Sobre el Llamamiento urgente por una Cuba mejor y posible y los posicionamientos de la nueva izquierda cubana (Final)

Por Karel Negrete

Karel Negrete, Yusimí Rodríguez, Irina Echarry y Erasmo Calzadilla, trabajando en el Reparto Eléctrico

En la primera parte del artículo Sobre el Llamamiento urgente por una Cuba mejor y posible y los posicionamientos de la nueva izquierda cubana realizaba un análisis sobre los peligros terminológicos y políticos que corre la izquierda cubana si utiliza la misma terminología de derechos humanos, libertad y democracia, sin profundizar críticamente en los proyectos políticos que estos términos contienen. Aun cuando estemos de acuerdo que son derechos universales más allá de las ideologías, estas últimas salen a relucir cuando hablamos de proyectos políticos para su materialización y realización.

Es por ello que expondré en esta segunda parte, algunas ideas que son parte del debate, en la construcción de una alternativa a los capitalismos y autoritarismos hegemónicos existentes.

En la isla, en lo referente a los partidos políticos el debate se centra en sus dos formas de sistemas: el pluripartidismo y el monopartidismo. El pluripartidismo que garantizaría la libertad de asociación de las diferentes tendencias políticas, permitiéndonos escoger entre las diferentes opciones políticas.

En este caso sería interesante plantearse las preguntas sobre la implementación del multipartidismo en Cuba. ¿Cómo y quienes financiaran estos partidos? ¿Cuál será su independencia con las empresas mercantiles, gobiernos extranjeros? ¿Cómo se financiaran las campañas electorales, mítines y todo el sistema presupuestario que requiere un partido (empresa)? Son tres preguntas simples que deben responderse desde izquierda cubana que quiere un cambio democrático. Así, cuando llegue el momento de entrar en el juego de la democracia liberal (que va a llegar), más que teorizar sobre la democracia, habrá que realizar propuestas concretas en este tema.

Por otro lado, está el monopartidismo y su teoría del centralismo democrático, la cual alude a la posibilidad de la diversidad de opiniones desde una misma ideología. Esta teoría en Cuba no se ha aplicado de ninguna manera, el debate y la discusión han sido un dialogo entre sordos y muchas veces quienes se han atrevido a formar parte de algún debate critico frente al gobierno han terminado sancionados por las instituciones gubernamentales garantes del criterio único. Lo que ha traído como consecuencia que solo aquellos que son parte del partido comunista cubano y del gobierno estén de acuerdo con el monopartidismo.

Pero por qué pensar solo en estas estructuras de la democracia política tradicional y no buscar otro punto de mira a partir de las experiencias políticas cubana, latinoamericana y mundial. Muchos de los presupuestos ya respaldados constitucionalmente, otros engavetados en centros de estudios y universidades cubanas, o crear nuevas estructuras de organización políticas que muestren una alternativa a estos dos sistemas. Continue reading

Defensa de la Utopía

Por Ramón García Guerra

SUMARIO

La crítica que recibió mi artículo La causa libertaria en Cuba, hace que precise mi análisis al respecto de la política de UNIDAD –o frentista– que animan los socialistas democráticos en Cuba ante un enemigo en común. (¿Estatismo o castrismo?) Empezaré por quitar de en medio la hojarasca. Discreparé con la socióloga Marlene Azor Hernández en puntos específicos y trataré de dialogar con un libertario de mil batallas: Octavio Alberola. Después me ocupo de identificar los desafíos de los socialistas en Cuba de frente a la transición.

DIATRIBAS (ACASO) ERRÁTICAS.

Deficiente el artículo dada “la ausencia de posibilidad de que la voluntad popular no sea en la dirección de [la] plataforma” que ofrece el mismo.

1. Epistémicamente, usted sufre de empacho libresco en tal caso –fruto de leídas de última hora–. Indigestión que hace evidente en su crítica a mi artículo. [Cuando tan magras lecturas hayan llegado al giro decolonial –sic. Ramón Grosfoguel y otros– (dado en las academias del NORTE), entonces, podré hablaros de Nicolás Guillén Landrián y Sara Gómez –o acaso de subalternistas y poscoloniales auténticos, como: Martí, Mariátegui o Fanon–.] Desde luego, hallo correcta la observación de Octavio Alberola en este punto. Precisando, usted debió de consultar el gráfico que había insertado en el artículo. Las fuerzas que alientan dicha “plataforma” se deducen de las bases sociales que sostienen la causa libertaria en Cuba. Entonces no será difícil dar cuentas de que –con las viseras– hablo desde adentro y desde abajo con el pueblo cubano.

“Y como estrategia política discursiva no me parece feliz definirse a partir de criticar al hermano ideológico más cercano”.

2.   Empecé así mi artículo: “Este estudio no personaliza el objeto de crítica”. Usted hace tal cosa ahora. [Debería de revisar los artículos de su autoría en relación con las críticas a nuestros “hermanos ideológicos” hechas en estas páginas (Observatorio Crítico).] ¿Acaso me ha medido con su vara? Sugiero mirar todo desde otro ángulo. Precisamente, la fuerza de la izquierda está en debatir sus diferencias en público sin miedo a errar y rectificar. ¡Quién dijo que le hacemos el juego al enemigo al debatir las diferencias en público! Cuando recién se había alfabetizado este pueblo, abrirá el Che Guevara un debate sobre la vigencia de la ley del valor en la transición al socialismo, entre otras cosas, porque hacer la revolución no es tarea de elegidos sino drama de multitudes. Nada en los salones sino en las calles. Porque a todos compete hacer la sociedad. Continue reading

Una meta, dos abismos y un camino

Por Ariel Hidalgo

El Mundo y la época actuales en que nos encontramos los cubanos

El derrumbe del campo socialista de Europa se interpretó en casi todas partes, pero sobre todo en Occidente, como el triunfo del capitalismo sobre el socialismo. Nada más lejos de la realidad, no sólo porque lo que se derrumbaba nada o muy poco tenía que ver con socialismo, sino porque lo que estaba sucediendo era el principio del fin de casi todas las estructuras sociales e instituciones tradicionales del mundo. Tanto los complejos estado-bélico-industriales controlados por grandes bancos internacionales como el modelo de Estado centralizado regido por dictaduras de partido que absorben a toda la sociedad civil, son las dos caras del sistema monopolista de Estado a que condujo el largo proceso de centralización de capitales de la sociedad industrial, marcado por el gigantismo de las grandes fábricas que determinó las estructuras piramidales monopólicas. Esta sociedad industrial, a su vez, es el último período de una civilización humana despiadada y cruel nacida hace más de ocho mil años con un paradigma civilizatorio patriarcal de violencia, muerte, desigualdad y despojo. Estos “civilizados” organizaron estructuras represivas que devinieron en los actuales Estados y organizaron sociedades basadas en la desigualdad de clases y la explotación de unos seres humanos por otros.

