Ubieta responde: Quienes son los amigos de los anarquistas cubanos (y cómo defienden al pueblo)

Por Enrique Ubieta Gómez

Estaba casi convencido de la improcedencia de responder el extensísimo y por momentos alucinado artículo de Liberato Salinas. Hernández Busto el admirador confeso de W. Bush, y Rafael Rojas, sin embargo, cambiaron mi parecer. No pienso proseguir este debate, tengo ocupaciones más placenteras y útiles, y nuestro verdadero enemigo es el imperialismo. Si los anarquistas o socialistas libertarios cubanos se consideran anticapitalistas como yo, supongo que sean también antiimperialistas y disculpen mi desatención. El problema es que los ideólogos de la contrarrevolución bien definidos en la derecha, han iniciado una campaña de apoyo al anarquismo Estoy perplejo. O no han entendido nada de los argumentos de Liberato Salinas y de Calzadilla, o los entienden mejor que yo. De repente Penúltimos días descubrió sus coincidencias con Havana Times, y anuncia con júbilo cada post libertario. Rojas, por su parte, hace una lista de quienes, según él, están a favor de que la reforma económica avance más allá de la entrega de tierras a los campesinos en usufructo, de la ampliación del trabajo por cuenta propia y de la compra y venta de viviendas y autos. En su español: de quienes quieren que los cambios en Cuba avancen hacia el capitalismo. Esa presión, ideológicamente plural escribe en el periódico El País de la empresa transnacional PRISA, con la que Liberato no quiere ser asociado (y ya sabemos que pluralidad para Rojas es todo, menos anticapitalismo), en la que intervienen católicos, anarquistas, liberales, socialdemócratas, juristas independientes o líderes de la comunidad negra o gay, se expresa, dice, en redes o publicaciones electrónicas o impresas, como Espacio Laical, Observatorio Crítico, Havana Times, Estado de Sats, Generación Y o Temas. Continue reading

Respuesta al Doctor Enrique Ubieta de un anarquista del Observatorio Crítico

Por Marcelo “Liberato” Salinas

Erasmo Calzadilla y otros amigos del Observatorio Crítico durante la marcha del 1º de mayo del 2010, en la Plaza de la Revolución

1.
El doctor Enrique Ubieta ha asumido un atendible interés en polemizar con miembros de la Red Observatorio Crítico a partir de acusar de “anarco-capitalista” a uno de sus miembros, nuestro compañero Erasmo Calzadilla, activo ambientalista local en el Reparto Eléctrico y asiduo articulista en el sitio Havana Times. Esto puede ser una buena oportunidad para abrir un necesario debate de ideas que de otra forma no ocurriría.

La impresión que deja Ubieta en su texto es que descubrió un juego de palabras, una pirueta escritural, al acusar a Erasmo de “anarco capitalista”, perdiendo de vista que esta es una corriente de pensamiento, menos pública que otras, pero que forma parte orgánica de la frondosa familia intelectual del neoliberalismo. Pero esto no es algo relevante para él, que en su cortedad de empeños, ni siquiera pudo regalarnos un solo argumento que fundamentara la ubicación del pensamiento de Erasmo en las coordenadas de esa corriente de pensamiento, sus autores, sus tesis y sus conceptos. Eso para él no hacía falta.

Todo parece indicar que el objetivo central de Ubieta ha sido menos que polemizar analíticamente, sencillamente establecer asociaciones superficiales torcidas y corrosivas, tales como que Erasmo está vinculado al reaccionario Grupo PRISA, por usar en común a ellos el manoseado término de “régimen” cubano, todo para echarle tierra encima a una persona que forma parte de un pequeño colectivo, casi todos nacidos y todos socializadas en el marco del orden estatal post revolucionario cubano y que consideran que la única manera de desarrollar los contenidos liberadores y populares que un día dieron vida a este gobierno, es asumiendo la revolución como acción directa, cotidiana, autónoma y liberadora, sin pedir permiso a los que se han apropiado de ella y de ella viven, viajan, vacacionan, mantienen estilos de consumo… y ahora pretenden hacerla una empresa eficiente.

