Al paso, la Constitución

Por Rogelio M. Díaz Moreno

Ahora que ya pasó el acto del 26 de julio, resulta que yo todavía no me he terminado de desconectar de la pasada sesión del Parlamento cubano, celebrada hasta el 23 del presente mes. Y es que yo no quería pasar por alto un último punto del discurso del compañero general en jefe, Raúl Castro, allí al finalizar prácticamente su discurso de la clausura, cuando hace la apología del compañero Jaime Crombet.

Dijo Raúl, según la versión que descargué del sitio oficial Cubadebate, En consideración a sus relevantes méritos, […], el compañero Jaime trabajará conmigo en la atención a la comisión que elaborará el proyecto de modificaciones a introducir en la Constitución de la República, en cumplimiento de los acuerdos del Sexto Congreso del Partido

Así que, de pronto, nos enteramos de un par de cosas importantes: Se ha conformado o conformará una comisión para proponer modificaciones a la Constitución.

Era algo que muchos veíamos venir, si bien no todos estaban convencidos de que fuera lo más conveniente. Algunos amigos versados en cuestiones de Derecho, por ejemplo, me han explicado que la Constitución actualmente vigente no ha sido nunca aprovechada por completo pues, para empezar, le faltaron algunos complementos jurídicos que se suponía se elaboraran para definir detalles en temas como ciudadanía, el ejercicio de derechos de asociación, etc.; lagunas que resultaban en que las autoridades actuaban a discreción en esas cuestiones para disgusto digamos que de aquellos a los que no les gustaba su actuación. Eso, cuando no se cometía un burdo y abierto desacato como con la prohibición, derogada no hace tanto, de entrada de los cubanos a establecimientos hoteleros.

Por otra parte, las conocidas reformas realizadas al modelo cubano o actualizaciones, como prefiere llamarles el discurso oficial ya dieron al traste, según mi humilde opinión, con un par de preceptos constitucionales como aquel de proscripción de la explotación de unas personas por otras, insostenible frente a la existencia de la contratación de fuerza asalariada por parte de algunos de los pequeños empresarios autorizados a ello con el auge, legalmente promovido, del llamado trabajo por cuenta propia. En todo caso, con tanta actualización o reforma o renuncia del Estado a garantizar trabajo, planes vacacionales y el resto de la filosofía de eliminar subsidios y subvenciones a la población, las sacudidas experimentadas por la Carta Magna cubana han sido tantas que lo más práctico, para poder hablar de un documento que todos consideren digno de alguna atención, es reformarla.

Lo que quiero subrayar es, de nuevo, que ya se decidió crear una comisión para redactar el proyecto de modificaciones de la Constitución. ¿En qué momento, tengan la bondad de decirnos? ¿Quiénes tomaron la decisión? ¿Cómo se va a elegir a los integrantes de la misma? ¡Fíjense que no es una comisión cualquiera, para elegir el color de un estadio de pelota, es para cambiar la Constitución! Una cosa se sabe, que Raúl y Crombet la van a atender. ¿De la manera en que un anfitrión atiende a unos huéspedes? ¿Cómo un archivador atiende a personas que requieren información? ¿O de otra manera?

Además, me parece que hay otras contradicciones. Dice Raúl, en cumplimiento de los acuerdos del Sexto Congreso del Partido. Pero en la versión que yo descargué, también de Cubadebate, de la versión final de los Lineamientos aprobados en el VI Congreso, no aparece la propuesta de reformar (o actualizar) la Constitución. Lo que es más, el PCC no tiene la potestad para cambiar la Constitución de Cuba, derecho que solo posee la Asamblea Nacional del Poder Popular, según el artículo 137 de la misma Constitución. Tampoco se encuentra el PCC entre las personas naturales o jurídicas con Iniciativa Legislativa, o sea, que puedan proponer leyes en la Asamblea, según el artículo 88 del documento en cuestión. Si alguien tiene una información mejor que la mía, por favor compártala.