La sociedad industrial, basada en el trabajo asalariado, se encuentra hoy en proceso de descomposición por nuevas tecnologías que atentan contra las estructuras de sus dos modelos. Esa tendencia tecnológica hacia el gigantismo en que se fundamentaba el proceso de centralización ha cambiado radicalmente en un giro de 180 grados hacia el pequeñismo y la descentralización cuando en los años 70 del siglo XX se descubrieran los circuitos integrados que permitieron las computadoras personales y una nueva tecnología de la información para hacer posible que cualquier persona pudiera establecer, sólo con un procesador, su propia empresa y que la capacitación de los trabajadores convirtiera al capital humano en el factor más importante del proceso productivo. Las nuevas tecnologías son ya incompatibles con las viejas estructuras que empezaron a derrumbarse en 1989. Por mucho que se teorice en la indagación de las causas de la caída del llamado “socialismo real” de Europa del Este, en el trasfondo siempre estará la raíz madre de todas las causas: una nueva tecnología. Tras el derrumbe del ala más débil de la sociedad industrial comenzó a resquebrajarse la otra ala con una sucesión de crisis regionales que desembocaron en la gran recesión del 2008. La sociedad industrial está en proceso de descomposición y está comenzando otra nueva: la informática. Y aunque los grandes poderes que han regido la industrial siguen pie, están destinados irremediablemente a derrumbarse, y con ellos, toda la civilización patriarcal.

¿Por qué termina también la milenaria civilización patriarcal? Marx había llamado fuerzas productivas al conjunto de factores necesarios para la producción de bienes materiales y había dado a su desarrollo una importancia vital en su doctrina social, pero no se percató de que esos factores poseían dos efectos paralelos antagónicos y que con el desarrollo de fuerzas productivas se desarrollaban también otras fuerzas: las destructivas. Esas fuerzas destructivas habían jugado un papel fundamental en la desaparición de una civilización precedente matriarcal sin clases sociales, basada en un paradigma de paz y amor (1), y había generado la actual civilización patriarcal basada en un paradigma de violencia y despojo. Actualmente esas fuerzas están poniendo en peligro no sólo a esta civilización sino incluso a la vida misma del género humano, porque el peligro no sólo se manifiesta en la tecnología expresamente creada con el fin de provocar muerte y destrucción, sino en aquellas destinadas a la producción de bienes que tienen como efecto paralelo la destrucción del medio ambiente. Continue reading

La causa libertaria en Cuba

Por Ramón García Guerra

Dedicado al Che Guevara
Ramón García Guerra

Ramón García Guerra

Comentario: Este estudio no personaliza el objeto de crítica. Entienda el lector esta crítica como un posicionamiento de frente a una corriente de pensamiento que busca la reconciliación de la nación (por arriba) y que estaría abriéndose paso a marcha forzada. [Pensamiento de corte socialdemócrata.] Proceso este que facilita la convergencia de actores políticos diversos bajo la confusión que produce la situación de des-gobierno que en la actualidad afecta a los cubanos.

PARTIDARIOS DE LA CONCILIACIÓN

Las luchas de los libertarios han estirado el espectro político hacia la izquierda. Mientras tanto, éstos han ido tomando mayor distancia del centrismo que adopta el gobierno y, finalmente, han abierto un espacio que se ensancha a favor de una socialdemocracia que crece a saltos y cada vez resulta más compleja. La situación de des-gobierno que afecta a la sociedad, así como el avance acelerado de esta fuerza política, podría hoy explicar los excesos de los partidarios del socialismo democrático que ahora discutimos en este artículo. No obstante, nos parece un deber el deslindar la causa libertaria de la ideología, el programa y la militancia de este sector de la izquierda dentro del espectro político de nuestra sociedad. En verdad no se intenta aquí una oposición ante estos compañeros sino de marcar la diferencia para evitar la confusión entre las luchas por un socialismo democrático –que sólo nos llevaría a una redistribución del poder sin modificar la alienación de fondo– y aquella por un proyecto más radical: socialista libertario.

¿Cuáles son nuestras objeciones al respecto?

  1. Sospecho de todos aquellos que hablan de concordia, paz, diálogo, mediación etc. en medio de un contexto de lucha de clases que se agudiza en la Isla. Entendamos que la lucha política en Cuba es entre opresores y oprimidos y no, como lo entienden las élites: entre estatistas, autogestionarios y liberales, o entre autoritarios, demócratas y libertarios. Precisamente, donde la autogestión sólo serviría para reproducir el régimen de explotación que padece la nación y la democracia, sin falta, para justificar un sistema de dominación clasista en contra del pueblo. ¿Cambiamos el actual “silencio de los corderos” por un futuro de “lucecitas montadas para escena”? Continue reading

De frentes, alianzas, tácticas, estrategias, sectarismos, democracia y revolución

Por Pedro Campos

Intento aportar algo al debate sobre las alianzas políticas y los frentes, que –con toda razón- preocupa a algunos compañeros de la izquierda, por la eventual contaminación ideológica que se puedan generar entre diferentes posiciones políticas, en colaboraciones tácticas, transitorias, coyunturales, sobre la base de objetivos concretos comunes.

Y efectivamente, tales contaminaciones pudieran darse, si no hay claridad en la estrategia propia y si se confunden los intereses tácticos con los estratégicos.

Llevará a confusiones tácticas, estrategias y a alianzas equívocas, el no tener claros, bien definidos, los propósitos que se persiguen, no disponer de un programa político-económico y social –científicamente fundamentado- que seguir, ni conceptos filosóficos precisos que guíen la acción; o confundir revolución, con gobierno, estado, partido, líderes o cualquiera de estos conceptos entre ellos; desconocer que los valores humanistas se han ido perfeccionado como resultado de un proceso histórico, al que han aportado todas las clases sociales revolucionarias en su momento.

Confundir táctica con estrategia, impide tener una estrategia clara, triunfadora y puede reducir el alcance de una estrategia dada, al creer que logrado un objetivo táctico, ya se llegado a conseguir todo lo que buscado. Creer que cualquier fin se consigue con cualquier medio y que no existe una correspondencia entre ellos y su carácter, es condenarse a cometer errores. Creer que solo existe la verdad propia, que los demás están equivocados, lleva al sectarismo y al aislamiento. Continue reading

Respuesta contaminada a Ubieta, desde abajo y a la izquierda


Por Isbel Díaz Torres

Enrique Ubieta Gómez publicó recientemente en su blog La Isla Desconocida, un nuevo artículo de descalificación contra la izquierda crítica en Cuba. Después de su última incursión en estos ejercicios (donde salió bastante mal parado), el periodista decidió retornar las armas con un candoroso texto, escrito “desde la buena fe”, según él mismo considera.

“La añorada contaminación de la crítica revolucionaria” es un material bastante poco explícito, comenzando por el título, que no deja claro quién es el sujeto que añora, ni define cuál es el “espacio crítico revolucionario” contaminado. Tales definiciones son importantes para que los implicados puedan sentirse aludidos.