Esos son los que conforman la gran familia de lo que Ubieta festinadamente llama el “contrapoder” en Cuba, un eufemismo con tufo progre que denomina a un gran entramado de individuos cooptados por la gerencia central, algunos provenientes de las capas más humildes de Cuba, que un día fueron llamados a ser cuadros profesionales y a convertirse en incondicionales a temporada de “la Revolución” hasta que la máquina devoradora de cuadros los defenestra deshonrosamente de la morada, después de comprobarse que tomaron algunos cientos de miles de dólares y algunos viáticos de descanso, como los que se dieron los imponderables Roberto Robaina- Carlos Lage-Otto Rivero- Felipe Pérez Roque- Yadira García-Juan Carlos Robinson… por sólo citar a la última camada de echados de esta serie.

2.
Para aquellos que quieran acusar a Ubieta de asalariado del aparato ideológico del sistema, creo que pueden hacerlo, pero eso no agota el análisis de su caso y no es justo que respondamos con las mismas cartas. Es preciso comprender la lógica del otro, no para quedarnos en la estética de la tolerancia, sino para juzgarlo mejor. Ubieta además de director del oxigenante periódico La calle del medio es autor de un libro publicado en el álgido 1993, con el cual dio una de las primeras señales de la reorientación ideológica del discurso oficial en Cuba, luego de la evaporación histórica del marxismo-leninismo: Ensayos de Identidad, texto que como su nombre lo indica tuvo por centro lo que a partir de ese momento se le llamará “la identidad”, una instancia a través de la cual los agentes culturales del orden estatal cubano gestionaron el recambio de la fenecida “moral comunista”. Una operación que involucró la designación de un nuevo ministro de cultura, la reorganización de la enseñanza de la historia de Cuba y el entramado institucional de la cultura, con la recuperación de figuras como Fernando Ortiz (y su noción de la integración nacional a partir del mestizaje), Cintio Vitier (y su teleología post-origenista del devenir simbólico de la nación) o la adjudicación de un nuevo estatus a la figura de José Martí, con la creación de una instancia cuasi ministerial como la Oficina Nacional del Programa Martiano, con la decorosa figura de Armando Hart Dávalos en calidad de su presidente.

Miembro activo de la “última promoción de filósofos que comienzan a emerger con vigor”, según la contraportada de la edición de su libro de 1993, de la cual formaron parte Paul Ravelo Estrade, desaparecido en el torbellino de “parados” en España, Emilio Ichikawa Morín, devenido exitoso intelectual orgánico de la centro derecha cubana en Miami o Rubén Zardoya Loureda, defenestrado intelectual –también orgánico- del “partido único” cuando ejercía funciones de Rector de la Universidad de La Habana; así como el excelente filósofo Alexis Jardines, probablemente el integrante más original e interesante de la camada, capaz de profundas reflexiones, sistematizaciones y contestaciones, que, sin embargo, se tornaron en lamentable y trivial mediación para un nada original traslado a EE.UU. De ese grupo aún más amplio ha sido Ubieta uno de los más visibles promotores de la posterior avalancha de “la identidad cultural”, eso que la periodista Alina Perera Robbio, compañera de ideas de Ubieta, alguna vez denominó “el hilo invisible en el collar de perlas de la nacionalidad cubana”.

Han sido los intelectuales orgánicos de la nacionalidad (o los nacionalistas burgueses, como se decía antes de la nueva ola marxista gramsciana) los promotores más activos de ese “hilo invisible”, que no es otra cosa que una metáfora para nombrar la reconstrucción histórica de una identidad nacional que ha permitido sublimar y echar una eficaz cortina de humo sobre el caudillismo, el verticalismo, el desarrollismo y la lucha de clases y sus expresiones culturales que han atravesado a la sociedad cubana, como a cualquier otra sociedad asolada por la dictadura de la modernidad capitalista y sus variantes coloniales.
Esos empeños por la “búsqueda de la cubanidad”, expresión acuñada por el gran historiador Eduardo Torres Cuevas, referente intelectual insoslayable en esos laboreos, ha logrado ir vaciando de contenido popular, periférico y proletario a la historia del pensamiento sobre los destinos del país, así como poner la producción de “pensamiento trascendente” en manos exclusivas de los versados en la cultura libresca oficial, por lo que no es extraño que nada de la rica prensa obrera producida en Cuba sea pasto de interés de estos cultores de las olímpicas grandezas nacionales.

