocional del disenso en la sociedad. Experiencias de ninguneo, negación de la otredad, castración de las ilusiones… Recordemos: los marielitos. Detrás del tirano que atropelló al infeliz está un sistema que se sostiene dando golpes a diestra y siniestra. Después de cinco décadas de cachumbambé el tirano ha devenido en víctima. Posiciones que se suceden una y otra vez hasta devenir en una tiranía sin tiranos, según nos advierte Hannah Arent. Entender que detrás del tirano hay un sistema nos sería tan necesario hoy como el advertir que detrás del LÍDER hay una nomenclatura y que ésta sostiene un status quo (equilibrio) que hunde en el marasmo a la sociedad.

¡Ojala la solución fuera tan sencilla! Bastaría con sacar del cargo a dos o tres personas. Pero la realidad es terca.

Construyamos mapas afectivos. Porque… Efectivamente, no fueron las ideologías las que salvaron a los pueblos, –aclara Ernesto Sábato– sino las estúpidas esperanzas de las gentes, ese “heroísmo cotidiano frente al infortunio”. ¿Quién dio la medida del repliegue del socialismo en la década de 1990: acaso los decretos del gobierno entre octubre de 1993 y junio de 1994 o el pueblo con sus estrategias de sobrevivencia entre 1991 y 1993? ¿Cómo se explica que la solución no fuera renegar del socialismo sino el adoptar la autogestión social como solución para enfrentar el fracaso del régimen? ¿Cuál será el nombre que daremos a este magma de pueblo? Socialismo libertario. Sociedad en donde cada quién hace libremente su vida y cuida de los demás.

Las alianzas que aceptan los libertarios son aquellas que contribuyen a desatar el potencial que contiene ese magma de pueblo. La solución del dilema cubano no se hallará entre liberales, socialdemócratas o comunistas. Ideologías que están siendo empleadas como simples disfraces (3) que ocultan el egoísmo, el elitismo y el racismo de aquellos que levantan estas banderas.

¿Democratizar la sociedad?

Las luchas sociales que dentro del régimen autoritario han sido cumplidas, mañana –bajo una democracia a todas– dejarán de ser retorcidas. Crecerán de manera exponencial hasta alcanzar un momento de inflexión. Será este el momento de las nuevas leyes. Sucederá esto cuando se establezca la cultura ciudadana que los socialistas institucionales han venido defendido de manera justa y acertada. Emergerá un escenario de libertades. Debemos de advertir, en tal sentido, que tanto el legalismo como el economicismo no serán la solución. Entendamos que estos procesos son sustanciales. La política de (des)politización del Estado ha convertido al formalismo kelseniano y el dogmatismo estalinista en instrumentos del régimen que justifican desde la exclusión hasta la autocensura en la sociedad.

Debemos ser creativos.

Definitivamente, la política de alianzas que adoptan ciertos sectores de la izquierda en Cuba en nada facilita la creatividad que nos exige el cambio de época al que asistimos. Los ideales que defienden estos compañeros de lucha no son errados (4). No. Sólo que tales ideales se quedan a mitad de camino. ¿Qué les diría? Falta dar un pasito. No más. Sugerimos un giro epistémico. Pongámonos del lado de los oprimidos. Desde esta atalaya la realidad tiene otro color.

Esta es la hora de los hornos.

Santa Fe, Ciudad de La Habana, Cuba: 12 de septiembre de 2012.

NOTAS

1. Principios del Derecho. ¿Criminal o inocente?… hasta que logres probar lo contrario.

2. La ecología del proceso regulatorio societal –que refería en dicho artículo– resulta muy simple: “La dialéctica que tal sociedad política producen en dicho empalme [etnocultural/éticosocial] tendría dos extremo: a) socialidad-sociabilidad, y b) legalidad-legitimidad; que, desde lo éticosocial y lo etnocultural, en cada caso, serán puntos que tensionan y activan a la sociedad política”. Ramón García Guerra: “Légalité Gruyère. La actual constitución del país”; http://www.kaosenlared.net, mayo 17 de 2008.

3. Contamos con liberales y socialistas ilustres en nuestra historia. La tradición libertaria cubana debe muchísimo a estos compatriotas nuestros. Desde Varela hasta Mañach. Pasando por Martí. ¿Qué decir de Ramiro Guerra o Fernando Ortiz? Lástima que sea menos conocido el aporte de los anarquistas cubanos. Incluyendo a Julio Antonio Mella entre aquellos.

4. ¿Desconfían de las fuerzas de las izquierdas?

Respuestas de un hombre libre al conservadurismo americano

Por Armando Chaguaceda

A Gore Vidal, in memoriam

No acostumbro a responder a los comentarios que algunos lectores comparten, en el espacio dedicado a tal efecto, a continuación de mis artículos en Havana Times.

Pero en mi pasado post alguien dedicó duros calificativos a mis ideas sobre la sociedad estadounidense, señalándome en sus juicios como un ser desinformado, confundido, presa de mi ausencia de libertad y mis opiniones socialistas.