En cualquier caso, mi intuición me dice que la izquierda en la que creo habita nichos un tanto distantes de los de Ubieta, por lo que en principio me doy por aludido. Sobre todo sabiendo que las lógicas del autor en cuestión comúnmente convierten en oponente al otro diferente.

Adentrándonos en el texto, Ubieta nos presenta su sagaz descubrimiento: la contrarrevolución intentará “anular la diferenciación entre la derecha (…) y la izquierda”.

A partir de ahí, articula su discurso asumiendo una serie de posturas bien cuestionables. Por ejemplo, se preocupa porque el enemigo intente “quebrar la identidad histórica entre Gobierno y Revolución”. Yo, que me siento revolucionario porque entiendo esa identidad entre PUEBLO y revolución, descubro ahí una de las diferencias entre la izquierda crítica cubana y la izquierda… como le podríamos llamar… de protocolo. Izquierda de protocolo.

Para Ubieta, “la izquierda revolucionaria todavía no acaba de superar la parálisis teórica en torno a sus errores y desvíos históricos” aspecto en el que ciertamente debo coincidir. Pero ¿qué hace él para superar esa parálisis? ¿Cómo intenta él corregir esos desvíos? ¿No será él uno de los precursores? En realidad no me molesta que la izquierda de protocolo invierta su tiempo en denunciar a Posada Carriles y defender la causa de Los Cinco, pues ambas son causas nobles y justas; no obstante, me preocupa cuando esa izquierda dogmática nos exige a todos que le sigamos los pasos, y cuestiona cualquier posicionamiento si antes no se aclara que se está en contra de Posada, a favor del regreso de los cinco, o de Elián, o en contra de la deuda externa… según sea el siglo de que estemos hablando. En mi criterio, una parte de la parálisis que refiere el articulista está muy relacionada con esa insoportable costumbre de convertir las agendas gubernamentales de política internacional en agendas políticas personales, cuestión que diluye al actor social, al hombre/mujer mirando su realidad y transformándola.

Ubieta no cree en la crítica al gobierno cubano que “presuntamente construye hoy en secreto un nuevo capitalismo”. La realidad es que ese capitalismo ni es nuevo, ni se construye en secreto, pero el autor no puede verlo. ¿Habrá que recordarle que aunque la prensa oficial no da parte de ello, no significa que no esté ocurriendo? Ah, claro, él es parte de la prensa oficial… la parte inmovilista.

Más adelante, Ubieta refiere una “alianza de una supuesta izquierda —que declara estar más a la izquierda que los gobernantes cubanos— y una muy clara derecha en la subversión del Estado revolucionario, para construir un Estado… ¿democrático burgués?, con el aplauso y los fondos de todos los imperialismos, resulta una evidencia esclarecedora.”

Pero Ubieta olvida mencionar a los actores de esa alianza ¿Dónde se verifica exactamente? ¿Pretende Ubieta que toda la izquierda es homogénea, incluso dentro de la llamada izquierda crítica? Al menos yo no busco construir un estado “democrático burgués”, ni de ninguna otra denominación. Busco autotransformarnos en colectivo, gestando relaciones (que pudieran y debieran convertirse en instituciones) sin ningún patrón preestablecido. Ahora, en mis intenciones no puedo ignorar que existe un espacio público donde las personas, cualesquiera sean sus posturas políticas, pueden encontrar demandas, gustos, voluntades comunes. No habría que escandalizarse por ello: ¿acaso no fue eso lo que pasó en la reciente visita del Papa, o todos los asistentes a las misas eran fervientes católicos? Aquello no fue una alianza, sino que las personas coincidieron en un espacio, muy posiblemente con móviles diferentes: fervor católico, curiosidad, miedo a represalias en el trabajo, aburrimiento, disciplina, acompañar a la abuela, etc.

Y ahora que lo leo ¿dónde están, por cierto, esos fondos que recibe la izquierda… y que además son evidencia esclarecedora? La difamación es un delito en este país, aunque ya sabemos que el código penal es aplicado de manera arbitraria y discrecional por las autoridades. Y si existieran tales fondos, y se conocieran, entonces el periodista debería hacerse la más elemental pregunta. ¿Si son ilegales, por qué quienes los reciben no son puestos tras las rejas? Si la legislación cubana condena el mercenarismo ¿por qué no es fiel a su letra? ¿Cómo interpretará el autor la legitimidad de quienes – dentro de organizaciones de la oficialmente reconocida “sociedad civil socialista”- reciben fondos provenientes de entidades foráneas, estatales o no, previa bendición del estado/partido?

Por ejemplo, si nos apartamos del debate en torno a la muerte de Payá -que no es el tema de debate aquí, ¿cómo se entiende que el estado cubano libere sin la más mínima sanción al político sueco Jens Aron Modig, quien declaró a la prensa que entregó dinero para financiar al opositor Movimiento Cristiano Liberación (MCL)? ¿El caso no es similar al de Alan Gross? ¿Y qué pasó con quienes recibieron ese dinero? Mi análisis no se enfoca en el MCL o sus mecanismos de financiamiento, sino en la discrecionalidad con que el gobierno cubano aplica sus políticas, esas mismas que Ubieta parece defender a capa y espada. Si verdaderamente considerara que se trata de cuestiones de fondo, ¿por qué no emplaza al gobierno, como un “verdadero hombre de izquierda”? (espero que no pretenda ofrecer aquí argumentos de real-politik). Por otra parte, el mismo análisis puede aplicarse en los casos del resto de la estigmatizada disidencia cubana, que parece ser tan plural y contradictoria en objetivos y métodos como la izquierda de la isla.

“Mi enemigo es todo aquel que intente restaurar el capitalismo en Cuba, reciba dinero o no de una potencia extranjera”, dice Ubieta, pero no lo he visto manifestarse en contra la presencia de monopolios brasileños y chinos – y sus millonarias inversiones contaminantes y megaexplotadoras del trabajo asalariado- en la economía cubana, ni en contra de medidas antipopulares y neoliberales, como el despido de miles de trabajadores, apoyado cínicamente por la CTC Nacional, o la reducción de prestaciones sociales, otrora presentadas como “conquistas de la Revolución” y hoy denunciadas como “gastos excesivos”. ¿Si el Estado o alguna fracción de su élite dirigente intentan restaurar el capitalismo, también estaría Ubieta contra ese Estado y élite?