Ante esta situación, me vienen a la mente ciertas palabras de José Martí, en una carta a Máximo Gómez. En esa misiva Martí, sin ocultar el cariño y admiración que siente por el Generalísimo, le expresa su opinión de que

entiendo que usted procede de buena fe en todo lo que emprende, y cree de veras, que lo que hace, como que se siente inspirado de un motivo puro, es el único modo bueno de hacer que hay en sus empresas. Pero con la mayor sinceridad, se pueden cometer los más grandes errores; y es preciso que, a despecho de toda consideración de orden secundario, la verdad adusta, que no debe conocer amigos, salga al paso de todo lo que considere un peligro, y ponga en su puesto las cosas graves, antes de que lleven ya un camino tan adelantado que no tengan remedio.

La escribió Martí, a raíz de un desacuerdo con la manera, de Gómez y Maceo, de planificar la próxima y definitiva contienda para liberar a Cuba del colonialismo español. Martí que contaba con la independencia de Cuba para revertir la expansión del imperialismo yanqui sobre Latinoamérica le expresó al Generalísimo que, no obstante su amor ciego a una idea en la que me está yendo la vida; a pesar de desbordar por él esta fatal abundancia de corazón que me dañaría tanto en mi vida, si necesitase yo de andar ocultando mis propósitos para satisfacer ambicioncillas; que, no obstante dudar que se hubieran acercado a aquel alguien más con un afecto más caluroso que aquel con que lo apreté en mis brazos desde el primer día en que le vi; en fin, que con todo ello, no iba a contribuir con los planes esbozados en la discusión que provocó esta misiva, pues hay algo que está por encima de toda la simpatía personal que usted pueda inspirarme, y hasta de toda razón de oportunidad aparente.

Yo espero que a nadie le moleste que un humilde servidor sienta tanta admiración por las ideas de Martí que trate de hacerlas suyas, derecho que, por demás, nos asiste a todos los cubanos. Pienso que hay que tratar de meditar en lo que estaría pensando Martí al escribirle a Gómez en este mismo mensaje, que

un pueblo no se funda […] como se manda un campamento; y cuando en los trabajos preparativos de una revolución más delicada y compleja que otra alguna, no se muestra el deseo sincero de conocer y conciliar todas las labores, voluntades y elementos que han de hacer posible la lucha armada, mera forma del espíritu de independencia […] ¿qué garantías puede haber de que las libertades públicas, único objeto digno de lanzar un país a la lucha, sean mejor respetadas mañana? […] Si la guerra es posible, y los nobles y legítimos prestigios que vienen de ella, es porque antes existe, trabajado con mucho dolor, el espíritu que la reclama y la hace necesaria: y a ese espíritu hay que atender, y a ese espíritu hay que mostrar, en todo acto público y privado, el más profundo respeto.

Lo que me parece muy a tono con el propósito de redactar una nueva Constitución para el país o para modificar la vieja. Sobre todo, teniendo en cuenta que Martí la tenía mucho más difícil que nosotros hoy, pues el país que los mambises todavía tenían por liberar de una potencia colonial, hoy ya cuenta con la soberanía necesaria para desarrollarse y mejorar las condiciones para que su pueblo trabaje por una felicidad posible, sin olvidar hacer frente a los apetitos imperiales de otra potencia que conocemos bien.

Resulta totalmente improcedente que las propuestas de modificaciones a la Ley de Leyes provengan, como ya ocurrió en el caso de los documentos del Congreso y la Conferencia del PCC, del trabajo de una comisión desconocida, trabajando en secreto. Me resulta inconcebible. Este pueblo, llamado a construir en el umbral mismo del imperialismo yanqui el proyecto liberador, emancipador, antiimperialista, del socialismo; que efectuó una Revolución inédita que ha conmocionado al mundo más de una vez, y lo seguirá conmocionando, no puede sino efectuar en la más abierta y democrática asamblea las discusiones que deriven en una nueva Constitución. La única manera de rechazar indefectiblemente las embestidas del enemigo y derrotar para siempre sus esperanzas de fragmentarnos para borrar nuestro ejemplo de la faz de la tierra, consiste en la unidad basada en la igualdad y el respeto a cada compatriota, la participación universal y plena de los talentos de todos los cubanos y cubanas, militantes o no, con sinceridad y transparencia, con libertad y compromiso, en los hitos de la sociedad que forjamos.