Así, en 1902 mientras los grandes intelectuales del estado nacional cubano rumiaban teorías para explicarse como Varona el “imperialismo a la luz de la sociología” y todavía no había arribado a las costas cubanas la iluminadora teoría marxista que explicara el rol de la dominación económica, ni había madurado Villena, ni Ramiro Guerra, adalides del pensamiento económico de la nación cubana, según los estudiosos oficiales del tema, un intrascendente “periodiquillo” anarquista como ¡Tierra!, (pero uno de los empeños periodísticos proletarios de más hondura intelectual, más sólidos y duraderos, a nivel de toda América, durante casi 20 años, sólo comparable a su homólogo argentino La Protesta) en un artículo del 5 de julio de 1902 señalaba:

“La revolución pasada […] obra fue del proletariado que arrastró con su ejemplo y por la fuerza de la clase media ilustrada (…) Hora es ya de terminar esa alianza inmovilizadora. Concluida la Revolución por la independencia con el grillete de la Enmienda Platt, remachado por los Asambleístas Constituyentes a nombre del pueblo, el obrero cubano debe ahora dedicar todas sus energías a la conquista de la emancipación económica, pues la revolución por la independencia no lo va redimir de esa esclavitud, al contrario la va a acentuar, por la misma razón que ha dado un vigoroso impulso a la concentración del capital”

Ese vaciamiento de contenidos populares de la historia que han estado haciendo los historiógrafos de la nación cubana ha ido creando las condiciones para que hoy no nos asombremos de un cartel gigante que este año ubicaron en el set de la plaza de la revolución el pasado 1 de mayo: “socialismo es soberanía nacional”, una definitiva declaración del achatamiento de la idea del socialismo en manos de los promotores de los Lineamientos y una demostración de la inquietante capacidad de reproducción universal de la lógica gubernamental que dio lugar hace casi un siglo a los nacional-socialismos europeos. Pero para los intelectuales orgánicos de la identidad nacional esto no es un peligro, sino una oportunidad, una coartada insuperable para salvar su función de rectores de la alta cultura nacional y receptores de las prebendas en status social que ello implica, pero también de algo más determinante: un recurso para conservar su incapacidad, conscientemente asumida, de no poder imaginar un orden social sin la existencia de una elite que destruya toda forma de gestión horizontal colectiva de la sociedad.

Casi veinte años después del inicio de aquel programa de fortalecimiento de la identidad nacional como política del Estado, sus frutos se han hecho cada vez más palpables: más que el amor a la patria, hecho popular, hondamente sentido y no necesitado de subsidios estatales para su existencia, se ha reforzado aún más el culto al Estado que nació a partir de la instrumentalización de las conquistas populares de la revolución de 1959, hecho que confirma la tesis del encuadernador anarcosindicalista alemán Rudolf Rocker, autor de la monumental obra, quemada por la maquinaria cultural nazi, Nacionalismo y cultura (1933), donde propone como idea central de su libro que la cultura nacional donde quiera que se organiza es el conjunto de los hábitos, normas y estilos de hacer de la sociedad, que reproducen la lógica del estado a su imagen y semejanza o que no afectan su existencia; hábitos, normas y estilos que son elevados a la categoría de reliquias y fuentes depositarias del orden jerárquico establecido.

De esta definición se pueden derivar las razones que pueden explicar el colosal equívoco que produjeron los socialismos del siglo XX, al confundir propiedad social con propiedad estatal, pues si la expresión más palpable del fermento de existencia de una sociedad es su cultura y esta es convertida en un engranaje del régimen de la gobernabilidad estatal nacional, la sociedad misma es propiedad del Estado y por medio de una inversión ya indolora, la sociedad deja de ser condición para la existencia del Estado y el Estado se convierte en condición de existencia de la sociedad…

Es que el nacionalismo, sea de los grandes o las pequeñas naciones no ha ido más allá de reproducir a distintas escalas los procederes de los grandes Estados opresores que los movimientos de liberación nacional decían combatir, como lo han demostrado en su libro Anarquismo en África Mbá e Igariwey, en el caso de los socialismo africanos, en general los llamados estudios subalternos y como ya lo venían denunciando desde un siglo anarquistas como Enrique Roig San Martin en La Habana frente a las elites empresariales separatistas, Arrigo Malatesta en la Italia arrebatada por los nacionalistas mazzinnianos o los marinos revolucionarios de Kronstadt, cuando sufrieron la arremetida armada del Ejército Rojo en marzo de 1921.