No soy un analista político, y queda fuera de mi alcance el fin último de las maniobras estatales. Existe una real falta de información real y pública sobre los planes, la forma atomizada en que se presentan los proyectos de desarrollo: transgénicos brasileños en Sancti Spíritus, campos de golf con usufructo por 99 años para extranjeros en Matanzas, Puerto del Mariel con maquilas incluidas en el occidente, créditos increíbles desde China, médicos haciendo dinero para el Estado en Venezuela…. Todo ello va “salpicado” con un finquita agroecológica en Bauta, un médico que salva gratis una vida en Buey Arriba, una revista ecologista para proteger la Bahía de la Habana…, así, con la ayuda de los medios de prensa que magnifican las salpicaduras y minimizan las inversiones millonarias, es difícil saber la realidad del terreno que se pisa. Pero lo cierto es que hay más elementos para temer una restauración capitalista, que los que pudiera tener Ubieta para decir que la izquierda crítica busca construir un Estado democrático-burgués.

En su gratuito y contaminado discurso, Ubieta lanza otra frase descalificatoria, cuando refiere los “presupuestos de una izquierda no revolucionaria” Sin embargo, no dice cuáles son esos presupuestos. La única izquierda no revolucionaria que reconozco en Cuba es ese sector burocrático estatalista y autoritario, articulado con las estructuras del PCC, que se autotitula de izquierda, pero que tiene como único afán el cabal sostenimiento del sistema, y muy poco se relaciona con causas altermundistas, emancipadoras, y desenajenantes. De hecho, explorar el patrón de consumo cultural y material de los intelectuales orgánicos de estas élites pudiera ser muy instructivo: la imagen aún en mi cerebro de Ubieta tomando café en la cafetería del muy caro hotel Habana Libre, en lugar de consumirlo a una cuadra de distancia, en la cafetería de 23 frente al Coppelia, donde el café “popular” vale solo 1 peso cubano; pudiera ser bastante ilustrativo de lo que intento decir. A partir de aquí pudiera seguir una retahíla de expresiones descalificatorias, pero me halo las orejas y corrijo el rumbo. Aunque sea una manera hegemónica, no es posible crecernos si reproducimos tales prácticas antiéticas.

La realidad es que la izquierda que conozco sí profundiza en el dilema “socialismo-capitalismo” que menciona Ubieta, pero a la vez, reconoce la necesidad de un ámbito de respeto, de legitimidad para acceder al espacio público de todas las tendencias y propuestas de sociedad, incluidas las ajenas a su proyecto ideológico. El tradicional silenciamiento de las otras propuestas es uno de los elementos que ha llevado a los empoderados dirigentes cubanos a quedarse muchas veces sin propuestas propias. Como dijo una vez el Ché: “Opinión que haya que destruirla a palos, es opinión que nos lleva ventaja a nosotros” ¿Tendrá el Guerrillero Heroico, según los raseros y cánones de Ubieta, problemas ideológicos?

Coincido con el autor en que “la democracia real es anticapitalista, y que el capitalismo es por naturaleza totalitario”. Es por eso que nuestro cartel (que la Seguridad del Estado presionó para que bajáramos en la marcha del 1º de mayo de 2010) decía “SOCIALISMO ES DEMOCRACIA, PA’L LATÓN LA BURROCRACIA”. Es una pena que tan pocas personas comprendan esa visión que compartimos, y se empeñen en imponer esquemas antidemocráticos, arguyendo que con ello salvaguardan alguna Revolución. Por supuesto, en realidad salvaguardan sus propias prebendas y privilegios.

Seguidamente, el articulista menciona el tercer objetivo de la contrarrevolución: “romper el nexo histórico entre rebeldía juvenil y Revolución”. Ubieta, ese objetivo no es necesario perseguirlo, dado que ya que el sistema cubano se ha encargado de ello. Si este fuera un nuevo objetivo ¿cómo se explica la emigración de millones de jóvenes desde hace décadas? ¿Cómo es que la burocracia se devana los sesos tratando de inventar fórmulas (siempre infelices) que atraigan a la juventud? ¿Cómo es que las juventudes “comunistas” parecen cualquier cosa menos comunistas, y sus líderes, cualquier cosa menos jóvenes? No han comprendido que ya no se trata de defender la Revolución sino de desarrollarla, ampliarla, radicalizarla. Eso sí sería estimulante para los jóvenes. “Ahora le toca al padre la manzana en la cabeza”, pero la élite está demasiado apegada a sus raciones, por eso no se atreve a ceder el arco a sus hijos.

La historia de los adjetivos puede ser bastante confusa y manipuladora. Ubieta debería explicitar lo que él entiende por “crítica revolucionaria” y “crítica contrarrevolucionaria”. Espero que no sean los fines. Por ejemplo, decir por qué los servicios de salud para el pueblo son de baja calidad sería revolucionario si:

– persigue castigar a los profesionales y administrativos de salud que hacen un mal trabajo en detrimento del pueblo y de las planillas de los nobles burócratas que se atienden en el CIMEQ, además de reconocer los esfuerzos de la Revolución, la “gratuidad”, y los médicos “internacionalistas”;

– y sería contrarrevolucionario si lo que se busca con ello es desprestigiar y deslegitimar al gobierno tirano que se complace en ver a la gente humilde en colas durante horas para acudir a un especialista.

¿Es eso? Si fuera así, se estaría olvidando que hay muchos más pensamientos detrás de esa crítica, pero la realidad seguiría siendo la misma: el servicio es de mala calidad.

Por otra parte, el autor no se da cuenta que lo que él llama “el cansancio, la renuncia a ser diferentes, la aceptación acrítica del consumismo, el individualismo burgués” no es otra cosa que la propuesta cultural del Estado cubano a la población de la isla. Nada más cansón que los actividades político-culturales de la izquierda de protocolo, los matutinos, las galas, los homenajes forzados a los Cinco Héroes, que como una plaga carcomen el más elemental sentido de la estética, el arte, la alegría, la belleza en Cuba. Por su parte, la izquierda crítica privilegia el arte alternativo, la ruptura, la búsqueda de nuevas formas y estilos, es iconoclasta, queer (en el sentido más amplio del término).

El periodista venía hablando de la izquierda, y de pronto, como por arte de magia, se enfoca en el proyecto Estado de Sats, sobre el que vierte sus criterios, siguiendo “un razonamiento lógico” muy particular, totalmente desprovisto de argumentos probatorios, pero que al parecer a él le satisface. En realidad, con tales procedimientos, no sé para qué hace falta la Seguridad del Estado, si con el entusiasmo “revolucionario” de Ubieta ya todo queda probado. ¿Pero, y el análisis que venía haciendo sobre la izquierda dónde queda?

Cuando Ubieta declara quiénes son sus enemigos, no aclara qué métodos utilizará para vencerlos. Al parecer, los mecanismos extrajudiciales, ilegales, difamatorios, antidemocráticos, estalinistas, violentos, podrían servirle igual que cualquier otro. Aquí veo una profunda diferencia entre nosotros. Para mí, el enemigo ideológico es respetable, y la batalla debe ser limpia, de frente, y en igualdad de condiciones. No es posible que una parte tenga todos los medios a su alcance, mientras la otra deba recibir los palos justos e injustos que provengan de semejante poder.