Lo importante no le toca a la Asamblea

Por Rogelio M. Díaz Moreno

Unas pocas horas pasaron desde que yo soltara mi diatriba a raíz de la ausencia de discusión de algunos temas que me parecen de la mayor importancia, en las discusiones de la Asamblea Nacional o Parlamento Cubano, que en estos días celebraba su últimas sesiones del actual período legislativo y, en la misma clausura del magno foro el General en Jefe, Raúl Castro, abordó un par de ellos.

Avisó Raúl que el asunto de las cooperativas no rurales está a punto de caramelo y que la reforma migratoria, si bien se va a demorar un poco más, viene más o menos en camino aunque con muchas, tantas condicionales que probablemente tengamos mucha tela por donde cortar. Lástima que dejara pasar el tercer punto, del nuevo Código de Familia. Pero lo que me llama a mí la atención es lo siguiente.

Los asuntos que discutieron los diputados en la Asamblea de nuevo, lo de discutir es por decirlo de alguna manera fueron los siguientes. Uno: la famosa ley tributaria; dos: informes de algunos ministerios que pueden, un día, cuestionarse en cuanto a detalles menores pero, al final, el único que les dice sin cortapisas bueno, a veces lo mal que trabajan, es el Presidente Raúl; tres: informes de reuniones de otros altos órganos sobre lo mucho y duramente que están trabajando por implementar las políticas de mucho orden y de lineamientos que hacen falta para arreglar la economía. Alguna que otro tema suplementario que ahora no recuerdo trataron seguramente los parlamentarios, pero esos fueron los que recuerdo ahora como más importantes. Sobre la política para la creación experimental de cooperativas en actividades no agropecuarias apenas sirvieron los diputados para escuchar, del general presidente, que fue aprobada, con algunos detalles adicionales. Asimismo hicieron un buen auditorio receptor de las novedades sobre las modificaciones al importante Decreto Ley 259 y otros detalles importantes relacionados con las reformas agrarias que se vienen realizando desde hace cuatro años y, no podía faltar, el testimonio de Raúl respecto a que se siguen estudiando las incógnitas de la cuestión migratoria. Todo esto fue expuesto por el Presidente.

Mi impresión no sé cuál será la de otras personas es que todo lo importante se trata fuera del marco de la Asamblea Nacional. A esta solo le dejan el entretenimiento de aprobar por unanimidad algunos tecnicismos ya definidos por tecnócratas en otros círculos más restringidos. Ya sé que me van a decir que antes de las sesiones estas en conjunto, de unos días en julio y otros en diciembre, los diputados sí trabajaron mucho en comisiones particulares, puliendo muchos detalles para que luego todo esté listo. Pero si esto es así, tengo algunas propuestas a tono con la política de ajustes y austeridades promulgada por el Gobierno.

Sí, porque después de todo, estos eventos principales cuestan un buen dinero. Así que yo propongo que el Estado deje de asumir esos subsidios y gratuidades que hasta ahora aplican a la Asamblea, al evento central. Que el Estado subvencione solamente a las comisiones estas que trabajan tan discretamente, que nadie sabe nunca qué están haciendo, pero eso no viene al caso y preferiblemente subvencione solo a aquellos delegados de bajos ingresos, a la persona y no a la comisión completa. Que para la Asamblea grande, los diputados en general se paguen de su bolsillo todos esos pasajes para venir a pasear a La Habana, la estadía en el hotel, su alimentación que no es la de la libreta y los paseítos que eventualmente se den por el Capitolio. Si algún delegado no puede pagar el viaje de su bolsillo, puede efectuar una llamada telefónica, mucho más sencilla aunque sea a larga distancia, y dejar constancia de su adhesión a la unanimidad que corresponda en julio o en diciembre. Y enterarse de las cosas importantes que diga Raúl por el periódico o la televisión, como hice yo.

