Por Elena Milián Salaberri
“El verbo contundente, la alegría contagiosa, la típica cubanía, el amor a la patria, son cualidades de los hermanos Luis y Sergio Saíz, imperecederas aún a 55 años de su asesinato”, sostiene Gustavo Villafranca, amigo y hombre de lucha junto a los jóvenes mártires pinareños.
“Gracias a ellos pensé más en Cuba”, recuerda el hoy octogenario poblador de la localidad de San Juan y Martínez, en el oeste de la capital de Pinar del Río, donde la memoria de quienes privados de la vida por sicarios de la tiranía batistiana cuando contaban 18 y 17 años, respectivamente, parece signar la vida de cada lugareño.
“Luisito propició mi aceptación como miembro del Movimiento 26 de Julio en la localidad, tras encomendarme distintas misiones relacionadas con la repartición de propagandas y la recogida de mechas y cartuchos de dinamita para las acciones del clandestinaje”, rememora Villafranca.
“La trayectoria revolucionaria de ambos -enfatiza- está muy ligada a la vida estudiantil; eran jóvenes muy talentosos, quienes dejaron profunda huella en la historia social y cultural cubanas.
“Para los revolucionarios de todas las épocas el testamento político de los hermanos Saíz, guardado con celo extremo en su casa natal devenida museo, es material de extrema madurez ideológica”, agrega el amigo, integrante de la Asociación de Combatientes de la Revolución Cubana (ACRC) en San Juan y Martínez.
Gustavo Villafranca era dependiente de la tienda La Moda, lugar al cual concurrían asiduamente varios integrantes del M-26-7, entre ellos los Saíz, los cuales día a día ganaban prestigio por su accionar en las filas del movimiento opositor al régimen de Fulgencio Batista.
“Cierta noche, precisamente frente al cine donde fueran después asesinados -evoca- alguien dijo que hacía falta convocar a elecciones para derrocar a los batistianos, a lo que Sergito respondió: ‘aquí lo que se necesita es una revolución porque con elecciones la mayoría de los politiqueros conservarán sus puestos de camajanes'”.
“Se trataba del joven de apenas 17 años y ya se expresaba así”, señala emocionado Villafranca, quien al paso del implacable tiempo, no deja de sorprenderse de las personalidades de los hijos de la maestra Esther Montes de Oca y del juez Luis Saíz Delgado.
Al propio tiempo, ambos muchachos eran dulces, dinámicos y fuertes; populares entre las jovencitas por la jovialidad y las inclinaciones literarias y periodísticas.
“Transcurría el 13 de agosto de 1957, cumpleaños del líder de la revolución Fidel Castro, y Luis y Sergio pretendían realizar alguna acción para celebrar así la fecha; antes de salir de la casa le dijeron a su madre: ‘no temas, algún día te sentirás orgullosa de nosotros'”.
“Apenas cinco minutos después, un esbirro de la tiranía, en la calle frente al entonces cine Martha, insistió para registrar a Sergito, y Luis, que estaba algo alejado, corrió en su defensa; entonces el hombre les disparó, primero a quien se acercaba corriendo, y luego a su hermano.
“Yo escuché los tiros desde mi casa y cuando llegué ya habían sido trasladados a la cercana casa de socorros, y yacían muertos.
“Todo el pueblo se volcó a la calle, y al pasar frente a su casa, Esther, la madre, hoy anciana de 102 años, salió al portal y preguntó qué pasaba, un desconocido le dijo habían matado a los hijos del juez, sin saber que hablaba con la madre.
“El velorio fue multitudinario, pese a las presiones de la dictadura; los combatientes de la lucha compramos un rollo de tela negra y paquetes de alfileres e hicimos lazos para usarlos en señal de luto en el funeral.
“La familia, los amigos, el pueblo quedó deshecho y consternado; pero la lucha revolucionaria continuó, inspirada en sus ejemplos”, concluye Villafaña.
En el documento “¿Por qué luchamos…?”, considerado testamento político de los hermanos Saíz, existen fragmentos que rezan:
“(…) Es necesario, imprescindible digamos, llevar a cabo la justa Reforma Agraria que dé la tierra al campesino y que con la creación de granjas agrícolas colectivas se reparta la riqueza de la cosecha entre los que la hicieron y así eliminan los ladrones y geófagos que roban el sudor de otros.”
“(.) No tenemos más que nuestras vidas, avaladas con la honradez de un pensamiento justo y una obra inmensa que realizar y como ofrenda de devoción y desprendimiento las hemos depositado en los brazos de la revolución cubana -justa, grande, renovadora, honrada, socialista- sin más esperanzas que ver algún día cumplidos estos sueños (…)”
Publicado en Tiempo21