A Ubieta no le tiembla el puño para escribir “la democracia revolucionaria que defendemos, no contempla a los capitalistas en el poder”, con lo cual hecha por tierra el sueño de la república martiana “con todos y para el bien de todos”. Pero si vamos un poco más allá, solo podemos sonreírnos ante la “ingenuidad” del autor, cuando miramos y vemos que los capitalistas hace rato están en el poder, protegidos bajo las casacas empresariales, militaristas, etc.

Ubieta finaliza su texto con una parrafada tan esquizo, que no resiste el más elemental análisis. Acepta lo diverso, pero no lo acepta; no desea la homogeneidad del pensamiento, pero excluye a los procapitalistas; habla de unidad nacional, pero no en “la orilla capitalista”. No entiendo cómo la lucha contra el capitalismo puede pasar por ignorar su real existencia en las estructuras y lógicas nacionales, y su avance evidente en las políticas económicas del país. Es demasiado ingenuo (u oportunista) ese intento por silenciar las voces disidentes, como si ello fuera a detener las finas telarañas de la Nestlé o Monsanto en la isla. Las neoliberales estrategias del “perfeccionamiento empresarial”, ensayadas décadas atrás, tienen ahora un caldo de cultivo fértil para recomenzar su expansión, y para colmo, profesionales de la palabra con acceso gratis a Internet pretenden descalificar a quienes luchamos por nosotrxs mismxs, y por quienes tenemos al lado, desde abajo y a la izquierda.

Suicidio político ¿Acaso el enemigo de tu enemigo es tu amigo?

Por Ramón García Guerra

Espero que la amistad no se lastime. Siento que criticar a los compañeros de lucha es difícil. Pero está en juego el destino de un pueblo.

Pactar una política de democratización con la derecha es un suicidio. La táctica en cuestión nos demuestra la miopía de sectores de la izquierda que no advierten que al pactar una “democratización” con el capital serán reconducidos al punto de partida: es decir, al estado de alienación que antes produjo el socialismo de Estado al interior de la sociedad. En tal caso, ¿sería mejor que luchemos por lograr un corrimiento hacia la izquierda desde el centrismo que adopta el gobierno cubano? Porque dicho centrismo es acaso la expresión de una totalidad que debe ser subvertida.

Definitivamente, una muerte anunciada se consuma: La “política de colaboración crítica” de estas izquierdas –traducidas en estado de impotencia– justifica hoy alianzas tan absurdas, vergonzantes y estériles como las adoptadas con la derecha.

Las alianzas que adoptan estas izquierdas son una política oportunista a todas luces, como también se entiende que nos acusen de sectarios. Defendiendo sus posturas estos compañeros se refieren al fracaso de las estrategias de subversión entre las izquierdas radicales de todo el Continente. Sin embargo, los grupos de izquierda radical que espolean a los gobiernos de centro-izquierda en América Latina –sic. Ecuador, Venezuela y Bolivia–, entiéndase, han estado pecando no por la mala orientación de sus luchas sociales sino por las carencias que afectan a su proyecto y que debilitan sus posiciones en la política.

Los que pactan con la derecha en Cuba se debilitan al dar crédito de una solvencia y una eficacia que no tiene la misma. Politiquean. Digámoslo de un tirón: La derecha no tiene un proyecto de país que resulte viable ni tampoco es una fuerza política que pueda modificar a fondo la realidad. Especula con un sentido común enfermo y con las políticas fallidas del Estado. [Los cubanos en su mayoría son opuestos al capitalismo de Estado que defienden el centrismo y la derecha.] La derecha se resiste al debate público con la izquierda radical y este hecho nos revela la orfandad de ideales de que padece la misma. En cambio, las críticas más fecundas que la derecha hace al régimen han sido tomadas del arsenal de argumentos que emplean los radicales. Nadie ha hecho críticas tan severas y sustanciales en contra del Estado burocrático policial en Cuba como las endilgadas por los radicales.

Los radicales de izquierda han dejado sin argumentos a la clase política y una masa crítica ha crecido en el país como resultado de estas luchas. Incluso la clase dirigente en Cuba ha debido de plagiar el discurso de los radicales para obtener una mayor legitimidad hacia el interior de la sociedad. Entonces, ¿tiene algún sentido dar marcha atrás para hacer la política de la derecha? Precisamente los radicales de izquierda pueden hoy mismo echar adelante un proceso de democratización que nuestra clase política sería incapaz de realizar.

Los radicales han sido los responsables del cambio en la hegemonía cultural que ha sucedido en la última década. Estos han ganado la batalla de ideas. Ahora bien, ¿acaso estos ideales de libertad serán traducidos en acción política eficaz que subvierta la totalidad del orden existente? La reforma a la Constitución hoy se impone. Pero esta última será la consecuencia del modelo de sociedad que se adopte.

Somos un pueblo audaz, inteligente y sagaz que recupera la confianza en sí mismo. Pensémoslo dos veces. ¿Cambiar la jaula por la selva? Desde la derecha, ¿qué tipo de sociedad nos hará libres? ¿Aquella en donde cada quien abre su negocio y explota su parcela sin dañar a los demás? ¿Resultará esto último un régimen de equidad en donde se distribuye entre todos la riqueza colectiva a partes iguales? La multitud de talleres y granjas pequeñas que imaginó José Martí, ¿serían hoy viables? Tampoco la nueva burguesía cubana se siente hoy atraída por el proyecto de país que añoraba la burguesía nacional subalterna de las décadas de 1940-1950. Estamos en otro mundo.

Discutamos en público el proyecto de sociedad. Pero aún más. Pongamos las agendas políticas en discusión.

Podemos tener en la agenda una infinidad de temas en común sin llegar a coincidir estos en el contenido ni en los métodos a emplear en medio del proceso en cuestión. El modelo de democracia que adopten los libertarios, por ejemplo, traerá inscripto en sí un decálogo de derechos y deberes, lógicas procesuales y éticas conductuales, etcétera que harán la diferencia con aquellos que sostienen y/o defienden al régimen autoritario vigente (centrismo y derecha, ambos incluidos). Pensemos, por caso, en los condenados de la tierra. ¿Cuál será el modelo de democracia que logre integrar al 70% de los habaneros que dedican todo su tiempo a hacer trámites legales o buscar qué comer? La política es para ellos cosa de los políticos. ¿Cuál será el modelo de democracia que los interesará por la cosa pública? ¿Constituye este un tema de la derecha?

Desde el diseño hasta la instauración del mismo, el modelo de democracia estará –hecho a imagen y semejanza de la derecha– plagado de mecanismos y espacios que acabarán por cerrar puertas ante las clases oprimidas. Sucede que el régimen autoritario reinante ha afectado el programa mínimo de este sector de la izquierda, para acabar este último por comulgar con el pliego de demandas que plantea la derecha. [¿Alianzas que comprometen el proyecto?] Considero que la izquierda en Cuba tiene la capacidad suficiente para subvertir el orden existente sin apelar a alianzas con la derecha.