Para lo que producen las sesiones plenarias de la Asamblea, estas iniciativas pueden ayudar a que se satisfagan los objetivos con un espíritu mucho más ahorrativo, a tono con la filosofía de eficiencia que busca el gobierno en el funcionamiento de la economía y la sociedad.

Unas cosas piensa el elector y otras cosas piensa el elegido

Por Rogelio M. Díaz Moreno

Ahí está el flamante Parlamento cubano, reunido en la última sesión que van a celebrar los diputados en funciones. Y aprovechan para discutir una serie de cuestiones que esclarecen muy bien a cuáles intereses responden y a cuáles no.

Esto de los intereses, es cierto, se puede tachar de subjetivo. Sin embargo, yo desafío a cualquier interesado a salir a la calle en cualquier ciudad de Cuba y preguntar al azar; con seguridad, se va a demorar en reunir 10 personas que afirmen convencidas que no les interesa en lo absoluto el tema de la Reforma Migratoria. Solo le establezco una restricción: que no pregunte en la inmediatez del Palacio de las Convenciones, donde se reúne un grupo que, en el lenguaje de los investigadores, podríamos llamar sesgado. La abrumadora mayoría de las personas en el resto del país, o tiene parientes en el extranjero con los que le gustaría comunicarse con mayor fluidez; o tal vez podría trabajar un tiempo por allá afuera a cambio de un salario que sí alcance para cubrir las necesidades básicas de la familia, reunir algo y hasta tal vez regresar en mejores condiciones; o incluso pertenece a alguno de los grupos relativamente privilegiados, que pueden darse el lujo de salir un par de días a ver cómo es aquello por allá afuera… pero no pueden, pues tienen ante sí una odiosa barrera legalista que se los impide, bajo la exigencia de caros permisos de salida que el gobierno se arroga el derecho de otorgar o no.

Ya no se soporta más la charlita de quien te inculca lo malo que es el mundo exterior y la suerte de tener un papá-estado que te protege, una aristocracia que sabe qué es lo que más le conviene a la plebe ignorante. Ni menos que te exijan una fidelidad esclava por el resto de tus días, en pago por unos estudios o servicios médicos que uno pudiera retribuir con una cantidad razonable de trabajo propio. Las prohibiciones cubanas relativas a los viajes son simplemente violadoras de los derechos humanos, establecidos en varios documentos globales que nuestro gobierno, para mayor escarnio, se ha comprometido a respetar. Tanto se ha hablado de este asunto, tanto se ha aplazado, que alguna vez albergamos la esperanza de que en esta sesión del Parlamento que los cubanos elegimos, esta vez sí, se discutiera ese asunto y se adelantara aunque fuera un poquito. Pero no. Los elegidos no lo consideraron oportuno. En su lugar, decidieron apretar las tuercas en la Aduana a todas las personas que entren en el país con mercancías varias. Esto se explica por la preocupación del gobierno de combatir la industria de la reventa interna de estas mercancías en el país. Esto, a su vez, tendría sentido si se desea proteger a la industria nacional. Pero surge una duda, ¿cuál es y dónde está esa industria, a menos que se cuente la de la importación estatal de mercadería de mala calidad para revendérsela a la población con un IVA del 240%?