Proyecto Salvadera. Yoel, Mario, Isbel, Yudith, Erasmo, y niños y niñas del Reparto Eléctrico, durante una siembra de árboles en una escuela primaria de la comunidad.

3.
A Erasmo Calzadilla y a muchísimas otras personas acá les da risa que existan “ideólogos de la subversión” no porque no sepan que los haya y que estén además bien pagados, sino porque lo que ha quedado demostrado es que esos ideólogos de la subversión no son tan efectivos en su labor como los ideólogos de la disolución de la revolución desde adentro y un ejemplo sencillo, claro y a mano de esto último es la ya célebre oración : “…revolución es cambiar todo lo que debe ser cambiado…” ¿Quién es el sujeto de esta oración? ¿Quién decide que es lo que debe ser cambiado? ¿Quién va a ejecutar ese cambio? Esta frase -de la autoría del máximo ideólogo de este proceso- deja un jugoso espacio a la indefinición de los roles y, más importante aún, a la parálisis social administrada desde las cúpulas dirigentes, esas que ahora están siendo convocadas a protagonizar un “cambio de mentalidad” de forma tal que los que aprietan el acelerador son los mismos que, automáticos, pisan el freno.

Si los ideólogos de la contrarrevolución tuvieran este nivel de eficacia disociadora, lo que queda de esta revolución hace tiempo no hubiera existido.
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Respuestas a los consejos y diatribas de un “camarada”

Por Julio Tang Zambrana
Miembro de la Cátedra “Haydeé Santamaría” y de la Red Protagónica Observatorio Crítico

Durante el I OC. De derecha a izquierda: Julio Tang, Armando Chaguaceda, Regina Cano, Dmitri Prieto y Ramón Guerra (detrás de Chaguaceda parece estar Miriam...)

Tal vez debí haberme apurado… pero, no, es mejor hacer las cosas con calma. Confieso que me bullía la sangre y que, mientras leía, no me tenía tranquilo en mi asiento. Mas, siempre recuerdo la palabra suficiente de mi padre cuando se trata de plantear una opinión: piensa bien antes de hablar, siempre hay tiempo para quedarse callado ante una equivocación o una palabra necia.

Al parecer a Enrique Ubieta y Santos Pérez les faltaron esas buenas enseñanzas cuando eran niños o jóvenes. Es la única explicación que me queda ante tanta prepotencia y desliz, incluso habiendo tenido en cuenta las opiniones de los que consideran contendientes políticos y que, sin embargo, se niegan en comprender en toda su amplitud. Me consta que tanto el primero, porque he leído sus trabajos de estos últimos días, como el segundo, por ser la primera vez que leo algo de él, han demorado lo suficiente para llevar a la letra lo que pasa por sus mentes: las opiniones de Erasmo fueron publicadas hace varias jornadas atrás y evidentemente tuvieron suficiente tiempo para reflexionar… pero al parecer no fueron válidas las horas invertidas en ese proceso.

Así, después de tomarme el tiempo necesario, hago presente mi derecho a debatir en un pugilato en el que, como una amiga días atrás, me veo involucrado y salpicado y aunque tampoco lo pedí, sí me meto por dos razones: primero, Erasmo es un amigo cuya suerte me es enormemente cercana, hace varios años que conozco de los recovecos de su (nuestra) difícil existencia. Segundo, compartimos espacios de creación humana y política en las discusiones y hermanamientos de la Catedra Haydeé Santamaría (CHS) y el Observatorio Crítico (OC). Por ello, y aunque no conozca a plenitud –pero sí adecuadamente- su pensamiento me planto a su lado como ente protagónico, no seguidor, en el duro batallar de la política cubana actual.