Para la izquierda radical, en tal sentido, la adhesión y/o participación en políticas afirmativas (negritud, culturas emergentes, etcétera) de sectores excluidos en la sociedad –por ejemplo– no implica un recorte del horizonte de luchas sociales; sino, por el contrario, resulta un registro de realidades más concretas y vitales que acabarán siendo articuladas en un proyecto libertario de nueva sociedad. Precisamente este hecho signa la política de alianzas de los radicales. Ciertamente, la política de alianzas de los radicales de izquierda parte del reconocimiento de cierto potencial entre tales movimientos en función de la subversión de la totalidad del orden existente. Siempre que, por supuesto, tal acción política resulte en la superación del carácter reivindicativo y puntual que identifica a los mismos. Luchamos por el buen vivir, la plenitud de las personas y el libre albedrío en la sociedad.

¿Banderas que hondean? Sí. Equidad, solidaridad, libertad.

La política de la izquierda radical está fundada en un programa mínimo que el centrismo y la derecha han calificado de utópica. Pero la línea de lo posible no es tan breve.

Criticamos el recorte del proyecto que se justifica con un “realismo” poco realista. La diáspora nos muestra su altruismo con una economía de remesas y la derecha pro capitalista, en cambio, habla de lo bueno que sería otorgar un mayor espacio a la inversión privada… de los millonarios cubanos. Los sectores de la izquierda en cuestión, asimismo, sugieren coperativizar la economía. Colocan de alfombra al mercado. La realidad niega esta arquitectura de segunda mano. Pensemos en economías sin mercado: trabajo doméstico, remesas y fondos de consumo. (Suman una economía aún mayor que la economía oficial: estatal, mixta y privada.) Entonces la solución que sugieren estos compañeros es bailar al ritmo del mercado. Siendo este una excepción ellos lo convierten en la norma: mercado, mercado, mercado…

[Personalmente, invito a retomar el debate sobre la vigencia de la ley del valor en Cuba.]

Dejemos atrás la retórica de la autogestión, el cooperativismo, etcétera que bien poco –o casi nada– tiene que ver con el sentido y alcance del concepto de trabajo libre asociado que empleó Carlos Marx. Denunciamos las actitudes que rehúsan la discusión del dilema ideológico-cultural que significa la cosificación de las relaciones sociales y, sobre estas bases, imaginan un escenario de actores económicos plurales que concurren al mercado en igualdad de derechos.

¿Podríamos obviar al mercado sin afectar la viabilidad de la nueva economía? Esto será algo imposible para estos compañeros pues no existe otro mecanismo social a cambio y la presencia del mercado (milenaria) prueba que dicha estrategia es un gran absurdo. Creemos que la solución se hallaría en la política de empoderar a la comunidad para facilitar el ejercicio por aquélla de su derecho a hacer sociedad y, asimismo, reducir al mercado a formas de reproducción simple (M-D-M) que facilite el predominio de los valores de uso por encima de los valores de cambio. Estamos por un modelo de economía a escala humana de bajo impacto ecológico.

La cuestión de la economía no es solamente cómo organizar sino también cómo administrar la misma. Hablamos de democratizar la economía. ¿Cuáles serían los cambios por realizar en las estructuras de poder para asegurar la autogestión popular en toda la economía?

Empecemos por plantear una idea-fuerza: el pueblo es el soberano y el Estado es un servidor.

Comentemos ahora la falta de responsabilidad civil del Estado contra la sociedad. Intentemos hallar una solución a este dilema. Según el modelo institucional actual la acción correctiva debe partir de las organizaciones de masas que son representantes de la sociedad ante el gobierno. Pero se hallan estatizadas estas ONGs. Los radicales de izquierda hablan de las potencialidades que estas instituciones de base aún conservan y hablan de reciclarlas. Debemos de regresar al punto del camino en donde se extravió la causa libertaria.

Veamos de cerca la cuestión.

El modelo de democracia que instituyó la revolución en la década de 1960, precisamente, resultó ser la mejor oportunidad para fundar una “sociedad coherente y bien articulada” a partir de un régimen de estadolatría –según la definición de Gramsci–. Específicamente, hablamos de aquel gobierno de los funcionarios al que fuimos convertidos todos los cubanos. [Organizaciones sociales paraestatales.] Serían los ideólogos del obrerismo los encargados de hacer abortar el autogobierno de las clases populares. Sin embargo, las buenas lecciones no se reducen al período que media entre 1959 y la fecha. La segunda república cubana (1940-1958) fue pródiga en experiencias dadas entre las clases populares en relación con prácticas de auto-organización en las esferas de la producción y el consumo.

[Precisamente esto explica la admiración por el estado social rooseveltiano que siente y confiesa Fidel Castro. Partiendo de su autoritario ideal estadocéntrico las formas de autogobierno popular –todas en ciernes– requieren ser reemplazadas por un mayor intervencionismo del Estado en la vida cotidiana de la sociedad. Conocemos cuáles han sido los resultados al ser llevadas estas ideas al colmo: ninguneo, multitud de autoestimas dañadas, etcétera.]

Yendo más allá de aspectos puntuales que puedan ser tomados a partir de experiencias dadas en otras épocas, la mejor lección sería la de entender que se necesita una tercera revolución del estado social en el mundo. [Bismark, Roosevelt…] Y sólo la utopía del socialismo libertario trae en su vientre la dicha.

Aquellas formas de “autogestión” que apuestan por el libre juego de un montón de Pymes, todas iguales, –que regidas por las leyes del mercado nos deben de conducir al reino de la libertad– no hacen más que ahondar la fractura de la sociedad. [Fundamento
del sistema de dominación política que rechazamos.] Para hablar claro: Eliminar el trabajo salariado no cancela esa zoofílica aberración moderna que sería el tratarnos como si fuéramos cosas que pueden ser intercambiadas según una lógica de equivalencias en el mercado. (Una actitud que en nada se distingue de la del capital.) Constituir un mundo de trabajo cooperado sin superar la mercantilización de la vida cotidiana –y aún no hablo de eliminar el mercado en este punto– sería llevar a la sociedad a un estado de autofagia. Sería un trabajo asociado, sí; pero en nada libre. Sindicados para reproducir al capitalismo.

Los políticos que fueron reciclados como empresarios en los países socialistas de Europa central y oriental, curiosamente, tenían la misma visión de la política que estos compañeros que ahora se enredan en alianzas con la derecha. Los dogmas que sostenían al socialismo real acabaron por convertirse en piel de zapa. [Dogmas que resurgen mil veces desde el abismo con el empleo en la transición socialista de las armas
melladas
(legado del capital).]