Justamente, muchos trabajadores cubanos desearían establecer una industria nacional. Pequeñas y medianas manufacturas podrían hacer florecer la deprimida economía del país con formas verdaderamente socialistas de producción, si tan solo se aprobara el mecanismo legal de formación de cooperativas de producción de bienes y servicios. Tanto se ha hablado de esto otro, se ha defendido tan vehementemente hasta en la prensa oficial, que se pudo llegar a creer que este era el momento en el que el Parlamento iba a escuchar el reclamo de los electores. Pero no. Los elegidos tampoco consideraron que esto fuera oportuno. En su lugar, se discute lo de discutir es una forma de llamarle al proceso previo a la aprobación unánime del documento la nueva Ley Tributaria. Al gobierno le interesa perfeccionar cada detalle del mecanismo de recogerle el dinero de los impuestos a los trabajadores del sector privado.

Otros electores que fueron dejados en la estacada fueron los del sector LGBT. Adiós esperanzas de aprobación del Código de la Familia, que contiene cláusulas reconocedoras de algunos derechos de estas personas. Como todos los demás ciudadanos en Cuba, los miembros de la comunidad LGBT son incitados fervorosamente a comportarse como buenos electores. Ah, pero ¿quién tiene la capacidad para incitar a los elegidos? Nadie la tiene, esto es, nadie con suficiente poder, y que además se sintiera predispuesto a terminar de asumir el principio de igualdad y de combate a las discriminaciones que debieran primar en una sociedad socialista. Parece que el gobierno ya sacó el suficiente crédito de las migajas que le otorgó a este sector y considera que ahora lo puede dejar en la cuneta. Más le interesa, a las autoridades, proseguir su enfrentamiento con los que le arrancan trocitos del pastel sin su permiso, y por eso arremete contra las ilegalidades y corruptelas de menor cuantía.

En fin, que pasó esta legislatura y dejó pasar la oportunidad de hacer historia. Los cambios de alguna trascendencia que ocurrieron en Cuba durante este quinquenio, partieron de ucasses del Consejo de Estado. El Parlamento, por su parte, se concentró en acápites esotéricos de un nuevo código de tránsito y sofismas semejantes en temas intrascendentes. La sociedad civil, sin organización ni representación pública fuerte, protagónica, democrática, no parece tener una manera de lograr que, aquello que ella piense, tenga un efecto diferente al del plañir de un borracho, al que le responde el bodeguero burlón: Hoy no fío, mañana… ¡tampoco!

Se podía haber evitado

Por Rogelio M. Díaz Moreno

Uno de los fenómenos que más ha empobrecido nuestro país en los últimos dos decenios ha sido el flujo migratorio, fundamentalmente compuesto por personas jóvenes, cuya calificación profesional típica es elevada y, por supuesto, en plena edad reproductiva. Numéricamente, se puede estimar en cerca de treinta mil personas al año, desde inicios de la década del noventa del pasado siglo. Por ese caño se han derramado cuantiosos recursos invertidos en la formación de esas personas pero, sobre todo, se ha perdido la posibilidad de que el trabajo creativo de esas personas enriqueciera material y espiritualmente a nuestra sociedad. Como elemento de igual o mayor importancia, este problema agrava la situación demográfica de una población profundamente marcada por el envejecimiento y decrecimiento. Todo esto, sin mencionar el desgarramiento individual y familiar, el dolor de la separación, las dificultades de adaptación tanto de las personas que buscan los nuevos horizontes, como de los que quedan atrás, privados de la amoroso soporte que supone un hijo, una hermana, un amigo.