Sin embargo, no voy a plantear consideración alguna sobre sus trabajos publicados en Havana Times (HT) ni sobre lo que Ubieta ha expresado pertinente apuntar sobre ellos, aunque derecho a ello me sobre. Eso se lo dejo al propio Erasmo, si tiene a bien hacerlo, consciente de su capacidad cognoscitiva y humana para desenredar entuertos que otros se desvelan en tejer. Concentraré mis opiniones en aquellos planteamientos más generales de Ubieta y Pérez –y gracias a esto van indirectamente algunas ideas respecto al diferendo Ubieta-todo el que esté en su contra- que considero centrales en sus dos últimos escritos aparecidos en el blog personal del primero. Y subrayo la palabra “personal” pues esa es la primera de las consideraciones que deseo presentar aquí: Ubieta considera que aquel es su blog, lo cual más allá de cualquier válido sentido de pertenencia, se conecta con otra palabreja –seguidores– y de ahí surge un planteamiento crucial dentro de su weltaangschung (¿se escribe así?) trópico-estalinista. La idea modernista-razonadora-estatista de la vanguardia privilegiada e iluminada, con la cual ha comulgado toda la tradición socio-comunista desde el siglo XVIII hasta nuestros días.
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Más disquisiciones alrededor de una polémica relativa a la información y la participación en una Revolución

Por Rogelio M. Díaz Moreno

A contrapelo de la regla general que establece que los artículos de un diario no poseen sino una efímera validez, todavía es posible revivir cierta conmoción ante el material publicado por el órgano oficial del Partido Comunista de Cuba, el periódico Granma,en su edición del 8 de julio pasado (1). Se recordará que en dicho material, la periodista Anneris Ivette Leyva manifiesta su asombro y rechazo por la actitud de la gran mayoría de los sectores oficiales, institucionales y gubernamentales, que bloquean y obstaculizan el cumplimiento del deber de los profesionales de la información, esto es, ofrecer al pueblo los hechos y realidades de su vida cotidiana. La reportera ofrece varios ejemplos de los trabajos que pasan sus colegas para cumplir sus más elementales deberes, y reclama el cambio de actitud ya exigido por el compañero Raúl Castro Ruz en varias ocasiones, de eliminar los secretismos excesivos que solo sirven para esconder responsabilidades mal desempeñadas, en tanto la población sufre las consecuencias.

Es verdad que a la periodista se le escapa reconocer que ella y sus compañeros no fueron todo lo agresivos que podían haber sido, pero ante la montaña de dificultades que enumera, cualquiera puede comprender que de pretender saltarse los mecanismos pasivos de censura les iban a caer arriba los activos, y las personas tienen familias que mantener, carreras que proteger, etcétera, etcétera, para jugársela de esa manera por fuera de los canales y vías establecidas. Tal cúmulo de obstáculos para la labor periodística solo puede removerlo la voluntad del más alto nivel político, como ha comprendido cabalmente el compañero Presidente, Raúl Castro, quien ha llamado a poner fin a tal estado de cosas en los términos más severos en más de una oportunidad (2).

La labor sostenida por los profesionales de la información hasta el momento no cuenta para nada con la admiración del General en Jefe, quien ha tenido para ella las expresiones menos halagüeñas. En el Informe al VI Congreso del Partido, se recordará, el también Primer Secretario se refirió al hábito del triunfalismo, la estridencia y el formalismo al abordar la actualidad nacional de los medios nacionales, tachando sus materiales como aburridos, improvisados y superficiales. (3)

Aplicado a un equipo de pelota, sería como decir que no batea, comete errores a la defensa y a sus lanzadores le entran a palos. La diferencia está en que lo que está en juego es mucho más que un título de la Olimpiada. Lo que está en juego, en palabras del mismo compañero Raúl, es el esfuerzo de generaciones enteras, desde el indio Hatuey (…) hasta Fidel, que nos ha conducido genialmente por estas situaciones tan complicadas desde el triunfo de la Revolución y queda muy poco tiempo para arreglar los problemas acumulados por decenios de errores, indisciplinas, autoindulgencias y deformaciones de los ideales y proyectos de la Revolución: O rectificamos o ya se acabó el tiempo de seguir bordeando el precipicio, nos hundimos. (4)