Pecamos en la izquierda al ser ingenuos. Subvertir el régimen autoritario con la democracia no resultará en la pacificación de la sociedad sino en la abrupta multiplicación de los escenarios de luchas sociales. Los socialistas institucionales han hallado la solución con la instauración de un Estado de derecho. Establecer un límite al poder regio resulta en Cuba, ciertamente, una condición para la democratización más radical de la sociedad. Pero este enfoque jusfilosófico llevado al extremo nos conduce al normativismo que practicó el Estado obrerista (1971-1989). Las formas de autorregulación de la sociedad –morales, culturales, etcétera– serán el fundamento del proceso de reproducción de estas últimas en el tiempo. Los sistemas de administración de justicia que se desconecten de estas realidades, y se sostengan en ordenamientos jurídico-legales en exclusiva, están condenados al colapso.

Consideremos las políticas de Estado al respecto de las academias y los tribunales.

La política de politización de los tribunales y de despolitización de las academias –que fuera adoptada por el Estado cubano en cinco décadas–, resulta de una carencia ideológico-cultural que afecta al sistema de instituciones del Derecho (1) visto de conjunto. Estamos ante un sistema jurídico-legal que no alcanza a integrarse en formas autogobierno popular que resulten más realistas y eficaces. [Sociología del Derecho.] Las políticas de Estado son al respecto el mayor obstáculo que se interpone ante el proceso etnocultural cubano, puesto que éstas distorsionan la relación entre sociabilidad y civilidad al negar la singularidad de los sujetos sociales. [Derecho a la diferencia.] Significa esto que toda reducción institucionalista que afecte a esta ecología: es regresiva (2).

Creemos, junto a Martí, entonces, que “con los oprimidos [hay] que hacer causa en común, para afianzar el sistema opuesto a los intereses y hábitos de mando de los opresores”.

La brecha de iniquidad que abre el formalismo kelseniano en contra del proyecto de nueva sociedad, por ejemplo, amplía el sentido tecnocrático del derecho y facilita la despolitización del mismo. [¿Quiénes son servidos con la despolitización del Derecho en medio de la revolución?] Los desafíos libertarios que plantea el proyecto ante el derecho serán escamoteados por el despotismo que, según Marx, puede darse momentos democráticos (como sería una consulta popular o incluso, una democracia deliberativa –llegando al extremo–) sin resultar siquiera inconsecuente consigo mismo. Distanciarse del fallido normativismo soviético no debe hacernos retornar al formalismo kelseniano que logre justificar el modelo técnico-jurídico que asegura la realización del proyecto de nueva sociedad.

¿Democracia como tecnología? No. Democracia para liberarnos.

La solución política será institucionalizar un Estado de derecho. Insuficiente. Creemos que el dilema del Derecho en Cuba es más que político. Filosófico. ¿Sobre qué filosofía del Derecho se sostendrá el sistema jurídico-legal en el futuro? ¿Democratizando el republicanismo? [¿Acaso la república de Martí?] Ciertamente, desde esta ideología se pueden lograr avances que nos aproximen a la solución de este dilema. Pero… Pensemos en rescatar el derecho consuetudinario de los pueblos más allá de la tradición occidental que signa nuestro sistema de derecho. [Hablo de ampliar el visor. Estudios de antropología jurídica.]

Cuando estos estudios sean hechos, entonces, mapas afectivos y experienciales saldrán a flote. Pensemos en el fondo emocional del disenso en la sociedad. Experiencias de ninguneo, negación de la otredad, castración de las ilusiones… Recordemos: los marielitos. Detrás del tirano que atropelló al infeliz está un sistema que se sostiene dando golpes a diestra y siniestra. Después de cinco décadas de cachumbambé el tirano ha devenido en víctima. Posiciones que se suceden una y otra vez hasta devenir en una tiranía sin tiranos, según nos advierte Hannah Arent. Entender que detrás del tirano hay un sistema nos sería tan necesario hoy como el advertir que detrás del LÍDER hay una nomenclatura y que ésta sostiene un status quo (equilibrio) que hunde en el marasmo a la sociedad.

¡Ojala la solución fuera tan sencilla! Bastaría con sacar del cargo a dos o tres personas. Pero la realidad es terca.

Construyamos mapas afectivos. Porque… Efectivamente, no fueron las ideologías las que salvaron a los pueblos, –aclara Ernesto Sábato– sino las estúpidas esperanzas de las gentes, ese “heroísmo cotidiano frente al infortunio”. ¿Quién dio la medida del repliegue del socialismo en la década de 1990: acaso los decretos del gobierno entre octubre de 1993 y junio de 1994 o el pueblo con sus estrategias de sobrevivencia entre 1991 y 1993? ¿Cómo se explica que la solución no fuera renegar del socialismo sino el adoptar la autogestión social como solución para enfrentar el fracaso del régimen? ¿Cuál será el nombre que daremos a este magma de pueblo? Socialismo libertario. Sociedad en donde cada quién hace libremente su vida y cuida de los demás.

Las alianzas que aceptan los libertarios son aquellas que contribuyen a desatar el potencial que contiene ese magma de pueblo. La solución del dilema cubano no se hallará entre liberales, socialdemócratas o comunistas. Ideologías que están siendo empleadas como simples disfraces (3) que ocultan el egoísmo, el elitismo y el racismo de aquellos que levantan estas banderas.

¿Democratizar la sociedad?

Las luchas sociales que dentro del régimen autoritario han sido cumplidas, mañana –bajo una democracia a todas– dejarán de ser retorcidas. Crecerán de manera exponencial hasta alcanzar un momento de inflexión. Será este el momento de las nuevas leyes. Sucederá esto cuando se establezca la cultura ciudadana que los socialistas institucionales han venido defendido de manera justa y acertada. Emergerá un escenario de libertades. Debemos de advertir, en tal sentido, que tanto el legalismo como el economicismo no serán la solución. Entendamos que estos procesos son sustanciales. La política de (des)politización del Estado ha convertido al formalismo kelseniano y el dogmatismo estalinista en instrumentos del régimen que justifican desde la exclusión hasta la autocensura en la sociedad.

Debemos ser creativos.

Definitivamente, la política de alianzas que adoptan ciertos sectores de la izquierda en Cuba en nada facilita la creatividad que nos exige el cambio de época al que asistimos. Los ideales que defienden estos compañeros de lucha no son errados (4). No. Sólo que tales ideales se quedan a mitad de camino. ¿Qué les diría? Falta dar un pasito. No más. Sugerimos un giro epistémico. Pongámonos del lado de los oprimidos. Desde esta atalaya la realidad tiene otro color.

Esta es la hora de los hornos.

Santa Fe, Ciudad de La Habana, Cuba: 12 de septiembre de 2012.

NOTAS

1. Principios del Derecho. ¿Criminal o inocente?… hasta que logres probar lo contrario.

2. La ecología del proceso regulatorio societal –que refería en dicho artículo– resulta muy simple: “La dialéctica que tal sociedad política producen en dicho empalme [etnocultural/éticosocial] tendría dos extremo: a) socialidad-sociabilidad, y b) legalidad-legitimidad; que, desde lo éticosocial y lo etnocultural, en cada caso, serán puntos que tensionan y activan a la sociedad política”. Ramón García Guerra: “Légalité Gruyère. La actual constitución del país”; http://www.kaosenlared.net, mayo 17 de 2008.