Un pensamiento incómodo aguijonea la mente, que sugiere que este fenómeno se podía haber evitado o, al menos, mitigado en buena medida. Hace demasiado tiempo que se hizo evidente, para todo el que no mantuviera los ojos firmemente cerrados, que bajo los esquemas estatalistas que no socialistas de la economía, la regla general con algunas excepciones establecía que las únicas garantías de cobijo estaban extendidas a la mediocridad conformista; a aquellas personas cuyas aspiraciones no estuvieran muy alto; trabajadores manuales o intelectuales que con un sueldito ínfimo pero estable, más un par de prestaciones sociales estratégicas y lo que se pudiera sustraer taimadamente del centro laboral, se dieran por satisfechos. Han tenido que pasar más de veinte años desde el inicio del Período Especial o del regreso a la depauperada normalidad, podría decirse para que se estabilizara un mínimo de respeto por la iniciativa privada en la forma del llamado trabajo por cuenta propia. Y eso, bajo la presión actual para el Estado que significa la decisión de despedir a más de un millón de sus trabajadores, y la necesidad de dejarles vivir de algo mejor que el delito. Aún así, el antaño todopoderoso Estado no ha desbloqueado sino las franjas más precarias del espectro de actividades económicas posibles, aquellas de oficios básicos de baja calificación tan dignos como los de alta, pero poco halagüeños en términos intelectuales y únicamente remunerativos debido a la extraña situación que experimenta nuestro país. Para los profesionales jóvenes que buscan un empleo a sus dotes trabajosamente cultivadas, emprender iniciativas económicas más sofisticadas, apenas se cuenta a estas alturas con las vagas promesas de estudiar y dejar establecido, algún día, la posibilidad de formar cooperativas fuera del ámbito agrícola.

Vamos a hacer un par de especulaciones de cómo hubieran ido las cosas, si la política hubiera sido distinta. Nótese que haremos énfasis en empeños de colectivos bajo términos cooperativos, que consideramos como formas avanzadas de gestión socialista, en contraposición con las formas estatales y saludablemente distanciadas de empresas privadas, basadas en la explotación capitalista de los trabajadores por los dueños.

Se partió de una situación en la que miles de ingenieros, técnicos, personal calificado en general, se encontraban estancados, mayoritariamente en trabajos de escasa productividad e interés, además de la pobre remuneración y la imposibilidad de modificar sustancialmente el orden de las cosas en sus centros laborales. Esta última osadía constituye todavía hoy un imposible desafío a las inexorables autoridades. A ese grupo no se puede dejar de añadir, en igualdad de condiciones, al sector de obreros vegetando en fábricas de tecnología obsoleta, de producción detenida por los frecuentes desabastecimientos de materias primas, repuestos, combustibles y hasta por abarrotamiento de los almacenes ante la mala gestión de las otras instituciones estatales encargadas de la comercialización. Esta ha sido la cantera fundamental de la emigración, en todo este tiempo, ante la falta de una mejor opción. Ah, pero ¿qué hubiera pasado si, digamos, desde fines de esa década de 1990, cuando ya se pasó el golpe más duro tras la caída del campo socialista, se hubiera comprendido las potencialidades en ese conjunto de personas? ¿Qué tal que se les hubiera permitido agruparse autonómicamente, en centros de producción y servicios cooperativos, dedicados a satisfacer de una manera indiscutiblemente más eficiente las necesidades malcubiertas por instituciones estatales?

Si por fin, dentro de poco, se llega a instaurar la posibilidad de empresas cooperativas, se verá que el panorama no se transforma de un día para otro. La consolidación de los colectivos lleva su tiempo, tiempo de aprendizaje, de reajuste, de disolución inevitable de los proyectos menos viables. Esa etapa hubiera podido vencerse a estas alturas, de haber empezado a tiempo. Con el entusiasmo que la posibilidad de ganarse, por uno mismo y con sus esfuerzos, una vida honrada y satisfactoria en términos materiales y espirituales, la sangría de la emigración que buscaba esa posibilidad allende los mares se hubiera reducido considerablemente. Lo que es más, algunos de los que se fueron y no tuvieron el éxito esperado, se hubieran animado a regresar. Por supuesto, esto requeriría de paso de una política responsable respecto a la migración.

A estas alturas, hubiera sido posible que el Gobierno no tuviera que plantearse el despido de esa cantidad de trabajadores, porque ya se encontrarían trabajando en este sector. La producción de bienes y servicios se estaría efectuando en instalaciones mucho más eficientes que lo que se ha venido haciendo. Las pérdidas millonarias por subsidios a las ineficiente empresas estatales se hubieran reducido al mínimo imprescindible para garantizar el funcionamiento de determinadas necesidades sociales; por el contrario, los ingresos al fisco se habrían estabilizado en una magnitud creciente y capaz de cubrir las inversiones en salud, educación, infraestructura, etc., que normalmente se coordinan a nivel centralizado. El país, en pocas palabras, estaría ahora en una posición mucho más ventajosa en términos económicos y sociodemográficos.