A pesar de lo anterior, o más bien como ilustración del fenómeno, muchas fuerzas retorcidas andan sueltas tratando de carcomer la cadena que sienten que se les está tendiendo a los intereses espúreos que constituyen el mayor peligro para nuestra Revolución, factores muy bien identificados en otro histórico discurso del compañero Fidel Castro, el 17 de Noviembre del año 2005. Y no son despreciables estas fuerzas negativas, por el contrario, tienen recursos y un nivel de penetración en el campo revolucionario que les permitió lograr, así fuera de manera temporal, la separación de un intelectual y comunista del calibre de Esteban Morales, de las filas del PCC. El respetado pensador y militante interiorizó de manera ejemplar el llamado de Fidel en aquella ocasión: Debemos estar decididos: o derrotamos todas esas desviaciones y hacemos más fuerte la Revolución destruyendo las ilusiones que puedan quedar al imperio, o podríamos decir: o vencemos radicalmente esos problemas o moriremos y redobló sus esfuerzos de análisis y denuncia, sin esperar el permiso u orientaciones del nivel superior5. Fuerzas oscuras se sintieron atacadas, e intrigaron hasta lograr que se sancionara a Morales con la pérdida del carnet del Partido, sanción escandalosamente injusta que hace poco fue reivindicativamente retirada por una comisión de apelaciones.

Aunque el ejemplo de Esteban Morales es el más visible, después de un instante mínimo de recapitulación y análisis se puede reconocer un buen conjunto de grupos y factores pugnando por participar en las definiciones sociopolíticas de la sociedad cubana de manera refrescante, renovadora y, definitivamente, decantadas hacia aquel socialismo que no se deja de soñar, aquel que garantiza y potencia los más altos niveles de libertad, democracia y participación popular en la construcción del bienestar común. Tales elementos están marcados por el hecho de engendrarse sin la ayuda, más bien en contra de las condiciones de un sistema burocrático y dogmático que ha conseguido un estado funesto de enajenación de una parte significativa de los cubanos, que lo mismo se manifiesta en el divorcio entre las bases y la presidencia de una importante organización de masas6, que en los elevados niveles de emigración de la población cubana -reflejada en las estadísticas de la ONE- que busca en otras latitudes las oportunidades y flexibilidades que no encuentra en su terruño, a pesar del altísimo costo personal que implica la salida definitiva del país. Obviamente, esta burocracia busca desalentar y reprimir por todos los medios a su alcance las manifestaciones de protesta, análisis independiente y cuestionamiento revolucionario de sus mal enquistados poderes y representaciones. La enemistad de esos poderes es temible, pues pueden hacerle la vida un yogurt a sus enemigos, privándolos del trabajo, accesos a medios públicos e informáticos, posibilidades de viajes al extranjero y toda forma de reconocimiento social, en la más tradicional actitud ya conocida en los años del Quinquenio Gris y los regímenes estalinistas y del llamado Socialismo Real en Europa Oriental.

Con muy poco a su favor, nada más que el valor, grupos como Havana Times y el Observatorio Crítico (HT, OC) se empeñan en no dejar caer el reto de participar en la vida sociopolítica del país para convertirlo en un lugar más luminoso, más libre, más socialista. Son un producto de su tiempo y sus limitaciones, compuesto fundamentalmente por personas jóvenes que abren los brazos a las experiencias de todos los que han propulsado en el pasado y en el presente, el crecimiento de un Socialismo Participativo y Democrático. Como todas las personas honestas, desean que cambien las cosas que perjudican al país, así que empiezan a combatirlas por medio de la palabra, de la denuncia, sin esperar por otras orientaciones cuyo nacimiento es muy improbable en el seno del aberrante mecanismo que generó esos problemas en primera instancia.

Como personas mayoritariamente jóvenes y ocupándose de ganar la vida honradamente en trabajos socialmente útiles vinculados con la producción y la prestación de servicios al pueblo, no alcanzan por supuesto los niveles académicos y de visibilidad e influencia de alguien como Esteban Morales -quien además tiene una genialidad poco frecuente-, pero están ahí y ponen su granito de arena. Son también más fáciles de hostigar impunemente. Y como la burocracia otorga generosos créditos a quienes la sirven fielmente, pronto surgen asalariados de las letras que apuntan los cañones contra los grupos que le amenazan, a manera de introducción de posteriores represalias.