3. Contamos con liberales y socialistas ilustres en nuestra historia. La tradición libertaria cubana debe muchísimo a estos compatriotas nuestros. Desde Varela hasta Mañach. Pasando por Martí. ¿Qué decir de Ramiro Guerra o Fernando Ortiz? Lástima que sea menos conocido el aporte de los anarquistas cubanos. Incluyendo a Julio Antonio Mella entre aquellos.

4. ¿Desconfían de las fuerzas de las izquierdas?

Mi Círculo Social

Por Rogelio M. Díaz Moreno

A raíz de una actividad por el día de los niños, me interesé por el círculo social que, como trabajador del sector de la Salud, tengo derecho a asistir.

Debe partirse de los años ´50 del pasado siglo, cuando existían en este país clubes que tenían instalaciones para el baño en el litoral del barrio habanero de Miramar y otras actividades recreativas. A los cubanos nos enseñan en las escuelas que estos eran centros privados y símbolos de la exclusión de la mayoría menos favorecida de la sociedad. Y que gracias a la Revolución, que los nacionalizó desde los primeros tiempos, hoy todo el pueblo los puede disfrutar.

Algunas personas mayores te matizan un poco esta imagen. No solo existían los clubes de ricachones exclusivos donde para ingresar, además del dinero, había que lucir de raza blanca. También se podía encontrar clubes propiedad de determinados sindicatos, y los trabajadores del ramo respectivo podían ser socios. El caso es que todos fueron nacionalizados por el gobierno establecido después de 1959. Ahora estos círculos trabajan asignados a los distintos sindicatos que se agrupan bajo la sombrilla de la central oficialista del trabajo.

El círculo social obrero (CSO) Otto Parellada viene a ser el correspondiente a los trabajadores de la salud. Es este club el que nos toca y al que podemos ir. No al que está a su izquierda, que creo está asignado a una rama de la industria; menos aún al de su derecha, dedicado a los miembros de las fuerzas armadas y sus trabajadores civiles.

Zambullirse en el mar es una de las mejores y más sencillas opciones recreativas en Cuba. A nosotros, las playas de Santa María nos quedan a 3 horas en autobús, y los pedazos libres de litoral cercanos a nuestra casa son de un diente de perro incomodísimo. El CSO Parellada nos queda bien cerca. Su pedazo de litoral, sin llegar a ser playa, es mucho más cómodo que el diente de perro, pues el fondo rocoso es mucho menos áspero y lo tachonan algunos parchecitos arenosos. Al agua se llega por franjas escalonadas de hormigón, con algunos sectores derruidos por la fuerza del oleaje, a lo largo de muchos años. Dos espigones se internan una treintena de metros en el mar, brindan cierto amortiguamiento a la marejada y ofrecen otros accesos al agua. A algunos metros de esta se extienden unas áreas de arena con sombrillitas y existen los esperados puntos de ofertas gastronómicas básicas. Además de la playa, hay unas canchas de pelota vasca, una de voleibol de playa y se pueden alquilar otros juegos de mesa. Para los sábados por la noche, es posible reservar una mesa en un gran salón, que cuenta con un consumo de platos ligeros y un poco de bebida y se puede bailar un rato.

La pasamos bien el primer día, así que me embullé. Pasé el pedacito de burocracia requerido para asociarme a mi club, y empezamos a ir de vez en cuando. Habremos ido siete u ocho veces en este verano en total. Ahora, veamos qué malagradecido soy, que voy a empezar a quejarme.

Ahora que acabó oficialmente la temporada vacacional, ya no puedo acceder más al CSO. Hasta el mes de julio del próximo año, los trabajadores que somos los socios y dueños de este club, ya no podemos presentarnos a la puerta, mostrar el carnet y entrar libremente. Esa posibilidad solo se nos abre en los meses de julio y agosto. El resto del año, solo se reserva para actividades organizadas y asignadas centralmente por mecanismos relacionados con la administración burocrática de los asuntos de este país. Si soy tan insensato que quiero ir a la playa en esos meses de abril, mayo y junio en los que hace tanto frío en Cuba y cae nieve, tendré que dispararme tres horas de autobús hasta Santa María o el diente de perro de la calle 70.

Pues sí, como vemos, mi propiedad solo es mía durante julio y agosto y no todos los días. Cómo puedo ser tan cruel, que aspire a que los empleados de mi club trabajen todos los días de esos dos meses, para mí, sin descanso. Si se nos antoja en familia, si Rogelito me lo exige, darnos un baño de mar un lunes durante esos meses: al diente de perro de 70 o las tres horas de autobús.

Entonces, de martes a domingo en julio y agosto, el CSO nacionalizado para mí, está a mi servicio en cierto horario no muy extenso. Abren a las 9 am, cierran a las 4pm, ni un minuto más. En mi carácter de dueño, me corresponden para el baño de mar en el CSO las horas del día de mayor fuerza de la irradiación solar que en nuestro clima. Como se sabe, tal intensidad sobrepasa un poquito lo recomendable para la buena salud. A los que nos apetece el baño cuando el sol es un poco menos violento ya saben lo que nos toca.

Un par de lindos detalles más para aquilatar bien el privilegio que tengo al ser dueño de este CSO. Cuando dije presentarme a la entrada, no me refería a la puerta principal. A los trabajadores comunes del sistema de salud nos toca el portón lateral de servicios. Y una vez dentro, lo que primero se encuentra uno, es otra evidencia de que el club tiene una segunda categoría de dueños, pero más elevada que la mía. Allí existen también un par de piscinas aisladas con una cerca muy seria y una puerta donde severos guardias permiten entrar a los dueños de primera y nos mantienen alejados a los dueños de segunda. Los trabajadores del CSO son corteses y lo tratan a uno amablemente, pero cumplen ciertos reglamentos estrictos. El acceso a la piscina es por mecanismos de reservación que se escapan de las posibilidades del trabajador simple. El secretario sindical del centro donde uno trabaja podría pugilatearle a uno tal vez esos accesos, pero tendría que atravesar varios calvarios burocráticos que parecen establecidos para convencernos, a los dueños de segunda, de que nos alejemos de ahí.

Imagen: Piscina con cercas

En otra situación, tales evidencias de tu estado de inferioridad bastarían posiblemente para convencerte de que no eres bienvenido y te vayas. Pero ya hemos contemplado que las alternativas no son buenas. Aún excluido de la parte VIP de mi club, aún en horarios restringidos durante los días y meses del año en que se dignan dejarnos entrar por la puerta de los criados, no nos dejamos amilanar y disfrutamos del amplio, azul y libre mar.

Imagen: Baño en el mar