Queda de estudio individual responder a las cuestiones de por qué tarda tanto en desbloquearse este camino; qué daño le está infligiendo a nuestra sociedad esta demora, y qué opinión se merecen sus responsables.

Armando Chaguaceda: “Cuba debería fortalecer los medios alternativos, en lugar de consagrar el monopolio estatal o el de grandes cadenas privadas”

Por Diana Cordero y Aníbal Garzón Entrevista

1) A partir de lo aprobado por el VI Congreso del PCC en el pasado mes de Abril en Kaosenlared se publicado opiniones que podemos clasificar más o menos en dos grupos: aquellas que lo interpretan como un avance en dirección a lo que se denomina el socialismo del siglo XXI y otras que ponen en duda esas resoluciones porque entienden que no afectan cuestiones centrales en la estructura burocrática del estado. ¿Cuál es tu valoración?

Armando Chaguaceda durante el I Observatorio Crítico, en San José de las Lajas, abril del 2006.

Tu pregunta me recuerda aquella vieja leyenda indochina donde varios invidentes se encuentran con un elefante, que era un animal desconocido para ellos, y comienzan a palparlo para conocer sus formas. Para quien tocaba la cola el elefante era una serpiente, para otro era como un barril rugoso pues estaba palpando la pata y así sucesivamente…creo que todas las visiones parciales no permiten captar la esencia del cambio en curso que, a mi juicio, podría codificarse como una mutación de un modelo clásico de socialismo de estado -vigente por medio siglo en Cuba- a otro más cercano a las experiencias asiáticas. Modelo este último donde el mercado amplía su presencia sin que ello signifique una disminución drástica de la capacidad del estado (y de la burocracia en tanto estamento o grupo que lo controla) para imponer su agenda en áreas clave de la esfera económica (como la gran industria, el transporte y las comunicaciones) así como en otras vinculadas a la información, organización y orden públicos en las cuales su presencia –no así su eficacia- es cuasi monopólica.

Pero insisto en algo: con frecuencia caemos en visiones polares que ignoran, al defender la idea de equidad, los graves problemas del modelo anterior que hacían insostenible las modalidades de ciertas políticas sociales; o se asume -con entusiasmo infantil- los nuevos aires de cambio sin comprender que asistimos a una reformulación de la hegemonía estatal sin las correspondientes ampliaciones de derechos y participación populares. Yo creo que el gobierno de Raúl Castro sí quiere mejorar las condiciones de vida de la gente, quiere que se consuma más y mejor y que se eliminen restricciones absurdas, lo que no significa que vaya a ampliar el repertorio de libertades y derechos activos y, sobre todo, que  convierta en realidad la consigna de Poder Popular. Creo que la idea que subyace en estas reformas es que un país más próspero, con gente satisfecha, es más gobernable.

Como has mencionado el tan llevado y traído término “socialismo del siglo XXI” me veo obligado a hacer una precisión: si algo caracteriza dicho término es su capacidad de ser una suerte de “carrito de supermercado” –significante vacío le diría Ernesto Laclau- donde cada quien echa lo que considera de su interés promover, todo ello en medio de las luchas, polémicas y estrategias políticas en curso en la izquierda regional. Lo usamos los que defendemos una salida no autoritaria al neoliberalismo vigente por casi tres décadas y como respuesta a su carga de desigualdad social y erosión de las soberanías nacionales y populares. A menudo denominamos ese nuevo socialismo – lo digo a riesgo de encender otros debates, quizás poco fructíferos- un socialismo democrático, participativo, libertario, etc. Continue reading