Lo más penoso del caso actual es que el que lleva la voz cantante en los ataques contra HT y OC es uno de los que debieran sentirse avergonzados por la azotaina propinada por el Primer Secretario del Partido, cuando pronunció aquellas sentencias en la clausura del VI Congreso respecto a la prensa nacional. Como periodista de un medio oficial, Enrique Ubieta participa de las deficiencias de estos medios y su incapacidad para estar a la altura que le exigen los tiempos y las necesidades del proceso revolucionario. En lugar de llenarse de vergüenza, como debe hacer alguien que se considere un verdadero revolucionario cuando lo ponen de vuelta y media, Ubieta se dedica a mirar por encima del hombro a Erasmo Calzadilla y demás compañeros, a lanzar invectivas y acusaciones contra ellos y convocar de tal forma a los demonios de la Inquisición.

Todo esto ocurre en los momentos en que, como se evidencia en el artículo de Granma al que nos referimos al principio, se efectúa una confrontación estratégica entre la burocracia y los sectores intelectuales o simplemente conscientes que se proponen recuperar para el pueblo el ejercicio de los derechos de la información, de la crítica revolucionaria, del análisis sociopolítico sincero y profundo de las realidades de nuestro país, incluyendo los problemas que afectan al pueblo, como eje central del esfuerzo que se realiza para la superación de esos problemas. En vez de aportar sus capacidades en este épico esfuerzo, Ubieta las enfoca más bien en la descalificación y el enlodamiento de algunos de los participantes, aquellos con relativamente pocas oportunidades de defenderse y por lo tanto más vulnerables a las zancadillas enemigas.

Los argumentos que usa Ubieta son pobres y tristes, pero como sabemos no se necesita mucho para justificar la práctica del ostracismo sobre una personalidad incómoda. Continúa machacando sobre la circunstancia del apoyo del estadounidense Circles Robinson al proyecto HT, desdeñando como absolutamente secundario el hecho de que existen tremendas diferencias entre los distintos sectores del país norteño, como han explicado mil veces Fidel y Raúl . Todo lo que sea de allá es malo; para este periodista son lo mismo el Lincoln que liberó a los esclavos que el Teodoro Roosevelt del gran garrote; Henry Reeve que los invasores de Méjico; el senador MacCarthy que los esposos Rosenberg; el Ku-Klux-Klan que sus víctimas, y la CIA y los Pastores por la Paz.

Después de esto Ubieta realiza una serie de piruetas de lenguaje con frases sacadas de los materiales de Calzadilla, para intentar demostrar que este último se encuentra del lado incorrecto de la antinomia Revolución-Contrarrevolución. Yo he leído con atención esos mismos materiales, y no veo una forma de llegar a tales conclusiones, no sin malas intenciones y propósitos previos de destruir. El hecho de que Calzadilla declare de modo explícito su desagrado con la derecha y con el capitalismo -como se evidencia en la mayoría de los escritos de estas fuentes- de nada le vale a Ubieta, quien ha decidido seguir refiriéndolo a una posición que a él le resulta más simple y abordable, una en la que lo puede tratar como al enemigo -con las tenebrosas consecuencias que ello puede conllevar.

De esta manera, Ubieta cree dejar la arena lista para que todos puedan ver que aquellos que discuten con él son títeres del imperialismo y agentes antisocialistas. Obviamente, el suyo es el único camino justo, pues comulga correctamente en todos los ritos donde otorgan los puntos de la prueba de revolucionariedad: asumir disciplinadamente el gobierno como única fuerza anticapitalista (o socialista, que para Ubieta es lo mismo), apoyar la implementación de las medidas correctas, y defenderlo con mucha pasión. Hasta un rinconcito te dejarán para hacer tu pequeña crítica. Y todo, sazonado con las oportunas citas de Marx para demostrar lo despistados que andan los que se crean listillos en vez de doblar el lomo.