Este hecho fue seguido, en la misma semana, por un mensaje anónimo -que estoy seguro no pertenece al comentarista, dada la transparencia con que este hizo gala de su derecho a expresarse en HT-; un mensaje con contenidos amenazantes, fascistas y xenófobos dirigido a una de mis cuentas de correo personal.

Ante tales hechos creo prudente y legitimo compartir esta reflexión y respuesta.

Comenzaré recordando algo que he dicho anteriormente: que mi postura frente a EEUU sigue siendo afín a aquella que defendió José Martí, demócrata y patriota cubano, en las dos últimas décadas del siglo XIX.

La admiración por el progreso técnico, la defensa de derechos y garantías civiles y el fomento y disfrute de las artes que llevaron a Martí a mostrar público respeto a W. Whitman, R. W. Emerson y H D Thoureau.

De ese mismo modo quien escribe estas líneas “se confiesa” seguidor de Woody Allen y Ray Bradbury, Charles W. Mill y Howard Zinn, Luther King y Cindy Shehan. Y prefiere la América multicultural y pluriétnica antes que la exclusividad de la nación blanca, anglosajona y protestante, escondida tras el código WASP

Y defiendo la vibrante República que conforma y sustenta el carácter del pueblo estadounidense mientras rechazo el Imperio que proyecta el unilateralismo imperialista allende los mares, expansionismo que tributa al antiamericanismo de humillados y agredidos por las estrategias fraguadas en las riberas del Potomac.

Ni el Ku Klux Klan, ni las milicias supremacistas ni quienes defienden las políticas excluyentes y represivas que convierten las cárceles de EEUU en el mayor getto de mano de obra cautiva del planeta son ni serán objeto de mi consideración.

Por demás, cuando se me “acusa” de mis devaneos socialistas, siempre explico que ser de izquierda no es algo que me ofenda, por cuanto todo lo que he hecho en mi vida intelectual y política se relaciona con agendas y movimientos que se identifican con tal perspectiva ideológica, en sus plurales expresiones.

Promover un mayor control y participación ciudadanos en la economía y la política, apoyar las luchas de movimientos de mujeres, por la diversidad sexual y el ambientalismo, cuestionar las dominaciones de todo signo (mercadocéntrico o estatista, neoliberal o totalitario) que convierten a las personas en apéndices de sistemas autorreferentes y dehumanizantes son cosas de las cuales no puedo menos que enorgullecerme.

Por eso me considero libre, a pesar de mis humanos errores, dudas y temores: por defender las causas del progreso, la justicia y la libertad humanas en cada lugar que he transitado y a partir de los hechos que han ido poblando mi vida.

También me reconforta tener, entre mis buenos y fieles amigos, a activistas y académicos que acompañan o participan en luchas tan disimiles como los Indignados estadounidenses y europeos, los movimientos sociales sudamericanos y centroamericanos y los valientes demócratas de numerosos países de este desigual mundo.

Pues como sabemos verbigracia la tozuda Historia, no hay dominaciones preferibles a otras -aunque las posibilidades de enfrentarlas por métodos legales y pacíficos difieran cualitativamente en los regímenes dictatoriales y democráticos- ya que todas atentan contra la dignidad e integridad humanas en sus expresiones más esenciales.

Así que, amigo comentarista, espero haberle aclarado mejor mis posiciones, de lo cual podrá inferir que no hay en ellas un ápice de antiamericanismo, salvo que desde su óptica personal nación, pueblo y gobierno se fusionen del mismo modo en que ello sucede en la lógica y propaganda totalitarias.

Encontrará, eso sí, mucho respeto a la democracia y los derechos conquistados por la lucha de tanta gente, respeto equivalente en su intensidad al rechazo que profeso a la filosofía del racismo y el despojo auspiciada por representantes de la élite del poder estadounidense.

Ante situaciones como esta siempre me gusta recordar la congruencia de Nelson Mandela, quien luchó contra el Apartheid y denunció el apoyo de los gobiernos occidentales sin rechazar las instituciones y virtudes de la democracia representativa.

Por último, para aquellos que buscan intimidar escondidos en el anonimato de una diatriba amenazante, aconsejo que no pierdan más su tiempo ni dilapiden sus escasas neuronas.

Les reservo el más sereno desprecio y la más firme determinación de persistir en el curso de mis ideas y acciones, las únicas cosas realmente importantes que ameritan hoy la entrega de mis mejores energías.

Publicado en Havana Times

El comunista manifiesto

Iván de la Nuez
Barcelona

Uno. Un fantasma se cierne sobre Europa… es el fantasma del comunismo. Han pasado más de 20 años desde de la debacle del imperio soviético. Siglo y medio largo desde que Marx y Engels lanzaran esta alarma, nada más empezar el Manifiesto Comunista, la madre de todos los panfletos. Pero es precisamente ahora —cuando se da por muerto y enterrado— que el comunismo sale de ultratumba y consigue afianzar la frase en su sentido más estricto.

Si lo propio de los fantasmas, según los diccionarios, es aparecer después de la muerte, entonces no es antes del comunismo —época en la que Marx y Engels despliegan la metáfora— cuando podemos hablar, en propiedad, de ese espíritu amenazante, sino a posteriori. (A fin de cuentas, la mayor capacidad aterradora de un fantasma es post mortem). Solo después del derribo del muro de Berlín el comunismo se ha convertido en un fantasma que recorre Europa; el espectro de un mundo muerto que insiste, con ardides muy dispares, en tirar de los pies a los que le han sobrevivido.