Ahora bien, resulta que la letra de esta canción la de la condena al camarada que le da armas al enemigo y sirve, así sea involuntariamente, a los malos por su comportamiento anarquista- la venimos oyendo desde hace muchos años. Y al son de esa música hemos venido bailando todo este tiempo, hasta llegar al borde del precipicio del cual alerta ahora el compañero Raúl. Se ahogaron las discrepancias en nombre de una unidad ficticia; a los que cometían el pecado de emitir notas disonantes, se les acalló en un intento vano de disimular las desgracias productivas, culturales e ideológicas de cada política errónea implementada en nombre de los más altos ideales; se premió en grado superlativo la habilidad para simular una imagen complaciente, más que la capacidad de obtener resultados concretos y valederos. Y mientras Fidel alertaba sobre los problemas presentes, reflexionaba Raúl con ironía y dolor en el discurso en la Asamblea, los demás aplaudimos los discursos, gritamos viva la Revolución, y después las cosas siguen iguales.

De esta manera, a mí me cuesta trabajo comprender cómo alguien que blasona de un carácter de revolucionario en el grado en el que lo hace Ubieta, no esté del lado de los que critican y combaten estos males y deformaciones, sino todo lo contrario. Sería bueno encontrar una explicación de lo que estaba haciendo tan exaltado reportero mientras ahogaban al público en un pantano de materiales aburridos, improvisados y superficiales7. Y no es que no haya habido casos de otros periodistas, escritores e intelectuales que sostuvieron otras actitudes, admirables y admiradas, como las de José Alejandro Rodríguez, Alfredo Guevara, Fernando Martínez Heredia y el ya mencionado Esteban Morales. A estos yo sí les respeto su carácter revolucionario, que además no andan exhibiendo por ahí como si fuera un título nobiliario que les diera el derecho, por ejemplo, a ser libres y a tener acceso a Internet -cuando el 80% de la población cubana no lo tiene (estadísticas de la ONE). Estos aludidos han roto cualquier cantidad de lanzas contra los molinos de la burocracia, la desidia de instancias gubernamentales de todos los niveles, y se han arriesgado a pagar las consecuencias. Con sus estudios, sus escritos, críticas y condenas, demuestran que apoyar el Socialismo no consiste en ser incondicional de un gobierno integrado por personas con debilidades y vicios semejantes a los de los demás mortales, así como con virtudes y valores. En tanto este gobierno favorezca la fragua de una vía seria, democrática, hacia la libertad y el socialismo, se gana el apoyo y la confianza de las personas a las que debe representar y servir; las desviaciones, actos de corrupción y prepotencia deben ser combatidas de la manera más enérgica para evitar que nos acabemos de despeñar en la regresión capitalista después de un par de zancadillas del dogmatismo y el maniqueísmo. La labor de crítica, de análisis y promoción del debate intelectual es una tarea de primerísima importancia, y todos los que la asumen (Raúl Castro, Esteban Morales, Anneris Ivette Leyva, y también figuras más modestas como HT y Erasmo Calzadilla) están desempeñando con ella un trabajo capital. Para un revolucionario, la situación de obstaculización de este trabajo que describe la periodista (Ivette Leyva) en el órgano oficial del PCC debiera resultar intolerable, pero yo no he oído quejarse a Ubieta; si por casualidad existen poderosas fuerzas que no se lo permiten, entonces este no es tan libre como presume, y está mintiendo.

Notas:

1- ANNERIS IVETTE LEYVA, “El derecho a la información” http://granma.co.cu/2011/07/08/nacional/artic11.html
2- Discurso pronunciado por el General de Ejército Raúl Castro Ruz, Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, en la clausura del Sexto Período Ordinario de Sesiones de la Séptima Legislatura de la Asamblea Nacional del Poder Popular, en el Palacio de Convenciones, el 18 de diciembre de 2010, Año 52 de la Revolución
3- INFORME CENTRAL AL VI CONGRESO DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA. http://www.cuba.cu/gobierno/rauldiscursos/2011/esp/r160411e.html
4- Discurso de Raúl Castro, el mismo que en la ref. 3.
5- Esteban Morales, CORRUPCION: ¿LA VERDADERA CONTRARREVOLUCIÓN?. http://www.uneac.org.cu/index.php?module=noticias&act=detalle&tipo=noticia&id=3123
6- http://www.almamater.cu/sitio%20nuevo/paginas/universidad/2011/abril/presfeu.html
7- Correcto, eso dice el informe al VI Congreso.