Ese fantasma inicia su andadura en 1989, año que cifra la caída de un PC (Partido Comunista) y el advenimiento de otro PC (Personal Computer), con la expansión de internet y la era digital. Justo en la frontera entre el ocaso de aquellas sociedades que se decían basadas en el proletariado —el trabajo manual— y el apogeo de la época actual, determinada por el mundo virtual —¿espectral?— de la sociedad informatizada.

En la actualidad, este comunismo de baja intensidad no tiene, como en la época del antiguo PC, un baluarte estatal en el que fijar su estrategia y su meta, habida cuenta que las dictaduras del bloque soviético ya no aguardan al otro lado del Telón de Acero. Sí está conectado, sin embargo, a los movimientos y eslóganes que echaron abajo aquellas tiranías. Es posible percibir los ecos de la glásnost (la política de transparencia que inició el deshielo de la Unión Soviética) en Wikileaks. Las movilizaciones de los indignados evocan a Solidarność, el sindicato surgido en Gdansk que apeló a la solidaridad para subvertir el régimen polaco (Lech Walesa acaba de resurgir brindando su apoyo a los manifestantes de Occupy Wall Street). Y la convocatoria a refundar la democracia nos remite a la perestroika (aquella reconstrucción invocada por Gorbachov como única posibilidad de salvar el antiguo sistema). Continue reading

Respuestas a los consejos y diatribas de un “camarada”

Por Julio Tang Zambrana
Miembro de la Cátedra “Haydeé Santamaría” y de la Red Protagónica Observatorio Crítico

Durante el I OC. De derecha a izquierda: Julio Tang, Armando Chaguaceda, Regina Cano, Dmitri Prieto y Ramón Guerra (detrás de Chaguaceda parece estar Miriam...)

Tal vez debí haberme apurado… pero, no, es mejor hacer las cosas con calma. Confieso que me bullía la sangre y que, mientras leía, no me tenía tranquilo en mi asiento. Mas, siempre recuerdo la palabra suficiente de mi padre cuando se trata de plantear una opinión: piensa bien antes de hablar, siempre hay tiempo para quedarse callado ante una equivocación o una palabra necia.

Al parecer a Enrique Ubieta y Santos Pérez les faltaron esas buenas enseñanzas cuando eran niños o jóvenes. Es la única explicación que me queda ante tanta prepotencia y desliz, incluso habiendo tenido en cuenta las opiniones de los que consideran contendientes políticos y que, sin embargo, se niegan en comprender en toda su amplitud. Me consta que tanto el primero, porque he leído sus trabajos de estos últimos días, como el segundo, por ser la primera vez que leo algo de él, han demorado lo suficiente para llevar a la letra lo que pasa por sus mentes: las opiniones de Erasmo fueron publicadas hace varias jornadas atrás y evidentemente tuvieron suficiente tiempo para reflexionar… pero al parecer no fueron válidas las horas invertidas en ese proceso.

Así, después de tomarme el tiempo necesario, hago presente mi derecho a debatir en un pugilato en el que, como una amiga días atrás, me veo involucrado y salpicado y aunque tampoco lo pedí, sí me meto por dos razones: primero, Erasmo es un amigo cuya suerte me es enormemente cercana, hace varios años que conozco de los recovecos de su (nuestra) difícil existencia. Segundo, compartimos espacios de creación humana y política en las discusiones y hermanamientos de la Catedra Haydeé Santamaría (CHS) y el Observatorio Crítico (OC). Por ello, y aunque no conozca a plenitud –pero sí adecuadamente- su pensamiento me planto a su lado como ente protagónico, no seguidor, en el duro batallar de la política cubana actual.

Sin embargo, no voy a plantear consideración alguna sobre sus trabajos publicados en Havana Times (HT) ni sobre lo que Ubieta ha expresado pertinente apuntar sobre ellos, aunque derecho a ello me sobre. Eso se lo dejo al propio Erasmo, si tiene a bien hacerlo, consciente de su capacidad cognoscitiva y humana para desenredar entuertos que otros se desvelan en tejer. Concentraré mis opiniones en aquellos planteamientos más generales de Ubieta y Pérez –y gracias a esto van indirectamente algunas ideas respecto al diferendo Ubieta-todo el que esté en su contra- que considero centrales en sus dos últimos escritos aparecidos en el blog personal del primero. Y subrayo la palabra “personal” pues esa es la primera de las consideraciones que deseo presentar aquí: Ubieta considera que aquel es su blog, lo cual más allá de cualquier válido sentido de pertenencia, se conecta con otra palabreja –seguidores– y de ahí surge un planteamiento crucial dentro de su weltaangschung (¿se escribe así?) trópico-estalinista. La idea modernista-razonadora-estatista de la vanguardia privilegiada e iluminada, con la cual ha comulgado toda la tradición socio-comunista desde el siglo XVIII hasta nuestros días.
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